A la mañana siguiente.
Eran casi las siete. Noora caminaba apresuradamente hacia la villa principal. Quería subir directamente al cuarto de Dax para despertarlo.
Sin embargo, justo cuando Noora estaba a punto de subir las escaleras, se detuvo al ver a un hombre acercándose con pasos rápidos, firmes y elegantes.
El ceño de Noora se frunció levemente a medida que el hombre se acercaba y su rostro se hacía más visible. Instantáneamente, inhaló un gaspido de sorpresa al reconocer que la figura alta, elegante y guapa no era otra que el Maestro Tristan Sinclair.
—¿Q-Qué? ¿Qué está pasando? —murmuró Noora suavemente, sorprendida por lo que veía. ¿Cómo puede ser que vea al Maestro Tristan aquí? ¿No debería estar en Singapur y llegar solo dentro de un par de días?
Noora parpadeó varias veces, tratando de asegurarse de que lo que presenciaba era simplemente su imaginación.
—¿Estoy soñando? —susurró.
Sin embargo, Tristan se acercó más y Noora escuchó su encantadora voz.
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