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Mi nombre, mi maldición

La historia de Alexandra Snowy, la Señora del Imperio Red Moon, y su misteriosa muerte se extiende por un vasto territorio, los cuatro grandes imperios y los seis reinos dependientes, la curiosidad aqueja a todos quiénes escuchen la historia. En uno de los seis reinos dependientes, un reino de humanos, despierta gravemente herida una bebé de unas semanas de nacida, su cabello es blanco y sus cejas también pero sus ojos son tan negros como la noche, una vida que pende de un hilo para ella y una amable bruja que se apiada de su vida y empieza a cuidarla como si fuera su propia hija. Maureen Leclerk tenía una estrecha amistad con Alexandra Snowy y Charlotte Dimitry antes de accidentalmente usar un hechizo de reencarnación y acabar misteriosamente al otro lado del continente, sin memoria y convirtiéndose en una sombra de lo que una vez fue, su nombre es algo que no puede recordar y, por lo tanto, para ella es una maldición. Una bruja sin nombre es una existencia errante, Maureen nunca volvería a ser la misma y sus poderes serán incontrolables, será aislada del mundo creando a su alrededor un caparazón impenetrable, pero algún día tendrá que bajar su guardia contra el mundo para poder recuperar lo que alguna vez perdió. ¿Llegará a reencontrarse con sus viejas amigas?

alejandra_herrera · Fantasía
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16 Chs

Capítulo 7: Diez años después, discusión sobre matrimonio (parte 1)

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Año 1860.

Las estaciones pasaron, el tiempo jamás se detuvo para ella, se transformó de una niña tierna a una adolescente encantadora, la relación con su familia sólo pudo mejorar y era considerada la chica más hermosa del Reino Flor de Durazno. Su porte era elegante y amable al mismo tiempo, su educación era exquisita y se decía que era muy inteligente.

Mientras las aves cantaban en los árboles del bosque, una suave y relajante melodía se extendía por los pasillos de la mansión del bosque, sentada frente al piano estaba una niña de 15 años con una belleza cautivadora, su piel blanca y delicada como la nieve no tenía rastro alguno de imperfecciones y parecía brillar bajo la luz del día, su cabello suave y ondulado estaba sujetado en una coleta y caía como una cascada de color blanco seda por su espalda, sus rizadas pestañas blancas se balanceaban en una danza como las alas de una mariposa, sus ojos en forma de almendra contenían sus misteriosos iris color negro tinta que reflejaban una fantástica mezcla entre astucia y amabilidad, vestía un fino vestido color rosa pastel que asentaba su figura en desarrollo. Todo en ella era cautivador para los demás, especialmente su actitud amable y tranquila.

- Lady Lukene, el Maestro y la Madam le están esperando para almorzar - dijo con respeto una sirvienta.

- Gracias por avisarme - Lukene sonrió suavemente a la sirvienta antes de levantarse y caminar con gracia hacia el comedor.

En el comedor ya estaban sentados Horacio y Halana, la mujer se mantenía igual de hermosa y no parecía haber envejecido ni un año, Horacio tampoco se veía diferente de su apariencia de hace cinco años, al ver llegar a la chica ambos sonrieron con cariño.

- Llegas algo tarde - Horacio fingió regañarla por su impuntualidad.

- Lo siento, papá... yo me distraje con el piano - Lukene uso su mano para jugar con un mechón de su cabello y sonrió con un poco de vergüenza.

- Está bien... Siéntate a comer antes de que se enfríe - Halana la instruyó mientras tomaba un sorbo de té de una fina taza de porcelana.

Lukene se sentó y comenzó a almorzar con elegancia, de vez en cuando intercambiaba palabras con sus padres.

- Escuché que el Segundo Joven Maestro Reeve vuelve después de estudiar en el Imperio Lago Cristal, ¿te acuerdas de él, Lukene? - preguntó Halana mientras sus ojos brillaban de forma misteriosa.

- ¿Segundo Joven Maestro Reeve? - Lukene se sumergió en sus pensamientos antes de sonreír con elegancia - ¿Es el niño que hace diez años entró a la habitación de la mansión del Cansiller Reeve en la que yo dormía para esconderse en el clóset?

- Si, ese es el Segundo Joven Maestro Martín Reeve - Horacio miró a su esposa con un rayo de advertencia parpadeando en sus oscuros iris.

- Lo viste un par de veces después de eso - Halana ignoró completamente a su esposo para mirar con cariño y astucia en sus ojos a su hija - ¿Te gustaría volver a verle?

La mirada de Lukene se volvió más profunda y astuta al entender brevemente las intensiones de su madre, dejo los cubiertos a un lado y miró con una sonrisa torcida a su madre antes de decir:

- Le prometí a Elida que le enseñaría a tocar el piano, no puedo ir a ver al Segundo Joven Maestro Reeve...

Halana miró los ojos brillantes de astucia de su hija, suspiro por dentro ya que desde que cumplió 14, de eso ya hacia un año, ella había intentado traer a colación el tema del matrimonio, sin embargo la niña siempre le rebatía con alguna excusa, que la mayoría de las veces involucraba a sus primos, no obstante Halana jamás dejo que la decepción se mostrará en su rostro.

- Así es mejor... - Horacio habló por lo bajo tomando un sorbo de té. La verdad él no quería comprometer a su hija con ningún hombre, sentía que si lo hacía estaría empujándola lejos de él, sentía que era mejor que la niña decidiera cuando y con quién quería casarse, para Horacio entre más tarde fuera ese momento era mucho mejor, no quería que su pequeña princesa creciera tan rápido.

La familia terminó su almuerzo calmadamente, el ambiente armonioso era bastante cómodo. Tiempo después, Lukene subió a un carruaje que se dirigía a la mansión Trent en donde se encontró con sus primos Jay, Austin y Elida, con su tía Cicely y su esposo Roland Trent.

Lukene bajó del carruaje y se alisó la falda mientras caminaba hacia la puerta de la gran casa (no era una mansión pero tampoco era pequeña) quién abrió fue una hermosa chica de 16 años, con rostro redondeado y piel color crema, su cabello rizado rubio rojizo estaba peinado en un par de trenzas que estaban colocadas sobre sus hombros y caían por su pecho, los ojos de la chica eran de color negro y tenían forma de almendra.

- ¡Lukene, llegaste! - Elida Hauking-Trent se lanzó para abrazar cálidamente a la chica de cabello blanco.

- Elida, ¿cómo estás? Estaba ansiosa por verte - Lukene correspondió al abrazo con una sonrisa deslumbrante en sus delgados labios.

- Estoy bien - Elida sonrió con entusiasmo y tomó de la mano a Lukene para guiarla a su habitación. Ambas hablaron y rieron por un tiempo antes de bajar las escaleras para dirigirse a una sala en la que había un piano.

- ¿Podrías darme una muestra antes de empezar? - los ojos de Elida brillaron con anticipación al pensar en una canción tocada por su prima.

- Está bien, pero solo una - Lukene sonrió amablemente mientras se sentaba frente al piano, sus delicadas manos empezaron a danzar sobre el teclado blanco y negro, sus movimientos eran fluidos y agraciados, el tempo de la canción era lento pero alegre y poco a poco se aceleró. Elida se rió suavemente mientras empezaba a bailar como si estuviera con una pareja, esto hizo que Lukene estallara en carcajadas.

- ¿Qué estás haciendo? - Lukene no paró de tocar y contuvo su risa mientras preguntaba.

- Es claro que estoy ensayando para el próximo baile de otoño - Elida continuó bailando y con cada segundo sus movimientos se volvían más graciosos para Lukene - Estoy segura de que le gustará a más de un caballero...

- Niña tonta - Lukene rió suavemente cuando tocó la última nota de la canción.

- ¿Tonta? Solo me preocupo por mi futuro... tú deberías hacer lo mismo, dime ¿te has fijado en algún chico? - los ojos de Elida destellaban con interés.

- ¿Debería hacerlo? - Lukene levantó una ceja con astucia y burla en su mirada - Creo que todavía soy muy joven para pensar en eso, todavía hay muchas cosas qué debo aprender antes de pensar en eso.

- Tienes razón - Elida sonrió con malicia - Pero el próximo año cumples 16 y será tu entrada oficial en la sociedad, para ese entonces ya no podrás retrasar lo inevitable.

Lukene se sumergió en sus pensamientos, pero de repente la puerta de la sala de música se abrió...