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Mi demonio Nicolás [VOLUMEN 1]

Los hermanos Beryclooth. Su historia comenzó el día que fueron separados. A Arthur, su propia sangre le cortó sus alas; Nicolás conoció la verdadera oscuridad habitable en su alma, olvidándose del cielo para adentrarse en el infierno, renaciendo como un hombre malvado y sin miedo a nada. En el bajo mundo, él es conocido como “El demonio”.

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32 Chs

Capítulo 9. El acecho de la verdad

El día siguiente fue bastante normal a decir verdad, excepto por el hecho de que no dejaba de pensar en ese beso, aun no podía creer que me atreví. Todo lo que podía hacer era actuar con normalidad poniendo atención en la escuela y haciendo tareas.

A la hora de descanso, me encontré con un agitado Adrián en el pasillo, quien apareció de repente a la cabeza de las escaleras. 

Una oleada de culpa recorrió mis venas como un mortal veneno.

— A... Arthur... —jadeaba para recuperar el aliento—. De... Debemos hablar.

— Ah... —no pude hacer más que asentir. Claro que necesitábamos hablar, debíamos aclarar el malentendido de ayer.

Fuimos a la cafetería y nos sentamos uno frente al otro en una mesa del rincón, apartados del bullicio y estridentes voces ajenas.

— ¿Cómo estás? —inició él.

Tragué nervioso y desvié la mirada. Lo sucedido con Noé no abandonaba mi mente.

— Estoy bien, no fue nada grave. El golpe no me afectó tanto —respondí sin mirarlo.

— Mira, yo... Perdón por no haber ido a verte a la enfermería ni haberte llamado. No sabía lo que pasó y quise que alguien me lo dijera para saber qué decir y poder disculparme, por eso hablé con el equipo de voleibol después de que te fuiste, pero... ayer ya no te vi y no sabía si ir a tu casa.

— Oye, no estoy enojado.

— Debí escucharte primero, me comporté como un imbécil.

— No es cierto, Adry, solo fue un malentendido —hice un leve movimiento con mis manos que disipara su preocupación.

— ¡Aún así! También debo disculparme con ese tal Marshall —expresó con sinceridad—. Es que… es tan malditamente atractivo que no pude controlarme— Me encogí en mi lugar al saber que tenía razón. —¿ Sabes dónde está?

— ¿Por qué piensas que lo sé?

— Porque... son amigos, ¿no? —la inseguridad mezclada con melancolía en sus ojos me alertó.

— Ja... No, no creo que amigo, pero...

— Pues ustedes parecen conocerse más de lo que parece.

— ¿Qué? ¡No! Sólo nos hemos cruzado algunas veces... ¡Ayer fue la primera vez que le hablé! Bueno, la segunda —joder, quería dejar de mentirle.

— D-disculpa, Beryclooth... —una voz ajena a nosotros intervino en la conversación. 

Adrián y yo miramos a un chico con la cabeza agachada, parado junto a nuestra mesa, encogido de hombros y yesos en sus brazos, aparentemente rotos.

— Tú... —Adrián se puso de pie—. Eres el que le pegó a Arthur sin querer —señaló con seriedad, pero sin agresión; al fin y al cabo, estaba tan descolocado como yo por el estado de sus brazos. Entonces, pregunté.

— ¿Qué te pasó?

—T-tu... Tuve un accidente —podía jurar que temblaba.

Quedé estupefacto cuando se puso de rodillas y se inclinó ante mí colocando su frente en el suelo. La escena atrajo las miradas curiosas de todos en la cafetería con el pasar de los segundos y en un fugaz instante, éramos el centro de atención del lugar.

— ¡Perdóname por golpearte! —masculló en un casi grito quebrantado.

El calor que subió desde mi cuello hasta mis orejas me convirtió en un manojo de nervios. No estaba acostumbrado a tener tantas miradas sobre mí, mucho menos que alguien se pusiera a mis pies. Quería desaparecer.

Levanté la voz, agitando mis manos empapadas en sudor.

— ¡¿Q-qué estás haciendo?! ¡Levántate, por favor! —ni siquiera se movió. 

Me inquietó ver que intentaba apoyar su peso sobre sus fracturados brazos.

— De... De verdad lo siento —repitió. Temblaba de pies a cabeza. 

¿Qué le sucedía? ¿No era esto demasiado? ¿Por qué lucía como si estuviera aterrado?

Adrián notó mi incomodidad y se acercó al chico, insistiendo en que se pusiera de pie.

— Ya te disculpaste ayer, incluso conmigo. Levántate, incomodas a Arthur.

— Lo siento… —volvió a decir.

— ¿Qué pasa aquí? —una de las maestras de segundo se acercó a nosotros, exigiendo el motivo de tal escándalo.

— No es nada, maestra. Es que él… —Adrián habló por mí, dándole una explicación concreta de los sucesos del día de ayer, hasta que por fin, el chico despegó la frente del piso, pero sin hacer contacto visual con nadie.

— ¿Solo eso? Martín, levántate. No tienes que hacer un drama si ya aceptaron tus disculpas —mi compañero obedeció, sus piernas flaqueaban. Estaba por irse, cuando le llamé.

— Eh, oye… —tartamudeé, dudando en si continuar —, este… ¿Estás bien? Parece que no podrás jugar por un tiempo. 

Evitó mirarme directamente y su contestación fue una simple afirmación con la cabeza.

Pasé el resto del día buscando entre clases a Noé con la mirada sin encontrarlo y cuando pregunté por él a sus compañeros de aula me informaron de su ausencia ese día. Había faltado a la escuela casualmente un día después de que lo besé.

Comencé a pensar que se debía a mí, ¿estaría enojado conmigo? ¿Qué tal si lo que hice fue tan malo como para que no quiera verme?

El peso del remordimiento estaba comenzando a sofocarme. 

¡Soy tan idiota! ¿Por qué lo hice? Aunque trabaje para Nick, apenas lo conozco y sobre todo… Tengo novio, tengo a Adrián, un chico lindo y maravilloso, al cual… no me merezco. 

Me dirigí a la salida del colegio a reunirme con él para regresar juntos, extrañándome al no verlo por ninguna parte.

 | | A D R I Á N | |

Seguía esperando a Arthur junto al zaguán mientras observaba salir al resto de estudiantes. Mirando a mi alrededor sin prestar atención a nada en particular, al menos hasta que visualicé a Martín caminar en solitario, mirando constantemente a su espalda y los costados, como si temiera que alguien lo estuviese siguiendo o incluso observando. 

Extraño, él siempre iba acompañado de algún amigo.

Esa inseguridad y nerviosismo que hoy le dominaban, me produjo una mala sensación. Empecé a sospechar que ocultaba algo, pero ¿qué?

Comenzaba a alejarse y antes de perderlo de vista, fui acercándome sigilosamente sin pensarlo, empecé a seguirlo impulsado por la enorme curiosidad de saber lo que lo envolvía, olvidándome momentáneamente de mis prioridades.

Caminó aproximadamente por diez cuadras y me mantuve a dos de distancia, cruzando la autopista para verlo desde el otro lado, escondiéndome entre los postes, calles o haciéndome el loco al verlo voltear en un par de ocasiones. A la doceava cuadra, giró en una esquina adentrándose en una calle estrecha y aparentemente solitaria.

Esperé unos segundos antes de avanzar, mirando a ambos lados antes de cruzar y quedarme en una esquina que me permitiera escuchar o ver algo sin que tuviera que entrar ahí.

¿Qué no sabía que las calles como esas eran peligrosas? Había pandilleros y drogadictos por esos rumbos.

Los segundos pasaban y continuaba sin escuchar nada, cuando me asomaba, no veía más que basura, puertas y ventanas traseras de casas descuidadas que conformaban un largo pasillo profundo y oscuro en pleno día. Al cabo de unos momentos, decidí seguirle el paso de forma extremadamente cuidadosa, mirando a mi espalda de vez en cuando, alejándome de la luz con cada paso.

Presentí que me encontraba como a la mitad de la calle, seguí caminando hasta llegar a un camino que doblaba a la derecha, donde se atestiguaban voces entablando conversación. 

Me detuve junto a ésta en silencio y eché un muy breve vistazo: ahí estaba Martín de rodillas ante un par de hombres; uno era un pelirrojo en smoking desconocido para mí y el otro… no era nada más ni nada menos que Noé Marshall.

¿Pero qué demo…?

— ¿Grabaste como te lo pedí? —indagó petulante con las manos bajo los bolsillos del pantalón.

— ¡S-sí! Pero… —ante la señal de sus inutilizados brazos, el pelirrojo se agachó en una inspección de sus ropas hasta encontrar su celular que sacó de su bolsa delantera. Tecleó algunas cosas en pocos segundos, sostuvo la pantalla frente al rostro de Noé como si fuera su sirviente, abriendo una grabación cuyo audio reconocí al instante.

"¡Perdóname por golpearte!".

"¡¿Q-qué estás haciendo?! ¡Levántate, por favor!".

"De... De verdad lo siento".

"Ya te disculpaste ayer, incluso conmigo. Levántate, incómodas a Arthur".

— Ja… — Noé se mofó— Arthur es tan lindo y noble —. Bajó la cabeza, dirigiendo su mirada al pobre chico que seguía de rodillas.

—¿Aprendiste tú lección?

— Sí, señor…

— ¿Señor? —arqueó una ceja con singularidad, deshaciendo su sonrisa. 

Se puso a la altura de Martín, clavándole una atenta mirada mientras que éste, la bajó al piso, cohibido. 

— ¿Me veo tan viejo?

— N-no, no. Es que yo… No sabía cómo llamarte.

— Soló Marshall para ti, ¿okey?… —restándole importancia, se puso de pie, volviendo a sonreír ladinamente—. Así que, la próxima vez que des un pase cerca de Arthur, piénsalo bien antes de lanzar, ¿estamos?

— Sí… Marshall.

— Sabes, si no te hubieras disculpado ayer voluntariamente, te habría arrancado los brazos en lugar de rompértelos —su comentario en tono amenazante, me dio un escalofrío que me erizó todos los vellos del cuerpo—. Pero como creo que no eres un idiota, solo te los rompí un poco. Que bueno, ¿no? Agradécele a tus padres por darte valores.

¿De qué carajos estaba hablando ese loco? ¿Hizo tal cosa solo por un accidente? 

— Una cosa más… —sacó un afilado y pequeño cuchillo de mano que puso tenso al chico. Lo confrontó una vez más, señalándolo con el arma a centímetros de su frente—, me gusta ir a la escuela, no había ido a una desde el preescolar. Si me meto en problemas, pueden suspenderme o expulsarme; así que… te quedarás callado, ¿verdad? 

— ¡No le diré nada a nadie! Ni siquiera a mi mamá, por favor… 

—Buen chico —apartó el cuchillo, acariciéndole la cabeza como si fuera un perro.

Con el riesgo de que Marshall o su secuaz ladearan sus cabezas ligeramente a la izquierda y me descubrieran, me escondí de nuevo tras el muro. Mis bajos instintos me gritaban que huyera de ahí antes de que fuera tarde. 

Mi celular sonó en mi pantalón al recibir un mensaje y fue cuando sentí como si mi corazón fuera a detenerse. El temor se desató en mi interior como una bomba de gas venenoso que se esparció por mis entrañas.

Le ordené a mis piernas moverse, primero a paso veloz con la crédula esperanza de no haber sido escuchado, pero tras unos segundos, me eché a correr como loco sin detenerme.

Lo sabía, sabía que ese tipo se veía sospechoso. Desde la primera vez que lo vi siendo simpático y tranquilo, me intrigó el semblante dominante y misterioso que lo envolvía, pero además de eso, despertaba en mí desconfianza y repudio. No podía tener una personalidad así de atrayente y perfecta y no tener algún horrible secreto o un lado escondido con esa apariencia de playboy.

Desde ayer que lo vi ayudando a Arthur, preocupándose por él así, mirándolo así, sonriéndole así, fue cuando supe que no podían ser simples conocidos.

Yo quería que Arthur me lo dijera, que me dijera la verdad, pero al parecer, no tuvo el valor de confesarlo.

Aún no entendía lo que acababa de ver, ni quién era Noé Marshall en realidad, pero sí sabía que era peligroso y no me importa nada, no dejaría que se acercara a Arthur. 

 | | A R T H U R | |

Salí de la escuela esperando encontrar a Adrián afuera y me sorprendí al no verlo por ningún lado cerca, como pensé que había ido al baño decidí esperarlo, pero ya habían pasado como cinco minutos.

Entre de nuevo a la escuela y lo busqué ahí, fue cuando empecé a preocuparme. Él jamás se iría así sin decirme nada.

Saqué mi celular y le envié un mensaje.

"¿Dónde estás?".

No hubo respuesta, algo rarísimo en Adrián, pues siempre veía y contestaba mis mensajes instantáneamente, igual que mis llamadas, la cual no podía hacer en ese momento por falta de saldo.

¿Y si le pasó algo? No sabía qué hacer. No podía irme sin saber dónde estaba, pero no sé que lograría quedándome, ¿qué podía hacer, entonces? ¿A qué apareciera milagrosamente tal vez?

Supongo… que le llamaría al llegar a casa. 

Decidí caminar solo a mi hogar. Dejé mi mochila, tomé el teléfono y estaba por marcar cuando tres bruscos golpes llamaron a mi puerta dándome un pequeño susto, tan repentino y fuerte que dudé en acercarme a abrir, pero mientras no fuera un criminal, todo estaría bien. Solo tenía que ver quien era asomándome por la ventana junto a la puerta.

Estaba por remover la cortina cuando sentí vibrar el celular de Nick. 

"No abras". Decía el mensaje. 

¿Qué? 

Los golpes continuaban, fuertes y constantes. Admito que comenzaba a ponerme nervioso, no solo por el demandante golpeteo, sino por el hecho de que al parecer, Nick estaba observándome sin que yo pudiera verlo, advirtiéndome que no abriera.

¿Qué estaba ocurriendo? ¿Qué tenía que hacer? ¿Quedarme en silencio y esperar a que se fuera? Era malo para controlar mi pánico.

Los golpes se detuvieron, poco después, el teléfono local comenzó a sonar. Recibí un mensaje nuevamente.

"No contestes". 

El celular me temblaba en las manos. Quería que los golpes se detuvieran, que fuera quien fuera, me dejara en paz.

Me cubrí los oídos para acallar el estridente sonido. El celular vibró de nuevo.

"NO ABRAS".

"NO CONTESTES".

Pegué mi espalda en la puerta y me desplomé deslizándome por esta hasta sentarme en el gélido suelo. Abracé mis rodillas, recibiendo otro mensaje.

"No te preocupes. Todo estará bien".

Mis ojos se aguaron, acumulando prontamente cálidas lágrimas.

"Confía en mí".

Nick… ¿Por qué? ¿Por qué no venías a mí en persona a decirme la verdad? ¿Hasta cuándo debía seguir aguardando por ti? Sin saber nada sobre ti, sin conocer todos esos secretos que te rodean. 

Tal como esperaba, al cabo de unos minutos, se fue.

 [ . . . ]

A la siguiente mañana en el campus, me senté con desánimo en una banca, con la mirada perdida en la cancha de básquet donde había chicos jugando a la espera del inicio de las clases.

 Me fue imposible conciliar el sueño al preguntarme por qué Nick no quiso que abriera la puerta. ¿Sería un secuestrador? ¿Un sicario, tal vez? 

Una persona que llegó a pararse enfrente de mí, disipando mis pensamientos.

Noé se plantó frente a mí, inclinando la cabeza ligeramente a la derecha, como si me analizara, Me puse tenso al recordar nuestro último encuentro.

— Ho-ho-hola... —mi cara comenzó a arder y mis manos a sudar. 

Sin decir nada, se sentó a mi lado. No hablamos por un largo rato mientras soportaba la tensión que ese inoportuno beso había establecido entre nosotros. Intenté mirarlo de reojo, se encontraba leyendo un libro detenidamente como si yo no estuviera.

— Perdón —murmuré encogiendo los hombros.

— ¿Por qué? —dio vuelta a la página, sin despegar sus ojos de esta.

— Lo de esa vez, no sé por qué lo hice. No estaba pensando, yo...

— Lo hiciste porque querías hacerlo, es así de simple.

— ¿Qué? ¿No estás enojado? —cerró su libro, meditando por unos segundos.

— No, pero me tomaste por sorpresa.

— De verdad lo siento, debí considerar las cosas.

— Si quieres hacer algo, lo haces y ya, solo es un problema cuando te detienes a pensar en ello. Si tiene un beneficio para ti, no sirve de nada arrepentirse, no es como si fuera a cambiar algo.

— Entonces, ¿estamos bien?

— Olvidémonos de lo que pasó.

— ¿Qué? —me miró de nuevo, esta vez, con severidad.

— Dije que lo olvides —temblé, sintiendo una opresión en mi pecho. 

— Sí… —resistí las ganas de salir corriendo e irme de ahí. Había comprendido bien ese rechazo directo.

— En fin. ¿Has leído este libro? Es interesante —me lo ofreció estirando su brazo, mostrándome la portada.

— No leo mucho que digamos —admití apenado y leí el título —. ¿En el Armario? —Mis ojos se abrieron desorbitados al ver en la portada la silueta de dos hombres tocándose semi desnudos. El calor se apoderó de mis mejillas, dejándome absorto.

No sabía que existían ese tipo de libros. ¡¿Noé lee este tipo de cosas?!

— Mírate, pareces un tomate —se burló provocando que mi calidez facial se intensificara—. Puedo prestártelo —Se arrimó dejando una estrecha distancia entre nuestros cuerpos, extendiendo el brazo sobre la recargadera de la banca, haciendo un cruce de piernas que como por arte de magia le dio una imagen mucho más sexy—, ...si quieres.

Mi mente quedó en blanco y mi cuerpo inmóvil al ser dominado por su porte atrapante, siendo yo su centro de atención. 

— Necesito que nos veamos en el parque después de la escuela, ¿puedes?

— ¿Ah? ¿Para... qué? —me sentía estúpido por preguntar después de haber sido rechazado, no tenía que hacerme ilusiones, pero me intrigaba escuchar lo que decía.

— Tu hermano estará esperándote —mi boca se abrió con incredulidad —. Te refieres... ¿A qué puedo verlo? ¡¿En serio?! 

— Sí.

Me era inevitable controlar este desborde de emoción. No podía creerlo, era como un sueño, al fin vería la cara de mi querido hermano al que creí perdido por tantos años. No dejaba de preguntarme cómo sería su cara, debería haber madurado mucho teniendo dieciocho años.

Salí de mi trance cuando sentí a alguien agarrándome del brazo que me jaló de la banca con tal de levantarme. Miré hacia arriba, con la sorpresa de ver a Adrián cuya expresión intrigante era una mezcla de enojo y preocupación.

— ¿Adrián?

— Arthur, ven conmigo —ordenó, acercándome a él, manteniendo su vista fija en Noé.

— ¿Qué? ¿Por qué?

— Solo vámonos, tenemos que hablar.