La prueba comenzó de manera abrupta, con cada equipo alineándose en las entradas asignadas. Los genin esperaban en silencio, tensos, mientras el bosque que tenían frente a ellos parecía susurrar promesas de peligro y desafíos inminentes. Naruto, Kiyomi, Sasuke y Yuzuki estaban juntos, observando el denso follaje.
Cuando finalmente sonó la alarma, el equipo salió corriendo al unísono, adentrándose en el corazón del Bosque de la Muerte. El aire estaba cargado de tensión, y los sonidos de la naturaleza se mezclaban con los pasos apresurados de los otros participantes, apenas audibles en la distancia. Naruto sentía su corazón latir con fuerza mientras corría, sus ojos escaneando cada sombra en busca de posibles amenazas.
De repente, Kiyomi levantó una mano, obligando a todos a detenerse.
—Bien, tenemos que hacer un plan —declaró con firmeza, mirando a los otros con seriedad. Sus ojos oscuros brillaban con determinación, pero había un destello juguetón en ellos, como si la emoción del desafío la entusiasmara más de lo que la preocupaba.
A lo lejos, un grito desgarrador resonó entre los árboles, recordándoles a todos lo real que era el peligro. Naruto frunció el ceño y apretó los puños.
—Primero necesitamos una palabra clave —intervino Yuzuki, rompiendo el silencio tenso. Su voz era calma, pero su tono no dejaba lugar a discusión—. Algo que podamos usar para confirmar que somos nosotros y no alguien bajo un genjutsu o transformado.
Sasuke asintió, cruzándose de brazos mientras consideraba la sugerencia.
—Tiene sentido. En un lugar como este, no podemos confiar en nadie más que en nosotros mismos. —Sus ojos se dirigieron a Naruto y luego a las gemelas Uchiha, dejando claro que esperaba total cooperación.
Naruto inclinó ligeramente la cabeza, pensando. Aunque entendía la lógica detrás de lo que decían, la adrenalina le hacía difícil concentrarse. Finalmente, decidió aportar algo al debate.
—¿Qué tal si usamos una frase que tenga que ver con ramen? —sugirió con una pequeña sonrisa, tratando de aliviar la tensión. Pero Kiyomi arqueó una ceja, claramente divertida, mientras Yuzuki suspiraba con impaciencia.
—Naruto, esto es serio —le reprochó Yuzuki, aunque su tono no era completamente severo.
—Lo sé, lo sé. Pero piénsenlo, nadie más esperaría que usáramos algo así. Además, es fácil de recordar —respondió Naruto, encogiéndose de hombros.
—No es mala idea —admitió Kiyomi después de un momento, sorprendiendo a los demás. Su tono sugería que más que aceptar la lógica de Naruto, estaba disfrutando de ver a Yuzuki molestarse. Luego añadió con una sonrisa juguetona—: ¿Qué tal "Ichiraku especial con extra de naruto"? Si alguien no lo dice bien, sabemos que es un impostor.
Naruto rió, encantado de que Kiyomi respaldara su idea, mientras Yuzuki rodaba los ojos.
—Muy bien, eso servirá por ahora —aceptó Yuzuki, aunque claramente no estaba del todo convencida—. Pero no perdamos más tiempo. Necesitamos encontrar un lugar estratégico antes de que otros equipos nos localicen.
—De acuerdo —dijo Sasuke, tomando el liderazgo de forma natural—. Lo primero es asegurarnos de que estamos lejos de las entradas. Cuanto más profundo estemos en el bosque, más difícil será que nos encuentren rápido. Y cuando lo hagan, tendremos ventaja.
Naruto asintió, apretando la empuñadura de su katana Kazetora. Aunque todavía no había tenido oportunidad de usarla en combate real, sentía una extraña conexión con el arma. Kiyomi lo observó de reojo, notando cómo sus ojos brillaban con determinación.
—Naruto —dijo de repente, atrayendo su atención—. Mantente alerta. Sé que tienes buenos instintos, pero este lugar no es como los entrenamientos. Aquí, un solo error podría costarnos caro.
Naruto asintió, pero su sonrisa confiada no desapareció.
—No te preocupes. No pienso dejar que nada nos pase. Además, con este equipo, no hay forma de que perdamos.
Kiyomi sonrió ante su optimismo, mientras Yuzuki suspiraba nuevamente. Sasuke simplemente giró sobre sus talones y comenzó a avanzar entre los árboles, confiando en que los demás lo seguirían.
A medida que se internaban más en el bosque, los sonidos se volvían más intensos: el crujido de ramas bajo los pies, el zumbido de insectos y el ocasional aleteo de un ave asustada. Naruto sentía el peso del aire, como si el propio bosque estuviera observándolos. Sabía que los otros equipos estaban cerca, probablemente elaborando sus propios planes o preparándose para atacar.
Este lugar… está vivo. Y no será fácil salir de aquí con ambos rollos, pensó mientras sus ojos escaneaban el área.
De repente, Kiyomi alzó una mano nuevamente, deteniéndose en seco. Su rostro se tensó, y sus ojos parecieron oscurecerse mientras se concentraba.
—Hay alguien cerca —murmuró, señalando hacia un claro en la distancia. Su tono serio hizo que los demás se pusieran en guardia al instante.
Naruto se adelantó ligeramente, desenfundando su katana mientras su chakra de viento comenzaba a rodearlo de manera casi imperceptible. Kiyomi y Yuzuki activaron su Sharingan simultáneamente, mientras Sasuke se preparaba para cualquier eventualidad.
—Entonces es hora de probar quién es el cazador y quién es la presa —dijo Sasuke, su tono frío como el acero.
Naruto apretó los dientes, sus ojos escaneando las sombras del bosque, cada fibra de su ser en alerta máxima. Aunque no podía ver nada claramente, el ambiente se sentía cargado, como si el mismo aire vibrara con una amenaza invisible. Algo dentro de él le decía que este sería el verdadero comienzo del desafío.
De repente, una voz femenina resonó desde las profundidades del bosque:
—Kasumi Gakure no Jutsu.
En un instante, una densa niebla comenzó a extenderse a su alrededor, envolviendo todo en un velo blanco. La visibilidad se redujo casi a cero, y la sensación de peligro aumentó exponencialmente. Naruto dio un paso atrás, sus sentidos trabajando al máximo para detectar cualquier movimiento.
—¡Círculo defensivo! —ordenó Sasuke, su voz firme pero tranquila.
Los cuatro se reagruparon rápidamente, colocándose espalda con espalda. Naruto sostenía su katana Kazetora con ambas manos, el filo brillando con un suave resplandor verde mientras canalizaba chakra de viento en la hoja. A su izquierda, Kiyomi giraba su kusarigama, el arma centelleando con descargas de chakra raiton que iluminaban brevemente la niebla a su alrededor. Sasuke desenfundó su tanto, imbuyéndola con chakra eléctrico que chisporroteaba, mientras Yuzuki sostenía un kunai en cada mano, ambos envueltos en un aura de chakra suiton, creando filos líquidos que parecían vibrar.
—Naruto, usa algún jutsu de viento para dispersar esta niebla —ordenó Sasuke, con los ojos entrecerrados mientras intentaba detectar algo a través del espeso velo blanco.
Naruto asintió rápidamente, realizando sellos de manos con precisión. Sin embargo, antes de que pudiera terminar, una voz femenina resonó nuevamente, esta vez más cercana.
—Shokuyō Hana no Jutsu.
El suelo comenzó a temblar bajo sus pies, y enormes plantas carnívoras emergieron rápidamente del suelo. Sus gruesos tallos se retorcían como serpientes, mientras sus bocas llenas de afilados dientes vegetales se abrían, buscando presas. Los cuatro saltaron al instante, esquivando por poco los ataques de las plantas.
—¡Son usuarios de ninjutsu de Kusagakure! —exclamó Kiyomi, aterrizando con gracia y girando su kusarigama para cortar una de las plantas que se aproximaba.
—¿Kusa? —gruñó Naruto, retrocediendo mientras una planta intentaba atraparlo—. ¡Maldita sea, estas cosas no son normales!
Sasuke aterrizó junto a él, cortando otro tallo con un movimiento rápido de su tanto imbuido en raiton. La electricidad chisporroteó por el tallo, quemándolo y provocando un chillido extraño, casi como si la planta estuviera viva.
—Naruto, haz lo tuyo. No podremos lidiar con esto mientras estemos cegados —insistió Sasuke.
—¡De acuerdo! —Naruto realizó los últimos sellos rápidamente y exclamó—. Fūton: Daitoppa!
Una poderosa ráfaga de viento se liberó de sus manos, arremolinándose a su alrededor y dispersando parte de la niebla. Aunque no logró despejar todo el campo, el ataque reveló brevemente la silueta de sus enemigos: tres figuras ocultas entre las ramas de un árbol cercano. Sin embargo, antes de que Naruto pudiera distinguir más detalles, una segunda oleada de niebla comenzó a formarse.
—No te emociones —dijo una voz masculina desde las sombras, burlona y confiada.
—Son más rápidos de lo que pensábamos —dijo Yuzuki, lanzando un kunai infundido con chakra suiton hacia una planta que se acercaba. El filo cortó limpiamente, pero al instante, otro tallo surgió para reemplazar al anterior.
—No se queden quietos —gritó Kiyomi, girando su kusarigama para defenderse de dos plantas que se abalanzaban hacia ella. Con un movimiento rápido, la cadena cortó los tallos, las chispas de chakra raiton quemando los restos.
De repente, una figura emergió de la niebla con velocidad impresionante, dirigiéndose directamente hacia Yuzuki. Era una kunoichi de Kusagakure, su cabello verde oscuro recogido en una coleta, con una túnica ajustada que facilitaba el movimiento. Sus manos estaban cubiertas de guantes que parecían estar hechos de algún tipo de madera viviente. La kunoichi lanzó un golpe directo hacia Yuzuki, pero esta bloqueó hábilmente con sus kunai, aunque el impacto la hizo retroceder.
—Tsk, esos guantes están reforzados con chakra —murmuró Yuzuki, ajustando su postura.
Naruto reaccionó rápidamente, dirigiéndose hacia Yuzuki para cubrirla. Con un rápido movimiento de su katana, lanzó una onda de viento hacia la kunoichi.
—¡Fūton: Kaze Tsubame! —exclamó.
La hoja de viento cortó el aire, obligando a la kunoichi a retroceder y saltar hacia las ramas superiores. Sin embargo, no se quedó quieta por mucho tiempo. Desde su posición elevada, realizó una serie de sellos.
—Jubaku Satsu! —gritó, y las raíces de los árboles comenzaron a retorcerse, disparándose hacia los pies del equipo.
Kiyomi reaccionó al instante, lanzando su kusarigama hacia las raíces para cortar algunas, mientras gritaba:
—¡Cuidado! ¡Quieren inmovilizarnos!
Sasuke, con una mirada seria, activó su Sharingan. Sus ojos rojos brillaron mientras analizaba la trayectoria de los ataques.
—Esto no se ve bien —gruñó Sasuke, avanzando con rapidez para cortar una raíz que se dirigía hacia Naruto. Sin embargo, Naruto no lo necesitó. Con un movimiento fluido, blandió su katana Kazetora, cuya hoja negra mate brillaba con un resplandor verde al canalizar chakra de viento, cortando la raíz en un instante.
En ese momento, los ojos de Naruto brillaron con un intenso púrpura oscuro: el Uzugan se había activado, los remolinos en sus iris girando lentamente mientras su campo de visión se expandía. La densidad de la niebla ya no era un problema para él.
—Son dos kunoichis y un shinobi. Están escondidos entre los árboles, a la izquierda y adelante... —Naruto señaló con precisión, pero antes de que pudiera terminar su advertencia, un destello brillante surcó el aire, dirigiéndose hacia él con velocidad mortal.
Naruto apenas tuvo tiempo de reaccionar gracias al Uzugan. Giró su katana para bloquear, pero el impacto fue más fuerte de lo esperado. Una voz masculina resonó con firmeza desde la niebla:
—Kōton: Kōken no Jutsu.
Una espada de energía luminosa apareció en las manos de la figura atacante. Brillaba con una intensidad cegadora, y cada golpe que lanzaba liberaba estallidos de luz que dificultaban la visión. Naruto se vio obligado a usar chakra de rayo en su katana para contrarrestar la potencia de aquella arma.
Las hojas chocaron, liberando chispas y destellos de luz que iluminaban brevemente la niebla. Naruto retrocedió unos pasos, ajustando su postura, y en un movimiento rápido giró sobre sí mismo, lanzando una fuerte patada al torso de su oponente, quien salió despedido hacia un árbol cercano.
—¡Kiyomi, Yuzuki! Están a unos árboles de ustedes, uno a la izquierda y el otro al frente —gritó Naruto, su Uzugan brillando mientras seguía los movimientos de los enemigos ocultos.
No tuvo tiempo de relajarse. El shinobi que había atacado se levantó rápidamente, su espada luminosa brillando aún más. Levantó una mano hacia Naruto y realizó sellos rápidos antes de gritar:
—Kōton: Hikari Kiri no Jutsu.
Un rayo de luz concentrado, afilado como una cuchilla láser, salió disparado hacia Naruto, cortando el aire con precisión mortal. Naruto reaccionó al instante, formando sellos y contraatacando con un jutsu propio.
—Raiton: Gian! —exclamó, liberando desde su boca un rayo de electricidad azulada que chocó directamente contra el ataque de luz.
Ambos jutsus colisionaron en el aire, creando un estallido que iluminó el bosque y dispersó parte de la niebla por unos instantes. El impacto lanzó ondas de choque que hicieron crujir las ramas cercanas y arrancaron hojas de los árboles.
—¡Naruto, atrás! —advirtió Sasuke, quien había notado un segundo atacante moviéndose en la niebla.
Naruto giró justo a tiempo para ver a una kunoichi abalanzarse hacia él desde las sombras. Su cabello verde oscuro se agitaba mientras blandía una hoz curva recubierta de chakra venenoso. Naruto bloqueó el ataque con su katana, pero la fuerza del impacto lo hizo retroceder un par de pasos.
No están jugando... pensó Naruto, apretando los dientes mientras la kunoichi retrocedía y sonreía con confianza.
Mientras tanto, Kiyomi y Yuzuki también estaban bajo presión. Desde la dirección indicada por Naruto, una kunoichi de Kusagakure había emergido, manipulando plantas como látigos que se retorcían en el aire y trataban de atraparlas. Kiyomi giró su kusarigama con precisión, cortando los látigos antes de que la alcanzaran, mientras Yuzuki lanzaba una ráfaga de kunais imbuídos con chakra suiton, destruyendo varios de los proyectiles vegetales.
—¡No te confíes, Yuzuki! —advirtió Kiyomi, lanzando la cadena de su kusarigama hacia el enemigo para intentar inmovilizarlo, pero la kunoichi de Kusagakure esquivó con agilidad y lanzó un contraataque con un nuevo jutsu.
—Shokuyō Hana no Ha! —gritó, y varias hojas afiladas como cuchillas salieron disparadas hacia ambas.
Kiyomi reaccionó de inmediato, canalizando chakra raiton a través de la cadena de su kusarigama. Con un giro rápido, generó una ráfaga de electricidad que interceptó la mayoría de las hojas, mientras Yuzuki se movía con agilidad para esquivar las restantes.
—Estos tipos no son como los oponentes anteriores —murmuró Yuzuki, preparándose para un nuevo asalto.
En otra parte del bosque, Sasuke cargaba hacia el usuario de Kōton, un shinobi de unos catorce años con cabello corto y plateado, y ojos de un tono ámbar brillante que reflejaban su confianza. Blandía su espada luminosa, creada con el jutsu Kōton: Kōken no Jutsu, mientras atacaba a Sasuke con cortes rápidos y precisos. La energía de su arma destellaba con cada movimiento, liberando pequeños estallidos de luz que desorientaban momentáneamente al Uchiha.
Sasuke, sin embargo, no se dejaba intimidar. Canalizó chakra de rayo en su tanto, que chisporroteaba con electricidad azulada, y bloqueó el siguiente ataque, buscando una apertura en la guardia de su oponente. Sus ojos Sharingan analizaban cada movimiento, observando los patrones en el estilo de combate de su adversario.
—No eres tan rápido como crees, —murmuró Sasuke mientras desviaba otro golpe y respondía con un ataque lateral, forzando al usuario de Kōton a retroceder.
Al otro lado del campo de batalla, Naruto esquivaba los ataques de la tercera kunoichi, una joven con cabello verde oscuro y ojos afilados que blandía una guadaña curva impregnada de veneno. Cada golpe que lanzaba era rápido y letal, pero Naruto utilizaba su velocidad y precisión para evitar el filo mortal del arma.
En un momento, la kunoichi giró la guadaña en el aire y lanzó un corte descendente, pero Naruto bloqueó con su katana Kazetora, cuyas ondas de viento disiparon parte del impacto. La hoja de la katana brilló al canalizar chakra de viento, y con un movimiento fluido, Naruto cortó la guadaña de la kunoichi, pero esta saco otra rápidamente de un pergamino y lo ataco de nuevo.
Pero no importo, Naruto empezó a canalizar chakra en su mano libre. Formó rápidamente un Rasengan, cuya esfera de energía giraba con un intenso brillo azul. Aprovechando una apertura en la defensa de la kunoichi, Naruto se lanzó hacia adelante y golpeó el Rasengan directamente contra su abdomen.
El impacto fue devastador. La kunoichi salió disparada hacia atrás, chocando contra el usuario de Kōton justo cuando este intentaba atacar nuevamente a Sasuke. Ambos cayeron al suelo, desestabilizados por la fuerza del ataque.
Mientras tanto, Kiyomi y Yuzuki enfrentaban a la segunda kunoichi, que controlaba plantas con un jutsu de Kusagakure. Látigos de raíces y enredaderas se movían a su alrededor como serpientes, atacando desde múltiples direcciones.
—¡Mantén la presión, Yuzuki! —gritó Kiyomi, mientras giraba su kusarigama.
Yuzuki lanzó una serie de shurikens imbuidos con chakra de fuego. Las estrellas metálicas atravesaron los látigos de plantas, incendiándolos en el proceso y forzando a la kunoichi a retroceder. Aprovechando la distracción, Kiyomi movió su kusarigama con precisión, envolviendo las cadenas alrededor de la enemiga. Con un rápido impulso, canalizó chakra raiton a través de las cadenas, liberando una descarga eléctrica que paralizó a la kunoichi.
Kiyomi sonrió mientras lanzaba a la kunoichi contra los otros dos shinobis con un movimiento firme.
Con la mayoría de la niebla dispersada tras los intensos intercambios de chakra, Naruto analizó rápidamente la situación con su Uzugan. Los tres enemigos estaban juntos, intentando recuperarse. Sin perder tiempo, extendió su mano y canalizó chakra, invocando sus cadenas de sellado de diamantina rojas.
Las cadenas se materializaron en el aire, brillando con un resplandor rojizo, y se lanzaron hacia los shinobis de Kusagakure con velocidad implacable. Los tres intentaron esquivar, pero las cadenas se movían como serpientes vivas, atrapándolos uno por uno. En cuanto las cadenas los envolvieron, se activó un sello que anuló su flujo de chakra, dejándolos completamente inmovilizados.
—Bien, esto los mantendrá quietos por un tiempo —dijo Naruto, manteniendo las cadenas firmes alrededor de sus enemigos mientras observaba a su equipo.
Kiyomi se acercó a los shinobis atrapados, inspeccionándolos con cuidado. Con un gesto confiado, buscó entre sus pertenencias hasta encontrar un pergamino. Sus ojos se iluminaron al leer la palabra inscrita en él.
—¡Es el de Tierra! —anunció con una sonrisa triunfante, mostrando el pergamino al resto del equipo.
Sasuke se limpió el sudor de la frente y guardó su tanto mientras miraba a los enemigos derrotados. —Pensé que serían más difíciles, —dijo con una mezcla de satisfacción y desdén.
Naruto, aún sosteniendo las cadenas, sonrió con confianza. —Yo también, pero no podían hacer mucho frente a nosotros. —Con un movimiento brusco, las cadenas desaparecieron, dejando a los tres shinobis inconscientes en el suelo.
El equipo, atento a cualquier amenaza, avanzaba a gran velocidad por el bosque, siguiendo la sugerencia de Kiyomi, quien había notado algo extraño en el ambiente. La tensión era palpable, y cada paso resonaba entre el susurro de las hojas. Fue entonces cuando una corriente de aire repentina irrumpió entre los árboles, intensificándose rápidamente, como un presagio de peligro inminente. Kiyomi, con su experiencia y perspicacia, identificó el jutsu antes de que los demás pudieran reaccionar.
—Katon: Enjin Kōha —gritó, mientras concentraba chakra en su pecho.
Con un poderoso exhalar, liberó una explosión de fuego que se expandió como una onda abrasadora, enfrentando directamente al ataque de viento que se aproximaba. El calor y la presión generados por su jutsu no solo contrarrestaron el flujo del aire, sino que lo transformaron en combustible, intensificando las llamas y devolviendo el ataque con mayor potencia.
Cuando las llamas se disiparon, tres figuras emergieron entre el humo. Delante de ellas se encontraba el mismo chico de aspecto extraño y perturbador. Su piel pálida contrastaba con su cabello largo y oscuro, que caía en mechones desordenados, ocultando parcialmente unos ojos vacíos y fríos. Su sonrisa torcida tenía algo profundamente inquietante. Llevaba la banda ninja de Kusagakure en la frente, y su atuendo amarillento con cuello negro elevado solo acentuaba su aura perturbadora.
Naruto, Kiyomi, Yuzuki y Sasuke, todos con sus dōjutsu activados, lo observaron con creciente desconfianza.
—No esperaba menos de un Uchiha —dijo el extraño con un tono burlón y desafiante. Su voz era tan gélida como desconcertante. Luego giró ligeramente la cabeza hacia sus compañeros—. Dispérsense. No interfieran.
Los dos ninjas de Kusa que lo acompañaban se dispersaron en un abrir y cerrar de ojos, desapareciendo en las sombras.
Naruto frunció el ceño. Una sensación abrumadora lo invadía, como si estuviera frente a algo mucho más grande de lo que podían manejar. Con el Uzugan activado su mirada brilló con una luz púrpura intensa, rodeada de destellos rojos.
—Oye… ya lo vieron, este tipo tiene un chakra… enorme. Creo que solo yo tengo algo similar a eso —dijo Naruto, con voz tensa.
El extraño mostró una sonrisa aún más amplia y sacó un pergamino del rollo que portaba.
—¿Esto es lo que buscan? —dijo, agitándolo frente a ellos—. No lo necesito.
Yuzuki dio un paso adelante, su voz era firme pero con un toque de preocupación.
—N-no-no queremos pelear. Ya tenemos el rollo que necesitamos.
El hombre soltó una carcajada macabra.
—Entonces esto ya no me sirve. —Arrojó el pergamino al suelo con desdén—. Pero matarlos por diversión… eso sí me interesa.
De pronto, el aire a su alrededor se tornó más pesado. Una opresión abrumadora emanaba de él, como si una bestia monstruosa hubiera despertado. Su instinto asesino era tan intenso que los cuatro ninjas de Konoha se paralizaron. Era una presión tan abrumadora que sentían como si el tiempo se hubiera detenido, como si estuvieran atrapados en una pesadilla interminable.
Naruto sentía un nudo en el estómago, como si algo lo estuviera oprimiendo desde dentro. El aire a su alrededor parecía denso, pesado, casi irrespirable. Su cuerpo estaba rígido, inmóvil, mientras aquella presencia sofocante lo envolvía por completo. El desconocido frente a ellos emanaba una energía que parecía destilar pura maldad, una intención asesina tan abrumadora que, por un instante, el tiempo pareció detenerse.
Miró de reojo a sus compañeros. Sasuke tenía los labios tensos y la mandíbula apretada, con sus ojos carmesí llenos de desesperación. Kiyomi y Yuzuki no estaban mejor; ambas tenían las pupilas dilatadas, sus cuerpos temblaban visiblemente, y un sudor frío recorría sus frentes. Era como si todos estuvieran atrapados en una pesadilla que no podían escapar.
—¿Qué... qué demonios es esto...? —logró murmurar Sasuke, su voz entrecortada y temblorosa, como si hablar le costara un esfuerzo sobrehumano.
Naruto sintió el mismo terror que sus compañeros. Su cuerpo no le respondía, y en su mente se repetía una única y abrumadora imagen: su propia muerte. Cada detalle era vívido, cruel y desgarrador. Esto no puede ser real… no puedo dejar que termine aquí. Cerró los ojos con fuerza, intentando ahogar el miedo que lo consumía, mientras las lágrimas comenzaban a acumularse en sus mejillas.
Pero entonces, algo dentro de él explotó. Era como si una chispa, enterrada bajo el peso de su desesperación, hubiera encendido un fuego imparable. Abrió los ojos de golpe; su Uzugan brillaba con un resplandor púrpura intenso, sus aspas giraban frenéticamente, irradiando un aura de poder que cortaba la opresión en el aire. Con un gruñido gutural, Naruto reunió todo el chakra que podía manejar, forzando su cuerpo a moverse.
—¡Hijo de puta...! —rugió, su voz llena de rabia y miedo disimulado—. ¡Lárgate si no quieres morir!
El brillo rojizo de su chakra creció en intensidad, y con un destello, las cadenas de sellado adamantinas surgieron de su cuerpo, serpenteando como serpientes vivas hacia el enemigo. Las cadenas se lanzaron a una velocidad vertiginosa, atravesando ramas y destrozando el suelo en su camino hacia el extraño.
Sin embargo, el hombre simplemente inclinó su cabeza, sus ojos vacíos y burlones clavados en Naruto. Con movimientos casi perezosos, esquivó las cadenas como si no fueran más que simples hojas llevadas por el viento. Era una evasión antinatural, casi inhumana. Sus manos comenzaron a moverse rápidamente, formando sellos que parecían un borrón para los ojos de los jóvenes ninjas.
—Kuchiyose no Jutsu, —pronunció con voz profunda, y el suelo bajo ellos tembló.
En un estallido de humo, una serpiente gigantesca apareció, sus escamas brillaban con un tono oscuro y aceitoso, y sus ojos amarillos irradiaban una malevolencia que rivalizaba con la de su invocador. Con un movimiento brutal, la serpiente se lanzó hacia Naruto, abriendo sus fauces descomunales. Él apenas tuvo tiempo de reaccionar, utilizando sus cadenas para atacar a la criatura, envolviéndola en un intento desesperado por detenerla.
El monstruo siseó y giró sobre sí mismo con una fuerza descomunal, arrancando árboles de raíz mientras intentaba liberarse de las cadenas que lo inmovilizaban. Naruto, jadeando y sudoroso, mantenía sus manos firmes, tratando de concentrar todo su chakra para reforzar la prisión de chakra rojo que había creado, pero la resistencia de la criatura parecía ilimitada.
De repente, una segunda explosión de humo llenó el lugar. El sonido de un siseo gutural rompió la tensión del aire, y una segunda serpiente apareció entre las sombras, aún más gigantesca que la primera. Su piel estaba cubierta de cicatrices y escamas negras que parecían hierro. El destello de sus ojos amarillos llenó de un miedo primario a todos los presentes. Con un rugido ensordecedor, ambas bestias se lanzaron al unísono contra Naruto.
La primera serpiente aprovechó el momento de distracción para romper las cadenas que la contenían. Con un movimiento rápido y brutal, ambas criaturas se abalanzaron sobre Naruto. Sus fauces colosales se cerraron alrededor de él, y, en un instante, su cuerpo desapareció dentro de sus bocas. El impacto del ataque levantó una nube de polvo que oscureció todo a su alrededor.
—¡Na... Naruto! —gritó Kiyomi, pero su voz se quebró en un hilo de desesperación.
El aire se volvió aún más pesado, más oscuro. Las palabras de Kiyomi quedaron atrapadas en su garganta mientras sentía que sus piernas fallaban. Su Sharingan, brillaba con intensidad, pero era un brillo teñido de miedo. Su cuerpo temblaba, y su mente solo podía repetir una idea: ¿Naruto… muerto?
Yuzuki, por su parte, cayó de rodillas. Sus manos se aferraron al suelo mientras sus uñas arañaban la tierra con fuerza, incapaz de procesar lo que acababa de suceder. Esto no puede estar pasando... pensó, pero no había forma de negar lo que había visto. Sasuke, apenas capaz de mantenerse de pie, apretó los dientes con tal fuerza que un hilo de sangre brotó de sus labios. Su cuerpo entero estaba paralizado, sus músculos rígidos como si estuvieran encadenados por un miedo invisible.
Desde las sombras, la voz del hombre resonó, lenta y cortante, como una cuchilla desgarrando carne.
—Qué patéticos... ¿Estos son los últimos Uchiha? —la burla estaba impregnada de veneno—. Al menos ese Jinchūriki ofreció algo de resistencia. ¿Y ustedes? Solo saben temblar como niños. Patético.
El corazón de Kiyomi se aceleró. Su mente se inundó con una mezcla de furia, desesperación y una voz interna que no podía ignorar. Muévete... ¡muévete! Ese maldito hijo de puta acaba de matar al hombre que amas. ¡Haz algo! ¡Protégelos! Al menos… al menos protege a tus hermanos.
Kiyomi apretó los dientes, luchando contra el peso paralizante del terror que la invadía. Su mano temblorosa se deslizó hacia su bolsa de herramientas, sacando un kunai con un filo tan afilado que brilló bajo la tenue luz. Sin dudarlo, se lo clavó en el muslo, desgarrando la tela de su pantalón permitiendo llegar a su piel. Un dolor agudo recorrió su cuerpo, pero esa punzada la devolvió al presente. Sus tres tomoe en el Sharingan comenzaron a girar lentamente, absorbiendo cada movimiento, cada detalle del enemigo frente a ella.
—Sasuke… Yuzuki… —murmuró, con la voz temblorosa, pero llena de una resolución feroz—. Traten de moverse… y lárguense. Esta cosa no es algo que podamos manejar. Yo… lo distraeré.
Las palabras apenas lograron salir de sus labios. Su mano se tensó alrededor de la empuñadura de su kusarigama, sus dedos temblaban, no de duda, sino de la adrenalina que recorría su cuerpo. Sabía que era una locura, pero no podía quedarse quieta. Si iba a morir, al menos lo haría luchando.
—¡Kiyomi, no puedes! —gritó Yuzuki, su voz quebrada por el miedo.
—¡Haz lo que digo! —respondió Kiyomi con un grito desesperado, su tono cargado de furia y desesperación. Sus ojos rojos fulguraron mientras daba un paso adelante, sus piernas todavía temblando.
El hombre frente a ellos no mostró reacción alguna, pero algo en su postura sugería que disfrutaba de su sufrimiento. Incluso las nuevas serpientes que invoco parecían sonreír, si es que algo tan monstruoso podía hacerlo. Kiyomi se lanzó al frente, moviendo su kusarigama en un arco amplio. El arma cortó el aire con un silbido, dirigida a una de las serpientes, que respondió abriendo sus fauces. Con un giro rápido, Kiyomi cambió la dirección del ataque, envolviendo la cadena alrededor de la mandíbula de la criatura, intentando cerrarla con toda su fuerza.
—¡Sasuke, muévete! —rugió de nuevo, girando sobre sus talones para esquivar el golpe de la cola de la otra serpiente.
Sasuke apretó los puños, su cuerpo todavía paralizado por el miedo, pero las palabras de su hermana lo golpearon como un martillo. Naruto… muerto… Kiyomi sacrificándose… ¿Voy a quedarme aquí, temblando como un cobarde? Cerró los ojos un instante, tomando una respiración profunda. Cuando los abrió, el Sharingan en su mirada estaba más nítido que nunca.
—Katon: Ryūka no Jutsu, —gritó Sasuke, liberando un torrente de fuego que recorrió la cadena de Kiyomi hacia la serpiente. El impacto fue lo suficientemente fuerte como para que la criatura retrocediera, aunque apenas herida.
—¡Yuzuki, cúbreme! —ordenó Sasuke con firmeza, sosteniendo su tanto con ambas manos mientras cargaba hacia la serpiente, que Kiyomi mantenía a raya con esfuerzo evidente. Su respiración era irregular, y las marcas de cansancio en su rostro reflejaban la tensión del combate.
Yuzuki, aún tambaleándose por el miedo, se obligó a reaccionar. Cerró los ojos un instante, controlando su respiración, y luego comenzó a realizar sellos con una velocidad determinada, su chakra fluyendo como un torrente controlado.
—Suiton: Suijinheki —exclamó con voz tensa. Una muralla de agua se levantó con fuerza entre ellos y la segunda serpiente, formando una barrera líquida que ondulaba, reflejando las luces parpadeantes del combate.
La primera serpiente siseó, enfurecida por el ataque combinado. Sus movimientos eran violentos e impredecibles, lanzando su cuerpo con una fuerza devastadora hacia Kiyomi. Esta, temblando ligeramente pero manteniéndose firme, canalizó su chakra raiton hacia la cadena de su kusarigama. Un brillo azul chispeante recorrió el arma mientras giraba con precisión, cortando el aire y hiriendo la piel escamosa del monstruo.
—¡No cedas, Kiyomi! —gritó Sasuke, saltando ágilmente hacia la criatura. Con un movimiento rápido, lanzó un puñado de kunais con sellos explosivos adheridos. Cada explosión resonó como un trueno, lanzando trozos de tierra y humo al aire. La serpiente rugió de dolor, retorciéndose mientras su cola barrió con brutalidad a Kiyomi. Ella logró esquivarlo por poco, aunque perdió el equilibrio y cayó rodando al suelo.
Kiyomi se levantó rápidamente, girando su kusarigama en un círculo perfecto. El arma, ahora rodeada de relámpagos, trazó un arco en el aire antes de impactar contra la serpiente, dividiéndola en dos con un destello brillante. La bestia soltó un último siseo agónico antes de desaparecer en una nube de humo.
La segunda serpiente, más grande y furiosa, cargó directamente contra Yuzuki, atravesando la barrera de agua como si fuera papel. El impacto sacudió el terreno, y Yuzuki retrocedió varios pasos, sintiendo la presión abrumadora de la criatura. Sin perder tiempo, sus manos formaron sellos con movimientos precisos.
—Suiton: Suiryūshibari! —gritó con una determinación renovada. Un dragón de agua emergió de su chakra, envolviendo a la serpiente con fuerza. Sus movimientos eran rápidos y fluidos, pero la resistencia de la bestia era feroz, luchando contra las garras líquidas que intentaban inmovilizarla.
—¡No te resistas! —murmuró Yuzuki, intensificando el control de su técnica. Sin dar tiempo a que la serpiente se liberara, formó nuevos sellos, el sudor empapando su frente.
—Suiton: Suiatsu Yari! —exclamó con una voz cargada de determinación. El agua se condensó rápidamente, tomando la forma de una lanza de alta presión que disparó hacia el monstruo. La técnica impactó con fuerza en el hocico de la criatura, atravesándola como una aguja. La serpiente soltó un rugido ensordecedor antes de desaparecer en una explosión de humo.
El aire se llenó de un silencio momentáneo, interrumpido solo por las respiraciones jadeantes de los tres hermanos Uchiha. Pero ese momento de calma se desmoronó de inmediato cuando una risa fría y aterradora resonó por el claro.
Un hombre emergió lentamente de entre las sombras, aplaudiendo con un gesto deliberado y burlón. Su sonrisa era una mezcla de satisfacción y amenaza, y sus ojos reflejaban una intención oscura que les heló la sangre.
—Qué entretenido —dijo, con un tono sarcástico y pausado. —Pero aún no he empezado a divertirme. Ahora veremos cómo les va contra mí.
Su mera presencia parecía deformar el ambiente. La presión que emanaba de él era aplastante, una sensación de muerte inminente que paralizaba. Kiyomi, aún temblando por el esfuerzo, apretó los dientes, sosteniendo su kusarigama con ambas manos mientras trataba de reunir el chakra que podía controlar.
—No... no podemos enfrentarlo —susurró Sasuke, dando un paso atrás involuntariamente. Su instinto le gritaba que huyera, pero sus piernas apenas respondían.
Yuzuki apretó los dientes, sintiendo cómo el frío del miedo se mezclaba con el calor abrasador de la determinación. Miró a Sasuke y Kiyomi de reojo; ambos estaban tensos, con las manos cerca de sus armas. Sabía que ninguno estaba en su mejor momento, pero retroceder ya no era una opción.
El hombre, una figura imponente cuya sola presencia parecía distorsionar el aire a su alrededor, movía las manos con una velocidad escalofriante. Sus ojos, oscuros y penetrantes, transmitían una mezcla de burla y desprecio.
—Prepárense... porque esto recién comienza —murmuró con voz suave, casi susurrante, pero cargada de una amenaza palpable.
De repente, el aire se volvió opresivo. Con un gesto fluido, el hombre lanzó su técnica.
—Katon: Bakuhatsu Hiryū.
Un rugido infernal emergió de sus labios, y un dragón de fuego comprimido surgió de sus manos. La criatura de llamas avanzó con una velocidad aterradora, iluminando el claro del bosque con un resplandor rojizo que quemaba incluso antes de tocarlo. La intensidad del calor hizo que las hojas de los árboles cercanos comenzaran a carbonizarse al instante.
—¡Cuidado! —gritó Sasuke, retrocediendo instintivamente, sus ojos observando cada movimiento del dragón.
Pero Yuzuki ya estaba reaccionando. Su mente trabajaba a toda velocidad, buscando la única manera de contrarrestar el ataque. Las palabras de su padre resonaron en su mente: "No te permitas dudar, incluso un instante puede costarte la vida."
—Suiton: Daibakufu no Jutsu! —vociferó, su chakra acumulándose con rapidez mientras formaba los sellos necesarios.
Con un movimiento final, liberó una monumental cantidad de agua que surgió como una cascada torrencial, barriendo todo a su paso. La fuerza del agua era devastadora, arrancando árboles de raíz y apagando cualquier chispa de fuego que tocara. El rugido del agua y el fuego llenaron el lugar cuando ambas técnicas colisionaron.
El impacto fue abrumador. El dragón de fuego se estrelló contra la corriente, generando una explosión masiva de vapor y una onda expansiva que lanzó a los hermanos Uchiha varios metros hacia atrás. El calor y el frío se mezclaron en un caos de energía pura, creando una densa neblina que envolvió todo el campo de batalla.
Kiyomi tosió, tratando de recuperar el aliento mientras buscaba a sus hermanos entre la niebla.
—¿Sasuke? ¿Yuzuki? —preguntó con un tono desesperado, sosteniendo su kusarigama con ambas manos.
—Estoy... estoy bien —respondió Sasuke desde unos metros más allá, su voz tensa pero firme. Estaba de pie, con el tanto en una mano y su Sharingan brillando tenuemente. Yuzuki se levantó con dificultad, jadeando mientras limpiaba el sudor de su frente.
—Ese hombre... no es normal —murmuró, su voz quebrándose por el esfuerzo. A pesar del éxito de su técnica, sabía que estaba al límite. Su chakra se agotaba rápidamente, y el enemigo ni siquiera parecía cansado.
Un aplauso lento y deliberado cortó el silencio.
—Impresionante, pequeña Uchiha. —La voz del hombre era gélida, burlona, pero con un tono de genuina diversión. Su figura comenzó a emerger de la neblina, primero como una sombra borrosa, luego con nitidez. No mostraba signos de daño, ni siquiera un rasguño. Sus movimientos eran relajados, casi perezosos, como si todo el combate fuera un juego para él.
—Pero... —continuó, su sonrisa ampliándose— ¿cuánto más podrán resistir?
Antes de que pudieran reaccionar, el hombre levantó una mano y golpeó el suelo con fuerza. Un impulso de chakra oscuro recorrió el área, y el suelo comenzó a temblar. Kiyomi lo sintió primero; la tierra bajo sus pies se ablandaba, como si algo estuviera emergiendo desde abajo.
—¡Muévanse! —gritó, lanzándose hacia un lado justo a tiempo para evitar una explosión de tierra. Una serpiente gigantesca, aún más grande que las anteriores, surgió del suelo con un rugido aterrador. Su cuerpo era negro como la noche, con ojos rojos brillantes que parecían perforar el alma de quien los mirara.
La bestia se abalanzó hacia Yuzuki, que apenas logró esquivar el ataque, rodando por el suelo. Sasuke aprovechó el momento para lanzar un Katon: Gōkakyū no Jutsu, pero las llamas rebotaron contra la gruesa piel de la criatura, como si no fueran más que una brisa.
—No sirve de nada —dijo el hombre, observándolos con interés. —Sus intentos son... ¿cómo decirlo? Adorables. Pero no tienen esperanza contra mí.
Kiyomi, furiosa, canalizó el resto de su chakra raiton en su kusarigama y lanzó el arma con precisión. La cadena chisporroteó, envolviendo una de las colas de la serpiente y logrando detener su movimiento por un breve instante.
—¡Sasuke, ahora! —gritó con todas sus fuerzas.
Sasuke no perdió tiempo. Saltó hacia la cabeza de la serpiente, su tanto envuelto en chakra. Pero justo antes de que pudiera alcanzar su objetivo, la serpiente movió su cuerpo con una velocidad inaudita, lanzándolo contra un árbol cercano. Sasuke cayó al suelo, tosiendo sangre.
—Demasiado lentos —dijo el hombre con desprecio. Extendió la mano, y la serpiente volvió a atacar, esta vez dirigiéndose hacia Kiyomi. Yuzuki, desesperada, formó sellos apresurados.
—Suiton: Mizu no Muchi!
Un látigo de agua surgió de sus manos, enroscándose alrededor de la mandíbula de la serpiente y desviando su ataque en el último segundo. Sin embargo, la presión del monstruo era insoportable, y el látigo comenzó a desmoronarse.
—No... puedo... aguantar mucho más... —jadeó Yuzuki, su chakra agotándose rápidamente.
El hombre mantenía esa sonrisa helada, observando con una calma burlona cómo los hermanos Uchiha se esforzaban por mantenerse de pie. Era como un depredador disfrutando de su presa, prolongando el sufrimiento para maximizar su diversión. Cada movimiento suyo irradiaba confianza, como si el desenlace ya estuviera escrito.
La desesperación en el rostro de Kiyomi se transformó rápidamente en furia. Sentía sus ojos ardiendo, su chakra fluyendo de manera errática. Naruto estaba muerto… o eso creía. Sus hermanos estaban heridos, y la impotencia la asfixiaba. Pero la rabia y el dolor la impulsaron a actuar. Con un grito ahogado, canalizó chakra hacia su mano derecha, la energía chisporroteando con una intensidad mortal.
—Chidori… —susurró con voz ronca, la técnica cobrando vida en un instante. El sonido agudo del rayo resonó en el bosque, como un canto mortal que advertía del peligro inminente.
Sin esperar, Kiyomi se lanzó hacia la serpiente que Yuzuki aún intentaba contener. Su velocidad era abrumadora, una mezcla de habilidad, desesperación y pura determinación. El Chidori perforó el cuerpo de la criatura con un estruendo ensordecedor, y la serpiente se disolvió en humo, un mero clon invocado por su enemigo.
—¡Ahora voy por ti! —rugió, girándose hacia el hombre con una velocidad que casi lo tomó por sorpresa.
Kiyomi cargó contra él, el Chidori aún brillando en su mano. Sus ojos escarlata, brillando con la intensidad del Sharingan, giraban más rápido que nunca, analizando cada movimiento del enemigo, cada respiración, cada desplazamiento de su peso. Pero el hombre no parecía preocupado. Su sonrisa se ensanchó al verla acercarse, como si la escena lo divirtiera.
Cuando Kiyomi intentó apuñalarlo, su enemigo se movió con la fluidez de una serpiente. Esquivó el ataque por un margen ínfimo, casi burlándose de ella, y el Chidori impactó contra un árbol cercano, haciéndolo estallar en astillas y fragmentos que volaron en todas direcciones.
—Demasiado lenta —comentó con desdén, observándola mientras ella retiraba rápidamente su brazo del tronco destrozado.
Pero Kiyomi no se detuvo. Liberó el Chidori y cambió de estrategia. Su respiración era pesada, pero su voluntad era inquebrantable. Se lanzó nuevamente hacia el hombre, esta vez utilizando puro taijutsu. Su cuerpo se movía con precisión letal, cada golpe canalizando su chakra para aumentar la fuerza y velocidad.
—Raiken! —exclamó mientras dirigía un golpe directo al torso del hombre, su puño envuelto en electricidad.
El hombre apenas retrocedió, bloqueando el golpe con el antebrazo, aunque una pequeña chispa recorrió su piel, haciéndolo fruncir ligeramente el ceño. Kiyomi aprovechó su breve vacilación, girando rápidamente y lanzando una patada baja que buscaba desestabilizarlo. Sin embargo, el hombre saltó con agilidad, girando en el aire y aterrizando detrás de ella.
—Interesante… pero aún falta mucho para que me preocupes.
El comentario encendió aún más la furia de Kiyomi. Sin darse tiempo para pensar, giró y lanzó una combinación frenética de golpes y patadas, su Sharingan prediciendo cada pequeño movimiento del enemigo. Sin embargo, el hombre seguía esquivándola con una gracia casi inhumana, como si fuera incapaz de cometer un error. Cada esquive suyo parecía diseñado para frustrarla, para desgastarla, hasta que la desesperación volviera a dominarla.
De repente, el hombre contraatacó. Su mano se volvio una serpiente y se movió como un látigo, atrapando la muñeca de Kiyomi en pleno ataque. Antes de que ella pudiera liberarse, su otro brazo se alzó y lanzó un golpe directo a su abdomen, enviándola hacia atrás con una fuerza brutal. Kiyomi impactó contra el suelo, tosiendo y jadeando mientras trataba de recuperar el aliento.
—Tu velocidad es impresionante, pero no tienes control —murmuró el hombre mientras comenzaba a caminar hacia ella con pasos lentos y deliberados. —El odio y la desesperación nublan tu juicio… ¿acaso esto es todo lo que los Uchiha pueden ofrecer?
Kiyomi apretó los dientes, luchando por ponerse de pie. Su chakra aún chisporroteaba a su alrededor, y aunque el dolor en su abdomen era intenso, no estaba dispuesta a rendirse. Miró de reojo a Sasuke y Yuzuki, quienes aún intentaban levantarse, debilitados pero conscientes. La responsabilidad de protegerlos recaía sobre ella, y no iba a permitir que este hombre los destruyera.
—No hemos terminado… —murmuró Kiyomi con voz áspera, sus ojos escarlata brillando con una intensidad renovada. Sentía un dolor abrasador recorriendo su cabeza, como si su Sharingan estuviera ardiendo desde dentro. Un hilo de sangre resbaló por su mejilla, el sabor metálico invadiendo su boca, mientras la ira y el odio se apoderaban de ella. Fue entonces cuando lo sintió: un estallido de poder recorriendo su cuerpo, avivando cada fibra de su ser. Los tres tomoe en sus ojos comenzaron a girar frenéticamente, deformándose en un diseño nuevo y ominoso.
Sus ojos se transformaron en un Mangekyō Sharingan, adoptando un diseño floral complejo, con pétalos negros semejantes a llamas entrelazadas alrededor de un núcleo rojo vibrante. Era hermoso y aterrador a partes iguales, y Kiyomi supo de inmediato que este poder venía con un costo. Pero no le importaba. No cuando ese hombre estaba frente a ella, desafiando todo lo que ella era.
—Amaterasu: Hanabi… —susurró.
De inmediato, llamas negras comenzaron a surgir en el aire, tomando la forma de flores oscuras que estallaban en explosiones de chakra comprimido al contacto con el suelo. Las llamas rodearon al hombre, cerrándose sobre él como una trampa mortal. Cada flor explotaba al menor roce, generando ondas de choque y un calor abrumador que consumía todo a su paso.
El hombre intentó moverse, su rostro aún marcado por esa calma burlona. Pero a medida que las llamas lo rodeaban, su sonrisa se desvaneció. Una explosión resonó, seguida de otra y otra, mientras las llamas negras continuaban extendiéndose sin misericordia. Gritos de dolor escaparon de su garganta mientras su cuerpo parecía sucumbir al fuego inextinguible del Amaterasu. Kiyomi, jadeando, dejó escapar una sonrisa sádica. Finalmente, había logrado algo que parecía irreversible.
Pero entonces, algo grotesco sucedió. El cuerpo en llamas dejó de moverse, desplomándose al suelo. Por un momento, pareció que todo había terminado. Sin embargo, un sonido extraño rompió el silencio: un crujido húmedo, como si algo estuviera desgarrándose desde dentro. Los ojos de Kiyomi se abrieron con horror al ver cómo el cadáver abría la boca de manera antinatural, dejando salir una figura delgada y alargada, cubierta de una sustancia viscosa.
La figura emergió por completo, revelando a un hombre de piel pálida y cabello negro que le caía hasta la cintura. Sus ojos, de un ámbar penetrante, estaban cortados por pupilas reptilianas, mientras marcas púrpuras acentuaban su rostro alargado. Su presencia era opresiva, casi irreal. Kiyomi sintió cómo un escalofrío recorría su cuerpo.
—No… no puede ser… —balbuceó, retrocediendo un paso mientras su voz temblaba—. Tú… tú eres… Orochimaru.
El hombre sonrió, una sonrisa fría y venenosa que parecía perforar directamente su alma.
—Así es, pequeña Kiyomi. Me alegra ver que mi reputación me precede. —Su voz era melosa, cargada de burla y veneno. Entonces, inclinó ligeramente la cabeza, observándola como si fuera un objeto de interés. —Debo admitir que los rumores eran ciertos… tienes el talento de Itachi. Serás un cuerpo excelente.
Antes de que Kiyomi pudiera reaccionar, Orochimaru desapareció en un destello, reapareciendo frente a ella en un instante. Su velocidad era inhumana, un borrón que no pudo prever incluso con su Mangekyō Sharingan. Sintió el impacto de un golpe directo en su abdomen, tan fuerte que la mandó volando varios metros hasta estrellarse contra un árbol. Un grito ahogado escapó de sus labios mientras caía al suelo, el aire escapando de sus pulmones.
—¡Kiyomi! —gritó Yuzuki, su voz quebrada por la preocupación. La joven Uchiha había logrado levantarse, tambaleándose mientras intentaba reunir el chakra que le quedaba. Pero aún no estaba en condiciones de luchar.
Sasuke, que hasta ese momento había permanecido inmóvil en las ramas de un árbol cercano, observando y recuperándose, finalmente tomó acción. El sonido agudo y penetrante del Chidori resonó en el aire mientras él descendía como un rayo, su ataque dirigido al corazón de Orochimaru.
—¡Maldito! —gritó Sasuke, su rostro torcido por la furia y la determinación. Su Sharingan brillaba, los dos tomoe girando mientras analizaba cada movimiento del enemigo.
Orochimaru alzó la vista, su expresión cambiando de ligera sorpresa a una diversión casi cruel. El Chidori de Sasuke descendió como un relámpago, iluminando el entorno con su chisporroteo eléctrico. Sin embargo, el sannin, con una gracia antinatural, se deslizó fuera del camino, su cuerpo ondulando como el de una serpiente. El ataque pasó peligrosamente cerca, el aire vibrando con la fuerza liberada, pero el impacto finalizó en el vacío.
Sasuke apenas tuvo tiempo de girar y ajustar su postura antes de que Orochimaru reaccionara. Con una velocidad aterradora, el sannin lo golpeó en el pecho con un puño recubierto de chakra, enviándolo al suelo como un meteoro. El impacto sacudió la tierra, levantando una nube de polvo mientras Sasuke se desplomaba, jadeando por aire y luchando por levantarse.
Antes de que Orochimaru pudiera hacer su siguiente movimiento, Yuzuki emergió de entre los árboles, sus manos formando sellos con precisión calculada. Dos hojas de agua afiladas, Suiton: Mizukiri Yaiba, se materializaron en sus manos, y cargó contra el sannin con una serie de ataques rápidos. Su velocidad y técnica eran impresionantes, pero Orochimaru, con movimientos casi perezosos, desvió cada golpe.
Con un giro rápido, el sannin atrapó el brazo de Yuzuki, retorciéndolo con una fuerza que la obligó a soltar una de las hojas, y antes de que pudiera reaccionar, la tomó del cabello y la lanzó con brutalidad hacia Sasuke. Ambos chocaron contra un árbol cercano, el tronco rompiéndose bajo la fuerza del impacto.
Kiyomi, viendo la escena, se levantó tambaleándose. La furia ardía en sus ojos, y su Mangekyō Sharingan resplandecía con un diseño floral que parecía intensificar su mirada. Con un último esfuerzo, canalizó el chakra restante en su brazo. Una hoja de rayo comenzó a formarse, inestable pero peligrosa.
Chidori Eisō, murmuró, extendiendo la lanza eléctrica en un amplio arco. El ataque cortó varios árboles en su trayectoria, obligando a Orochimaru a retroceder por primera vez. Su expresión mostró una breve sombra de sorpresa, pero pronto fue reemplazada por su típica sonrisa socarrona.
Kiyomi llegó junto al árbol donde estaban sus hermanos, tambaleándose pero decidida. Con su kusarigama en mano, comenzó a girarla en círculos defensivos, sus ojos Mangekyō brillando intensamente a pesar del agotamiento. Sabía que su chakra estaba casi agotado, pero no pensaba retroceder.
El sannin chasqueó los dedos, y de la tierra surgió una serpiente masiva con colmillos relucientes. La criatura se lanzó hacia Kiyomi, pero antes de que pudiera alcanzarla, un destello púrpura iluminó el aire. Un conjunto de complejos sellos de fūinjutsu apareció alrededor de la serpiente, y en un instante, fue desintegrada en una ráfaga de luz purpura.
Orochimaru se detuvo, su sonrisa titubeando por primera vez. De entre la penumbra surgió una figura envuelta en sangre y babas, empuñando una katana brillante con un débil resplandor verdoso. Era Naruto, su katana Kazetora zumbando con energía mientras avanzaba sin titubear.
—Así que finalmente te unes al espectáculo —murmuró Orochimaru con un tono burlón, aunque en su mirada había un destello de interés.
Naruto no respondió. En un movimiento rápido, cerró la distancia y lanzó un corte directo a la cabeza del sannin. Orochimaru esquivó el ataque por un margen estrecho, su cuerpo inclinándose en un ángulo imposible. Una serpiente emergió de su manga, llevando en su boca la espada Kusanagi, que el sannin tomó con gracia.
El choque entre las espadas resonó en el bosque, las chispas iluminando el área mientras ambos combatientes se enfrentaban en un duelo de kenjutsu. Naruto, con movimientos fluidos y precisos potenciados por su control del chakra, mantenía a Orochimaru a raya. Su Kazetora zumbaba con cortes de viento que obligaban al sannin a mantenerse en constante movimiento.
—Impresionante... Pero todavía te falta mucho —dijo Orochimaru mientras lanzaba un corte en arco con la Kusanagi, desatando una ráfaga de chakra que Naruto apenas logró desviar.
Ambos intercambiaron golpes con una velocidad y precisión sobrehumanas. Naruto combinaba su kenjutsu con ráfagas de chakra de viento, lanzando cortes a distancia para mantener la presión. Orochimaru, por su parte, utilizaba movimientos serpenteantes y ataques imprevistos, como si su cuerpo no tuviera limitaciones humanas.
En un momento crítico, una serpiente emergió del suelo, atacando a Naruto por la espalda. Este, con una rápida rotación, liberó un Kaze Tsubame, una ráfaga cortante en forma de golondrina, que decapitó a la criatura antes de que pudiera alcanzarlo.
La tensión en el aire se podía cortar con un cuchillo. Orochimaru mantenía su sonrisa serpentina, pero sus movimientos ahora eran más calculados, su postura más defensiva. Naruto, aunque cubierto de heridas y claramente exhausto, no mostraba señales de rendirse. La furia ardía en sus ojos como un fuego inextinguible.
El combate de kenjutsu entre ambos se intensificó. La Kusanagi de Orochimaru trazaba cortes rápidos y precisos, cada uno buscando vulnerabilidades en la defensa de Naruto. La espada parecía tener vida propia, sus movimientos serpenteantes y engañosos obligaban a Naruto a reaccionar con máxima concentración. Por su parte, Kazetora, la katana de Naruto, vibraba con chakra de viento, sus golpes generando ráfagas cortantes que silbaban en el aire.
Naruto adoptó un estilo fluido, aprovechando su control del viento para desviar y contrarrestar los ataques. Cada choque de espadas resonaba como truenos en el bosque devastado. En un momento crítico, Orochimaru lanzó una estocada directa al pecho de Naruto, pero este giró sobre su eje, desviando el ataque con un golpe lateral que desvió la hoja mientras liberaba una ráfaga de viento con su katana.
Orochimaru retrocedió un paso, su sonrisa apenas titubeando, y rápidamente liberó una serpiente blanca de su manga. La criatura se lanzó hacia Naruto con colmillos venenosos, pero él reaccionó al instante, cortándola en dos con un movimiento limpio que dejó un rastro de aire cortante.
—Impresionante... —musitó Orochimaru, su tono cargado de diversión, aunque en sus ojos había una chispa de irritación.
Sin embargo, el sannin no perdió tiempo. Con un movimiento casi imperceptible, lanzó su Kusanagi hacia Naruto, la espada extendiéndose como una flecha letal. Naruto logró esquivarla por centímetros, pero antes de que pudiera contraatacar, Orochimaru apareció detrás de él, su cuerpo deslizándose como un espectro.
Naruto reaccionó instintivamente, liberando una onda de chakra de viento que lo rodeó como un ciclón, obligando a Orochimaru a retroceder una vez más. Pero antes de que el sannin pudiera recomponerse, algo inesperado ocurrió.
Del suelo, alrededor de Naruto, emergieron cadenas rojas, brillantes como brasas vivas. Se extendieron con una velocidad alarmante, rompiendo ramas y troncos mientras se dirigían hacia Orochimaru. Este, por primera vez, mostró verdadera sorpresa. Las cadenas lo alcanzaron antes de que pudiera esquivarlas, enrollándose alrededor de su torso y extremidades, inmovilizándolo por completo.
—¿Qué es esto? —exclamó, su tono mezclando asombro e irritación mientras intentaba liberarse. Sin embargo, las cadenas no solo restringían su movimiento, sino que también drenaban su chakra, debilitándolo visiblemente.
Naruto, con una sonrisa triunfante en el rostro, levantó su katana y gritó:
—¡Ahora!
De entre los árboles y los escombros, cientos de clones de sombra surgieron al unísono, rodeando a Orochimaru. Cada uno de ellos comenzó a realizar sellos de mano con sincronización perfecta.
—Fūton: Shinkūgyoku!
Los clones comenzaron a liberar esferas de aire comprimido, pequeñas pero increíblemente densas, que se dispararon hacia el cuerpo inmovilizado de Orochimaru. Las esferas impactaron con fuerza devastadora, explotando al contacto y destrozando la carne del sannin. Cada ataque perforaba como un proyectil, creando grietas y hundimientos en el suelo mientras el cuerpo de Orochimaru se estremecía por los impactos.
Orochimaru, atrapado por las cadenas de sellado, no parecía preocupado. Su cuerpo, perforado y desgarrado por las ofensivas de Naruto, se regeneraba lentamente gracias a su resistencia inhumana. Los destellos rojizos de las cadenas iluminaban su figura como si fueran una trampa infernal, pero su mirada astuta no dejaba de evaluar la situación.
—Esto se está poniendo interesante... —murmuró con su característico tono serpenteante, dejando escapar un siseo mientras su lengua se deslizaba por sus labios. Su mirada estaba fija en Naruto, observando cada movimiento como un depredador acechando a su presa. Había una mezcla de diversión y expectación en sus ojos amarillos, como si estuviera esperando algo.
Naruto, por otro lado, había llegado a su límite. El mismo tuvo que usar sus cadenas para mantenerlo en ese lugar, mientras las explosiones de aire comprimido que lanzaba con su Fūton: Shinkūgyoku apenas lograban arañar la resistencia de Orochimaru. La presión aumentaba, y aunque las cadenas continuaban drenando el chakra del sannin, este parecía resistir con una voluntad feroz. Naruto no podía permitirse que el combate se alargara mucho más.
Con una expresión decidida, Naruto cerró los ojos por un instante, sintiendo cómo el agotamiento comenzaba a invadir su cuerpo. Su chakra ya no fluía con la misma intensidad, pero aún había una última carta que podía jugar. Con el Uzugan activado, no apartó la vista del sannin. Sus ojos púrpura brillaban con un resplandor siniestro, las aspas girando lentamente mientras analizaba cada detalle del flujo de chakra de Orochimaru. El sudor corría por su frente, y su respiración era pesada, pero su determinación permanecía intacta. No podía permitirse fallar.
—Maldito... ¿por qué siempre sonríes? —gruñó Naruto con los dientes apretados, ignorando el dolor en su cuerpo. Sabía que tenía que terminar esto rápido. Orochimaru era demasiado peligroso, incluso atrapado.
Concentrándose profundamente, Naruto extendió una mano hacia el sannin, su chakra fluyendo con precisión quirúrgica. Las letras del fūinjutsu comenzaron a formarse en el aire alrededor de Orochimaru, trazando líneas complejas y símbolos que se entrelazaban como una red de energía pura. El proceso requería una concentración extrema; un error, incluso el más pequeño, podría ser fatal. Naruto respiró hondo, enfocándose mientras el Uzugan brillaba intensamente, canalizando su habilidad única para estabilizar la técnica.
Orochimaru observó con fascinación, inclinando ligeramente la cabeza.
—Oh, esto es verdaderamente fascinante... —comentó, su tono cargado de curiosidad y malicia. Su sonrisa se ensanchó mientras sentía cómo las cadenas y el sello comenzaban a apretar su control sobre su chakra.
El destello púrpura que surgió al completarse el fūinjutsu iluminó todo el bosque, creando una ráfaga de viento que hizo crujir las ramas de los árboles y sacudió el terreno. El cuerpo de Orochimaru quedó completamente envuelto en el resplandor del sello, sus movimientos cesando por completo. El brillo púrpura del Uzugan iluminaba el bosque, creando destellos intensos que reflejaban la gravedad del momento. Todo parecía estar en su lugar, el hechizo estaba a punto de activarse. Naruto se sintió confiado por primera vez en mucho tiempo, sus dedos tensos alrededor del último sello que completaría el jutsu. Por un breve instante, Naruto creyó que lo había logrado. Sus clones, aún en posición, se mantuvieron atentos, listos para cualquier eventualidad.
Pero entonces, el rostro de Orochimaru se transformó. En un instante, su expresión pasó de diversión a una extraña satisfacción, como si estuviera a punto de presenciar algo que ya esperaba. Justo cuando el último sello se completaba, una tenue sombra emergió de la boca de Orochimaru, su lengua saliendo al aire mientras una figura retorcida se deslizaba fuera de su cuerpo.
Naruto frunció el ceño, dándose cuenta demasiado tarde de lo que estaba ocurriendo. El brillo púrpura del Fūinjutsu pasó directamente a través de la figura que emergió de Orochimaru desapareciendo el cuerpo, pero el sannin, que había sido rodeado por las letras y que en teorira debio desaparecer, otro cuerpo había salido de su interior, un clon perfecto, pero aún más oscuro, con una mirada fría y calculadora.
—¡Maldición! —gruñó Naruto, sus ojos púrpura con el brillo del Uzugan moviéndose frenéticamente mientras intentaba analizar la situación. Sus clones restantes se reagruparon a su alrededor, pero las serpientes invocadas por Orochimaru ya habían reducido su número significativamente.
Orochimaru no le permitió un respiro. Su agilidad era casi sobrenatural, y con una rápida secuencia de sellos de mano, murmuró: "Hebi Ninpō: Jagei Jubaku." Dos serpientes gigantes emergieron del suelo, enrollándose con rapidez hacia Naruto y sus clones restantes. Sus colmillos destellaban con veneno mientras las criaturas se abalanzaban sobre su objetivo. En cuestión de segundos, los clones restantes explotaron en una nube de humo, y Naruto tuvo que saltar hacia atrás para evitar el ataque directo.
"Tsk... ¡mi carta de triunfo desapareció!" pensó Naruto con frustración.
El nuevo cuerpo de Orochimaru, fresco y sin ningún daño visible, se deslizó hacia Naruto con una velocidad que apenas pudo seguir. Su sonrisa perturbadora era casi burlona mientras blandía la Kusanagi, cuya hoja brillaba con un resplandor mortal. En un parpadeo, apareció frente a Naruto, lanzando un corte rápido y preciso dirigido directamente a su pecho.
Naruto reaccionó instintivamente, canalizando chakra hacia su brazo y materializando su katana Kazetora. El filo negro de la espada, decorado con remolinos carmesíes, interceptó la Kusanagi en el último momento. El choque resonó como un rugido metálico que hizo eco por todo el bosque. Sin embargo, la fuerza bruta del ataque de Orochimaru superó a Naruto, empujándolo hacia atrás. Sus pies rasparon el suelo mientras intentaba resistir, pero no pudo evitar caer de rodillas por la presión.
—¡Naruto-kun! —exclamó Kiyomi desde una distancia cercana. Había estado recobrando fuerzas tras el enorme desgaste de chakra sufrido en el enfrentamiento anterior, pero al verlo en problemas, un brillo de preocupación iluminó sus ojos.
Orochimaru no perdió tiempo. Sin darle oportunidad de levantarse, avanzó rápidamente y lanzó una patada que impactó con brutalidad en el abdomen de Naruto. El joven Uzumaki salió disparado varios metros, su cuerpo estrellándose contra el suelo cerca de Kiyomi. La fuerza del golpe le hizo escupir sangre mientras trataba de recuperar el aliento.
—¡Naruto! —exclamó Kiyomi, arrastrándose hacia él mientras jadeaba. Su cuerpo aún temblaba por el agotamiento, pero su determinación de protegerlo era evidente. Naruto intentó levantarse, pero un dolor punzante en sus costillas lo hizo toser nuevamente.
Orochimaru, con una calma inquietante, levantó una mano y formó sellos con velocidad. De su boca surgió una serpiente compuesta de llamas intensas mientras pronunciaba: "Katon: Hi no Hebi." La criatura ígnea se retorció en el aire, avanzando con un rugido hacia el grupo.
El ataque no pasó desapercibido para Sasuke y Yuzuki, quienes en ese momento acababan de recuperarse un poco. Ambos giraron hacia el lugar donde se encontraban Naruto y Kiyomi, dándose cuenta de la inminente amenaza. Sin dudarlo, Sasuke realizó una secuencia de sellos y exclamó: "Katon: Gōkakyū no Jutsu." Una gran bola de fuego salió de sus labios, chocando directamente contra la serpiente de llamas de Orochimaru.
El impacto creó una explosión de fuego que iluminó el bosque, levantando una nube de humo y cenizas. Sin embargo, Orochimaru apareció entre la cortina de humo, indemne y con una sonrisa más amplia que antes.
—Esto se está poniendo más divertido de lo que esperaba... Aunque debo admitir que tienen potencial. —Su tono estaba lleno de malicia mientras sus ojos amarillos brillaban con sadismo.
Yuzuki, quien había estado flanqueando a Orochimaru, no perdió el tiempo. Con su Sharingan, analizó los movimientos del sannin e intentó un ataque rápido. Desenvainó su kunai y lanzó una serie de cortes precisos, buscando abrir una brecha en su defensa. Pero Orochimaru, con movimientos fluidos y casi reptilianos, esquivó cada uno con facilidad, contrarrestando con un golpe que casi la alcanza.
—¡Cuidado, Yuzuki! —gritó Sasuke mientras cargaba hacia Orochimaru con una nueva ofensiva, su Chidori chispeando en su mano.
El sannin giró en el último segundo, desviando la trayectoria de Sasuke con un simple golpe de la Kusanagi, y luego lanzó un contraataque que obligó al joven Uchiha a retroceder.
Naruto, mientras tanto, se levantaba con esfuerzo, apoyado por Kiyomi. El brillo púrpura de su Uzugan comenzó a intensificarse nuevamente, las aspas girando más rápido a medida que recuperaba el control de su chakra. A pesar del dolor en su cuerpo, sus ojos estaban llenos de ira.
—No voy a caer aquí... —murmuró Naruto, sus ojos entrecerrados mientras apretaba los dientes con fuerza. Sentía cada músculo en su cuerpo ardiendo, pero su determinación lo mantenía en pie. Lentamente, su mano soltó la empuñadura de Kazetora, dejando que la espada descansara en el suelo mientras el viento comenzaba a arremolinarse a su alrededor.
Con movimientos precisos, Naruto comenzó a realizar sellos, el chakra en su cuerpo fluyendo de manera furiosa pero controlada. Una corriente de aire empezó a materializarse, girando con una intensidad feroz.
—Fūton: Tenpū Ryūjin —pronunció, su voz resonando en el campo de batalla como un rugido.
Un dragón colosal de viento, cuya longitud parecía desafiar al horizonte, comenzó a formarse. Sus contornos eran afilados y sus ojos brillaban con un destello azul pálido, reflejando una fuerza indomable. Con un rugido atronador, el dragón se lanzó hacia Orochimaru, liberando ráfagas de viento cortante que devastaron el terreno a su paso. Árboles fueron arrancados de raíz, y el suelo mismo se resquebrajó bajo la presión de la técnica.
—¡Naruto, no te precipites! —gritó Yuzuki, quien había retrocedido junto a Sasuke para cubrir a Kiyomi, aún recuperándose de su agotamiento. Sin embargo, su advertencia se perdió en el caos del momento.
Orochimaru, por su parte, sonrió de manera retorcida. A pesar de la magnitud del dragón, sus manos comenzaron a moverse rápidamente para realizar sellos. Una nueva oleada de serpientes emergió del suelo, sus colmillos venenosos listos para atacar, avanzando como una pared viva contra el dragón.
El impacto fue ensordecedor. El dragón de viento arrasó con las serpientes, desintegrándolas en segundos, y golpeó a Orochimaru con una fuerza devastadora. El sannin salió disparado, su cuerpo girando en el aire antes de estrellarse contra una formación rocosa. Durante un momento, todo quedó en silencio, el polvo levantado ocultando su figura.
Naruto jadeó, sintiendo cómo el costo de la técnica drenaba sus reservas de chakra. Pero no había tiempo para celebrar.
—Malditos mocosos... —la voz de Orochimaru surgió del polvo, rasposa pero llena de desprecio. Su cuerpo, claramente herido, comenzó a moverse de manera antinatural. Sus huesos crujieron mientras se dislocaban y volvían a su lugar, y las heridas graves que adornaban su torso comenzaron a cerrarse rápidamente. —Son más problemáticos de lo que imaginé... pero esto termina ahora.
Naruto apretó los dientes mientras el sannin se regeneraba frente a sus ojos. Necesitaba algo más, un ataque que pudiera superar las habilidades de recuperación de su enemigo. Sin perder tiempo, creó dos clones que comenzaron a realizar sellos simultáneamente.
—¡Yuzuki! ¡Sasuke! Retrocedan y protejan a Kiyomi! —ordenó Naruto, su tono severo pero seguro. Ambos asintieron, llevando a Kiyomi a un lugar seguro mientras observaban con atención los movimientos del Uzumaki.
Uno de los clones completó su técnica primero. —Suiton: Ryūjin no Gōka.
De las aguas cercanas surgió un dragón masivo, esta vez hecho completamente de agua. Su forma giraba en espiral, embistiendo a Orochimaru con una fuerza arrolladora. La presión del agua era tal que incluso el sannin tuvo dificultades para mantenerse de pie. Fue atrapado dentro de las corrientes, incapaz de moverse mientras el dragón lo envolvía.
El segundo clon, mientras tanto, levantó su mano hacia el cielo, su chakra cambiando al elemento rayo. Una tormenta eléctrica comenzó a formarse, con oscuros nubarrones que giraban sobre ellos. Los rayos zigzaguearon en el cielo, concentrándose sobre la posición de Orochimaru.
—Raiton: Raikō Shūgeki.
Naruto canalizó la energía acumulada en su mano hacia los rayos de la tormenta. De repente, múltiples descargas eléctricas cayeron del cielo, golpeando el área donde Orochimaru estaba atrapado por el dragón de agua. Los rayos impactaron con una fuerza catastrófica, iluminando el campo de batalla con un resplandor cegador.
El terreno se sacudió con cada golpe, creando cráteres en el suelo mientras el agua del dragón amplificaba la conducción de la electricidad, haciendo que el sannin gritara de dolor. Sin embargo, Naruto sabía que no podía subestimarlo.
—No importa cuánto lo golpeemos —pensó Naruto, su mirada fija en el centro del ataque—. Orochimaru no caerá fácilmente. Necesito algo más... algo definitivo.
Mientras observaba, preparándose para su próximo movimiento, el polvo y el vapor comenzaron a disiparse. Y entonces, una figura emergió lentamente de entre los escombros. Orochimaru, aunque claramente dañado, sonrió con esa mueca siniestra que hacía que incluso los ninjas más valientes sintieran un escalofrío.
—Impresionante, Naruto-kun... pero no suficiente. —La voz de Orochimaru resonó en el campo de batalla, cargada de malicia. Una sonrisa torcida apareció en su rostro mientras daba un paso al frente, con su cuerpo aún cubierto de marcas de los intensos ataques. Los jirones de ropa apenas lograban ocultar su piel regenerada, y su mirada relucía con un peligroso destello de confianza. —Pero esto ya me ha aburrido... además, hemos llamado demasiada atención.
En un parpadeo, Orochimaru desapareció de su posición, dejando un rastro apenas perceptible en el aire. Antes de que alguien pudiera reaccionar, su velocidad inhumana lo llevó frente a Naruto, quien apenas comenzaba a incorporarse tras sus últimos ataques. Con un golpe devastador al abdomen, lo envió volando como una bala hacia los Uchiha que intentaban retirarse.
Naruto chocó con el grupo como un proyectil, destrozando un árbol cercano antes de que su cuerpo se detuviera. El impacto dejó a Yuzuki, Kiyomi y Sasuke atrapados entre los restos del tronco roto. Naruto jadeaba débilmente, su chakra al límite, mientras su cuerpo temblaba por el agotamiento extremo. Había gastado demasiado luchando directamente contra Orochimaru, y ahora sentía cómo su conciencia comenzaba a desvanecerse.
—Naruto... —murmuró Kiyomi, tratando de levantarse, pero su propio estado la traicionó. Estaba al borde del desmayo, su energía prácticamente agotada. Yuzuki, con esfuerzo, trató de desenterrar a su hermana, manteniéndose alerta, pero sus movimientos eran lentos y torpes. Sasuke fue el único que logró ponerse de pie, aunque tambaleándose.
—Así que eres tú quien lo intentará, ¿eh, Sasuke-kun? —La burla de Orochimaru era evidente mientras avanzaba hacia él. Su voz era calmada, pero había un filo en ella que hacía evidente que no tomaba al Uchiha como una amenaza real. —Mira a tus compañeros... no tienen nada más que ofrecerme. ¿Qué esperas lograr?
Sasuke no respondió. En cambio, desenfundó su tanto con un movimiento fluido, su mirada fija en Orochimaru. Estaba exhausto, y el chakra que le quedaba era apenas suficiente para mantener la compostura. Pero no tenía intención de retroceder. Ajustó su postura, equilibrando su peso en ambas piernas, y señaló al sannin con la punta de su hoja.
Orochimaru sonrió, intrigado. —Muy bien. Muéstrame lo que los Uchiha pueden hacer.
Sasuke fue el primero en moverse, lanzándose hacia adelante con una velocidad sorprendente pese a su agotamiento. Su tanto brilló con reflejos de luz mientras trazaba un arco descendente directo hacia el cuello de Orochimaru. Este apenas desvió el golpe con un espada que apareció en su mano en el último momento. Las chispas volaron con el choque del acero.
Los dos comenzaron un duelo de kenjutsu que llenó el aire de destellos y sonidos metálicos. Sasuke mantenía sus movimientos precisos, buscando cualquier abertura en la defensa de Orochimaru. Sus golpes eran rápidos y meticulosos, combinando estocadas y cortes en ángulos inesperados. Por su parte, Orochimaru apenas parecía esforzarse, bloqueando con movimientos mínimos, pero letalmente efectivos.
Sasuke lanzó un barrido bajo con su tanto, obligando a Orochimaru a retroceder. Aprovechó la oportunidad para lanzar una ráfaga de shurikens desde su mano libre. Las estrellas metálicas giraron hacia Orochimaru, quien respondió lanzando sus propias armas para interceptarlas. El intercambio se convirtió en un frenético juego de reflejos, con ambos moviéndose entre los proyectiles, desviándolos o esquivándolos por milímetros.
En un momento crítico, Sasuke usó un kunai con cable explosivo, arrojándolo hacia Orochimaru mientras realizaba un salto lateral para evitar su contraataque. La explosión que siguió levantó una nube de polvo y escombros, y Sasuke aprovechó la distracción para aparecer detrás del sannin, su tanto apuntando directo al cuello.
—¡Ahora! —gruñó Sasuke, empujando con todas sus fuerzas. Pero Orochimaru giró con velocidad inhumana, usando el borde de su espada para desviar la hoja lo suficiente como para evitar un golpe mortal. El tanto cortó superficialmente su mejilla, dejando una fina línea de sangre.
Orochimaru retrocedió con un salto, aterrizando con gracia mientras llevaba una mano a la herida. Su sonrisa se ensanchó, mostrándose emocionado. —Interesante, Sasuke-kun. Casi lo logras.
Sasuke jadeaba, su pecho subiendo y bajando con fuerza. El agotamiento comenzaba a afectarlo, pero no estaba dispuesto a rendirse. Ajustó nuevamente su postura, ignorando el ardor en sus músculos. Orochimaru, por otro lado, comenzó a caminar hacia él con calma, como si no hubiera ninguna urgencia.
—Deberías saber cuándo rendirte. —Orochimaru habló con un tono casi paternal, pero la amenaza en su voz era clara. Con un movimiento de su mano, lanzó varias serpientes desde su manga, que se abalanzaron hacia Sasuke con colmillos listos para morder.
Sasuke giró sobre sí mismo, usando su tanto para cortar las serpientes en un solo movimiento fluido. Sin embargo, la apertura creada por el ataque permitió a Orochimaru acercarse. En el último instante, Sasuke levantó su tanto para bloquear un golpe directo de espada, pero el impacto lo hizo retroceder varios pasos.
Orochimaru no le dio respiro. Sus movimientos se volvieron más rápidos y agresivos, forzando a Sasuke a mantenerse a la defensiva. Cada intercambio era más intenso, y aunque Sasuke lograba mantenerse en pie, era evidente que estaba perdiendo terreno.
Finalmente, en un descuido momentáneo, Orochimaru giró su brazo con fuerza, golpeando a Sasuke en el pecho y lanzándolo de regreso hacia donde estaban Naruto y las gemelas. El Uchiha se estrelló contra el suelo, rodando antes de detenerse junto a sus compañeros. Su tanto quedó a un lado, y su cuerpo temblaba por el esfuerzo.
—Es suficiente por ahora. —La voz de Orochimaru resonaba con una calma inquietante mientras daba un paso adelante, acercándose al grupo con una sonrisa que no mostraba cansancio ni duda. Sus ojos brillaban con una mezcla de triunfo y una curiosidad casi enfermiza. Su presencia, imponente e insidiosa, dominaba el campo de batalla. —Todos ustedes tienen potencial... pero están lejos de ser una verdadera amenaza para mí.
Los cuerpos de Naruto, Sasuke, Yuzuki y Kiyomi estaban dispersos en el suelo, heridos, exhaustos, casi incapaces de moverse. Pero Orochimaru no parecía dispuesto a dejar las cosas así. —Supongo que les daré un regalo... —murmuró con voz gélida.
Su cuello comenzó a alargarse de forma antinatural, estirándose como una serpiente hacia Sasuke, quien, por puro instinto, tomó su tanto para defenderse. La hoja relució un momento al interponerse entre los colmillos de Orochimaru, pero fue inútil. La mandíbula del sannin se cerró con una fuerza aterradora, destrozando el acero como si fuera papel. Antes de que Sasuke pudiera reaccionar, los colmillos de Orochimaru se hundieron en su cuello.
—¡Sasuke! —gritaron al unísono Kiyomi y Yuzuki, la desesperación rasgando sus voces.
El cuerpo de Sasuke se arqueó violentamente, un grito desgarrador escapó de sus labios mientras caía al suelo. Sus manos se aferraron instintivamente al lugar de la mordida, donde una marca negra comenzó a expandirse lentamente, como si estuviera quemando su piel desde el interior. Orochimaru retrocedió con una sonrisa triunfal, saboreando su éxito.
—Ahora estás marcado, Sasuke-kun... —dijo con una voz serpenteante. —La maldición te hará más fuerte, pero también más mío.
Apenas terminado con Sasuke, Orochimaru dirigió su atención hacia Naruto, quien apenas se movía en el suelo, su cuerpo al límite después de la intensa batalla. Pero antes de que pudiera llegar hasta él, Yuzuki, aún tambaleándose, dio un paso al frente. Había protegido a Kiyomi y, a pesar de estar agotada, sus ojos ardían con una determinación feroz.
—¡No te atrevas a tocarlo! —rugió Yuzuki, sus manos ya formando sellos a una velocidad impresionante. El chakra que le quedaba era apenas un hilo, pero lo canalizó con precisión para su próximo ataque.
—Katon: Enbu no Ryū —gritó, y un dragón de fuego emergió de su boca. La criatura ardiente giró en espiral, avanzando con una fuerza destructiva que arrasaba el terreno a su paso. Orochimaru se vio obligado a retroceder momentáneamente, esquivando las llamas con movimientos sinuosos.
El dragón de fuego impactó cerca, explotando en un torbellino de llamas que iluminó el bosque, destruyendo árboles y levantando una nube de humo y cenizas. Orochimaru emergió de las llamas, su piel ennegrecida en algunos puntos, pero con su cuerpo regenerándose rápidamente. Su sonrisa ahora mostraba algo más que malicia: estaba impresionado.
—No está mal para alguien en tu estado, Yuzuki-chan, pero necesitarás más que eso...
Sin embargo, antes de que pudiera avanzar, una sombra llamó su atención. Kiyomi, apenas consciente, levantó su rostro desde donde yacía en el suelo. Su ojo izquierdo sangraba, pero su iris ardía con un rojo brillante. Sus labios se movieron con esfuerzo mientras activaba su ultima técnica.
—Amaterasu: Hanabi... —susurró con un hilo de voz.
De inmediato, llamas negras comenzaron a surgir en el aire, tomando la forma de flores que flotaban en la dirección de Orochimaru. Las llamas no se limitaban a quemar; cada pétalo negro estallaba en pequeñas explosiones de chakra comprimido al contacto con el suelo o cualquier obstáculo, creando un paisaje de devastación oscura.
Orochimaru retrocedió rápidamente, sus movimientos ahora más defensivos. Esquivó varias de las llamas, pero una de ellas alcanzó su brazo izquierdo, cubriéndolo en fuego negro que no podía extinguirse. Gruñó de dolor, pero su sonrisa nunca desapareció por completo.
—Tienes talento, Kiyomi-chan, pero estás en desventaja. —Con un movimiento rápido, arrancó la parte afectada de su propia carne, deshaciéndose de las llamas antes de que pudieran extenderse. Pero con su ojo derecho hizo que las llamas cercanas se expandieran quemando y debilitando a el sannin-
Kiyomi cayó al suelo después de su ataque, incapaz de mantenerse consciente. Había usado todo lo que le quedaba, y su cuerpo finalmente cedió.
Orochimaru, ahora con su cuerpo regenerándose lentamente, se volvió hacia el grupo, satisfecho con el caos que había causado. Los cuerpos de Naruto, Sasuke, Yuzuki y Kiyomi estaban dispersos, inmóviles. La marca maldita en el cuello de Sasuke aún brillaba, pulsando con una energía oscura.
—Esto ha sido divertido... pero creo que es hora de retirarme. —La voz de Orochimaru era tranquila, casi despreocupada. —Nos volveremos a ver, pequeños. Y para entonces, serán más interesantes.
Con un último vistazo al grupo, el sannin desapareció entre las sombras del bosque, dejando atrás el eco de su risa serpenteante. El campo de batalla quedó en silencio, salvo por el sonido de las llamas aún ardiendo y la respiración pesada de los supervivientes.