Aunque Hazel respiró aliviada de que no fuera Rafael quien la hubiera llamado, su cuerpo aún temblaba de miedo ya que no sabía qué la aterrorizaba.
La chica era tan hermosa como la que ya había conocido en el carruaje antes. Hazel tragó saliva y desvió la mirada. Al menos, no miraría a los ojos de la bruja por si volvía a hipnotizarla.
—¡Oh! Yo habría salido. ¡Pero la puerta del carruaje estaba cerrada con llave por él y no pude abrirla! ¿Podrías ir tú a pedirle la llave, por favor? —con una voz suave, rogó ella, pero instantáneamente frunció el ceño la bruja a quien la respuesta había irritado.
Ella inclinó la cabeza al ver la sonrisa maliciosa en el rostro del Vampiro que estaba estrangulando a su amiga.
Si no pudiera utilizar a Hazel entonces ella no tendría ninguna ventaja sobre él. Si continuaba así, ¡sería su turno de morir!
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