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Mi demonio Nicolás [VOLUMEN 1]

Los hermanos Beryclooth. Su historia comenzó el día que fueron separados. A Arthur, su propia sangre le cortó sus alas; Nicolás conoció la verdadera oscuridad habitable en su alma, olvidándose del cielo para adentrarse en el infierno, renaciendo como un hombre malvado y sin miedo a nada. En el bajo mundo, él es conocido como “El demonio”.

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32 Chs

Capítulo 29. Errores del pasado

| | A R T H U R | |

Fue difícil asimilar lo que ví anoche, por eso no pude darme cuenta de cómo había llegado hasta la mansión Hellsing ni en cuánto tiempo.

Mi mente quedó en blanco y sólo percibí el sonido del motor del auto y distintas voces en la lejanía como si hablaran a través de gruesos muros mientras viajábamos por la carretera a toda velocidad. Perdí la noción del tiempo, manteniendo durante todo el trayecto la visualización de esa escena que parecía contrastar perfectamente con la personalidad de Nick. 

La destrucción y el fuego ardiente a su alrededor combinaban tan bien con esa maquiavélica mirada suya que tuve el presentimiento que no era a mi hermano al que veía, sino a otra cosa que había tomado su apariencia... a un auténtico demonio.

Demonio... Demonio...

No. No importa la impresión que me haya dado. Sin importar sus pecados, él seguía siendo mi hermano mayor, mi sangre, mi protector... Eso no lo cambiaría nadie nunca.

Porque de eso se trata la familia; amaba a Nicolás sin importar cómo fuera.

Me encontraba esperando en el pasillo, jugueteando con mis manos sudorosas y mis pies en contínuo movimiento.

Jordan, por otro lado, estaba recargado de espaldas en la pared opuesta de brazos cruzados y en silencio.

— Listo —me sobresalté sobre la silla en la que me hallaba sentado en el pasillo al escuchar la voz del cirujano de tez oscura que salía de la habitación—. ¿Tú eres su hermano? —Me levanté inmediatamente y me dirigí a él con manos temblorosas y el pulso acelerado.

— ¡S...sí! ¿Cómo está?

— Él está bien. Se recuperará pronto.

»Aún no me explicó cómo pudo sobrevivir a la explosión. Es muy afortunado —yo tampoco lograba entenderlo, pero eso era lo de menos.

Jordan intervino, pero sin moverse de su lugar.

— ¿Está despierto?

— Sí.

— ¿Pu... Puedo verlo? —espeté.

— Adelante, pasa —me dio paso a la habitación y me detuve momentáneamente bajo el marco de la puerta, echando un vistazo dentro.

Nicolás estaba sentado en la cama junto a la gran ventana que iluminaba el cuarto cálidamente y parte de esa clara luz regía sobre mi hermano con la mitad del cuerpo bajo las sábanas blancas, envuelto con vendajes en gran parte de su cuerpo como en los brazos, torso y su pecho, incluso en su cuello y rostro con unas cuantas gasas que pretendían ocultar hematomas y grandes quemaduras que aún se notaban en algunas partes de la piel.

Era atendido por un par de enfermeras; una limpiaba el lugar recogiendo las herramientas quirúrgicas y vendas ensangrentadas del piso, mientras la otra acomodaba junto a la cama, un suero conectado a su brazo.

No tardó en notar mi presencia e inmediatamente volteó a verme con una cautivadora expresión que antes no lo había visto bosquejar.

— Hey, hermanito...

— N-Nick... —ante la suavidad de su mirada, me olvidé completamente de la noche anterior y al ver su estado, no pude resistirme a las ganas de correr y lanzarme a sus brazos a llorar.

Él estaba bien, estaba bien.

Jordan permaneció de pie afuera, observándonos.

— ¡Hey, niño...! —era obvio que por mi atrevimiento, las enfermeras se escandalizaron dispuestas a reclamarme, pero Nick las detuvo y pidió que se marcharan.

No presté atención a lo que transcurrió a mi alrededor, pues todo lo que a mí me importaba estaba en mis brazos.

Envuelto en su regazo, las lágrimas se desataron cayendo como cascadas a lo largo de mi rostro, enrojecido y empapado.

Alivio, consuelo y una felicidad inmensa eran las razones de mi llanto, por haberme evitado la angustia y dolor de su pérdida.

Durante toda la noche, no dejaba de pensar en que pude haberlo perdido, no pude evitar pensar qué sería de mí si hubiera muerto. Me sentí aterrado de volver a quedarme solo para siempre y no volver a verlo nunca más y ahora que lo tenía en mis brazos, no pensaba soltarlo. Me faltaba el aire sólo de pensarlo.

— Yo... Yo pensé... —apenas podía hablar por el nudo en mi garganta.

Mi hermano acarició mi cabeza gentilmente.

— Lo sé... Tranquilo —seguí llorando mientras lo abrazaba por un tiempo indefinido. 

Ni siquiera me había percatado que el viejo Greg estaba en la habitación, sentado en un largo sillón junto a la pared tan quieto y callado que daba escalofríos.

El doctor entró nuevamente y él se puso de pie para ir a estrechar su mano.

— Se lo agradezco, doctor —y así como había mostrado agradecimiento con educación y elegancia, su semblante cambió repentinamente a uno más oscuro, transformando su cordial sonrisa a una fría y maliciosa—. No creo que sea necesario recordárselo, pero no le dirá ni una palabra a nadie que vino hasta aquí. ¿Verdad? —El doctor tembló ligeramente y tragó saliva.

— Por supuesto que no, señor...

— Bien, espere la transferencia de su pago en unas horas… Llévenlo a casa —el nervioso hombre hizo una ligera reverencia con un movimiento de cabeza y se marchó acompañado de un par de escoltas que se fueron con él.

En el corto lapso en el que el doctor y las enfermeras estuvieron en la habitación y tardaron en marcharse, logré tranquilizarme un poco.

— Nicolás, despediré a nuestro confiable doctor. Volveré en unos minutos para hablar contigo —indicó su padre falso.

— Como quieras. No iré a ningún lado —se mofó, sin apartar su mano de mi cabeza.

Hellsing marchó hasta la puerta donde estaba Jordan y antes de abandonar el cuarto, se detuvo.

— Encárgate, por si necesita algo.

— Sí, señor —finalmente se fue dejando al pelirrojo solo en el pasillo.

Aproveché para subirme completamente a la cama y encoger mis piernas para enderezar mi espalda y sentarme junto a él.

— No vuelvas a asustarme así —hablé mientras mis lágrimas salían sin control

— Lo siento.

— Yo… no sé qué haría sí… te pasara algo, Nick. Por favor, no vuelvas a dejarme. No me dejes —nuestro abrazo se hizo más intenso tras mi súplica. Me pegó con fuerza a su cuerpo sosteniendo mi cabeza como una forma de consuelo.

No lo solté, tenía miedo de hacerlo. Y con ese pensamiento, sin darme cuenta, me quedé dormido a su lado.

Desperté acurrucado junto a su cuerpo al que permanecí aferrado de su cintura mientras él acariciaba mi cabeza, sintiendo calidez al haber permanecido con él.

Levanté la mirada para encontrar la suya la cuál me miraba con ternura, lo que me produjo un destello de felicidad en el corazón. 

Acomodé mi cabeza en una de sus piernas y cerré los ojos disfrutando de ese momento en silencio. A veces no necesitábamos decir nada para saber que queríamos estar juntos y disfrutábamos de la compañía del otro, era algo que simplemente se sentía y era lo que más extrañaba de él, que me reconfortaba y hacía sentir seguro mientras él estuviera cerca.

Un gemido pesado y ronco me hizo abrir los ojos y levantarme con preocupación. Sonó como si algo de repente le hubiera dolido o incomodado.

Elevé la mirada sentándome en la cama para ver detenidamente sus vendajes y las heridas que se asomaban en las partes descubiertas de su cuerpo.

Puse una mano sobre el vendaje de su pecho, lamentando el incidente. Me dolía verle así.

— ¿Te duele? —musité con tristeza.

— Realmente, no. Me han pasado cosas peores.

— ¿De... de verdad?

— Sí. Una vez, casi muero desangrado, la otra vez fue por una sobredosis. También recuerdo una donde... —puse mis dedos sobre sus labios, sin ánimos de seguir escuchando.

— Entonces, no es la primera vez que han tratado de matarte... —musité en un pequeño murmullo deprimente y preocupado.

Debí suponerlo antes.

— Soy el hijo adoptivo de Greg Hellsing, el jefe de la mafia más grande del bajo mundo y el criminal más buscado del país. Me han perseguido toda la vida y no se detendrán. Si mató a uno, aparecerán cinco más. Mis verdugos nunca desaparecerán hasta que yo haya muerto, pero como puedes ver, soy difícil de acabar —no estaba preparado para escuchar algo tan impactante. 

Sus palabras eran duras de digerir. De haberlo sabido, no hubiera preguntado... pero tenía sentido, era algo de lo que debía tomar consciencia.

Mis ojos se anegaron de lágrimas por segunda vez, cerrando los puños de impotencia.

— No pongas esa cara —me atrajo a él, abrazándome con un solo brazo—. No dejaré que nada te pase a tí —Volví a abrazarlo con fuerza sintiendo un enorme peso en el pecho.

Recargue mi mejilla sobre su hombro, cerrando los ojos.

— Me preocupa más lo que te pase a tí —me sinceré con la humedad albergando mis cuencas.

— Lo sé, Arthur, pero escucha… He estado trabajando en algo que disminuirá la cantidad de cabrones que quieren matarme. No tienes nada de qué preocuparte.

¿Qué clase de plan tenía en mente? ¿De verdad garantizaría su seguridad? Tenía miedo de pensar en el futuro, pero no valía la pena hacerlo, ya que el único tiempo que importaba, era el presente.

— Y cuando lo haga, nadie querrá volver a meterse con nosotros, te lo juro —su palabras me tranquilizaron.

No sabía realmente a qué se refería, pero si él lo decía, debía ser verdad. Sólo me quedaba confiar en él.

Escuché el sonido de unos pasos, indicando la presencia de alguien aproximándose.

Me separé ligeramente de Nick y giré la cabeza echando un vistazo a mi espalda.

Había olvidado que Jordan nos observaba y eso hizo que me sintiera incómodo, aunque desconocía el por qué. Tal vez se debía a la frialdad de su mirar. 

No sé porque cuando lo veía a los ojos, la culpabilidad me invadía.

Greg no tardó mucho en volver e ingresar de nuevo a la recámara, esta vez, junto al padre de Jordan, los cuales tenían un increíble parecido. Nina y la otra mujer de pelo negro. Cassandra, creo.

Con la aparición de su padre adoptivo y el resto de su… "familia", no pude evitar sentir que nos acababan de invadir. Siempre que estaban ellos cerca, me sentía excluido.

— Arthur, ve a descansar. Tengo un asunto que atender.

Lo miré con súplica e impacto. No quería irme.

— Pero... —Greg intervino.

— Jordan, llévatelo a una de las habitaciones para huéspedes —el joven pelirrojo vino hacia mí y me tomó del brazo, levantándome de la cama. Aunque no lo hizo con tanta fuerza, su agarre me hizo algo de daño.

— ¡Esperen! Yo… —intenté negarme a que me sacaran. Quería volver junto a mi hermano.

— Arthur, está bien. Sólo vamos a hablar de asuntos complicados que podrían aburrirte. Te veré después —Nick me miró con una calma que me convenció pese a que no quería irme.

El señor Greg volvió a intervenir.

— No tardes mucho en volver, Jordan; después de todo, este asunto también te incumbe a tí —dio un leve vistazo hacia atrás antes de sacarme del aposento.

Al cerrar la puerta, me soltó.

— Sígueme —empezó a andar sin esperar una reacción o comentario de mi parte. 

Miré por última vez la puerta con una sensación de apego que me hacía desear no querer alejarme demasiado. Tenía curiosidad por saber de lo que estarían hablando y sabía que tenía que ver con lo que sea que haya causado la explosión.

Me percaté que Jordan estaba al final del pasillo y rápidamente obedecí yendo tras él con pasos rápidos hasta quedar a un metro de distancia.

Caminamos aproximadamente un minuto en silencio y en ese tiempo, mi mente repasaba contínuamente los acontecimientos de anoche.

— Ese idiota tiene suerte de estar vivo —su comentario me tomó desprevenido, haciéndome abandonar mis pensamientos.

Lo observé pero no podía ver su cara desde donde estaba. Aceleré ligeramente mi paso quedando a su costado y vi su perfil: tenía una mirada sombría y muy dura, resaltando esos bellos pero letales ojos agua marina que brillaban con intensa amargura.

Tuve que inclinar un poco mi cabeza, ya que era más alto que yo.

No me había agradado mucho su comentario.

Sus ojos gélidos rodaron en mi dirección al darse cuenta de cómo lo miraba.

— ¿Qué? —aparté inmediatamente la mirada.

— Nada... —después de subir a un segundo piso, reconocí la habitación en la que me había quedado la primera vez que estuve ahí. En la que...

Al atravesar la puerta, mis ojos se dirigieron por inercia a la cama perfectamente tendida y bien acomodada; no parecía la misma en la que perdí mi virginidad con mi propio hermano, pero lo era. Ese pensamiento me agitó violentamente el corazón y me subió los colores a la cara.

Me contraje nervioso sintiendo mis mejillas encenderse acaloradas.

— Quédate aquí. Llamaré a alguien que venga a resguardarte —Jordan, quien no había ingresado al cuarto, estaba por retirarse.

— Eres su guardaespaldas, ¿no? —lo detuve justo antes de que cerrara la puerta.

— Sí. ¿Y? —apreté los puños con fuerza, nervioso de las palabras que fluían solas de mi boca sin que yo las prolongara en mi cabeza.

Supongo que darle la espalda me ayudaba a sentirme más seguro al hablar, no tenía que confrontarlo de frente.

— Entonces, por favor, prométeme que no vas a dejar que lo maten —el silencio se prolongó entre nosotros.

— No tengo que prometerle nada a un niño —su abrupta respuesta me tensó.

— Se supone que es tu trabajo... —repentinamente, el aire se sentía más pesado.

— Ya sé a dónde va esto... —un brusco agarre en mi hombro me dio la vuelta para encararlo y posteriormente tomarme del cuello de la camisa.

Acepto que tenerlo de cerca era bastante intimidante. Mirar sus ojos fríos y hostiles provocó que me temblaran las piernas y quedara sin habla.

— No es mi maldita culpa que esté asociado con la peor escoria de esta inmunda ciudad y más de la mitad quiera volarle la cabeza; y, ¿sabes por qué? —su rostro se inclinó ligeramente junto al mío, poniendo sus labios cerca de mi oreja—. Porque todos saben que El Demonio estaría mejor muerto.

Me congelé.

— No... —tomó distancia para vernos cara a cara.

— Tú también lo sabes, porque a pesar de todo, en el fondo, le temes. No sabes nada de él.

— ¿De qué hablas? ¡No quiero que mi hermano muera! Él es... lo único que tengo.

— Entonces eres más ciego de lo que pensé —me soltó, empujándome ligeramente.

— Tú no sabes nada... —mi corazón bombeaba con violencia, agitando mi pecho. Era la primera vez que confrontaba a alguien.

Volví a apretar mis puños.

— ¿Cuánto tiempo crees que llevo en esto, mocoso? Cuidar de él ha sido mi único propósito desde que llegó.

— Pues no parece importarte mucho que algo le pase.

— ¿Qué hay de ti? Fingiendo que no pasa nada mientras tu querido hermano te tiene comiendo de la palma de su mano.

— ¡Tú no sabes nada! Él nunca me lastimaría. A pesar de todo, lo único que ha hecho desde que tengo memoria, es protegerme y sé... Que las cosas que hace están mal, pero las hace por una razón y yo… no puedo hacer nada.

»Él es lo único a lo que puedo aferrarme —me abrace a mí mismo sintiendo que mi vista comenzaba a nublarse.

— Eres más ingenuo de lo que pensé.

— No me importa lo que pienses, no sabes cómo me siento. Tú eres solo su guardaespaldas... —a causa de su silencio, por un breve momento pensé que me había excedido, pero sólo había expresado mi sentir.

No lo conocía mucho, pero Jordan realmente lucía como alguien que no podía mostrar nada más que indiferencia o enojo hacia cualquier cosa.

Escuchar su voz después de darme la espalda, me desconcertó.

— Tal vez no te has dado cuenta, o tu apego hacia él no te deja ver la realidad, pero tarde o temprano tendrás que aceptar que tu hermano no es quien tú crees, porque cuando Greg Hellsing muera y el joven amo asuma el poder, esta ciudad cambiará.

— Espera, ¿qué quieres decir con... ? —me cerró la puerta en la cara antes de dejarme terminar.

| | J O R D A N | |

Abandoné la recámara con desdén, suspirando disgustado.

No me esperaba que reaccionara así. Normalmente es muy tranquilo y dócil, pero parece alterarse mucho cuando se trata de su hermano… ¿Quién se cree para hablarme así? No tiene idea de nada.

No me importa que sea su hermano ni me importa lo cercanos que sean, odio a la gente inepta como él. No sé da cuenta que resguardar la espalda de ese tipo es más complicado de lo que parece.

Eres tú el que no sabe nada.

Me encontré en el pasillo con uno de mis colegas, más alto y fornido que yo y me alegré de que me ahorrará la molestia de buscarlo.

— Encárgate del niño. Está al final del pasillo en el ala este —asintió respetuosamente y le di una palmada en el hombro continuando mi camino.

Al llegar, llamé un par de veces a la puerta antes de entrar.

— Con su permiso —cerré al ingresar e inmediatamente me percaté de la densidad en la atmósfera.

El cielo nublado tiñó de grises la habitación donde el silencio era abrumador. Algo no andaba bien.

— Acércate, Jordan —habló la voz tranquila del señor Greg.

Acaté la orden y me coloqué junto a ellos.

Mi señor estaba sentado en una silla frente a la cama y el resto de nosotros, situados de pie a su lado.

El amo Nicolás fue el primero en romper ese tortuoso silencio.

— Por cómo me miras, siento que sabes quién está detrás de esto —su padre, entreabrió sus labios exhalando el humo de su puro.

— Esto es de lo que quería hablarte durante la cena. Fue bastante oportuno.

— Entonces, habla —Greg esbozó una pequeña sonrisa por la impaciencia de su hijo.

— Anoche, envié a un grupo a revisar tu casa. Encontramos indicios de que la bailarina no era la única infiltrada. Ella sólo fue una distracción mientras alguien más colocaba la bomba, claramente sin intención de matarte a juzgar por el alcance de la explosión.

Nicolás produjo una risa nasal.

— Entonces, ¿fue más como un saludo? ¿A quién le debo este placer?

— Es alguien que te conoce, pero tú no conoces —el azabache levantó las cejas con desconcierto como si acabara de escuchar un mal chiste.

— ¿Cómo?

— No te hablé de esto antes porque pensé que no era necesario. Creí que estaba muerto... —el señor Greg sobó su frente ocultando sus ojos, pero dejando a la vista una sonrisa forzada que denotaba su claro enojo—. Joder, tantos años y nunca me di cuenta —Me sentí ofuscado por su sarcástica risa.

— A ver, para empezar, ¿cómo sabes que es la misma persona de la que estás hablando? Déjate rodeos y dime su nombre.

Greg Hellsing levantó su fúnebre mirada y pronunció el nombre de su ahora declarado enemigo.

Algo se movió dentro de mí al reconocer al individuo a quien le pertenecía dicho nombre, trasladándome a mis días de juventud.

[ . . . ]

Al terminar la reunión, el señor Greg, mi padre, Nina y Cassandra se retiraron, dejándome a solas con mi joven amo en aquellos apagados aposentos.

Me quedé de pie junto a su cama, aguardando por su labia.

— ¿Pensabas decírmelo alguna vez? —su voz se escuchó seca y tosca.

— Realmente no. Consideré que no hacía falta —se aplazó otro momento de silencio, más corto que la primera vez.

— Acércate —obedecí deshaciéndome de la distancia entre nosotros y me senté al borde de la cama a sabiendas de lo que se aproximaba.

Me agarró del cuello de la camisa e impactó su frente contra la mía, aturdiéndome de dolor.

— ¡Agh! —el golpe fue tan fuerte que sentí como si me hubiera azotado contra una pared.

Me levanté tambaleándome y enseguida volví a caer quedando sobre mi rodilla junto a la cama.

Sentí sangre brotar del lugar donde recibí el golpe.

— Oh, y ¿por qué pensaste eso?

— Joven amo... —atrapó mi rostro en una mano, agarrándome de la mandíbula.

— Es "Nick" para ti, Jordan... Estoy cansado de repetírtelo —bufó mientras sus ojos me observaban amenazantes—. Respóndeme.

— Se supone que el asunto se había cerrado, no tenía sentido volver a hablar de eso —musité soportando el palpitar adolorido de mi frente.

Mi jefe entrecerró los ojos pocos segundos y sus labios serios alzaron sus comisuras en una cabreada sonrisa.

— Sabes mejor que nadie lo mucho que me jode que me oculten las cosas. ¿Algo que todos sabían, menos yo? No tienes idea de lo enojado que estoy... Sobre todo contigo, Jordan. Creí que no había secretos entre nosotros —su agarre me atrajo más hacia él y sentí su aliento cercano a mis labios. —. ¿Qué castigo debería ponerte?

— Si tiene tantos deseos de darme un escarmiento, es libre de hacer lo que quiera conmigo, pero no está en condiciones; así que por el momento, debería recostarte, joven amo —musité, aún sintiéndome aturdido por el golpe.

Gruñó áspero, analizando mis palabras para luego emitir una última risa cargada de cinismo.

— Parece… que tienes razón. No puedo lastimarte así como estoy —me soltó bruscamente haciéndome caer torpemente sobre la alfombra—. Te dejaré ir, por ahora, pero que no se te olvide nuestro asunto pendiente —Me puse de pie acomodando mi ropa y me dirigí a la puerta. 

Coloqué mi mano en la manija y por un momento dudé en abrirla.

— Llámeme si necesita algo —salí de ese lugar sin molestarme en voltear para ver su disgusto por mi formalidad.

Me dirigí al baño para lavarme y en el camino, me encontré con Nina. 

— Cielos, Jordan. Estás sangrando —se detuvo a inspeccionarme tomando mi rostro entre sus delicadas manos.

— No es nada, iré a lavarme —estaba por alejarme cuando ella suspiró por mi terquedad, deteniéndome al poner una mano sobre mi pecho.

— Ven aquí —me tomó de la muñeca y me guió a la habitación donde solía alojarse al quedarse en la mansión.

Nos sentamos en la cama. Me quedé quieto mientras ella limpiaba la herida con un algodón bañado en alcohol. 

— Reaccionó peor de lo que esperaba —comentó ella —. Tal vez no debimos esperar tanto tiempo para decirle la verdad, mira lo que te hizo. 

— Está bien, debí imaginar que lo sabría algún día.

— Esto no es tu culpa. Greg y Robert decidieron no decir nada, tú sólo hiciste lo que te pidieron —terminó de curarme colocando una venda sobre la herida— Listo.

Acaricié esa zona con brevedad y me puse de pie, caminando hacia el espejo de cuerpo completo en el cuarto.

— Me hicieron prometer que lo protegería, incluso de la verdad —observé mi reflejo cuyos ojos me observaban con una densidad abrumador—. Para un ególatra como él, esto debe ser difícil. La verdad es que pensé en decírselo hace tiempo, pero creí que sería mejor que no lo supiera nunca y estas son las consecuencias… No sabemos cómo actuará a partir de ahora.

— Mientras nos quedemos a su lado, no tenemos de qué preocuparnos.

El celular vibró en mi pantalón por una notificación. Vi el mensaje en la pantalla de un número desconocido que me desconcertó.

— Nina, tengo que salir.

— ¿A dónde vas?

— Hay algo que tengo que revisar. Dile a mi padre que volveré tan pronto como pueda. Cuida al joven amo.

— ¡Espera… !

No le di tiempo a que me respondiera y abandoné la habitación con pasos apresurados.

Salí de la mansión sin dar ninguna explicación y me subí al auto pisando con prisa el acelerador y conduciendo rápidamente , alejándome de la zona cada vez más. Mientras conducía, tomé mi teléfono y llamé a uno de mis hombres más confiables.

¿Zoltan?

— No preguntes nada, sólo ve a dónde voy a decirte y lleva a tus chicos contigo —me tomó aproximadamente cuarenta minutos llegar a la mansión de mi amo Nicolás, donde ya se encontraban varios de mis socios inspeccionando la zona. 

— ¿Encontraron algo? —interrogé aproximándome con quien había hablado por teléfono.

— Velo tú mismo —dio paso a una sonrisa pícara y me indicó que lo siguiera dentro de la mansión, aunque en medio de muchos escombros, accedimos a la zona que no estaba destruida.

Me guió hasta la sala y en medio de esta estaba una chica atada a una silla y un saco en la cabeza con un par de sujetos vigilándola.

Llamó súbitamente mi atención la vestimenta que llevaba puesta, la misma que llevaban las bailarinas de Nicolás.

— ¿Qué es esto? —me giro a ver a uno de mis subordinados con una severa mirada, esperando una explicación del por qué me hicieron venir hasta aquí.

— El amo nos ordenó buscarla —arqueó una ceja por la vaga respuesta, poniéndolo nervioso—. Y… tenía esto —Uno de los chicos me entregó una de nuestras máscaras que tenía marcada una "N" con plumón negro en su interior y la miré con desdén teniendo la certeza de quién se trataba.

Le arranqué el saco de la cabeza descubriendo a la niña del colegio. Alzó la cabeza y sus ojos verdes se abrieron con asombro al verme.

Me incliné ligeramente hacia ella y hablé con desdén.

— ¿Qué demonios haces aquí?