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Mi demonio Nicolás [VOLUMEN 1]

Los hermanos Beryclooth. Su historia comenzó el día que fueron separados. A Arthur, su propia sangre le cortó sus alas; Nicolás conoció la verdadera oscuridad habitable en su alma, olvidándose del cielo para adentrarse en el infierno, renaciendo como un hombre malvado y sin miedo a nada. En el bajo mundo, él es conocido como “El demonio”.

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32 Chs

Capítulo 30. El atacante

| | N I C O L Á S | |

Tras la salida de Jordan, sentí el abrumador silencio habitable en la extensa habitación. El silencio y la soledad me abrumaron de cansancio y sin darme cuenta, cerré los ojos.

Comencé a soñar.

Una voz infantil me llamaba, la voz de un niño que sonaba perturbada.

Nick... Nick... Nick…

En medio de la oscuridad no podía ver nada. Me sentía perdido, pero seguía escuchando esa voz desde el lugar más lejano aunque se escuchaba cerca. Me dejé guiar por el eco de su llamado.

Estaba cayendo por un túnel de oscuridad, adentrándome en lo más profundo de mi memoria: Los primeros años de mi vida fueron los más maravillosos.

Debido a mi corta edad, esos recuerdos están nublados y eran casi indistinguibles. Aunque no los podía ver con claridad, sentía la dicha y la felicidad en ellos. Tenía una familia, un hogar cálido y estabilidad.

Pero todo eso cambió, debido a él… Frederick Beryclooth.

Tengo su nítido recuerdo de él cargándome sobre sus hombros, otro donde sostenía mi mano mientras caminábamos en una especie de parque y yo me comía un helado. Creo que hay uno de una navidad donde me regaló un coche de juguete.

Cuando me lo entregó, acarició mi cabeza y con una dulce sonrisa, pronunció…

"Tengo al mejor hijo del mundo".

Incluso yo, quien había matado a mi padre, reconozco que alguna vez lo amé… pero eso se acabó en cuando me defraudó, arrastrándome a una vida sin mi madre y sin Arthur, lejos de todo lo que conocía, esperando que aceptara a esa maldita mujer a quien le dio todo tipo de lujos, satisfaciendo sus caprichos lo mejor que podía, tratándola como a una reina, como nunca trató a mi mamá, su esposa.

La casa se incendiaba y en medio del fuego, mi padre de rodillas abrazaba a su esposa quien a su vez, sostenía a su bebé mientras lloraban.

Yo estaba parado detrás de él, con un revólver en la mano.

"Todo estará bien, hijo". Susurró con voz quebradiza sin dejar de temblar.

Él tenía razón, todo estaría bien.

Coloqué mi índice en el gatillo de la pistola y le apunté a la cabeza.

Arrebatarle la vida no significó nada. No sentí nada.

Fue el sonido del disparo lo que cambió mi vida, me cambió a mí.

¡¡Bang!!

Mi corazón latió de manera violenta, haciéndome despertar de golpe. En el momento en que volví a la realidad, mis oídos fueron inundados por el sonido de la lluvia torrencial. La oscuridad del cuarto me envolvió mientras escuchaba gruesas gotas chocar en el cristal de la gran ventana, ubicada en el muro al costado de la cama.

Desorientado por la penumbra, asumí que había dormido hasta el anochecer, aunque con el clima, era difícil estar seguro de la hora.

Escuché pasos.

Mi sentidos se agudizaron, poniéndome tenso y el sonido del aguacero fue alejado de mi percepción cuando me concentré únicamente en los sonidos producidos dentro de esas cuatro paredes.

Alguien había entrado.

No podía ser Jordan, estaba seguro de ello; él nunca entraría sin avisar y sin motivo, mucho menos si no lo mandaba a llamar. A esta hora, mi padre y Robert deberían estar con "ciertos asuntos"; así que, ¿quién andaba ahí?

Sonreí involuntariamente ante la idea de un acechador observándome desde el oscuro rincón en el que no podía percibirlo con la vista.

— ¿Quién eres? —como si le hubiera hablado al cielo, este me respondió con un relámpago que iluminó momentáneamente los confines del lujoso aposento.

Alcancé a ver la figura de un hombre parado entre las penumbras, justo en el sitio al que mis ojos observaban, escondido bajo un manto de oscuridad.

Comencé a reír, pues su silencio y claras intenciones estimularon alguna parte de mi cerebro, gracias a la sensación del peligro.

— ¿Vas a aprovechar que no puedo moverme para matarme? A eso has venido, ¿no? —percibí los zapatos del sujeto aproximarse en pasos firmes y pausados, hasta que su parte delantera fue iluminada por la tenue luz procedente del exterior filtrada a través del cristal.

— Eso es correcto, "joven amo".

— Gustaf —exclamé, ensanchando mi sonrisa al reconocer al hombre castaño que había llegado a mi casa junto a mi padre, el mismo que había permanecido trabajando para él durante los últimos dos años —. La enfermedad de mi padre ha denigrado sus sentidos para percibir a los traidores y a los infiltrados… Dime, ¿a cuál de los perteneces?

— Lo único que importa es que vas a morir, mi estimado Demonio —en ese momento percibí que algo no andaba bien; mi cuerpo estaba débil y pesado, pero no precisamente por las heridas, era como si estuviera entumecido.

— Me drogaste —inquirí echando un vistazo al suero conectado a mi brazo.

— Tenía que asegurarme de que no pudieras moverte ni pedir ayuda, no ahora que por fin estamos solos.

— Ja, eso suena como a una propuesta indecente.

— Tuve que esperar demasiado y hallar el momento correcto para este momento, aprovechando que Hellsing salió con Robert y tus queridos protectores no están —neutralicé mi expresión a una más seria.

— ¿Te refieres a Zoltan?

— Me las arreglé para enviarlo fuera por un rato, así que no te molestes en llamar a alguien, nadie te oirá y aunque lo hicieras, la tormenta ahogaría tus gritos —se daba aires de superioridad al hablar y eso estaba comenzando a molestarme.

— Así que tú pusiste la bomba.

— No exactamente, sólo la hice explotar con un detonador que oculté bajo la mesa. Fue mi compañera, que por cierto, también mataste, quien la colocó junto al cadáver antes de salir a bailar. Se me ordenó que no lo hiciera cerca de tí porque se supone que sólo era una presentación —continuó con su explicación mientras comenzaba a quitarse el saco marrón que lo cubría, colocándolo en el perchero junto a la puerta.

— ¿Y por qué no hacerlo? También pudiste matarme mientras dormía, pero en vez de eso, me drogaste y esperaste a que despertara mientras me mirabas como un lobo al acecho. ¿Acaso piensas torturarme? porque si es así, me estás subiendo las expectativas —confirmó mis sospechas al desenfundar un cuchillo de gran tamaño de una funda que colgaba de su cadera.

Contempló el metal brillante con fascinación, repasando el filo suavemente con sus dedos.

— Oh, voy a hacer más que eso: voy a causarte tanto dolor que me suplicarás que acabe con tu sufrimiento.

— ¿Tenías que decir algo tan cliché? Empieza de una vez, comienzas a aburrirme —se me abalanzó quedando encima mío, colocándome el filo en la garganta.

Su expresión que segundos atrás era una relajada y altanera, ahora denotaba rabia y un odio inconmensurables.

— Mira, jodido pedazo de mierda, si sigues hablando, lo primero que voy a hacer es cortarte la lengua. No tienes una maldita idea de cuánto deseaba que murieras en la explosión, pero eso ya no importa, porque ahora puedo matarte yo mismo, muy lenta y dolorosamente.

— Oh… Percibo que esto es bastante personal —la mueca repulsiva que transformó su rostro me dio la respuesta y no pude evitar soltar una breve carcajada—. ¡Ja! Lo sabía… Tengo curiosidad; ¿por qué llegar tan lejos como para desobedecer a tu jefe? 

— Mandaste a matar a un amigo mío.

— ¿Entonces, eso es todo? ¿Estás aquí para vengarte? ¿Te has preguntado lo que harán contigo si alguien se entera que estás actuando por tu cuenta en contra de lo que Savage te pidió?

— Créeme, lo sé muy bien, pero ¿y eso qué? Mientras pueda desmembrarse miembro por miembro, no me importa lo que me pase después —apreté ambos puños acumulando fuerza sin que lo notara. El corazón se me comenzaba a acelerar de la emoción.

Agarré el mango del cuchillo, dejando su mano debajo de la mía y lo apreté haciendo fuerza para impedirle cortar mi piel. Abrió los ojos, impactado y confundido.

Sonreí con soberbia ante su reacción y presioné sus dedos bajo los míos, lastimando sus huesos mediante aumentaba la fuerza de mi agarre.

Aproveché esos segundos de despiste suyo para impactar su rostro con mi frente, quebrándole la nariz. 

Su otra mano se dirigía a atacarme pero se lo impedí estampando un puñetazo en sus costillas que le sacó el aire antes de que me alcanzara y lo jalé de la ropa, despojándolo del arma y sacándomelo de encima con la suficiente fuerza para arrojarlo al piso. Chocó con una pata de la mesa sobre la que había una lámpara, esta se tambaleó, cayendo al piso y quebrándose en cientos de pedazos.

Retiré las cobijas que me cubrían y me deshice del tubo conectado a mi brazo para lanzarme sobre él.

Trató de levantarse pero se lo impedí pateándole la espalda, obligándolo a quedar boca abajo. Aprisioné uno de sus brazos en su espalda y puse mi rodilla sobre su palma abierta, recargando todo mi peso sobre su cuerpo, inmovilizándolo casi por completo.

Continuó tratando de liberarse pataleando, incluso trató de tomar uno de los vidrios de la lámpara rota, pero en cuanto lo tomé del cuero cabelludo y coloqué el cuchillo en su cuello, se detuvo.

— Yo creo que no se va a poder —sus ojos eran una mezcla entre la cólera y la confusión.

— Maldito… ¿Cómo mierda… ?

— ¿Cómo puedo moverme? Trabajo con drogas, amigo; me he hecho resistente e inmune a ellas; o al menos, a la mayoría.

— ¿Te estás burlando de mí? Eso es mierda. Nadie puede…

— No me extraña que no me creas, pero tampoco me importa. Mi cuerpo es resultado de una gran gama de estudio y experimentación científica poco común. Si tuviera que resumirte en palabras simples la gran cantidad de cosas que puede hacerle al cuerpo humano, diría que es como magia prohibida, una que solo le pertenece al clan Hellsing.

»Fascinante, ¿verdad? Pero como sabes, todo tiene un precio; en este caso, un proceso jodidamente doloroso como los mil demonios que te deja al borde de la muerte… Pero ya basta de hablar de mí. Hay cosas que quiero que me digas.

— Jamás hablaré.

— Todos dicen eso. Bien, escucha… —sentí que mi rostro divertido se transformó completamente en uno menos "amigable", por decirlo de algún modo y clavé mis ojos despectivos en él, formulando una pregunta con una voz tosca—, ¿Tú eres El Cuervo? —. Lo sentí sobresaltarse bajo mi cuerpo, provocándome intriga.

Incliné ligeramente la cabeza a un lado para tener una mejor percepción de su rostro contra el suelo.

— ¿Lo eres?

— No…

— Pero sabes quién es.

— ¡No voy a decirte nada!

— ¿Ni siquiera si te saco un ojo? —cambié el agarre de mi arma, colocando la fría punta bajo una de sus cuencas, rozando su piel —. Te sacaré los dos, te cortaré las orejas, la nariz y finalmente te arrancaré la lengua y si no mueres con eso, te arrancaré los dedos de tus manos y los pies, hasta que no me digas lo que quiero saber.

Los músculos de su cara se contrajeron con angustia.

— No… hablaré —su mandíbula se tensó al mismo tiempo que su respiración cambiaba a una más pesada. 

— Bueno, te di la oportunidad de hacerlo por las buenas —clavé la hoja debajo de su ojo. 

Su desgarrador alarido penetró mis oídos como una exquisita melodía.

Continué cortando lo mejor que pude alrededor, hasta que finalmente sentí su globo ocular aflojarse e introduje mis dedos en su cuenca; sentí esa pequeña esfera viscosa y tibia en las yemas de mis dedos.

Era difícil rebuscar dentro cuando se movía tanto: su cuerpo prisionero bajo el mío se retorcía desesperadamente, agitando su brazo libre y sus piernas pataleando y contrayéndose de vez en cuando.

Logré atrapar la esfera con mis dedos índice, medio y el pulgar que lo jalaron hacia afuera logrando arrancárselo de un solo tirón.

Los clamores perturbadores y exquisitos que resonaban de su garganta aumentaron cuando el hilo ocular se desprendió del interior de su cabeza.

— Agh, mira la mierda que me haces hacer. Esto es tan sucio —mis manos estaban repletas de su asquerosa sangre, pero lograba tolerarlo ya que me divertía sentirlo retorcerse como un mísero gusano mientras lloriqueaba.

Se cubrió la parte de su rostro ensangrentado con su mano temblorosa, llorando adolorido en un tono más bajo, jadeando aceleradamente a causa de su shock generado por su despoje ocular.

— ¿Quieres que volvamos a intentarlo? —no dijo nada, sólo continuó llorando consternado, tratando de parar de algún modo la cascada de sangre que escapaba de su cuenca vacía 

Estaba comenzando a exasperarme. ¿Por qué no contestaba mi pregunta? ¿Por qué estar dispuesto a aguantar esa mierta? 

Una idea que me hizo hervir la sangre llegó a mi cabeza.

Este tipo me estaba subestimando. 

— Oye… —llamé, comenzando a sentir euforia —, ¡oye! —. Produjo un chillido cohibido cuando cambié mi tono a uno menos tolerante— ¿Sabes cúal es una de las cosas que más odio? —Negó tembloroso, apenas con energía. — Que me menosprecien —susurré en un tono punzante y venenoso que lo hizo volver a retorcerse inútilmente, esta vez, con menos fuerza.

— ¡AGH! —inserté por segunda vez el cuchillo en su rostro para sacarle el otro ojo al igual que el primero.

Después de verlo resistir una segunda extracción sin decir una palabra, llegué a una conclusión medianamente probable, porque si estuviera cubriendo a alguien, ya hubiera hablado.

Sonreí siniestramente, contemplando sus dos ojos literalmente en la palma de mi mano que parecía un guante sangriento.

— ¡Tú eres El Cuervo, ¿verdad?! Eres el maldito hijo de perra que le dijo a Savage sobre Arthur —contemplé sus globos oculares en mi poder, riendo maliciosamente al ver surgir una brillante idea. —. Me desquitaré contigo por lo que le hicieron. Te haré pagar a ti y a toda tu maldita familia por usarlo para atraerme y poner sus malditas manos sobre él.

Un relámpago atravesó el cielo cubriéndome momentáneamente son su destello blanco, sincronizado con mi ingenioso pensamiento.

Aventé el cuchillo descuidadamente a mis espaldas y usé mi mano para sostenerle de la mandíbula, apretando su rostro frío empapado de ese líquido cálido.

Comenzó a removerse alarmado emitiendo gemidos angustiantes. Me dispuse a callarlo metiendo forzosamente las viscosas esferas en su boca, pero en lugar de cubrir sus gritos, sólo se hicieron más fuertes y siniestros al percibir lo que le había introducido. 

Le cubrí la boca para evitar que los escupiera y forzarlo a tragar.

— Quieren separarme de él, ¡quieren arrebatármelo! A él, a mi preciada familia… Nunca más, no volveré a dejar que lo aparten de mi lado. Haré que todos lo entiendan a la fuerza, ¡él estará conmigo para siempre! 

En el mismo instante en que lo escuché tragar, se agitó a causa de un par de arcadas.

Aparté la mano dejándolo liberar su vómito que salió disparado acompañado de una voz asqueada y herida, mezclándose con el charco de su propia sangre formado debajo de su rostro.

Los ojos también estaban en el medio del charco de asquerosidades, magullados pero casi enteros.

No dejaba de temblar ni toser con fuerza y de manera casi ahogada. Las pequeñas arcadas no se detenían, en señal de querer seguir vomitando, pero sin resultado a causa de su estómago vacío, así que sólo le quedaba escupir chorros de ácido estomacal.

| | J O R D A N | | 

Durante el trayecto de vuelta, el cielo se había oscurecido al ser cubierto por gruesas nubes grises que desataron en un principio una llovizna tranquila que, pronto se convirtió en una tormenta.

Winter estaba en la parte de atrás, amordazada y con el costal en la cabeza acompañada de dos de mis compañeros.

Regresé a la mansión Hellsing. 

Bajé del vehículo, empapándome y corriendo hacia la residencia, dejando a la chica en el auto al cuidado de mis hombres, no sin revisar que todo estuviera bien y comprobar quienes se encontraban dentro.

Entré en busca de mi padre y uno de los criados me dijo que habían tenido que salir por negocios. Aunque me desconcertó, no me sorprendió para nada.

Era suficiente con que Nina estuviera.

Subí a la segunda planta a buscarla y preguntar por el estado del joven amo. Durante mi recorrido por el pasillo, vi la puerta de su habitación entreabierta y la luz apagada, extrañándome. Ella nunca dejaba abierta su puerta estuviera dentro o no.

Me acerqué con cautela y me asomé sin percibir nada que luciera aparentemente extraño. Instintivamente, llevé mi mano hacia el agarre de mi arma enfundada en mi cintura.

Abrí la puerta completamente, encendiendo la luz.

— ¿Nina? —me sobresalté al verla inconsciente boca abajo en el piso. 

Corrí hacia ella y me agaché para comprobar sus signos vitales, me relajé al sentir que seguía con vida.

La agité insistentemente tratando de despertarla.

— ¡Hey, Nina! Despierta. ¡Oye! —se removió emitiendo quejas confusas, despertando poco a poco. 

— ¿Jordan? —me miró desconcertada, sobándose la cabeza como si le doliera y la ayudé a incorporarse, dejándola sentada.

— ¿Qué pasó?

— No lo sé… Me acuerdo que me despedí de Greg y Robert que debían cobrar una deuda en la ciudad. Iba en camino a ver al joven amo y… —sus ojos se abrieron desmesuradamente con horror —. ¡El joven Nicolás! 

Mis músculos se tensaron al presentir el peligro cerca. 

Salí del cuarto a toda prisa sin darle explicaciones, aunque estaba seguro que ella vendría detrás de mí, saqué mi arma, mientras corría al cuarto de mi jefe. 

Abrí violentamente azotando la puerta, al mismo tiempo que retumbó un relámpago en el cielo. 

Presencié con detenimiento un sangriento espectáculo protagonizado por el demonio Nicolás: su cabello era un desmesurado desastre con numerosos mechones revueltos cayendo a los costados y sobre su frente cuando normalmente siempre estaban peinados hacia atrás. Parecía como si alguien o hasta él mismo, se hubiese pasado ambas manos por la cabellera, desordenandolo violentamente.

Su cuerpo vendado casi en su totalidad, únicamente cubierto por unos bóxers, estaba manchado de rojo y apoyado sobre el cuerpo inmovilizado de alguien que susurraba agónicamente bajo su rodilla, al cual no pude reconocer por culpa de la penumbra y la distancia.

Al observarlo, me percaté de un charco de una sustancia nauseabunda bajo su rostro ensangrentado.

— Jordan —la sonrisa que se le formó al verme fue tan escalofriante y repulsiva que no pude evitar fruncir mi entrecejo a modo de disgusto.

— ¿Qué… estás haciendo?

El Cuervo.

— ¿Qué? 

— Gustaf es El Cuervo. Fue él el que hizo que secuestraran a Arthur, este patético pedazo de basura que se coló entre nuestras filas —sus ojos llenos de demencia me hicieron dudar de sus afirmaciones.

Asumí que esa mirada perdida en la locura sería consecuencia de alguna droga, pues a pesar de haberse vuelto inmune a sus efectos, algunas estimulaban su comportamiento violento, volviéndolo impulsivo y nublando su sentido común.

Lo que lo hacía más peligroso de lo normal.

Sentí a Nina llegar detrás de mí, jadeando sorprendida al toparse con la escena. 

Guardé mi arma y avancé con pasos lentos y cuidadosos, acercándome cautelosamente hacia él.

— Vas a abrir tus heridas. Deja que yo me encargue. 

— Tonterías… Estoy perfecto, perfecto para desmembrar a este fisgón. 

— Estás sangrando —y era verdad. 

Bajo los vendajes noté pequeñas manchas rojas que crecían con el pasar de los segundos.

— Ja, ja… Eso es lo de menos. ¿Sabías que trató de matarme?

— Sí, por eso yo debo hacerme cargo. Si no te detienes, vas a matarlo antes de hacerlo hablar —me acerqué lo suficiente, para poner apreciar la locura en la que se ahogaban sus ojos.

— No necesito que hable, ya dijo suficiente. Ahora sólo estoy divirtiéndome un poco quitándole algunas partecitas para poder enviarle un mensaje a su jefe —contemplé asqueado el charco de vómito y sangre mezclados en el piso y… un par de ojos bañados en esa misma mierda.

"Prométeme que no dejarás que lo maten".

Este tipo de situaciones me recordaban continuamente la razón por la que debía quedarme a su lado, independientemente de si era mi trabajo o no: No era para protegerlo de enemigos ni sicarios que quisieran hacerle daño, sino para proteger a otros de él, incluyéndolo a él mismo.

Aproveché que lo había distraído lo suficiente con mis palabras para lanzarme contra su cuerpo y tratar de someterlo.

Logré colocarme a sus espaldas, envolviendo su cuerpo con mis piernas para apresar sus brazos y torso mientras le rodeé el cuello con los brazos para mantenerlo quieto.

Mi tacleada fue con tanta fuerza y velocidad que logré apartarlo de encima de Gustaf y ambos caímos a un lado, azotando mi espalda contra la pared y aunque el golpe fue duro, no flaquee.

— ¡Rápido, Nina! —grité con certeza de que no aguantaría mucho en esa posición. 

La mujer sacó la pistola tranquilizante de uno de los cajones del mueble y le disparó un par de veces en el pecho.

Sacando fuerzas de flaqueza, se liberó de mi enredo y me agarró los brazos deshaciendo mi agarre a pesar de mis esfuerzos por tratar de contrarrestar su monstruosa fuerza. Me desprendió de su cuerpo y me aventó delante suyo.

Caí sobre mi espalda rodando un par de metros. Detuve mi alejamiento con las manos, recuperándome rápidamente y me incorporé quedando de rodillas. 

Gateó adormilado y debilitado, llegando a mí para apresarme de los brazos con escasas fuerzas. 

— Jor… dan —soltó un último murmullo antes de caer inconsciente hacia adelante.

Atrapé su cuerpo sintiendo su cabeza caer sobre mi hombro. Pude sentir con mis dedos los agravios y quemaduras de su espalda mientras escuchaba su respiración apacible.

El contacto con su piel me quemaba las manos. 

— Maldita sea, eres un jodido dolor de cabeza.