"¡Es hora de despertar, dormilón!" exclamó Otoniel con una voz enérgica y alegre mientras lanzaba a Zero al piso con un movimiento brusco. Su sonrisa amplia contrastaba con la rudeza del acto. "Has dormido demasiado, es hora del entrenamiento."
"Augh, mi cabeza," se quejaba Zero, frotándose la cabeza por el golpe que había recibido al caer. "¿No podías despertarme de una manera normal, no crees?"
"Jaja, sí, pero el abuelo gentil murió ayer. Hoy solo soy tu maestro Otoniel," respondió el viejo con una carcajada, disfrutando del desconcierto de su nieto.
Después de un desayuno tranquilo en la pequeña cabaña, ambos se dirigieron al campo de entrenamiento. El aire fresco de la mañana llenaba sus pulmones mientras caminaban por el sendero de tierra. Los árboles altos y frondosos los rodeaban, creando un ambiente sereno y pacífico que contrastaba con la intensidad del entrenamiento que estaba por venir.
"Muy bien, Zero, lo primero que te voy a enseñar es el control básico del chakra. Necesitarás entender cómo canalizar tu energía interna y usarla de manera eficiente. Además, te enseñaré todo sobre los jutsus y el Taijutsu durante este año," explicó Otoniel con un tono serio y didáctico, deteniéndose en medio del claro.
Otoniel agarró a Zero por los hombros, sus ojos reflejaban una mezcla de tristeza y determinación. "En resumen, hijo mío, solo tienes que sobrevivir; ese es tu entrenamiento." Su expresión triste se transformó rápidamente en una sonrisa diabólica, y un brillo peligroso apareció en sus ojos.
"¿Qué?" Zero sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. La presencia de su abuelo, que siempre había sido cálida y protectora, se había convertido en algo aterrador y desconocido.
Así pasaron tres meses en los que Otoniel le explicó a Zero sobre el chakra, los jutsus y el Taijutsu. El joven absorbía el conocimiento con rapidez, sorprendiéndose a sí mismo y a su abuelo.
"Muy bien, Zero, como has entendido lo básico, como se esperaba de ti. Eres un genio por completo al comprender algo así en tan poco tiempo," dijo Otoniel, orgulloso de los progresos de su nieto.
'Jaja, cómo no voy a entender si mi edad mental ya está casi en los 30,' pensó Zero para sí mismo, recordando su vida anterior.
"Entonces, ahora dejaremos de lado la teoría y empezaremos con la práctica. Así que tu primera misión es bastante fácil," continuó Otoniel, su tono se volvió más sombrío y serio.
"¿Y con qué vamos a empezar?" preguntó Zero, lleno de curiosidad y un poco de temor.
"Jajaja, es bastante fácil. Solo tienes que sobrevivir a una manada de lobos que no han comido en tres días." Riendo, Otoniel juntó sus manos y realizó una serie de sellos. "¡Jutsu de invocación!"
Ante Zero, aparecieron más de diez lobos. Los animales lo miraban como si fuera un suculento manjar, y de sus bocas salía saliva mientras lo observaban con hambre voraz.
Zero vio todo en cámara lenta: los lobos acercándose, su abuelo riendo como un maniático. No podía creer que este sería su primer paso de entrenamiento. Su instinto de supervivencia se activó de inmediato.
En tan solo dos segundos desde la invocación de los lobos, Zero ya había girado su cuerpo y comenzado a correr con todas sus fuerzas. El sonido de sus propias pisadas resonaba en sus oídos junto con los gruñidos de los lobos.
Los lobos tampoco se quedaron quietos y comenzaron a perseguirlo con rapidez. En tres segundos, uno de ellos saltó para agarrar el cuello del niño y matarlo. Zero se lanzó al suelo deslizándose por el barro, esquivando por poco al primer atacante.
Agarro su katana, sintiendo el peso familiar y reconfortante en sus manos, preparado para defenderse. Sabía que escapar de la manada era imposible.
Con una respiración agitada y con todo el terror del mundo, se puso en postura de combate y esperó el ataque del primer lobo. Sus ojos seguían los movimientos rápidos de los lobos, intentando anticipar su próximo movimiento.
Los lobos lo rodeaban, moviéndose lentamente como si estuvieran midiendo a su presa, esperando que se distrajera. Sin embargo, el hambre que sentían no les permitía esperar mucho tiempo, y uno de ellos se lanzó de nuevo al cuello de Zero.
Zero no se quedó quieto. Con un movimiento rápido y decidido, atacó. Su espada rozó la piel del lobo, desviándolo de su objetivo.
Mientras tanto, Otoniel observaba desde lo alto de un árbol, habiéndose subido allí para asegurarse de que los lobos se concentraran solo en Zero. Estaba sorprendido de cómo su nieto estaba logrando sobrevivir.
"Sé que no es un humano común por la forma en que lo encontré y por su increíble desarrollo rápido, pero llegar a este punto realmente es increíble," murmuró para sí mismo, asombrado.
El verdadero plan de Otoniel era activar los instintos de Zero, hacerle sentir el miedo a morir para que en futuras peleas no dudara, incluso cuando el miedo a morir lo dominara.
Pero nunca esperó que Zero se pusiera en postura para pelear luego de saber que no podía escapar.
Mientras Zero se defendía de un lobo que había sido cortado por el filo de su katana, otro lobo se lanzó al ataque por su espalda. Agarró con sus dientes el brazo izquierdo de Zero. El niño no tuvo tiempo de esquivar, pero decidió aprovechar la situación para clavar su katana en el pecho del lobo.
"¡Aghhhhh, mierda!" gritó del dolor mientras se quitaba de encima al lobo que había matado. Aun así, siguió en su postura de combate. Solo habían pasado tres minutos, pero para él, fueron como horas.
Estaba agotado, y su respiración era muy agitada. Su brazo izquierdo no dejaba de sangrar por la mordida.
Se encontraba desesperado y los lobos lo sabían. Justo cuando tres iban a atacar a la vez, Otoniel decidió intervenir.
"Muy bien, creo que es suficiente. ¡Liberación!" Todos los lobos desaparecieron en una nube de humo. Zero soltó su katana y se arrodilló, agarrándose el brazo izquierdo. De repente, cayó rendido al suelo y se desmayó. Otoniel se acercó a Zero, pensando: 'Es increíble que haya hecho eso con tan solo cinco años. Realmente me impresiona y lamento haberlo hecho sufrir así.' Lo levantó del piso y lo llevó a su dormitorio, donde lo curó y dejó descansar.
Al día siguiente, Zero se despertó y lo primero que hizo fue revisar su brazo, sorprendiéndose al ver que no tenía ninguna marca.
Después de procesar lo que había vivido el día anterior, salió en busca de su maestro.
"Jajaja, veo que ya despertaste, dormilón," dijo Otoniel, riendo mientras preparaba el desayuno.
Zero lo miraba y se preguntaba cómo era posible que estuviera tan feliz después de casi matarlo el día anterior. Con enojo, lo señaló.
"¡Ayer casi muero por tu culpa y aquí estás riéndote como si nada!"
"¿Culpa mía? Cúlpate a ti mismo por aprender en tan solo tres meses algo que tomaría un par de años. Solo quise ver tu límite en la práctica," respondió Otoniel, con una sonrisa de satisfacción.
Zero no pudo refutar lo que había dicho, ya que no era normal que en tan solo tres meses aprendiera toda la teoría básica. Sabía que su progreso era anormalmente rápido.
"En fin, Zero, mira el lado bueno de todo esto," dijo Otoniel, tratando de calmar a su nieto.
"¿Y cuál es?" preguntó Zero, aún molesto pero curioso.
"Jajajaja, que ya sé cómo entrenarte," respondió Otoniel, mirándolo con una intención asesina en sus ojos. "Voy a volverte la persona más fuerte que jamás existió, así que prepárate para sobrevivir a mi entrenamiento."