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La hierba antipirética crecía en una pendiente pronunciada. Aunque la altura no era tan imponente, de tan solo cinco o seis metros, la inclinación era extremadamente pronunciada, un acantilado casi vertical, semejante a un ángulo recto. Parecía imposible de escalar.
Desprovisto de cualquier equipo, Basil Jaak ni siquiera podía atar una cuerda alrededor de su cintura como seguridad. Tuvo que confiar en su excepcional flexibilidad y habilidades de escalada, pisando cuidadosamente sobre las rocas que sobresalían de los acantilados mientras descendía lentamente.
Para un novato en herbología como Basil, no tenía ni idea de la taxonomía de la hierba antipirética ni de su nombre científico. Todo lo que sabía era que esta hierba roja como el fuego, que se parecía a la cresta de un gallo, era notablemente efectiva en la reducción de fiebre, incluso superando a muchos medicamentos comerciales para la fiebre.
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