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Prólogo

La primera obra que escribió Dostoyevskii[1] fue Pobre gente, quien tenía a la sazón veinticinco años. La lectura del manuscrito produjo gran entusiasmo en el editor Nekrásov y en el crítico Bielinski, árbitro acatado entonces en todos los medios literarios. Según Bielinski, en esta su primera obra Dostoyevskii había creado la «novela social». El agudo crítico explica el proceso íntimo por el cual el escritor habíase elevado de su vuelo hasta esa altura mediante su intuición creadora. Dostoyevskii había procedido como artista y no como pensador ni desarrollador de tesis: profunda apreciación a la que hacen justicia los críticos y biógrafos posteriores del novelista. En la edición alemana de sus Obras completas, el compilador Moeller van den Bruck encabeza la versión de Pobres gente con un proemio en el que hace resaltar también cómo Dostoyevskii plantea en estas páginas un problema social y lo resuelve intuitivamente en nombre del amor, con la efusiva videncia del arte y no al modo de los filósofos racionalistas, que se elevan a ese amor o filantropía mediante largos y fríos razonamientos. Tampoco a la manera de Marx y sus partidarios, que sólo se atienen a la consideración del hecho económico en la historia y la psicología. Dostoyevskii, espíritu cristiano, asiduo meditador del Evangelio, desborda aquí su amor innato a las criaturas todas, haciendo del amor su imperativo social. Actitud romántica, desde luego, que dista un abismo de la filosofía del superhombre que Nietzsche proclamará más tarde, y en la que el amor quedará aplastado bajo la voluntad de vivir y dominar. Con sus Pobre gente inicia Dostoyevskii una literatura evangélica, en la que serán personajes predilectos y descollantes los pobres de espíritu, los mansos, las cortesanas abnegadas y los pecadores arrepentidos. Exaltación de la renuncia de sí mismo, del sacrificio en pro de los demás, de la expiación que nos vale la «smirenie» o paz del alma. A análogas conclusiones llegará Tolstoi después de haber indagado largamente el sentido de nuestra vida. Pero lo admirable es que esas conclusiones hayan sido los principios de Dostoyevskii y que éste haya empezado, desde luego, su obra por un acto de amor. (Más adelante, en nombre de este mismo amor, el novelista llegará a sentir el odio y a expresarlo; pero en esta primera etapa de su carrera se nos muestra como un lírico, para quien el hecho de amor no se complica con problemas sociales ni políticos. Juventud.).

Cuanto a la genealogía literaria de la obra, los críticos rusos la hacen descender directamente de Gógol. Ya Nekrásov, al llevarle el manuscrito de Pobre gente a Bielinski, le anunciaba:

—¡Le traigo a usted un nuevo Gógol!

Dostoyevskii se habría inspirado para su libro en La capa, de Gógol, novela cuyo patetismo le hizo gran impresión, y a la que alude en cierta página de la suya. Makar Aleksiéyevich, el viejo funcionario paternalmente —¿quién sabe?— enamorado de Várinka, la huérfana, es un trasunto de Akaki Akákievich, protagonista de La capa, que más o menos prestará también sus rasgos a todos esos empleadillos modestos, ridículos y conmovedores, que desfilan por las primeras novelas de Dostoyevskii, y que tienen entre sí un indudable parentesco psicológico. Hasta parecer el mismo individuo en distintas etapas de evolución de un complejo de inferioridad que llega a la manía persecutoria. La locura de Goliadkin, el protagonista de El doble, por ejemplo, está ya en germen en la psicología, al parecer tan plácida, de Makar Aleksiéyevich. También éste se cree vejado, perseguido, humillado. También está obsedido por la idea del sino. «Es el sino —dice—, y contra el sino no hay quien pueda». Al abrírsele las puertas del manicomio, Goliadkin dirá por centésima vez: «¡Ya me lo tenía yo sabido!». (Nótese la raigambre romántica, cristiana y aun evangélica del sino, que en teología es la predestinación). Pobre gente está saturada, en razón de su amor a los humildes, de un humorismo patético y enternecedor, que se da en todas las obras de Dostoyevskii y que desde este momento señalamos. El amor, imperativo social, resalta en esas páginas, en que por boca de Makar Aleksiéyevich nos habla Dostoyevskii, con penetrante emoción, de los mendigos, de las familias miserables, de todo ese dolor que se resume en la frase «pobre gente». Makar Aleksiéyevich, humilde funcionario, protege a Várinka, la huérfana, y reparte su escaso peculio entre los necesitados que le rodean, llevado sencillamente de su corazón efusivo y bueno. La Arcadia evangélica.

Para la historia íntima de la obra añadiremos que Dostoyevskii empezó a escribir esta novela epistolar en 1844, cuando era teniente de Ingenieros y tenía veintitrés años, habiéndola terminado en mayo de 1845. En 1846 la publicó Nekrásov en su Almanaque Petersburgués.

Rafael Cansinos Asséns

Dostoyevskii en 1847 (tenía veintiséis años). Dibujo a lápiz de K. A. Tramovskii que figura actualmente en el Museo Dostoyevskii (San Petersburgo).

«¡No, señor; no quiero nada con esos urdidores de cuentos! En vez de escribir algo útil, agradable, consolador, se complacen en rebuscar las más pequeñas menudencias de este mundo, para esparcirlas por ahí. Yo, sencillamente, les prohibiría coger la pluma. Porque vea usted: resulta que lee uno…; luego, sin querer, se pone a pensar en que ha leído…, y al final es…, que se le llena a uno la cabeza de disparates. Así que lo dicho: yo, sencillamente, les prohibiría escribir, de un modo terminante y categórico, ¡prohibido en absoluto!».

Príncipe V. F. Odoyevskii