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Mi demonio Nicolás [VOLUMEN 1]

Los hermanos Beryclooth. Su historia comenzó el día que fueron separados. A Arthur, su propia sangre le cortó sus alas; Nicolás conoció la verdadera oscuridad habitable en su alma, olvidándose del cielo para adentrarse en el infierno, renaciendo como un hombre malvado y sin miedo a nada. En el bajo mundo, él es conocido como “El demonio”.

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32 Chs

Capitulo 4. Depravación repulsiva

Cuando era un niño, las malas experiencias solían ser solo pesadillas. Hoy, es una realidad de todos los días.

 [ . . . ]

Tras la muerte de mi padre, unos meses después, mamá consiguió una pareja, Mars. Ese hombre a veces venía a la casa los fines de semana o entre esta para ver a mamá.

Cuando nos conocimos, nos llevó juguetes. Recuerdo haberme emocionado mucho por tener un muñeco nuevo que solo había visto en la televisión y mamá no había podido comprar.

Cuando estábamos los cuatro juntos, nos hablaba de forma muy amigable y ocasionalmente jugaba con nosotros, sobre todo conmigo. No recordaba haberlo hecho con mi papá alguna vez y por eso mismo, me gustaba mucho que Mars nos visitara.

Todo parecía ir bien, solo que… a Nick no parecía agradarle mucho el novio de mamá a pesar de que él siempre intentaba hacerlo reír. Es más, parecía que lo odiaba y lo demostraba haciéndole bromas muy pesadas.

A veces, rasgaba sus camisetas con las tijeras escolares sin que nadie se diera cuenta; otras, dejaba tachuelas en la silla donde siempre se sentaba Mars para comer; incluso una vez, cuando nuestro padrastro estaba frente a la puerta de la casa, Nick le dejó caer una maceta desde la azotea.

Falló por unos cuantos centímetros.

Mamá y yo jamás nos dimos cuenta que sus acciones no se limitaban a simples travesuras.

 [ . . . ]

Una tarde, ella y yo íbamos regresando del supermercado. Al abrir la puerta, nos espantamos cuando vimos la sala tirada: la alfombra y cojines de sillones desacomodados y tirados en el piso, figuras y floreros hechos pedazos.

— ¿Mars? ¡Nicolás! —mamá entró angustiada a la casa buscando a ambos desesperadamente, llegando a pensar que algún ladrón se había metido, pero suspiró de alivio cuando su novio salió de la cocina, despeinado y con la ropa desacomodada.

— ¡¿Qué te pasó?!

— Alguien quiso entrar a la casa.

— ¡¿Cómo?! ¿Quién? ¡¿Mi bebé está bien?!

— Lo llevé a su cuarto. Se asustó tanto que se quedó dormido y me pidió que lo dejara solo, si vas a verlo lo despertarás, pero te prometo que está bien.

— Mi pobre hijo… ¡Llamaré a la policía! ¿A dónde se fue? ¡Haré que lo atrapen!

— ¡No, Olivia! Yo… lo golpeé y lo llevé a la estación policial, no te preocupes.

¿Asustado? ¿Nick, asustado? Para mi pequeña cabeza, eso sonaba absurdo.

— Por dios, que susto.

No entendí lo que había pasado, pero quería ver si Nick estaba bien. Estaba en el tercer escalón cuando Mars me agarró del brazo.

— Arthur, tu hermano está cansado. Déjalo dormir —aseguró con mirada sombría. Por alguna razón, temblé.

— Sí amor, deja que tu hermano duerma. Jugarás con él mañana —no podía desobedecer a mi madre, tuve que abstenerme de ir con él.

Después de la comida, mamá y Mars ordenaron la casa, al terminar, este se marchó, afirmando que volvería el próximo fin de semana. Antes de cerrar la puerta tras de sí, me echó un último vistazo, sonriendo de lado.

Esa noche, subí al cuarto; al abrir la puerta, vi a Nick en su cama. Caminé en silencio hasta llegar al borde y me trepé en esta. Me acosté a su lado con intenciones de abrazarlo por la espalda, pero al sentirme, se despertó bruscamente y me apartó de un empujón, sobresaltado con una expresión eufórica y pálida como si hubiese visto un fantasma.

— N-Nick… —sisé sintiéndome herido. Él nunca me había empujado.

Cuando las lágrimas amenazaban con salir, él pareció reaccionar y se aproximó arrepentido. Me dio un cariñoso abrazo que disipó mi desconcierto.

— Perdón… —me susurró. Me pareció extraño el tono triste que escuché.

Le di unas palmaditas en la espalda, restregando mi cara en su pecho. No tardamos en quedarnos dormidos.

Desperté en la madrugada debido a unos extraños ruidos. Vi la oscuridad de la habitación rodeándome, temí que algo estuviera ahí en mi cuarto, pero me calmó la sensación de la mano de Nick sosteniendo la mía mientras este aún dormía.

Ante la luz que se asomaba bajo el hueco de la puerta, bajé cautelosamente de la cama sin despertar a mi hermano y me acerqué con curiosidad; eran voces que venían de la planta baja, acompañadas de una especie de golpes.

— ¡Ah! ¡Ahh! —me espanté al escuchar la voz de mi madre gritar.

Salí de mi cuarto dando pasitos y fui lo más rápido que pude hacia las escaleras. Apenas si toqué el barandal cuando una mano me tapó la boca por la espalda, reteniéndome.

Era Nick con una expresión extraña en su rostro.

Me hizo una señal de que no hiciera ruido y me destapó la boca con lentitud. Nos quedamos quietos en el mismo lugar, siento oyentes de los raros gimoteos de mamá que parecía tener compañía.

— Más… más… —jadeaba ella.

— ¿Qué le están haciendo? —pensé que tal vez mi hermano lo sabría.

En lugar de responder, me tomó de la mano y me guío a nuestra habitación de nuevo. Al cerrar la puerta, él se derrumbó cayendo de rodillas y vomitó.

— ¡¿Nick?! ¿Estás enfermo?

— Agh… no… No tengo nada —sus ojos rojos lagrimeaban, pero le quise creer a pesar de lo evidente.

— ¡Voy por mamá! —no me permitió agarrar el pórtico, reteniendo mi cuerpo con su brazo.

— Vamos a dormir… quiero dormir… —pidió tranquilo con la cabeza baja.

Le hice caso a pesar de que me sentía preocupado. Me recosté en la cama en lo que él arrancaba varias hojas de un cuaderno y las ponía sobre el vómito.

Al venir a mi lado, me dijo otra cosa.

— Nadie volverá a molestar a mamá y te prometo que voy a protegerte, Arthur —no entendí la razón del juramento que me hizo con una voz tan sombría, pero me hizo sentir protegido.

Me acurruqué junto a él mientras me abrazaba.

No volvimos a hablar esa noche, ni el día siguiente, ni el siguiente. Nick no decía palabra alguna, fue como si de repente se hubiera quedado mudo. Parecía totalmente ido.

Mamá se preocupó, pero asumió que era por culpa del ladrón que intentó hurtar nuestro hogar.

Esa misma semana, mamá recibió una llamada del trabajo.

— ¡¿Cómo que jornada completa?! Katy, sabes que tengo dos hijos que cuidar, no puedo dejarlos solos —era cierto, mamá no tenía familiares, amigas ni nadie a quien pudiera recurrir para encargarse de nosotros.

— Está bien, veré como le hago. Hasta mañana —resopló con resignación y cansancio.

— Mars podría cuidarnos —sugerí inocentemente, provocando que mi hermano, parado a mi lado, se pusiera pálido.

— Hm… es que él… no sé si pueda —argumentó mamá pensativa.

— Déjanos solos —Nick interfirió, hablando por primera vez tras dos días de silencio. Mamá se alegró, pero eso no era el punto en ese momento—. Yo cuido a Arthur.

— Yo sé que sí, mi corazón, pero son muy pequeños para quedarse solos. Mars es mi única opción ahora.

— ¡No! —gritó, exaltándonos a ambos—. ¡No quiero volver a verlo en nuestras casa! ¡No quiero que esté cerca de ti ni de Arthur! ¡Lo odio! —Anonadada por la repentina explosión del tranquilo y callado Nicolás, mamá ahora era la que había quedado en silencio.

— Niños, perdónenme. Ojalá no tuviera que irme… —mi hermano frunció el entrecejo como nunca lo había visto. Bufó y fue a encerrarse en su cuarto, dejándome en completo desconcierto.

Muy temprano a la mañana siguiente, Mars llegó a la casa.

— Perdón por llamarte, amor, no podía dejarlos con alguien más.

— Ya no te preocupes, ya estoy aquí.

— ¿Seguro que no tienes problema en cuidarlos?

— Tengo el día libre. Haré lo mejor que pueda —pensándolo bien, sería la primera vez que nos quedaríamos a solas con Mars.

—Ya me voy. Los veo en la noche, mis amores —mamá nos dio un beso en la frente a cada uno y se marchó.

Nick ignoró a Mars e inmediatamente me tomó de la mano arrastrándome hacia nuestra habitación, poniendo el seguro.

Arriba, me insistió en jugar lo que yo quisiera y dijo que si tenía hambre, él iría por la comida. En ese entonces, no comprendí sus acciones, ni lo que pensaba. Yo solo asentí, sintiéndome como si estuviera siendo consentido.

Pasaron un par de horas, cuando me dieron ganas de ir al baño.

Nick buscaba en su baúl un juguete que se había pedido. Se veía ocupado y supuse que no me acompañaría.

— Hermano, tengo que ir al baño —no esperé a que me respondiera y bajé al primer piso.

Al terminar, me encontré con Mars sentado en la sala tomando una cerveza. Me miró y sonrió pícaramente.

— Ven, Arthur. Tengo algo que mostrarte —ingenuamente, obedecí pensando que me daría algo. Cuando llegué, me levantó para sentarme en sus piernas.

Encendió el televisor con el control remoto en el canal de niños y lo puso en volumen alto. Sonreí pensando que veríamos juntos la televisión y quise llamar a Nick hasta que…

Me sentí extraño cuando me agarró de la playera, como si quisiera quitármela mientras que con su otra mano, acariciaba mi pierna por encima de mi pantalón, subiendo de mi rodilla hasta mi muslo.

Temblé comenzando a sentirme incómodo.

— ¿Quieres que juguemos a algo? —no supe contestar—. Entonces, tienes que prometerme que no le dirás a tu mamá. Esto se quedará entre nosotros.

— ¿Eh? —asustado por su mirada maliciosa, quise alejarme, pero me detuvo agarrándome de los brazos bruscamente.

— Si le dices a alguien, le pasarán cosas muy malas a tu hermano. ¿Entendiste, pequeño? —mi corazón se desbocó agitando mi pecho con violencia y lágrimas de terror comenzaron a brotar.

No tenía idea de lo que estaba haciendo, pero… tenía miedo. Cerré los ojos aterrorizado sin saber qué esperar.

Metió su mano debajo de mi playera, acariciando mi torso en un tacto que me hizo retorcerme mientras que con la otra, desabrochó el botón de mi pantalón y bajó mi cierre acariciando mis partes sobre mis calzoncillos.

Apreté los ojos por los que rebosaron lágrimas cuando sus caricias subieron hasta mi pecho, pellizcando mis pezones en un acto que me hizo jadear aterrado y al abrir los ojos, vi a Nick tras el sillón, sosteniendo una larga botella de alguna bebida alcohólica, con una expresión en sombras que me heló la sangre.

Apenas pude reaccionar cuando la estrelló en la cabeza de Mars, haciéndola añicos. El hombre gritó de dolor y me soltó, dejándome caer en la alfombra donde permanecí sin poder controlar el inestable temblor de mi cuerpo.

De la cabeza de Mars escurría un líquido rojo desde la parte superior donde había recibido el golpe. La piel se le había abierto dejando al descubierto una masa rosada de la que emanaba frenéticamente ese líquido, derramándose por sus sienes, la frente y el rostro.

Aturdido y en shock por el golpe, intentó ponerse de pie para buscar a su agresor. Logró dar un par de pasos antes de que fuera empujado por Nick que al conseguir derribarlo boca arriba, se encimó en él con parte de la botella a medio despedazar empuñada con fuerza. Apuntó los puntiagudos vidrios expuestos de esta al rostro de nuestro padrastro y espetó sobre su cara.

El vidrio se hundió en su carne, provocando un horrible alarido que juraría lo hizo desgarrar su garganta, tal y como sucedía con su cara. Mi hermano mayor volvió a repetir su atentado con más velocidad, con más fuerza, con más ira que sus ojos enrojecidos delataban.

El cuerpo de Mars se retorcía cual animal en agonía tras cada ataque de Nick, este lo continuaba apuñalando y golpeando segundo a segundo, una tras otra, rompiendo más la botella con cada vez, esparciendo los vidrios, implantandose en la carne sangrante del agonizante que convulsionaba ya sin fuerzas, mientras se formaba un enorme charco bajo su cabeza apaleada.

Aun cuando dejó de moverse y el charco de sangre seguía creciendo, Nick no dejó de apuñalarlo como loco, sin importar lo manchado que estuviera de rojo, sin importarle que solo quedaba la agarradera de su arma.

Lloraba aterrado, contemplando en shock la horripilante escena protagonizada por mi hermano que parecía estar poseído: no dejaba de gritar con cada estocada que salpicaba más la sangre en su cuerpo, sin que esa expresión espeluznante en su rostro desapareciera, aquella que sólo pude comparar a la de un demonio.

— N… Nic…—intenté pronunciar, paralizado de miedo. Al tratar de pronunciar su nombre, solo conseguí romper a llorar en un llanto tan sonoro y desgarrador que requirió de todas mis fuerzas para desahogarme. Grité y grité, grité tanto entre lágrimas que sentí como si mi voz hubiese alcanzado el cielo.

Solo entonces, Nick se detuvo.

Momentos más tarde, vagamente logré visualizar luces policiales, un manojo de gente de toda la cuadra rodeando mi casa, a mamá de rodillas en el suelo desquiciada junto a dos policías que hablaban con ella.

La única sensación que quedó grabada en mí con claridad, fue el cuerpo ensangrentado de Nick abrazándome. La percepción del líquido cálido que lo cubría, todavía lo recuerdo como si hubiera sido ayer.

A partir de ese momento, no puedo recordar nada más de los próximos días. Fuimos llevados a un lugar con policías donde fuimos interrogados. Varias personas quisieron ayudarnos a sentirnos mejor y tratar de saber la verdad. Investigadores, psicólogos… intentaron convencerme de que todo fue un sueño.

La doctora que me atendió, me pidió explicarle lo que pasó, pero había pasado tanto miedo que no quise hablar y no lo hice. Entonces, me ofreció una caja de juguetes donde encontré unos muñecos de ositos con los que le conté todo de forma silenciosa.

Aquellos días fueron tan deprimentes y difíciles, que con el paso del tiempo, mi memoria se fue disipando, pero hay algo que jamás olvidaré…

El funeral.

No supe los detalles de la investigación ni las conversaciones de mi madre con la policía, tampoco sobre la atención especial que estaba recibiendo Nicolás.

"Él está en tratamiento"., afirmó mi madre con una demacrada expresión que ocultaba lo devastada que estaba.

Pese a la basura que era, sus familiares y amigos insistieron en hacerle un funeral apropiado. Mi madre fue obligada a ir y nosotros fuimos con ella.

Mientras bajaban su ataúd para dejarlo tres metros bajo tierra, por el rabillo del ojo divisé a un hombre a lo lejos. Era pelirrojo, traía un traje negro y lentes oscuros; nos observaba a la distancia junto a un auto como un maniquí.

Sostuve con fuerza la mano de mi hermano, cuya expresión neutra y serena hizo que su mente se sintiera ausente.

Cuando la ceremonia terminó, mi madre se quedó frente a la tumba soltando palabras al aire que no distinguí. Ella lloraba, lloraba de rabia, le gritaba y pateaba su lápida con resentimiento y dolor.

Los demás presentes comenzaban a irse, pronto sería hora de que nos fuéramos también. Busqué a Nick creyendo que estaría cerca de mí, pero mi desconcierto fue enorme al no encontrarlo.

— ¿Nick? —barrí con la mirada el cementerio, preocupado por su ausencia. Con el pasar de los segundos sin hallarlo, la angustia comenzaba a invadirme—. ¡Nick! ¡Hermano! —Fui escuchado por mi madre y otros presentes cerca.

Lo buscamos arduamente sin encontrarlo en ningún lugar del cementerio. Fuimos a la escuela, al parque, a casa. Nos envolvió la noche y no conseguimos nada.

— ¡No! ¡No quiero irme! —le grité a mi madre en medio de la calle, negándome a entrar a casa sin él—. ¡Quiero ver a mi hermano! ¡Quiero que regrese a casa!

Tenía cinco años, recuerdo haberlo perdido cuando tenía cinco años.

Crecí cada día esperando que lo encontraran o que él regresara a casa por su cuenta. Pasé muchísimo tiempo angustiado, aferrándome a esa esperanza.

Mamá hizo todo lo posible por encontrarlo, al igual que la policía que siguió con la investigación un largo y tedioso tiempo, pero tras once largos años de esperar y suplicar, tuve que comenzar a hacerme a la idea de que él ya no volvería.

La policía no tenía rastros, ni sospechosos, ni pistas. Nada; así que terminaron cerrando el caso. Cuando fuimos informados, mamá no volvió a ser la misma… ni yo tampoco.