—¿Me permitirías alimentarme de ti durante unos días? —Hazel tragó saliva, pues no sabía cómo responder a eso.
Había visto cómo se había sentido la chica cuando él les sostuvo las manos y bebió su sangre. Él era quien bebía la sangre, sin embargo, había sentido que las chicas se habían embriagado con sus acciones. ¿Ella querría sentir lo mismo?
¿Qué pasaría si perdiera el control de sus emociones y se lo confesara? Sería mentir si dijera que no lo amaba, pero sabía que incluso si se lo propusiera, él solo negaría y eso solo haría las cosas incómodas entre ellos.
Después de todo, él la había traído aquí para dejarla para siempre.
—Si no estás dispuesta, también está bien. No necesitas... —pudo ver la renuencia en sus ojos y por alguna razón sintió un sabor amargo en su boca a pesar de saber cuánto había odiado a los vampiros desde que llegó aquí.
—¡No! Solo... ¿Dolería mucho? No me gusta el dolor que da la aguja. —frunció los labios y bajó la cabeza con vergüenza.
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