Era un día tranquilo en el pueblo de Vale. La tienda de armas "Crescent's Forge", propiedad de Ruby y Jaune, estaba rodeada por las imponentes montañas y el bullicio de los viajeros y cazadores que pasaban por allí. Ruby, con su eterna energía y pasión, estaba tras el mostrador, ajustando una de sus espadas más recientes, disfrutando de cada momento. La tienda, aunque pequeña, era su hogar y su refugio, un lugar donde podía canalizar su amor por las armas y el combate, dos pasiones que siempre la habían acompañado.
Pero, a pesar de la vibrante vitalidad que la rodeaba, Ruby no podía dejar de sentirse vacía por dentro. Algo en su corazón se estaba apagando lentamente, como una vela que luchaba por mantenerse encendida. Jaune, su esposo, parecía ser la razón de esa oscuridad que comenzaba a invadir su alma.
Jaune había sido un buen amigo, un compañero de equipo, y al principio, un amor con el que compartió sueños y esperanzas. Pero esos días parecían tan lejanos, tan borrosos. El tiempo había pasado, y con él, Ruby había comenzado a ver las grietas en lo que alguna vez había sido una relación llena de promesas.
Jaune ya no era el hombre que ella había conocido. Él, que había luchado junto a ella en innumerables batallas, ahora parecía más interesado en descansar en su sillón que en aportar a la tienda o en ser parte activa de su vida. Cuando Ruby le pedía ayuda, él apenas se movía, siempre tenía una excusa. A veces la dejaba encargada de todo, y otras veces, simplemente no se dignaba a aparecer. El negocio que juntos habían comenzado se había convertido en su peso, uno que Ruby cargaba sola.
Más doloroso aún era la manera en que Jaune la desvalorizaba constantemente, aunque no lo hacía de manera directa. Simplemente, en su indiferencia, Ruby podía sentirlo. Cada vez que ella le preparaba una comida, poniendo su mejor esfuerzo, él la rechazaba con una sonrisa incómoda, diciendo que la comida no tenía buen sabor o que no era como le gustaba. El desdén en sus palabras, aunque nunca cruel, la hería profundamente.
"Ruby… cariño, esto no sabe horrible", había dicho la última vez que le preparó una cena especial, una receta que ella había aprendido a lo largo de los años, con la esperanza de impresionarlo. Jaune había masticado la comida lentamente y luego soltó un suspiro que resonó en el aire como una condena.
Ruby, herida, había sonreído forzadamente y se alejó de la mesa. Pero dentro de ella, algo comenzó a quebrarse. Esa misma sonrisa que siempre le había dado a Jaune ya no era la misma. La chispa de amor que antes había brillado con fuerza ahora comenzaba a apagarse. Ya no estaba dispuesta a seguir esforzándose por algo que ya no parecía importar.
"¿Qué está pasando conmigo?" se preguntó Ruby, mientras ordenaba las estanterías de la tienda. Sus ojos se posaron en el lugar donde siempre había estado su esposo. Jaune estaba en el sofá, mirando al vacío, ajeno al esfuerzo y dedicación que ella ponía en todo lo que hacía. Era como si ella no existiera para él, como si solo fuera una sombra en su vida, una presencia que ya no le interesaba.
Ruby suspiró profundamente, sintiendo cómo el peso de la frustración se acumulaba en su pecho. ¿Acaso todavía lo amaba? Se preguntó a menudo. Al principio, ella pensaba que el amor era algo que todo lo podía superar, que las dificultades solo eran pruebas que fortalecerían su relación. Pero ahora, con el paso del tiempo, empezaba a dudar de eso. Sentía que había dado todo por él, pero a cambio no recibía ni siquiera una palabra de aliento.
"Quizás ya no me ama", pensó Ruby, mirando a Jaune sin poder dejar de sentir un dolor creciente. Las pequeñas cosas que antes los unían, los gestos amables, los momentos compartidos, ahora parecían recuerdos borrosos, incapaces de reconectar el lazo que alguna vez había sido tan fuerte.
Jaune levantó la cabeza y la miró con una ligera sonrisa, pero Ruby no pudo evitar notar que esa sonrisa ya no tenía el brillo que alguna vez le había cautivado. Era una sonrisa vacía, un reflejo de la distancia emocional que ahora los separaba.
"¿Ruby, ya terminaste de arreglar esa espada?", preguntó él, su tono sin ningún atisbo de entusiasmo.
Ella asintió, pero su corazón ya no latía por él de la misma manera. No podía ignorar lo que sentía. Ya no sabía si lo que quedaba entre ellos era amor o solo una rutina, una costumbre de años que se había convertido en una prisión emocional.
En silencio, Ruby dejó la espada sobre el mostrador y salió al pequeño patio detrás de la tienda. Necesitaba un momento para sí misma. Miró al cielo, tratando de encontrar respuestas en las nubes que pasaban lentamente. ¿Qué debía hacer? ¿Podría volver a enamorarse de Jaune? ¿O era hora de dejar ir algo que ya no existía?
El viento fresco acarició su rostro mientras Ruby se preguntaba si realmente era tan fuerte como siempre había creído. Quizás, el amor no siempre era suficiente para mantenerlo todo unido.
Pero lo que más le dolía, más allá de la frustración o el enojo, era la sensación de estar atrapada en algo que ya no la llenaba. Algo que había comenzado con tanta promesa y que ahora solo era una sombra de lo que alguna vez fue.
Y mientras Ruby observaba la puesta de sol, una sensación de vacío se instaló en su corazón, sabiendo que algo dentro de ella se estaba desvaneciendo, lentamente, en la oscuridad.
El sonido metálico del martillo golpeando la fragua resonaba en la tienda mientras Ruby continuaba trabajando, tratando de distraerse de sus pensamientos. A pesar de su esfuerzo por seguir adelante, una nube de tristeza se había apoderado de ella. Se sentó en el banco de trabajo, mirando el filo de una espada recién forjada, pero no podía concentrarse. La tienda de armas "Crescent's Forge", que alguna vez había sido su lugar feliz, ahora le parecía vacía, y la soledad se extendía por cada rincón.
Ruby suspiró, repasando las últimas semanas. ¿Qué había cambiado? Pensaba en Jaune, en su indiferencia, en la falta de apoyo, en la manera en que su relación se había marchitado poco a poco. Había hecho todo lo posible por mantener su amor, pero sentía que él ni siquiera la veía. Ella estaba dando todo, y él... no hacía nada. No la valoraba, no la quería de verdad.
"¿Por qué sigo aquí?", se preguntó Ruby, mientras sus manos acariciaban la empuñadura de una espada. La lucha constante para mantener la relación, el negocio, su vida, todo parecía estar cayendo en un abismo que ella no podía evitar.
Pero en ese momento, la puerta de la tienda se abrió con un suave tintineo. Ruby levantó la cabeza, intentando sonreír, aunque la tristeza seguía apoderándose de su rostro. Un hombre entró, con una presencia que de inmediato captó su atención. Su cabello oscuro estaba despeinado de manera despreocupada, y su rostro mostraba una mezcla de seriedad y curiosidad. No parecía un cliente común.
— ¿Puedo ayudarte? — Ruby intentó que su voz sonara tan alegre como fuera posible, a pesar de la pesadez en su pecho.
— Sí. Estoy buscando algo específico. — La voz sonaba tranquila y serena. — Una lanza francotirador.

Ruby levantó las cejas, sorprendida. Las lanzas francotirador no eran comunes, pero tenía algunas en stock. Se levantó de su banco, moviéndose rápidamente hacia la estantería mientras trataba de concentrarse en el cliente, tratando de darle la mejor atención que podía ofrecer.
Mientras caminaba, algo en su pie tropezó con una caja mal colocada. Con un grito ahogado, Ruby se desequilibró y cayó de bruces al suelo, con las herramientas esparciéndose a su alrededor. Su cara se ruborizó de vergüenza. Estaba acostumbrada a ser torpe, pero eso no hacía que fuera menos doloroso, especialmente con alguien nuevo en la tienda.
Sin embargo, lo que sucedió a continuación la sorprendió. En lugar de reírse de su torpeza o ignorarla, el hombre se acercó rápidamente y le extendió la mano para ayudarla a levantarse.
— ¿Estás bien? — Su voz era suave, con una preocupación genuina. — No te preocupes, todos tenemos días malos.
Ruby lo miró sorprendida, levantándose con su ayuda. La mirada amable del hombre hizo que se sintiera un poco más tranquila, aunque aún avergonzada por su torpeza. Sacudió el polvo de su ropa, tratando de recuperar la compostura.
— Gracias... No es mi mejor día, la verdad. — Ruby sonrió de manera forzada, aunque sus ojos reflejaban la tristeza que sentía por dentro. — Pero no importa, puedo ayudarte. La lanza francotirador, ¿verdad? La tengo justo aquí.
El hombre asintió, y Ruby le mostró una lanza francotirador de alta calidad, con detalles de precisión en cada parte. Mientras ella hablaba sobre las características del arma, Vash Heydrich, como él se presentó, prestaba atención y asintió de vez en cuando, pero no era como los demás clientes. No parecía solo interesado en la compra; algo en su mirada indicaba que también había algo más, algo que Ruby no podía comprender aún.
— Es un buen modelo. — Dijo Vash, mirando la lanza con cuidado. — Me gusta mucho la construcción. Parece que sabes lo que haces.
Ruby sonrió débilmente, agradecida por la alabanza. Era raro recibir halagos por su trabajo en este lugar tan solitario.
— Gracias... — Ruby suspiró. — Intento hacer lo mejor que puedo, aunque algunos días parece que no... no puedo hacer nada bien.
Vash la miró un momento antes de responder.
— No te preocupes por eso. A veces, lo que más necesitamos es alguien que nos diga que lo estamos haciendo bien. — Sus palabras eran sinceras y cálidas, y Ruby, por un instante, sintió que alguien realmente la entendía.
Sin embargo, mientras Ruby trataba de sonreír ante su amabilidad, en otro lugar de la tienda, Jaune estaba solo, sentado detrás del mostrador, mirando al vacío. Sus pensamientos estaban nublados por la confusión."¿Por qué me casé con ella?" pensó mientras veía su reflejo en el cristal. "Ni siquiera la quiero... Solo me casé con Ruby porque Weiss me rechazó. No tenía a nadie más, y no podía vivir solo…"
Jaune estaba en el mismo lugar de siempre, sentado en su rincón del taller, mirando sin interés las herramientas y las armas que Ruby había dejado perfectamente alineadas. La tienda estaba casi vacía, con solo unos pocos clientes ocasionales. Jaune no sentía la urgencia que Ruby ponía en todo. Para él, la vida era simplemente una rutina aburrida. Todo parecía insignificante.
En su mente, todo lo que Ruby hacía era solo una forma de llamar la atención. Cada vez que hablaba de armas o de nuevas ideas para el negocio, él la escuchaba con el mismo aire de desdén. ¿Por qué no podía quedarse en su lugar? Él se había casado con ella por una simple razón: no quería estar solo. Pero, al final, la realidad era que Ruby no era la mujer que había imaginado para su vida. Ella era demasiado entusiasta, demasiado soñadora, demasiado... infantil. Siempre necesitaba que la apreciaran, siempre buscando la validación de todos, incluso la suya.
"Todo el tiempo buscando atención, Ruby," pensaba Jaune, sintiendo una mezcla de frustración y repulsión por su comportamiento. "¿Por qué no puede entender que esto no es un cuento de hadas?"
Mientras él seguía con sus pensamientos, Ruby estaba ocupada atendiendo a Vash. Ella trataba de no dejar que su emoción se notara demasiado, pero sus ojos brillaban cada vez que él le prestaba atención. Vash no la miraba como Jaune. No la veía como una molestia ni como una niña. No la despreciaba por hablar de armas, ni se burlaba de sus esfuerzos. En lugar de eso, lo que recibía de él era un interés genuino, algo que hacía que su corazón latiera más rápido.
Ruby se sentía diferente, como si por fin alguien estuviera escuchando lo que tenía para decir. En cada palabra, en cada gesto, había una conexión que había estado buscando desde hacía tiempo. Vash veía en ella algo más que la simple esposa de un cazador mediocre. Él veía a la persona que Ruby realmente era, y no podía evitar sentirse emocionada, como si todo el peso de los últimos meses se desvaneciera por un momento.
"Es agradable hablar con alguien que me entiende," pensaba Ruby, mientras le explicaba los detalles de la lanza francotirador. "Vash no me mira como si estuviera loca por querer saber más sobre armas. Él me escucha. Me valora."
Vash parecía escucharla con atención, asentía en los momentos adecuados, y su mirada no era la de un simple cliente; era la mirada de alguien que realmente se interesaba por lo que Ruby tenía que decir. ¿Por qué no había sentido esto con Jaune?
La conversación continuaba, pero Ruby se sentía cada vez más atrapada en una burbuja de emociones. Cada palabra de Vash era como un pequeño destello de esperanza. Durante un rato, se olvidó de su frustración, de la tensión en su relación con Jaune, e incluso de la tristeza que la había estado consumiendo durante semanas.
Al final, Vash asintió, satisfecho con la lanza.
— Me la llevo. — Dijo, sonriendo ligeramente mientras sacaba el dinero de su bolsillo.
Ruby, aunque algo triste por el hecho de que la conversación llegara a su fin, trató de ocultarlo con una sonrisa brillante, mientras empaquetaba el arma con cuidado.
— Gracias por tu compra, Vash. Espero que te sea útil. — Su voz sonó genuina, aunque sentía como si una pequeña parte de ella quedara atrapada en el aire, sin poder decir todo lo que sentía.
Vash sonrió amablemente y dio un paso atrás, preparándose para irse.
— Te lo agradezco, Ruby. Fue un placer hablar contigo. — Él la miró por un momento, y sus ojos tenían algo en ellos que Ruby no podía identificar, pero que la hacía sentirse aún más conectada a él. — Cuídate.
Antes de que Ruby pudiera responder, Vash ya estaba saliendo por la puerta, y el sonido de la campanita se desvaneció en el aire. Ruby quedó allí, de pie, observando cómo él se alejaba. Un nudo se formó en su pecho. ¿Por qué su despedida la había dolido tanto?
Se dio cuenta de que algo había cambiado dentro de ella. Vash no era nada comparado con Jaune. Vash no la trataba como una carga ni como una niña. En su presencia, Ruby se sentía... especial. Pero cuando la puerta se cerró, ese sentimiento comenzó a desvanecerse, reemplazado por una sensación de vacío. Sabía que Vash solo había sido un cliente, alguien con quien había tenido una breve conversación, pero su partida dejó un eco en su corazón que no podía ignorar.
Ruby intentó sacudirse esos pensamientos, pero algo en su interior la mantenía atrapada. ¿Qué había hecho Jaune para que su corazón palpitara como lo había hecho con Vash? La respuesta era simple: nada. Jaune nunca la había mirado como Vash lo había hecho. Nunca la había hecho sentir que valía algo más que su simple compañía.
Suspiró y caminó lentamente hacia la parte trasera de la tienda, donde Jaune seguía en su rincón, ignorando todo lo que acababa de suceder.
"Ya no sé si puedo seguir así," pensó Ruby, sintiendo una mezcla de tristeza y frustración. "No sé cuánto más puedo soportar... ¿Vale la pena quedarme aquí? ¿Vale la pena seguir esperando que algo cambie?"
Pero, cuando miró a Jaune, algo dentro de ella se apagó aún más. Él ni siquiera la miró. Ni un gesto, ni una palabra. No le importaba.
Ruby sintió cómo el peso de la decepción caía sobre ella, y por primera vez, la idea de que tal vez su amor por Jaune había llegado a su fin comenzó a tomar forma en su mente.
Pero el dolor en su pecho, el eco de las palabras no dichas, seguía allí. ¿Era el amor lo que realmente necesitaba, o solo alguien que finalmente la viera como más que una sombra al lado de un hombre que no la valoraba?
Ese día, Ruby empezó a comprender algo que había estado negando por mucho tiempo: su corazón ya no pertenecía solo a Jaune.
Ruby observó cómo la figura de Vash se desvanecía por la puerta, una última mirada compartida entre ambos, pero sin palabras. Un nudo se formó en su garganta al ver cómo él se alejaba. ¿Por qué sentía como si algo se le estuviera escapando?
El sonido de la campanita de la puerta la sacó de sus pensamientos. Vash ya se había ido. Con un suspiro profundo, Ruby se quedó en el umbral de la tienda, mirando el lugar vacío y silencioso. Durante un breve instante, pensó en todo lo que había pasado: el poco apoyo que Jaune le daba, las constantes críticas, y ahora, lo que sentía como una mínima chispa de conexión con alguien como Vash.
Pero al mismo tiempo, algo le dolía en el pecho. ¿Qué estaba buscando? ¿Consuelo? ¿Alguien que la valorara? El pensamiento de ser vista como más que una "carga" en los ojos de su esposo la llenaba de tristeza. Era demasiado tarde para pensar en lo que podría haber sido, o en lo que ahora deseaba ser.
Con un suspiro, Ruby se dirigió hacia la tienda. Volver a la rutina. Era lo único que podía hacer.
Cuando entró, vio a Jaune nuevamente en el sofá, con la vista fija en el Scroll. Como siempre, sin levantar un dedo. "Nada ha cambiado." La tienda seguía siendo un desastre. Había papeles esparcidos por el suelo, polvo en las estanterías, y cajas de municiones que necesitaban ordenarse. Los recuerdos de lo que había sido una vez el sueño de ambos se estaban desmoronando, y Ruby lo sentía en cada rincón.
— Jaune... — Susurró Ruby, pero él ni siquiera levantó la mirada. Continuó desplazando su Scroll sin inmutarse.
Con una mezcla de resignación y frustración, Ruby comenzó a limpiar. No había forma de evitarlo. Al menos eso podía hacer bien. Ordenó el desorden con movimientos automáticos, sin pensar mucho en el esfuerzo que le costaba. La energía se agotaba a medida que pasaba el tiempo, pero no había otra opción. La tienda no se iba a organizar sola. Nada se iba a arreglar solo.
Después de un rato, se dirigió a la cocina para preparar la cena. El olor de los ingredientes, aunque simple, la reconfortaba de alguna forma. Pollo con arroz. Algo fácil, algo rápido, algo que pudiera hacer sin demasiado esfuerzo. Sin embargo, mientras cocinaba, las dudas comenzaron a invadirla. ¿De qué servía preparar una cena perfecta si a Jaune ni siquiera le importaba?
El aroma del pollo quemado la sacó de sus pensamientos. Ruby había estado tan distraída que el arroz se había cocido demasiado, y el pollo estaba ligeramente quemado. Pero era lo mejor que podía hacer con lo poco que tenía. Al menos lo había intentado.
"No le gustará," pensó Ruby, mirando el plato con una mezcla de ansiedad y desdén por ella misma. Sabía que Jaune se quejaría. Siempre lo hacía. Pero al menos no lo había hecho con mala intención. Era su manera de hacer las cosas. Siempre había sido así.
Jaune entró a la cocina, notando el olor a comida quemada en el aire. Miró el plato de pollo con arroz con desdén, y sin ningún intento de disimular su desaprobación, dejó escapar una risa sarcástica.
— ¿Esto es lo que me preparas, Ruby? — dijo, haciendo una mueca mientras se acercaba a la mesa. — ¿En serio? Está quemado. ¿Qué pasa contigo? ¿Ni siquiera sabes cocinar bien?
Ruby se detuvo en seco, su rostro ruborizado por la vergüenza. "Lo intenté... solo quise que le gustara," pensó, pero las palabras se quedaron atrapadas en su garganta. ¿Cómo podría explicarle que lo hacía con todo su corazón? Que ella también quería algo más en la relación, algo que fuera más allá de la rutina y la indiferencia.
— Lo siento, Jaune... — Su voz se quebró un poco, pero trató de recuperar la compostura. — No sabía que lo preferías de otra manera.
Jaune dejó caer su chaqueta sobre una silla y se sentó sin mucha delicadeza. "¿Por qué me esfuerzo si no lo aprecian?" Ruby pensó mientras lo miraba de reojo. — Es que realmente no sirves para ser una buena esposa, Ruby. Ni siquiera sabes cocinar bien, y eso es lo básico. — Dijo con una mezcla de irritación y cansancio, como si sus palabras fueran una sentencia.
Ruby sintió como si el suelo se desmoronara bajo sus pies. Cada palabra de Jaune era un golpe directo a su pecho. "¿Acaso nunca voy a ser suficiente para él?" El pensamiento la llenó de amargura. ¿Todo lo que hacía era inútil? ¿Ni siquiera los pequeños esfuerzos que hacía por mantener la casa y la tienda en marcha tenían valor?
"Lo estoy perdiendo," pensó, pero se obligó a guardar silencio. No quería mostrarle a Jaune lo rota que se sentía. "Si le respondo, esto solo se pondrá peor."
Finalmente, Ruby se alejó de la mesa sin decir una palabra más, tomando el plato quemado y colocándolo frente a Jaune con una sonrisa débil.
— Si no te gusta, siempre puedes cocinar tú la próxima vez. — Dijo con un tono que intentaba disimular su dolor. Jaune no respondió, como siempre, y comenzó a comer sin decir mucho más.
A miles de kilómetros de allí, en un lugar muy diferente, Vash se encontraba sentado en una mesa, solo en una sala fría, observando una pantalla holográfica que mostraba tres estatuas Leon,serpiente,ave. Su rostro, normalmente tan lleno de vitalidad, estaba ahora marcado por una profunda tristeza. En sus manos sostenía una rosa marchita, como si fuera la única conexión que le quedaba con un mundo que ya no entendía.

"¿Por qué no puedo simplemente olvidarla?" pensó mientras miraba la flor deslucida, sin vida. "Ella merece algo más... alguien que la valore de verdad. Alguien que vea su dolor."
Vash, con la mirada perdida, observaba la pantalla del torneo, pero no veía nada. Sus pensamientos volvían una y otra vez a Ruby. ¿Por qué sentía que su corazón latía más fuerte cuando pensaba en ella? ¿Por qué, incluso a kilómetros de distancia, sentía el vacío que ella dejaba en su vida? "Solo quiero hacerla sonreír," pensaba, con una sensación de impotencia. "Solo quiero que sepa que no está sola."
Mientras la imagen de las tres estatuas continuaba en la pantalla, él solo podía imaginar cómo Ruby estaría en ese momento. ¿Estaba feliz? ¿Estaba triste? ¿Había encontrado la fuerza para seguir adelante?
Vash apretó la rosa en su mano, como si intentara extraerle algún tipo de consuelo. "Ella no está sola," susurró para sí mismo. "Yo... yo estaré allí para ella, cuando lo necesite. Solo espera, Ruby."
Pero, en lo más profundo de su ser, sabía que no podía quedarse esperando eternamente. Había algo que debía hacer, algo que Ruby necesitaba, aunque ella aún no lo supiera.
La campanita de la puerta sonó cada vez que un cliente entraba, un sonido que Ruby ya asociaba con la rutina de todos los días. Pero hoy, ese sonido no le brindaba la misma comodidad de siempre. La tienda, aunque pequeña, estaba completamente vacía, y Ruby se encontraba tras el mostrador, observando con una mezcla de agotamiento y desesperación. Los bordes de su mejilla izquierda estaban teñidos de un morado sutil, el resultado de un comentario tenso la noche anterior. Jaune le había abofeteado.
Lo había hecho con furia, pero la violencia emocional que había acompañado al golpe fue mucho más fuerte que el dolor físico. ¿Cómo había llegado todo a esto? Ruby repasaba las palabras de la pelea en su cabeza, una y otra vez. El recuerdo de su bofetada seguía zumbando en sus oídos, y el dolor que sentía en su mejilla era nada comparado con el nudo que tenía en el pecho.
"¿Por qué me quedo aquí?" pensó, mirando a través de la ventana de la tienda. La luz del sol se desvanecía lentamente, sumiendo el lugar en sombras suaves, pero no era la luz del atardecer lo que la hacía sentir esa oscuridad. Era el vacío que sentía dentro de ella, el espacio entre su corazón y el de Jaune, que se había agrandado con cada día que pasaba.
Nadie había venido a comprar nada en toda la tarde. "Nadie necesita nada de mí," pensó, tocando suavemente la mejilla dolorida. "Ni siquiera Jaune."
El recuerdo de las últimas palabras de Jaune la quemaban. "¿Crees que soy un niño que necesita que le enseñen a cocinar?" La burla, la indiferencia… "¿Qué me queda ahora?" Ruby había intentado ser ligera, un poco juguetona, cuando le sugirió que cocinara por una vez. Pero Jaune no lo había visto como una simple broma. En cambio, le había soltado una bofetada, como si no valiera ni siquiera su intento de ser divertida.
La lágrima que se asomaba en su ojo derecho fue la primera señal de que ya no podía más. Se secó la cara rápidamente, no porque estuviera avergonzada, sino porque se sentía demasiado agotada para dejarse llevar por la tristeza.
Miró alrededor, viendo que la tienda estaba más desordenada de lo que le gustaría. Pero algo dentro de ella se apagó cuando vio el estado del lugar. No podía hacer más. "No puedo seguir…" Una voz interna, apesadumbrada, le susurraba que necesitaba algo más. Un respiro.
Al mirar el reloj, se dio cuenta de que ya casi era la hora de cerrar, pero en lugar de esperar a que llegaran más clientes (como si eso fuera a ocurrir), decidió cerrar la tienda temprano. ¿De qué servía seguir allí? No había nadie que realmente la necesitara. Al menos, no en ese momento.
Ruby cerró la tienda con un sentimiento de alivio, como si liberarse del espacio cargado de tensión fuera una pequeña victoria. Sin decir nada a Jaune, se puso su abrigo y salió a la calle. El aire fresco de la tarde golpeó su rostro, y por un momento, dejó que su mente se despejara, aunque solo fuera por unos segundos.
"Tal vez pueda encontrar algo de paz en el lago," pensó mientras caminaba en dirección a las afueras del pueblo, hacia un pequeño lago que siempre le había servido de refugio. Un lugar apartado, donde podía ser ella misma, lejos de la mirada crítica de Jaune y la atmósfera tensa que llenaba su hogar. Un lugar donde las lágrimas no eran juzgadas.
El lago estaba tranquilo, casi desértico, como la tienda antes de que ella cerrara. "¿Por qué se siente todo tan vacío?" La pregunta retumbaba en su cabeza mientras caminaba por la orilla. La vista del agua oscura, casi negra por la caída de la tarde, la hacía sentirse pequeña, sola y perdida. "Yo nunca pedí esto… nunca pedí ser así, ni estar atrapada en esta rutina."
Ruby se sentó cerca del agua, sin apartar la vista de las ondulaciones suaves que formaban las pequeñas olas en la orilla. La imagen de Jaune apareció en su mente, como siempre lo hacía cuando se sentía así. "¿Qué fue lo que pasó entre nosotros? ¿Dónde se perdió todo?"
Su respiración se agitó al pensar en las palabras que él le había dicho la noche anterior, cuando le lanzó esa bofetada tan fría. Él siempre decía que no le gustaba cómo ella trataba de manejar las cosas, cómo intentaba cambiar todo para que fuera perfecto. "¿Lo soy? ¿Realmente soy tan imperfecta?" Pensó con amargura, mordiendo su labio inferior para evitar que las lágrimas escaparan.
El viento soplaba en su rostro, y Ruby levantó su mano izquierda, tocando su mejilla con delicadeza. El pequeño moretón seguía ahí, recordándole a cada instante que no podía seguir así. "Estoy perdiendo mi dignidad." Sintió que la rabia comenzaba a crecer dentro de ella, pero no la expresaba. No podía.
Sin embargo, lo que más le dolía no era la bofetada. Era el hecho de que Jaune nunca había mostrado ni un atisbo de arrepentimiento. Para él, era lo normal. El dolor, la indiferencia, los insultos disfrazados de sarcasmo. A veces se preguntaba si él alguna vez la había querido de verdad, o si simplemente se había acostumbrado a tenerla cerca porque era más fácil que enfrentarse a su soledad.
Ruby se levantó y se alejó unos pasos del agua, mirando el cielo que se teñía de naranja y rosa con la puesta de sol. "No puedo seguir así," pensó una vez más, apretando los puños. "Necesito hablar con Yang... o con alguien. Tal vez con Irée. Pero ¿de qué serviría? Todo lo que quiero es salir de aquí. Pero no puedo. Todo lo que tengo es este maldito ciclo. Este maldito vacío."
Se quedó allí, en silencio, mientras el sol desaparecía tras el horizonte, dejando la oscuridad a su alrededor. Por un momento, pensó que si se quedaba allí lo suficiente, tal vez el agua podría tragarse su tristeza. Pero al final, lo único que la tragaba era la sensación de ser invisible, de estar atrapada en una historia que ya no la representaba. ¿Por qué no podía encontrar una salida?
"Tal vez ya no hay salida. Tal vez solo tengo que seguir aguantando…"
Pero, en el fondo, Ruby sabía que esa no era la respuesta. Y la idea de seguir adelante, de luchar por lo que aún quedaba de sí misma, era la única cosa que la mantenía en pie.
El lago, quieto y sombrío, reflejaba las primeras estrellas de la noche, como si todo el mundo se hubiera detenido, como si el tiempo y la distancia entre Ruby y sus problemas se pudieran desvanecer al sumergirse en esas aguas oscuras.
Ruby estaba en el borde, mirando el agua con una tristeza profunda, el nudo en su estómago volviéndose más pesado con cada segundo que pasaba. La idea de lanzarse al lago, de disolverse en su frío abrazo, parecía una forma de escapar. Escapar de Jaune, de la tienda, de la vida que se desmoronaba a su alrededor. Un suspiro tembloroso escapó de sus labios, y sus ojos se cerraron por un momento, como si se preparara para dar el paso definitivo.
Pero justo cuando dio un paso adelante, un par de brazos fuertes la envolvieron desde atrás, levantándola con suavidad y sosteniéndola contra un pecho cálido. Un abrazo firme pero lleno de ternura.
— No... no lo hagas. — La voz que la alcanzó era suave, reconociéndola con un tono lleno de preocupación, pero también de algo más. De comprensión.
Ruby dio un pequeño respingo, pero no intentó zafarse. No sabía por qué, pero no lo hizo. Era como si, en ese abrazo, todo lo que le pesaba se desvaneciera un poco. La figura detrás de ella se mantenía tranquila, paciente. No había presión, no había juicio. Solo la calidez de un cuerpo que la envolvía, como si estuviera dispuesto a compartir su dolor, sin preguntar nada a cambio.
Ella no abrió los ojos, pero las lágrimas comenzaron a caer en silencio, como si todo lo contenido en su interior ya no pudiera guardarse más. "No quiero sentirme así... no quiero." El pensamiento se desvaneció en la niebla de su mente mientras las lágrimas caían sin control. En ese momento, lo único que sabía era que el abrazo de Vash era un refugio.
Vash no dijo nada más. Simplemente la sostuvo, dejándola liberar el dolor que llevaba dentro. Cada sollozo de Ruby era una confirmación de la tensión acumulada por tanto tiempo, de todo lo que había callado, de todo lo que había soportado sin poder encontrar una salida. Y en su abrazo, Vash le daba el espacio para sentirse débil, para ser vulnerable, algo que Jaune nunca había permitido.
El viento fresco del lago acariciaba sus rostros, pero Ruby ya no lo sentía como una amenaza. La brisa que antes había sido fría y cortante ahora era solo un toque suave, como la promesa de que, quizás, había algo más allá de la oscuridad que sentía. No entendía por qué Vash había llegado en ese momento exacto, pero su presencia le otorgaba una calma que jamás había experimentado con Jaune.
"Gracias," pensó, aunque no lo dijo en voz alta. "Gracias por no dejarme sola."
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Mientras tanto, en la tienda, Jaune revisaba el lugar con una expresión de irritación evidente. Había estado en el sofá casi todo el día, navegando por su Scroll, y no había escuchado a Ruby ni un solo momento. Cuando levantó la vista, notó que la tienda estaba más vacía de lo que esperaba y que no había señales de su esposa. El lugar estaba algo desordenado, pero tampoco le importaba demasiado. ¿Por qué debería importarle?
Se levantó con un gruñido, sintiendo una leve molestia al no encontrarla. No le gustaba que se ausentara sin decirle nada, pero en realidad, no sentía que eso fuera un problema grave. "Probablemente está afuera, llorando por algo insignificante," pensó con desprecio. "Como siempre."
Recorrió la tienda sin prisa, mirando por encima las armas, la mesa de trabajo, el estante con materiales. Nada importante. Al final, llegó al pequeño apartamento que compartían en la parte trasera, pero tampoco vio señales de Ruby allí. Solo el sonido de sus propios pasos resonó en el pasillo, vacío de vida.
Suspiró y se encogió de hombros. "Supongo que me tocó arreglarlo todo, como siempre." No pensó en nada más. En lugar de buscarla o preocuparse por lo que estaba pasando, simplemente fue a la cocina a prepararse algo de comida. "Es su culpa. Si no está aquí, es porque decidió hacer algo inútil."
Tomó una lata de sopa, abriéndola con desgana. "Nunca hace nada bien," murmuró para sí mismo, mientras vertía la sopa en una cazuela. Aunque sabía que el silencio de la tienda lo incomodaba, en su mente seguía siendo más fácil culparla a ella por no estar a su lado que enfrentarse a lo que realmente ocurría entre ellos.
"A lo mejor debería salir... o hacer algo diferente." Pero en lugar de eso, la indiferencia lo envolvía como una capa. "Ya no tiene sentido."
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El lago seguía en calma. Ruby, en los brazos de Vash, había dejado de llorar. Ya no sentía que el peso del mundo estuviera sobre sus hombros. El sonido de las aguas era como una canción suave, como un susurro distante que le ofrecía consuelo. ¿Por qué había tomado la decisión de acercarse a ella? ¿Por qué se había atrevido a abrazarla sin siquiera preguntar?
Vash no sabía las respuestas, pero no necesitaba saberlas. Lo único que sabía era que Ruby, a pesar de estar rota por dentro, no merecía sentirse como si fuera invisible. Y nadie más la veía como ella merecía ser vista.
— No tienes que estar sola. — Susurró Vash, su voz baja pero clara. Ruby asintió levemente, aún abrazada a su pecho, sin decir una palabra. No necesitaba hacerlo. El consuelo estaba en la simple presencia de él.
Cuando el sol se puso completamente y las estrellas comenzaron a tomar su lugar en el cielo, Ruby levantó la vista, como si de repente se diera cuenta de todo lo que había dejado de ver. "Tal vez todavía hay esperanza." No podía predecir el futuro ni las decisiones que tendría que tomar, pero por primera vez en mucho tiempo, algo dentro de ella sentía que no todo estaba perdido.
Vash se separó lentamente de ella, mirando sus ojos con suavidad. "Si alguna vez necesitas hablar... ya sabes dónde encontrarme."
Ruby asintió, aunque no dijo nada más. "Gracias," pensó, pero lo dejó ir en silencio. Él le había dado lo que necesitaba sin palabras, y eso fue más que suficiente.
La noche había caído en silencio, pero el aire parecía vibrar con una energía nueva, casi mágica. Después de todo lo que Ruby había vivido, todo el dolor y la frustración acumulada, esa noche con Vash representaba un respiro inesperado. No fue el tipo de consuelo que buscaba, ni algo que planeó. Pero, de alguna manera, el simple hecho de estar cerca de él, sentirse cuidada y valorada, fue suficiente para abrir una puerta a un lugar que Ruby pensó que ya había perdido: su confianza en sí misma.
Lo que sucedió esa noche no fue una cuestión de palabras ni promesas. Fue la sensación de ser vista. Vash no le ofreció consejos ni la presionó para hablar de lo que sentía. Solo estuvo allí, cerca de ella, con la misma calma y cuidado que le había mostrado cuando la abrazó en el lago. El contacto entre ellos fue suave, lleno de ternura, de una conexión silenciosa. Cuando todo parecía derrumbarse en su vida, Vash la hizo sentir como si fuera la única persona que importaba, como si su existencia fuera un refugio, un lugar de paz.
La pasión que compartieron fue tranquila, sin urgencia, como si el mundo se hubiera detenido para darles ese pequeño respiro en medio del caos. Ruby no necesitaba palabras, no necesitaba promesas vacías, solo necesitaba sentir que era suficiente, tal como era. Y en los brazos de Vash, por primera vez en mucho tiempo, lo sintió.

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Cuando Ruby despertó, el primer rayo de luz iluminaba su rostro, pero no estaba en su hogar, ni en el lago. Estaba en un campo, rodeada por flores de lirio, cuyos pétalos blancos brillaban con la luz suave del amanecer. El aire estaba fresco, lleno de aromas naturales, y el sonido de las hojas moviéndose suavemente por el viento la rodeaba como una melodía de calma.
Abrió los ojos lentamente, sorprendida por la paz que sentía en su pecho. ¿Dónde estaba? Todo parecía tan diferente. El cielo azul, el suave murmullo del viento, el sol que comenzaba a subir, todo parecía tan... perfecto.
A su lado, Vash estaba de pie, sonriendo mientras recogía ramas secas para encender una pequeña fogata. Ruby observó cómo su figura se movía con tranquilidad, cómo se inclinaba para preparar todo con precisión y cuidado. Era una imagen simple, pero reconfortante. La sensación de que alguien estaba allí para ella, sin esperar nada a cambio, la hizo sonreír débilmente.
— Buenos días, Ruby. — La voz de Vash rompió el silencio, suave pero firme, como si no hubiera prisa por nada.
Ruby se estiró un poco, y al ver a Vash en ese momento, algo en su pecho se relajó. "Me siento... en casa." No sabía cómo describirlo, pero la paz que sentía era más grande que cualquier angustia que hubiera tenido en tanto tiempo.
Vash había encendido la fogata con facilidad, y el aroma de la carne cocinándose sobre las llamas lo envolvía todo. Él había preparado especias que Ruby reconoció inmediatamente, el aroma de la carne sazonada con hierbas frescas le despertó el apetito, pero también una calidez profunda en su corazón.
— Pensé que te gustaría algo más que sopa de lata. — Vash dijo mientras colocaba la carne sobre un pequeño fuego improvisado. Sus ojos brillaban con una diversión tranquila, pero Ruby notó la forma en que la miraba, como si su felicidad fuera algo importante para él.
Ruby, aún acostada entre las flores, no podía evitar sentirse más viva, más apreciada, que en todo el tiempo que había pasado con Jaune. "¿Por qué me siento así?" Se preguntó, mirando el rostro de Vash mientras se dedicaba a preparar la comida con una precisión que parecía sacada de un sueño.
Ella se levantó lentamente, sintiendo la suavidad de las flores bajo sus manos. Sus ojos se encontraron con los de Vash, y vio en su mirada algo que había estado buscando en su vida durante mucho tiempo: un entendimiento. Un aprecio sin juicio, sin expectativas. Vash no la veía como una esposa perfecta o un adorno. La veía a ella. Ruby. Y en ese instante, Ruby sintió lo que hacía mucho había olvidado: el valor de ser quien realmente era.
— Gracias, Vash. — Su voz fue un susurro, pero estaba llena de gratitud.
Él simplemente sonrió y asintió, como si todo lo que había hecho fuera lo más natural del mundo.
Mientras la carne se cocinaba, Ruby se acercó a él, respirando profundamente el aire fresco, saboreando el aroma. Por un momento, todo parecía estar en su lugar. No había preocupaciones sobre lo que sucedería cuando regresaran. No había dudas ni angustias. Solo estaba ese instante, la belleza del campo de lirios, el calor de la fogata y la compañía de alguien que, por una vez, no la hacía sentir invisible.
— Esto es lo que me gusta. — Ruby dijo, sentándose junto a él. — Esto es lo que necesitaba.
Vash miró la fogata, luego a Ruby, y su sonrisa se amplió, sincera.
— Y yo también, Ruby. A veces, lo más sencillo es lo que más importa.
Y mientras el sol seguía su ascenso en el cielo, Ruby dejó que el momento la envolviera, sabiendo que, por fin, había encontrado un rincón en su vida donde se sentía valorada, amada, sin tener que esforzarse para ser alguien más.
Ruby sentía una mezcla de emoción y culpa cada vez que cerraba la tienda antes de tiempo, con la excusa de que el día había sido tranquilo, de que no había más clientes que atender. Sabía que Jaune no se molestaría por ello, que ni siquiera notaría su ausencia. Él estaba demasiado ocupado con su propia apatía para preocuparse por ella. Y en ese vacío, Ruby había encontrado algo que hacía tiempo había perdido: el valor de ser vista, de ser amada por lo que era.
Cada tarde, después de cerrar la tienda, Ruby se deslizaba fuera de la pequeña casa que compartían, tan sigilosa como podía, buscando la compañía de Vash. No le importaba que lo que hacía fuera, en muchos aspectos, una traición. ¿Cómo podía considerarse infidelidad si su propio marido la despreciaba? Si cada palabra que Jaune le había dirigido en los últimos meses había sido una daga disfrazada de indiferencia y desdén.
En los brazos de Vash, Ruby se sentía por fin amada, apreciada. Con él, no había lugar para los comentarios hirientes ni para el desprecio. Vash la miraba como si realmente le importara, como si cada sonrisa que le dedicaba estuviera llena de promesas que ella nunca había recibido de Jaune. Lo peor de todo era que, aunque lo sabía, Ruby no podía dejar de buscar esos momentos de amor y calor. Era el refugio que tanto había necesitado.
Las tardes pasaban rápidamente. Ruby siempre tenía la sensación de estar viviendo en dos mundos separados. En uno, era la esposa que debía cuidar de la tienda, del hogar, que tenía que ser perfecta y sumisa para un marido que no la valoraba. En el otro, era una mujer libre, en los brazos de alguien que la veía como una igual, que la tocaba con cuidado, que la hacía reír sin burlas ni sarcasmo. Ambos mundos eran opuestos, y Ruby no sabía cuánto más podría seguir pretendiendo vivir en el primero.

Una tarde, después de que Jaune se quedara en el sofá, mirando sin interés su Scroll, Ruby cerró la tienda rápidamente y se dirigió a la pequeña cabaña en el bosque donde Vash la esperaba. Sabía que él ya la había estado esperando, preparándose para una noche tranquila. La cabaña tenía un aire acogedor, alejada de todo el estrés y las tensiones de la vida cotidiana. Cuando Ruby llegó, él la recibió con una sonrisa cálida, pero también con una mirada de preocupación.
— Te has retrasado un poco hoy. — Dijo Vash, su tono suave pero lleno de un leve reproche cariñoso. — ¿Está todo bien?
Ruby asintió, pero su sonrisa era algo forzada, como si estuviera sobrecargada de una culpa que no sabía cómo manejar.
— Sí… solo un día largo en la tienda. Ya sabes, Jaune... — Ruby se detuvo, mordiendo su labio, sabiendo que las palabras no podrían expresar lo que realmente sentía.
Vash la miró fijamente, como si viera a través de sus palabras. Sabía lo que significaba que Ruby hablara de Jaune de esa manera. Ella nunca había dicho nada directo sobre su relación, pero era obvio para él que Jaune no la trataba con el respeto que merecía.
— Puedes hablarme de eso si lo necesitas. — Dijo Vash con suavidad, mientras la guiaba hacia el interior de la cabaña, donde una pequeña mesa con comida ya estaba lista. Había preparado un pequeño banquete con carne, pan fresco y especias que Ruby adoraba. Cada gesto suyo la hacía sentir valorada, como si fuera la única persona que importara en ese momento.
Ruby se sentó junto a él, sin decir nada por unos momentos. Mientras comían, las palabras de Vash resonaban en su mente: "Puedes hablarme de eso si lo necesitas." Pero Ruby no sabía cómo hacerlo. ¿Cómo podría explicar lo que sentía? ¿Cómo podía decirle a Vash que, a pesar de lo que compartían, seguía siendo una mujer casada, atrapada en un vínculo con alguien que nunca la amó realmente?
— ¿Sabes, Vash? — Comenzó Ruby, rompiendo el silencio con una voz más baja de lo habitual. — A veces me siento como si estuviera atrapada. En una vida que ya no es mía. No sé si alguna vez fue mía.
Vash la miró, sus ojos brillando con una compasión silenciosa. Sin decir una palabra, puso su mano sobre la de ella, un gesto simple pero lleno de significado. Ruby no podía soportar mirarlo por mucho tiempo. En su mirada, veía una verdad que la hería. Él la veía. Y esa mirada era todo lo que había estado buscando, aunque fuera en secreto, aunque fuera a escondidas de su propio marido.
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Al día siguiente, Ruby volvió a casa después de pasar la noche con Vash, como siempre, tratando de disimular lo que había hecho. La tienda estaba vacía y Jaune no parecía haber notado su ausencia. Ruby, agotada por el estrés emocional, comenzó a ordenar la tienda de manera mecánica, apenas prestando atención a lo que hacía. Todo era una rutina, una actuación, y la sensación de estar atrapada la ahogaba más cada día.
Jaune, como siempre, estaba tirado en el sofá, mirando sin interés su Scroll. Su actitud indiferente no sorprendió a Ruby. Ya no esperaba nada de él. Sabía que no le importaba en lo más mínimo si ella se iba todos los días a una cita secreta con otro hombre. Jaune nunca se había molestado en ser una presencia significativa en su vida, y por eso, Ruby comenzó a ver su ausencia como algo más bien liberador.
Pero la libertad que Ruby encontraba en los brazos de Vash venía con su propio precio. Cada encuentro con él era una bendición, pero también una carga de culpa que pesaba sobre su conciencia. ¿Estaba haciendo lo correcto? Ella amaba estar con Vash, amaba la forma en que él la trataba, pero al mismo tiempo, sabía que lo que hacía era incorrecto. ¿Era su amor por Vash suficiente para justificar lo que estaba haciendo?
Mientras tanto, Jaune ni siquiera se molestaba en preguntar dónde estaba o qué hacía. ¿Qué más podía hacer ella? El amor de Vash era una válvula de escape, pero el precio que Ruby pagaba por él era el silencio de su propia vida, el vaciamiento de sus días con Jaune.
Capítulo 9: Un Secreto Creciente
Los meses pasaron como una marea lenta, arrastrando a Ruby de un día al siguiente, de una mentira a otra. Aunque la tienda continuaba funcionando, la vida en casa era una rutina vacía, una fachada que Ruby mantenía solo para evitar más confrontaciones con Jaune. No esperaba nada de él, y él, a su vez, ya no parecía esperar nada de ella. Estaba perdida en una vida que no sentía suya, buscando consuelo en cada encuentro secreto con Vash, quien, en contraste con Jaune, la hacía sentir viva.
Pero ahora, algo nuevo y diferente comenzaba a formarse en su interior, algo que Ruby nunca anticipó, algo que cambiaría su vida de una forma irrevocable.
Una mañana, al despertar con náuseas y un cansancio inexplicable, Ruby sintió algo extraño en su cuerpo. Había algo más allá del agotamiento de los días largos en la tienda y las noches en vela. Cuando se acercó al espejo, su rostro pálido y las sombras bajo sus ojos le parecieron demasiado evidentes. Pero lo que más la sorprendió fue la creciente sensación de que algo en su cuerpo estaba cambiando. Un par de semanas después, los síntomas no dejaron lugar a dudas: Ruby estaba embarazada.
El pensamiento la golpeó como una ola fría. "Es de Vash." Había estado con él durante meses, y, aunque sus encuentros fueron siempre llenos de amor y cariño, Ruby nunca imaginó que de ellos naciera algo tan significativo. La idea de llevar un hijo suyo, de tener algo tangible que los uniera, la llenó de una mezcla de emociones encontradas.
"¿Cómo le diré a Jaune?" Ruby pensó, angustiada. Jaune nunca la había tratado con amor ni respeto, ¿cómo iba a enfrentarle con esta noticia? Lo peor era que sabía que él nunca aceptaría la idea de que su esposa estuviera esperando un hijo de otro hombre. ¿Qué haría entonces? La culpa y el miedo se enroscaron en su pecho, pero en lo más profundo de su ser, Ruby sabía que este bebé no era una carga, sino una nueva vida que traería consigo una oportunidad de cambio.
Lo primero que hizo fue asegurarse de que todo estuviera en orden, controlando cada síntoma, cada señal de su embarazo. Quería que todo fuera perfecto. Porque, aunque el embarazo era un secreto, era el único refugio de felicidad genuina que había encontrado en su vida en mucho tiempo.
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Cuando Ruby comenzó a mostrar signos evidentes de su embarazo, Jaune apenas reaccionó. Ni siquiera le preguntó cómo se sentía, ni si estaba bien. "No le interesa," pensó Ruby, pero la verdad es que esas palabras, dicha en su mente una y otra vez, le dolían más de lo que había esperado. Mientras su vientre crecía, él continuaba en su mundo de indiferencia, como si nada de esto tuviera importancia.
Un día, su hermana Yang llegó a la tienda con una sonrisa en el rostro, una sonrisa amplia que reflejaba la felicidad de un embarazo en su propia vida. Pero cuando vio a Ruby, su expresión cambió levemente, como si la preocupación asomara a sus ojos al notar el cambio en su hermana.
— ¿Ruby? — La voz de Yang sonaba ligeramente preocupada. — ¿Estás bien? Estás... diferente.
Ruby, sin poder ocultar más su embarazo, asintió lentamente, sin mirarla directamente. El nerviosismo la invadió al pensar cómo Yang reaccionaría, cómo las palabras que diría cambiarían su vida para siempre. Pero, para su sorpresa, Yang sonrió con cariño y la abrazó fuerte.
— ¡Oh, Ruby! ¡Vas a ser mamá! — Dijo con entusiasmo, apretando a su hermana contra su pecho. — ¡Estoy tan feliz por ti! Jaune debe estar tan emocionado, ¿verdad?
Ruby no pudo evitar la risa amarga que se formó en su garganta. "Jaune ni siquiera se ha dado cuenta," pensó, pero no dijo nada. En lugar de eso, abrazó a su hermana, agradecida por la calidez de su apoyo, aunque sabía que no podía contarle toda la verdad. No podía decirle que el padre de su hijo era Vash, un hombre que ni siquiera conocía, un hombre que Ruby veía en secreto.
— Sí, claro… — Ruby dijo, sonriendo con un esfuerzo, aunque sus ojos reflejaban una tristeza que Yang no notó. — Jaune está tan emocionado como siempre.
Yang, al ver el esfuerzo de Ruby por mantener una actitud positiva, dejó de presionar sobre el tema y comenzó a hablar de sus propios planes para el futuro. Pero Ruby no podía dejar de pensar en la mentira que acababa de decir. Jaune no estaba feliz, ni le importaba lo que pasaba en su vida. Pero Vash sí. Vash la apoyaba, la cuidaba, la amaba de una manera que Jaune nunca había sido capaz de hacerlo.
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Cada noche, cuando Ruby regresaba de la tienda, agotada por la fachada de su vida, Vash estaba allí, esperándola con los brazos abiertos. Y no solo para consolarla; Vash estaba profundamente involucrado en su bienestar, como si el embarazo fuera tan importante para él como lo era para ella. Sabía que el camino que tenían por delante no sería fácil, pero Ruby nunca se sintió sola mientras él estuviera a su lado.
Vash cuidaba cada detalle: le preparaba cenas nutritivas, la acompañaba en largas caminatas para asegurarse de que se sintiera bien, y siempre tenía una sonrisa para ella, incluso en los días más difíciles. Cuando Ruby sentía náuseas o incomodidad, Vash estaba allí para calmarla, para recordarle que no estaba sola en esto. Su presencia le daba paz, como si juntos pudieran enfrentarse a cualquier cosa.
Una noche, mientras Ruby descansaba recostada en el sofá, con su vientre ahora claramente visible, Vash la miró con una intensidad que la hizo sentir segura, como si todo lo que pasara a partir de ahora sería algo que enfrentarían juntos.
— Te prometo que estaré aquí, Ruby. — Su voz era suave, pero con una firmeza que Ruby necesitaba escuchar. — Para ti, para el bebé, para lo que venga.
Ruby, con los ojos llenos de emoción, asintió. "No quiero hacer esto sola," pensó, mientras la sensación de ser amada la envolvía una vez más. En Vash encontró lo que nunca encontró en Jaune: apoyo incondicional, cariño sin reservas.
La decisión de Ruby estaba tomada, aunque no sabía cómo manejar el futuro, cómo enfrentar el hecho de que llevaba una vida en su interior que pertenecía a alguien con quien no podía estar libremente. Pero, por ahora, el momento era suficiente. El amor de Vash era suficiente.
El nacimiento del bebé fue un evento lleno de emoción y sentimientos encontrados. Ruby había estado nerviosa durante todo el embarazo, pero cuando finalmente sostuvo en sus brazos al pequeño, todo el miedo y la incertidumbre se disolvieron. El niño estaba sano, y con su primer llanto, Ruby sintió como si el mundo entero hubiera dejado de girar por un momento. Era un amor tan profundo que le dolía el pecho.
Las lágrimas caían de sus ojos mientras observaba al pequeño en sus brazos. Él era perfecto, una mezcla de todo lo que había querido ser, una nueva esperanza en su vida. Y entonces lo vio: los ojos del bebé eran de un plateado brillante, como el reflejo de la luna. Sus cabellos rubios caían en ondas suaves, tan dorados como el sol. Era una mezcla perfecta de ella y de Vash. Ruby no podía evitar pensar que este niño representaba todo lo que había perdido y encontrado en la vida.
Al mirarlo, Ruby suspiró profundamente. "Este es mi hijo, el hijo de Vash, el hijo de un amor que Jaune nunca supo valorar."
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Cuando Jaune entró a la habitación, sin mostrar la más mínima emoción al ver al bebé, Ruby se sintió, por primera vez, completamente vacía en su presencia. Él lo miró como si fuera una molestia, una obligación que tenía que cumplir solo porque, bueno, era su hijo. Pero no hubo una sonrisa, no hubo palabras de cariño ni siquiera un gesto de preocupación. En lugar de eso, Jaune simplemente se quedó allí, con las manos en los bolsillos, observando desde la puerta.
— ¿Y qué? — Murmuró con indiferencia. — Es solo un bebé. Nada especial.
Ruby cerró los ojos, conteniendo las lágrimas, pero dentro de ella, una rabia profunda creció. ¿Cómo podía ser tan frío? ¿Cómo podía ignorar a su propio hijo de esa manera? Pero sabía que, al final, no podía esperar nada de Jaune. Nunca lo había hecho.
A lo largo de los días, Jaune continuó su comportamiento indiferente. No le importaba si Ruby pasaba horas cuidando al bebé o si pasaba días enteros con él, rodeada de la ternura y el amor que el niño le brindaba. Jaune no estaba interesado en nada. Y eso, aunque le doliera a Ruby, también la liberaba.
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Durante los años siguientes, Ruby siguió su vida de forma cautelosa, manteniendo su secreto bajo capas de silenciosa angustia. Cada vez que veía a Vash, sentía que el mundo finalmente cobraba sentido. Juntos, compartían más que encuentros apasionados; compartían una vida secreta, una vida en la que no había juicio, solo amor verdadero. Cada encuentro con él estaba cargado de una intensidad que nunca había conocido, y, poco a poco, Ruby se fue dando cuenta de que el amor que sentía por Vash superaba cualquier cosa que alguna vez había experimentado con Jaune.
Durante este tiempo, Ruby tuvo más hijos. Más niños con ojos plateados y cabello rubio, hijos de un amor prohibido que Jaune nunca descubriría. Cada niño era un reflejo del amor verdadero que Ruby había encontrado, el amor que Jaune nunca le ofreció. Y, aunque Ruby vivía con la constante culpa de su traición, el amor que sentía por sus hijos y por Vash era más fuerte que cualquier sentimiento de arrepentimiento.
Jaune nunca sospechó nada. Estaba demasiado ocupado en su mundo de indiferencia, en su rutina diaria, sin importarle lo que pasaba realmente en su hogar. Todo lo que Ruby hacía en secreto seguía siendo invisible para él.
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Un día, durante una visita inesperada de Yang, Ruby notó algo diferente en su hermana. Yang había estado observando a Ruby con una intensidad nueva, como si algo en ella hubiera cambiado. No era solo la maternidad o el paso de los años, sino algo más profundo, algo que Yang había comenzado a sospechar. Al principio, Ruby intentó desviar el tema, pero su hermana no dejó pasar la oportunidad.
— Ruby… — Comenzó Yang, con una mirada seria. — No puedo ignorar más lo que está pasando. Sé que estás haciendo algo que no deberías, algo que Jaune no puede saber.
Ruby se quedó en silencio, su corazón latiendo rápidamente, sintiendo que el peso de la verdad la aplastaba. Por fin, Yang sabía. ¿Cómo lo había descubierto? ¿Acaso había notado la forma en que Ruby se comportaba, la forma en que su vida secreta con Vash comenzaba a afectar todo lo que hacía?
— Yang, por favor, no me hagas esto… — Ruby susurró, sus ojos llenos de miedo y culpa. — Te lo prometo, no quiero hacerle daño a nadie. Pero Jaune... Jaune nunca me amó. Nunca fue un marido para mí.
Yang la miró con dureza, pero también con comprensión. Había algo en los ojos de su hermana que Ruby nunca había visto antes: una mezcla de enojo, tristeza, pero también una profunda empatía. Después de todo, Yang conocía bien a Jaune. Sabía lo que había hecho a Ruby, sabía cómo la había dejado desmoronarse en su indiferencia.
— ¿Qué ha hecho él, Ruby? — Preguntó Yang, esta vez sin enojo, solo con una necesidad de entender. — Porque te he visto sufrir. Yo también he visto cómo él te ha tratado, cómo no ha sido un verdadero compañero para ti.
Ruby sintió que sus fuerzas flaqueaban. "¿Debería contarle toda la verdad?" pensó, pero luego, decidió que lo mejor era no esconderse más.
— Jaune nunca me ha amado. Ni me ha tratado como a una esposa. Siempre fue un fracaso como esposo, como hombre. Y ahora, ni siquiera le importa nuestro hijo, ni mis hijos. Lo que tengo con Vash, aunque sea un amor secreto, es lo único que me ha dado felicidad.
Yang la miró en silencio, procesando sus palabras. Pasaron unos segundos antes de que hablara, y Ruby temió que su hermana la juzgara, que la despreciara por lo que había hecho.
Pero, finalmente, Yang suspiró, y sus palabras fueron un reflejo de lo que Ruby ya sabía, aunque nunca lo hubiera querido escuchar.
— Tienes razón. Jaune nunca te ha tratado bien. Y… lo que estás haciendo con Vash, aunque no sea lo correcto, no es algo que pueda criticarte. Nadie más te ha dado lo que él te da. Pero, Ruby… tienes que enfrentarlo. No puedes seguir viviendo en secreto. No solo por ti, sino por tus hijos. Tienes que decidir qué es lo mejor para todos.
Ruby cerró los ojos, sabiendo que no podía vivir con ese secreto para siempre. La verdad saldría a la luz tarde o temprano, y el peso de la mentira sobre sus hombros le dolía más que nunca.
Con el paso de los años, Ruby comenzó a sentir que el camino que había elegido estaba más cerca de un final. Sabía que tarde o temprano, Jaune descubriría lo que había hecho, y el impacto de su traición tendría consecuencias. Pero, por ahora, no podía hacer nada más que seguir adelante.
Lo único que Ruby sabía con certeza era que, en su corazón, el amor de Vash era lo único que le daba sentido a su vida. Y aunque el futuro fuera incierto, aunque su relación con Jaune se desmoronara aún más, Ruby ya no tenía miedo. Había encontrado el amor en los brazos de alguien que la veía, que la valoraba. Y eso, aunque fuera en secreto, le daba la fuerza para seguir adelante.
El día había llegado. Ruby, con el corazón palpitando de nervios y determinación, había tomado la decisión más difícil de su vida. Había llegado el momento de dejar atrás los años de sufrimiento, de mentiras y de un matrimonio roto que nunca le dio lo que necesitaba. Después de todo lo que había pasado, Ruby se divorciaría de Jaune.
La casa, que alguna vez fue su hogar, ya no era más que una prisión de recuerdos amargos. El día que Ruby le entregó los papeles de divorcio a Jaune fue uno de los momentos más liberadores de su vida. Jaune no dijo una sola palabra. Estaba más enojado con ella que triste. Por fin, Ruby estaba tomando control de su vida, y eso lo enfureció aún más.
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Jaune apareció en la tienda de armas, con la furia de un hombre que se siente traicionado. Ruby lo vio llegar desde la ventana, su figura rígida y su rostro marcado por la ira. Sabía lo que iba a pasar. Había esperado este momento, aunque siempre temió lo que él podría hacer.
Jaune entró en la tienda sin saludar, su voz llena de desprecio cuando comenzó a hablar.
— ¿Qué se supone que significa esto, Ruby? — Su tono era furioso, desbordado de rabia. — ¿Por qué me haces esto? Después de todo lo que hice por ti, ¡me dejas por un maldito desconocido!
Ruby, aunque su corazón latía fuerte en su pecho, se mantuvo firme. Ya no tenía miedo. Era el momento de enfrentar la verdad.
— Jaune… — Su voz era suave pero firme. — Ya no quiero vivir esta mentira. Nuestro matrimonio nunca fue lo que pensaba. No has sido un esposo para mí. No me respetas, no me valoras. Me has hecho sentir invisible todo este tiempo.
Jaune, sin embargo, no estaba dispuesto a escucharla. Su mirada se llenó de rabia.
— ¿Qué quieres decir con eso? — Su tono se volvió más bajo, más amenazante. — ¿Es por eso que ahora me dices que todo fue una farsa? Y los niños… — Se acercó a Ruby con los ojos llenos de furia. — ¿Qué es eso de que son míos? ¿¡No me vas a decir que me engañaste con él, verdad!?
Ruby, con el pecho apretado, levantó la mirada y miró a Jaune a los ojos. Su voz fue como un susurro decidido.
— No, Jaune. Ninguno de esos niños es tuyo. — Los ojos de Ruby brillaron con una mezcla de tristeza y coraje. — Ellos son hijos de Vash. Y sí, te fui infiel. Pero no porque no te amara, sino porque tú nunca me diste una razón para quedarme.
Jaune se quedó paralizado por un momento, como si las palabras de Ruby lo hubieran golpeado como un martillo. No pudo procesar lo que acababa de escuchar. Sus ojos, llenos de ira, comenzaron a vacilar mientras absorbía la verdad que Ruby le había revelado.
— ¡Eres una maldita! — Gritó, su rostro contorsionado por la furia. — ¡Cómo pudiste hacerme esto! ¡Te di todo lo que pude!
Ruby, ahora completamente tranquila, se dio la vuelta para tomar una espada decorativa que había en una vitrina de la tienda. No la levantó con intención de atacar, pero el gesto fue suficiente para mostrarle a Jaune que esta vez no retrocedería.
— No, Jaune. Tú no me diste nada. Solo me diste indiferencia, desprecio y maltrato. He aguantado lo suficiente. — Ruby habló con una frialdad que sorprendió incluso a ella misma.
Antes de que Jaune pudiera dar un paso más, Vash apareció de la nada, con la calma que siempre lo caracterizaba, pero con una presencia tan poderosa que hizo que Jaune retrocediera instintivamente. Vash no dijo una palabra. Solo caminó lentamente hasta colocarse entre Ruby y Jaune.
La tensión en el aire era palpable. Jaune miró a Vash, sabiendo que cualquier movimiento en falso podría desatar la furia del hombre que ahora estaba dispuesto a defender a Ruby. En ese momento, Vash, con su fría serenidad, le dirigió una mirada penetrante.
— Jaune… — La voz de Vash era baja, pero clara. — Te sugiero que te vayas ahora. Ya no eres bienvenido aquí.su taikyoku se filtraba levemente, pero era tan corrosivo que podria destrozar un cuerpo celeste.
Jaune, furioso pero también consciente de la amenaza en la actitud de Vash, apretó los dientes y, sin mirar atrás, salió de la tienda dando un portazo. Ruby lo observó salir, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza. Por fin había cortado los lazos, por fin estaba libre.
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El tiempo pasó, y Ruby encontró una paz que jamás había conocido. Finalmente, estaba en un lugar donde el amor no era un sacrificio ni una constante lucha. Estaba con Vash, y sus hijos crecían felices, rodeados de amor y de cariño.
La tienda de armas de Ruby floreció más que nunca. Ella y Vash trabajaban juntos para hacerla prosperar, y aunque los días eran largos, cada uno de ellos estaba lleno de significado. Ruby había encontrado el equilibrio entre ser madre y emprendedora, mientras que Vash siempre estaba allí, apoyándola.
Yang, por supuesto, seguía siendo una parte fundamental de la vida de Ruby. No solo era la hermana mayor que siempre la había apoyado, sino también una tía increíble para los niños. Sus sobrinos y sobrinas adoraban a Yang, y ella estaba feliz de verlos crecer en un ambiente lleno de amor, algo que Ruby nunca había experimentado de niña.
A veces, Ruby se tomaba un momento para reflexionar sobre todo lo que había pasado. En todo este tiempo, había perdido algo, pero también había ganado mucho más de lo que había imaginado. Sus hijos, la familia que había formado con Vash, la tienda, el apoyo incondicional de su hermana… Finalmente, Ruby sentía que había hecho lo correcto. Había tomado las riendas de su vida.
Y mientras el sol se ponía sobre la tienda, Ruby, Vash, y los niños se sentaban alrededor de la mesa, riendo y disfrutando de la comida que Ruby había preparado. La vida no era perfecta, pero, por fin, Ruby podía decir que era feliz.
El amor que Ruby había encontrado en Vash, el amor que nunca recibió de Jaune, había sido su salvación. Y, por primera vez en mucho tiempo, Ruby estaba en paz.