Alicia cerró los ojos fuertemente e inmediatamente correspondió su beso voraz con un gemido bajo. Se aferraba a él y se arqueaba contra él, desesperadamente tratando de unirse más a él. Él empujó su lengua más adentro de ella y la devoró sin restricciones. Ese solo toque de sus labios en los de ella había encendido las llamas dentro y ahora un fuego ardiente quemaba en ellos.
En ese momento, la intensidad de su apasionado beso no era como nada que hubieran compartido antes. Ambos todavía temían que nada de esto fuera real, pero mientras se besaban y devoraban la boca del otro, comenzaron lentamente a darse cuenta de que no había manera de que esto fuera un sueño. Porque en la abrumadora intensidad del beso, ambos habían cortado los labios del otro y ambos experimentaron el dolor y probaron la sangre. Y fue este hecho el que solidificó la realización de que no estaban soñando ni alucinando.
Esto era real. Él era real. Este beso era real. ¡Todo esto era real!
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