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Incursión

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Día 20 de abril. Sede central de la Naicho, Tokio.

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"Se lo ruego, señor. Déjeme enmendar mi error con mis propias manos." Dai Sato, el capitán de la octava división de la Naicho, suplica de rodillas.

La sala donde se encuentra es grande, circular y tiene un techo cúpula de color blanco decorado con un gran Sol en el centro. La luz es escasa, pero suficiente para distinguir un total de trece figuras.

"Venga ya. ¿Pretendes que él confíe de nuevo en alguien que dejó escapar el arma más poderosa de Japón?" Dice un hombre con gafas y cabello largo bien cuidado.

"¡Cállate, Sasaki! No pienso aceptar críticas de alguien que solo está aquí por pura suerte y dinero." Responde Dai exaltado.

Una tercera figura, de pequeño tamaño, interviene. "Cálmate, Dai; fui bondadoso dejándote mantener tu cargo de capitán. Yoshio tiene razón, así que no te enviaré a ninguna misión importante hasta que no demuestres que lo mereces. Además, la incursión debe ser lo más discreta posible para evitar una guerra total con Corea del Sur."

Dai suspira y agacha la cabeza. "Como ordene."

"Agradezco tu comprensión." La figura da un paso al frente y el sol de la cúpula la ilumina. Se trata de alguien con la complexión física de un niño de 10 años y un "kabuto" de shogun en la cabeza. "El objetivo es capturar a Suria y traerla de nuevo a Japón. Yoshio, Barend, Umiko, evitad los combates tanto como podáis."

Umiko Shimizu, la capitana de la decimoprimera división, se acerca al niño del yelmo. Es una mujer relativamente joven con una coleta castaña, larga y ancha. "Permítame, señor, dar las directrices durante la misión; conozco la ciudad de Seúl mejor que ellos dos."

El niño sonríe. "Contaba con ello, Umiko."

Y así fue como tres de los capitanes de la Naicho marcharon hacia la ciudad de Seúl.

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Día 22 de abril. Seúl, Corea del Sur. En un bar del centro de la ciudad.

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"Arf, no está nada mal, esta cerveza jeje. ¡CAMARERAAA, TRÁIGAME OTRAAA!" El autor de estas palabras es Barend Kimura, el borracho capitán de la sexta división de la Naicho. Es un alemán con ascendencia nipona. Tiene cabello rubio, ojos negros y es bastante alto.

"No deberías pasarte con el alcohol..." Dice Yoshio Sasaki, el capitán de la cuarta división, sin dejar de mirar el juego de móvil ni dejar de pulsar la pantalla.

Al otro lado de la mesa está sentada Umiko Shimizu con la mirada iracunda y la mano sobre un mapa. "¿Podéis hacerme caso ni que sea por cinco minutos? De nosotros depende la seguridad de la nación."

Ambos dejan lo que hacen y prestan atención al mapa.

"La base encubierta de la milicia coreana se encuentra a tres minutos de aquí. Está bajo un parque de atracciones. Para minimizar las víctimas hemos esperado a hoy, que es domingo y el recinto no está abierto al público."

Al unísono, Yoshio y Barend se levantan de la mesa y con mirada seria responden. "Vayamos ya entonces."

En un santiamén, los tres capitanes llegan a la entrada del parque de atracciones. O como pone en el cartel de la entrada: "유원지".

"Lo más probable es que en algún lugar haya una entrada al subsuelo. Nos separaremos para encontrarla, estamos en contacto por estos pinganillos." Dice la capitana Umiko

Yoshio Sasaki pasa por delante de la zona de la noria. 'Qué recuerdos, hace muchísimo que no voy a un parque de atracciones.' De repente, se percata de otra presencia y acerca la mano al bolsillo.

En lo alto de la noria, el viento ondea una capa. Pertenece a una soldado coreana que lleva una corona en la cabeza y vestimenta militar negra.

Sin pensarlo dos veces, Yoshio Sasaki saca la pistola, se gira rápidamente y dispara con gran precisión.

"Sungan Idong." La soldado desaparece y acuchilla a Yoshio por la espalda.

Yoshio gira el cuello sorprendido. "Sabía que los coreanos tenían tecnología muy avanzada, pero no mujeres bellas." Sonríe y se saca el cuchillo del abdomen.

"No soy una mujer bella, soy quien le va a poner fin a tu vida. Ssangdung-i baem." De las mangas de la soldado salen dos serpientes hacia el enemigo.

Yoshio toma algo de distancia y dispara contra una papelera. Hace rebotar la bala con el ángulo justo para matar a las dos serpientes de un único disparo. Apoya, con gesto de dolor, la mano izquierda sobre la herida y, con la otra, realiza un segundo disparo.

La soldado coreana vuelve a teletransportarse y esquiva la bala. "Es inútil dispararme."

Sasaki hace un movimiento de dedos y cambia de dirección la bala para perseguir de nuevo a su enemiga.

"He dicho que es inútil. Teletransportarme me supone un gasto minúsculo de energía."

Los dedos de Yoshio Sasaki se empiezan a cansar. 'No estoy acostumbrado a usos tan prolongados del magnetismo. Debo pensar en algo.' Observa milimétricamente los patrones de teletransporte de su enemiga. Una gran cantidad de cálculos aparecen velozmente en el campo de visión de Sasaki.

'Puede elegir el destino de su TP, pero sigue una serie de patrones involuntarios. Si consigo predecir uno de ellos... podré derrotarla.' Yoshio deja de conducir la bala.

"¿Qué pasa, ya te has rendido?" Pregunta la agente coreana con soberbia. "En ese caso te diré quien te va a matar. Mi apodo militar es Hera."

Yoshio calla. Cierra los ojos. Levanta su arma. Dispara.

Hera esquiva la bala y se teletransporta.

Yoshio Sasaki sonríe. "Kyodai Jishaku." Habiendo situado a su enemiga bajo la noria, hace caer, a base de tracción magnética, toda la estructura metálica sobre ella.

Dolorido por la cuchillada, se sienta en el suelo y trata la herida.

Mientras, la capitana Umiko investiga en la zona de pícnic. En una de las paredes hay combinación extraña de símbolos en grafiti. 'Hmmm, un ogro, un perro y un zorro. Sus...' Umiko aplica energía espiritual a las yemas de los dedos y descubre que puede mover los símbolos por la pared.

Después de intentarlo un rato y ver que no puede solucionar el puzle, Umiko Shimizu junta las dos manos. "Kaenbin." De ellas, sale una desproporcionada gigante bola de fuego que destruye el muro. "Venid hacia mi ubicación; he encontrado la entrada." Comunica a los otros dos capitanes.

De pronto, una gran cantidad de nubes tormentosas forman el cuerpo de un hombre. "¿Nunca te han enseñado a llamar a la puerta? Pensaba que los japoneses tenían buenos modales."