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Prologo

El sonido de los cañones resuena en la oscuridad de la noche, una pradera que alguna vez fue verde esmeralda, estaba arrasada; los ríos teñidos de rojo como resultado de una encarnizada batalla. 

El olor de carne chamuscada, las montañas de cadáveres ensangrentados en la zona; los animales huían de las partículas mágicas que contaminaban la zona. Ambos bandos chocaban sus armas, aun que los orcos no estaban precisamente indefensos; un asedio a una ciudad granjera tan alejada de la linea de suministros principal, significaba que habían atravesado el paso Roca Serpiente.

Por todo el campo de batalla podían escucharse los gritos de agonía que mellaban la moral de ambos bandos, era una pesadilla para los participantes aunque nadie sabía exactamente por qué escalo tanto; Se supone que sería un asalto rápido o eso pensaban los humanos al mando.

El Capitán Croft se acerca al grupo de Trebuchets alineados para lanza una lluvia de rocas llameantes de color rosáceo. Camina lentamente detrás de las grandes maquinas , después de unos escasos metros; desenfunda un hermoso sable enjoyado. 

—¡Fuego! —grita el Capitán Croft mientras apunta su sable hacia las murallas de la ciudad 

Los Trebuchets rechinaron mientras el sonido de las cuerdas cortaban el aire , al impactar estallan destrozando la puerta y quemando lo demás en intensas llamas rosadas que calcinan todo a su paso; ni siquiera las chapas de metal que reforzaban la estructura se salvaron de las explosiones.

La ciudad conocida como Urgnok parte de la región agraria en territorio Roghark comúnmente conocidos como Orcos. Ahora indefensa, solo era cuestión de tiempo para que los humanos tomaran la ciudad.

La persona que comandaba el asalto el general Arthur Pendragon dentro de la tienda que funcionaba como cuartel provisional para el ejército, pide a uno de sus guardias que llame al sexto regimiento que estaba esperando ordenes en una tienda cercana, después de unos minutos el guardia regresa junto con el líder del regimiento el Capitán Croft.

—Capitán, sus ordenes son avanzar atreves de las puertas de Urgnok —dice el General Arthur señalando el mapa sobre una mesa en el centro de la carpa 

—Algo de lo que debamos preocuparnos, Señor —pregunta el capitán Croft observando el mapa 

—Nuestros arqueros no podrán darles apoyo, no tenemos línea de visión dentro de la ciudad fuera de eso no deberían de haber problemas. Con el equipamiento que tiene tu regimiento los hace perfectos para esta misión, el mithril es extremadamente efectivo, pese a que la calidad podría ser mejor cumplirá con su trabajo —dice el General, señalando a un arquero con armadura pulida. 

Después de recibir su misión, el capitán lleva a su regimiento al interior de la ciudad, al avanzar se encontraron con ruinas quemadas sin nada destacable o eso parecía. 

—¡General, Arthur! Señor —grita un soldado al entrar a la tienda de mando—. ¡El Sexto regimiento! han sido emboscados en el interior de la ciudad— dice el soldado jadeando y con la mano en el pecho. 

—¿Qué? según nuestros informes el enemigo se retiró al centro de la ciudad —dice el general Arthur mientras saca una caja alargada que estaba debajo de su cama. 

—Señor, ¿Esa es? – Dice el soldado observando la caja que tenía el general Arthur. 

—No, hace ya un tiempo que no está con migo, por mucho que me pese no puedo traerla con migo pero sé que la deje en buenas manos —dice Arthur mientas voltea hacia un chico rubio delgado con la cara cubierta que llevaba un uniforme gris, con una carta bordada en una de las mangas de su camisa.

—Mi nombre es Alan, Señor —dice Alan al darse cuenta de que el General no sabía su nombre.

—Bien, Joven Alan. Se que no llevas mucho aquí, pero quiero que lleves un mensaje a nuestro Rey —dice el general mientras le entrega una caja negra que saca de sus bolsillos. 

—Entendido, mi señor —dice Alan, mientras se acerca al general Arthur para tomar la caja negra entre sus manos. 

—Por cierto, no la abras… —dice el General mientras le entrega la caja negra al joven Alan. 

—Claro, mi Señor. No lo defraudare —dice Alan, mientras traga saliva y un sudor frio recurre su espada. 

—¡Arthur! —grita una voz femenina 

El general voltea hacía la voz para ver a la capitana Rita Sallow que tenía cabello de color rojo y ojos azules, llevaba una armadura completa con una capa azul que tenía un símbolo de un halcón 

—Bienvenida, Rita —-dice Arthur mientras saca una espada de la caja y la guarda en la funda en su cintura. 

—Veo que ya te has dado cuenta…

—Podría sentir esa soberbia desde Marencia —dice el General se acomoda su armadura. 

—No lo dudo. Escuche que el emperador de Avalin no te tiene en buena estima — pregunta la caballera en tono de burla.

—Creo recordar que yo te dije eso, pero más importante son muchos más que nosotros —dice el General mientras se acaricia la barbilla con la mano.

—¿Los Elfos? Si son muchos más, pero te tenemos a ti. A trabajar que llevas aquí sentado si hacer nada tres días —dice Rita Sallow mientras le da palmadas en la espalda al General. 

Alan después de ocho días llega a Saintbell erigiéndose a las faldas de las montanas en las tierras del interior. Al entrar en la sala del trono sofocado después de haber atravesado las carreteras desde las puertas de la ciudad hasta ahí, entrega la caja negra que le dio el general Arthur para el Rey.

El sorprendido Rey le venta la caja sobre su cabeza, mostrándola hacia los demás Generales que estaban en uno balcones en las gigantescas paredes. Un segundo mensajero entra a la sala del trono. 

—Mi Señor, traigo malas noticias —dice el segundo mensajero con la cara cubierta de una tela blanca mientas se arrodilla ante el Rey.

Al escuchar el mensaje Kalias volvió al trono lamentándose por la desgarradora noticia de la muerte de su único hijo varón. Inesperadamente entra a la sala del trono un guardia con algo entre las manos que parecía una daga negra.

—Señor, los Elfos oscuros informan que repelieron un ataque de los altos Elfos y uno de sus espías dice que atacaran uno de nuestros pueblos al sur-oeste ¿Deberíamos enviar refuerzos a esa región? —dice el guardia expectante mientras coloca el objeto que llevaba entre las manos en el suelo. 

El Rey simplemente ignora al guardia mientras acariciaba su larga barba blanca, Observando hacia la nada como un perro esperando el fin de sus días. 

—P-pero, es solo una región de granjeros… —dice mientras dos guardias lo sujetaban— ¡Alto! No me toquen —dice el guardia quitándose a los otros dos guardias de encima 

El Rey aun expectante del infinito, hace un gesto con la mano y el guardia es sacado por la fuerza de la sala del trono, el sonido seco de las puestas cerrándose con fuerza hacen eco en todo el castillo.