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Mi demonio Nicolás [VOLUMEN 1]

Los hermanos Beryclooth. Su historia comenzó el día que fueron separados. A Arthur, su propia sangre le cortó sus alas; Nicolás conoció la verdadera oscuridad habitable en su alma, olvidándose del cielo para adentrarse en el infierno, renaciendo como un hombre malvado y sin miedo a nada. En el bajo mundo, él es conocido como “El demonio”.

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32 Chs

Capítulo 17. Un día de diversión

| | A R T H U R | |

La película terminó y aún no podía dejar de sentirme fascinado.

Durante todo el filme estuve esperando a que atraparan al criminal cuya identidad desconocida, había matado a cientos de personas en diferentes ciudades. Fue tan astuto que logró huir de la policía durante diez años utilizando a sus cómplices esparcidos por todo el mundo. Resultó ser el mejor amigo del protagonista, el detective encargado del caso.

Tuvieron una feroz batalla y temí que se saliera con la suya. Quería que lo encerraran después de todo el daño que había hecho y por instantes pensé que mataría al detective quien había descubierto sus planes de desaparecer en una isla y así ocultar la verdad. Afortunadamente, el asesino fue a la cárcel, en una celda especial de la que nunca saldría.

— Joder, pensé que por un momento él iba a ganar —dije impresionado por el final. Nick volteó a verme con algo que interpreté como un: "¿Es en serio?".

— Yo quería que ganara. Vaya mierda.

— ¿Es broma? El tipo mató a su esposa y le hizo daño a muchas personas. Los engañó, mató y se aprovechó de ellos. ¡Hasta hizo explotar un hospital y envenenó a los niños de ese pueblo!

— Me caía bien.

— A mí no, pero me gustó que el detective tuviera la oportunidad de matar a su amigo y no lo hizo.

— ¿Hm? ¿Por qué?

— Porque demostró que a pesar de todo, en el fondo aun lo apreciaba —eso había sonado bastante cursi, hasta para mí.

— Como sea —Nick recargó su cabeza en el respaldo del sillón extendiendo sus brazos a lo largo de este.

Por inercia, vi la hora marcada en el reloj de la pared. Pasaba de medio día.

— Voy a visitar a Adrián. Prometo que no me tardo —iba a ir a la habitación a cambiarme hasta que su mano me enganchó del brazo, forzándome a detenerme.

Voltee el rostro viendo a Nick de pie detrás de mí, mirándome apacible, una mirada que me perturbó en el instante a pesar de aparentar tranquilidad.

— ¿Qué... qué pasa? —hablé nervioso sin saber cómo interpretar su gesto.

— Vamos a la feria.

— ¿Qué?

— Como es mi día libre, te llevaré a un parque de diversiones, ¿qué te parece? —sentí aleteos en mi estómago.

— ¿E... en serio?

— Sí. Salgamos a divertirnos juntos —a decir verdad, la idea me hacía mucha ilusión; sin embargo...

— Pero Adrián... Debería ir a visitarlo —traté de sonar lo más afligido que pude con tal de que fuera comprensivo.

— Lo visitamos ayer; además, no es como si fuera a irse a algún lado, ¿o sí? —su cruel broma me dejó sin habla.

¿Cómo podía hablar así mientras sonreía?

Mi expresión pareció retractarlo de su comentario, deshaciéndose de su gesto de burla.

— Arthur, no he tenido nada de diversión fuera del trabajo en estos últimos once años. Tú y yo tenemos tanto tiempo perdido que recuperar y mañana no puedo. Sería bonito de tu parte... —me jaló del brazo para enderezar mi cuerpo y así poder verme de frente. Movimiento que me alteró ligeramente —, que lo considerarás.

Claro que comencé a considerarlo. La historia que Nick me contó trajo consigo sentimientos que me causaron mucho pesar. No me detuve a pensar que a mi hermano, su infancia le fue arrebatada. Debió pasar por cosas muy difíciles y yo... estaba negándome a una propuesta tan simple que proponía pasar un día divertido juntos, algo que ambos merecíamos.

Tenía razón. Teníamos años que recuperar y debía aprovecharlo al máximo disfrutando cada momento.

Me apenaba pensarlo, pero Adrián podía esperar.

— Bueno, hace mucho tiempo que no voy a la feria. ¡Quiero ir! —me mostró una sonrisa de satisfacción.

— Ok. Hay que vestirnos —nos tomó veinte minutos alistarnos para salir. 

Me vestí lo más rápido que pude, poniéndome la ropa que me prestaron ayer y Nick igual. Seguía limpia después de todo.

Nos fuimos en su carro y todo el camino estuve emanando emoción contenida. Llevé mi celular para tomar fotos y cuando llegamos a la entrada en media hora, sentía que estaba en un sueño.

Fue donde pedí tomarnos la primera foto.

Entramos y no sabía a dónde mirar. Había tantos juegos y puestos de comida acaparados de gente que involuntariamente me formaron una amplia sonrisa.

Tanto color, felicidad y diversión por todos lados. Esa sensación se convirtió en algo desconocido el día en que todo me fue arrebatado, pero estar aquí, hizo que algo reviviera en mí y todo porque él estaba aquí.

Me quedé viendo un puesto de golosinas y Nick me compró un algodón de azúcar. Nos subimos a la rueda de la fortuna, a la montaña rusa y muchos más tan radicales y altos que terminé vomitando más de una vez.

Cada que vez que me exalté por la alta velocidad y la gran altura, Nick tomó mi mano en nuestro descenso.

Más tarde, probamos los juegos para ganar premios. Tiro al blanco, los aros, canicas. Nick era increíblemente bueno en todo y gracias a eso, ganó más de un premio que me dejó escoger para quedármelos.

Íbamos caminando para buscar un lugar en donde descansar mientras cargaba una resortera, dos peluches muy suaves y lindos, una pelota pequeña de goma y un trompo.

Habían pasado varias horas y habíamos comido muchas cosas, yo, sobre todo. No estaba exactamente lleno, pero necesitaba reposar después de haberme empachado de tantas golosinas.

— ¿Te divertiste?

— ¡Más que nunca en mi vida! Este ha sido el mejor día de mi vida —depositó en mi cabeza una caricia que llenó de calidez mi pecho.

— ¡Disculpe! —miramos hacia atrás con extrañeza ante la voz de un extraño. Se trataba de un policía que se veía, acababa de correr para alcanzarnos—. Perdón que lo moleste joven, pero ¿sería tan amable de mostrarme su identificación? —Su repentina y sospechosa petición me puso nervioso. Solía olvidar que Nick trabaja en la mafia, porque recordarlo solamente me acojonaba.

Lo miré sigiloso y encogido de hombros, esperando ver una brizna de preocupación en él, pero solamente percibí seriedad en su expresión.

— ¿Por qué? ¿Pasó algo? —interrogó casualmente.

— Ah, no realmente. Verás, chico, sólo quiero confirmar algo.

— ¿Podría saber qué es?

— Bueno... Hace unos años, trabajé en un caso de un niño extraviado. Me pareció... que te pareces mucho a él —un silencio incómodo se apoderó de nosotros, únicamente con el sonido de los juegos y los gritos y risas de fondo.

Sorprendentemente, Nick sacó su billetera y extendió su credencial de estudiante, ofreciéndose al oficial que la tomó para inspeccionarla de cerca. Segundos después, se la devolvió.

— Gracias y una disculpa por la interrupción.

— No hay problema.

— Es que de verdad pasamos mucho tiempo buscándolo, pero nunca lo encontramos. Escuché que su madre murió hace dos meses —abrí los ojos estupefacto al notar que todo encajaba.

— Lamento escuchar eso. Que pena.

— Sí, en fin. Yo... me retiro. Lamento la interrupción —el oficial inclinó levemente la cabeza en señal de respeto y se fue.

Alcancé a ver la credencial de Nick antes de que este la guardara en su cartera.

Noé Marshall.

Abrí los ojos, requiriendo de una explicación, pero sentí que el momento era inadecuado.

— Vamos, sigamos —Nick puso su brazo sobre mis hombros y me guió al carrusel. 

Desde que llegamos, había querido subirme, solo que pensé que él estaría más feliz con los juegos extremos, pero también pareció darse cuenta que lo deseaba, ya que cada vez que pasábamos cerca, inevitablemente mi mirada se posaba en el juego mecánico giratorio. No podía creer que cumpliría con mi capricho sin habérselo dicho.

Mi hermano pagó al encargado que lo manejaba y me subí, él decidió quedarse a observar mientras esperaba cruzado de brazos.

Los animales eran grandes; en su lomo había suficiente espacio para dos personas. No había mucha gente. Lo sentí un poco solitario a pesar de lo iluminado y colorido que era cada rincón.

— ¡Súbete conmigo! —dije sin pensar. Me arrepentí de inmediato.

Nick puso una cara de duda, alzando las cejas.

— ¿Quieres que suba contigo?

— Ah, no.... Lo dije sin pensar. No importa, olvídalo —bajé la cabeza avergonzado. No necesitaba ser un genio para saber que mis mejillas se habían puesto rojas. Ya no era un niño como para necesitar que Nick me acompañara a todos lados.

Me volteé y subí a uno de los corceles, junto con alguien que tomó asiento detrás de mí, sorprendiéndome.

— Vamos, será divertido —sonreí conmovido, agarrándome del cuello del caballo y Nick desde atrás mío, se sostuvo de una mano al tubo pegado al costado del animal y ocupó su otro brazo para abrazarme cuando comenzó a moverse.

Su cercanía me recordó la calidez de la familia. Me sentí como un niño otra vez, me sentí protegido una vez más.

Los minutos pasaron. Nos reímos juntos a costa de personas que ocasionalmente noté que nos miraba, pero no me importaba en absoluto.

Regresamos y no podíamos dejar de reír aun cuando estábamos de camino a casa en el auto. Para entonces, el cielo ya estaba oscuro.

— ¿Te divertiste? —preguntó sonriendo.

— Ha sido... el mejor día de mi vida hasta donde puedo recordar -y era verdad. Tenía muy escasos recuerdos donde me sentía realmente feliz. Ni siquiera recordaba la última vez que sonreí desde antes que Nick apareciera.

Pensar en eso me provocó melancolía.

— Gracias, Nick —susurré débilmente, conmovido. Mi hermano acarició mi cabeza y al verlo a la cara, el detalle de la credencial vino a mi mente.

Pensé que sería un buen momento para preguntar.

— Oye...

— Dime.

— ¿Por qué tienes una credencial falsa? —suspiró.

— ¿Aún no lo entiendes, hermano? Nicolás Beryclooth desapareció y ahora es el siguiente jefe de los Hellsing, una de las familias de la mafia más poderosas del mundo. ¿De verdad crees que voy a dejar que la gente sepa sobre mí?

— Pues...

— Noé es una fachada, una distracción. Me disfrazo para caminar por las calles sin que nadie sospeche de mí y Nicolás está muerto para muchos, lo vuelve perfecto para cumplir con mi rol como el futuro líder de un grupo clandestino.

Tuvo razón en que su identidad como Noé era un adolescente ordinario y corriente mientras que Nicolás Beryclooth era ahora un criminal del cual nadie sabía su verdadera identidad, más que su círculo cercano.

Si alguien supiera que Nicolás está vivo y ha trabajado en la mafia todos estos años, tendrían que arrestarlo.

— Ti... tienes razón. Fue una pregunta tonta.

Entramos a casa, encendiendo las luces. Me dolían los pies después de caminar todo el día. Estaba tan cansado que tenía pensado irme directo a la cama.

Bostecé, estirándome hacia arriba.

— Ve a dormir. Yo te alcanzo más tarde. Voy a bañarme —asentí y me fui a la habitación con una sola cama.

Miré el reloj que marcaban las 8:15 p.m.

Me puse la piyama e introduje bajo las sábanas. Cuando mi cabeza tocó la almohada, fue cuestión de segundos antes de caer rendido ante el cansancio.

"Arthur, el hombre que me raptó, lo hizo para convertirme en su mano derecha y el heredero de su imperio una vez que él muera. Pasé por torturas físicas y psicológicas durante mi entrenamiento. Hubo ocasiones en que sus enemigos me secuestraron y buscaron matarme para derrotarlo. Fui obligado a matar antes de los ocho años y a los diez me convertí en un experto en el uso de las armas de fuego".

"Me volvieron fuerte para convertirme en alguien digno de su nombre. Obedecí a cambio de que el dinero que obtuviera con mi trabajo sucio fuera enviado a mis familiares, pero parece que mamá, ella no quiso aceptar dinero que no sabía de dónde venía".

"¿Quién es ese hombre, Nick?".

"Se llama Greg Hellsing".

Así como me dormí, desperté repentinamente, confundido. Sentí como si solo hubiera parpadeado y pensé que así había sido hasta que vi nuevamente el reloj en la pared que marcaban las 12: 50 a.m.

Nick no estaba a mi lado.

El cuarto estaba más oscuro que cuando me había acostado y se debía a que la puerta que yo había dejado abierta, ahora se encontraba cerrada y la luz encendida del otro lado, se filtraba por debajo.

¿Por qué seguía despierto a esa hora?

Giré la perilla procurando que ésta no hiciera tanto ruido con el rechinido. Entre abrí y me asomé por la rendija para verlo sentado de espaldas a mí en el comedor, leyendo unos papeles acompañado de lo que imaginé era algún tipo de whisky en un vaso de vidrio.

Agarró el vaso, bebiendo un gran trago que dejó el recipiente casi vacío.

Su celular sobre la mesa, sonó.

— ¿Qué pasa, Jordan?... Sí, no se me olvidó. Estaré ahí mañana... Sí, estoy seguro... ¿Eso? Yo me encargo, solo mantenlo encerrado. Y otra cosa, ¿qué noticias tienes de lo que hablamos esta mañana? —un silencio prolongado por una larga pausa me mantuvo en suspenso, aunque no entendiera nada—. Entiendo... qué lástima, esperaba que fuera de otro modo. En fin... Ajá... Te confirmaré eso después.

Colgó para volver al papeleo, o eso pensé cuando saltó de la silla arrojando su celular que se hizo añicos al estrellarse en la pared.

Di un brinco sobre mi sitio.

Como al levantarse se puso de perfil desde mi perspectiva, se dio cuenta de mi presencia al verme por el rabillo del ojo.

— Oh, ¿te desperté? —la mueca sombría que alcancé a ver por un par de segundos al arrojar el teléfono, se desvaneció rápidamente dando paso a una expresión apacible y cansada, provocando un efecto que sentí como si aquello hubiese sido producto de mi imaginación.

— N-no, pero pareces cansado. Deberías irte a dormir —se rascó la cabeza con frustración y volvió a sentarse, dándome la espalda.

— No te preocupes. Vuelve a la cama —pensé que estaría triste, quizás frustrado por motivos que desconocía. Fuese lo que fuese, fue motivo suficiente para acercarme y ubicarme detrás de él— Estoy ocupado —. Dijo con fastidio.

— Se nota, pero ¿no puedes dejarlo para después?

— Arthur, si no resuelves un problema en el momento en que surge, se irán acumulando —calló un momento para volver a beber. Ubiqué la botella en el centro casi vacía.

— Nick, ¿estás bien? —me acerqué un poco más, observando que los papeles eran un montón de documentos con fotografías de diferentes hombres. Al parecer, eran expedientes que contenían toda información tanto externa como personal sobre cada uno.

— ¿Quiénes son?

— Algunos de mis distribuidores.

— Ah... —no tardé en entender que se refería a los que distribuían las drogas. No sabía qué decirle, pero pronto se deshizo del silencio cambiando radicalmente de tema.

— ¿Recuerdas cuáles fueron las últimas palabras de mamá? —la pregunta me dejó helado. Fue repentina y devastadora. 

— ¿Qué?

— Fuiste la última persona que la vio antes de morir. No pude asistir a su funeral por motivos del trabajo y todo lo que pude hacer fue dar el dinero para pagarlo —su voz apagada era una extraña mezcla de indiferencia y enojo.

— Dijo... —comencé a recordar, intentado utilizar las palabras exactas que se dirigieron hacía a mí, con lo último que me pudo decir mientras yacía en su cama, enferma, débil y sin fuerzas. Su rostro estaba tan demacrado y marcado de una profunda tristeza que dolía verla. 

Esa tarde, antes de que me fuera a la escuela, le llevé el desayuno colocándolo en la mesita que usaba para comer en la cama. Agarró mi mano, extenuante y me miró a los ojos. 

No olvidaré nunca sus palabras.

— Hijo... no te vayas, por favor. Quédate. Quédate conmigo y con Arthur —me dolió tanto que me confundiera, que pensará que su Nick estaba con ella y estuviera a punto de dejarla. De haber sabido lo que pasaría, nunca la hubiera dejado sola.

Me senté en a la orilla de la cama y la abracé tratando de calmarla.

— Aquí estoy —le dije—. Aquí estoy —Repetí una y otra vez. 

Comenzó a llorar en silencio, repitiendo el nombre de mi hermano en un débil hilo de voz que se fue apagando hasta que se quedó dormida. Besé su frente acomodándola de nuevo en su cama con la cabeza sobre su almohada. Aparté el desayuno colocándolo en la mesita de al lado y tomé mi mochila para irme, algo de lo que me arrepentiría siempre.

Ese día, debí quedarme a su lado. 

— Entonces esas fueron sus últimas palabras... —se disipó mi tristeza cuando mi hermano intervino en mis pensamientos una vez más devolviéndome a la realidad—. Sabes, no puedo recordar el sonido de su voz.

Hasta ahora, no me había puesto a pensar en ello. Nick se encontraba lejos, muy lejos de ella y no tuvo la oportunidad de verla una última vez. No pudo hablar con ella ni hacerle saber que su hijo seguía vivo y todo era culpa del hombre que se lo llevó. Era culpa suya que mi madre muriera extrañando a su hijo.

— Pero tú te quedarás a mi lado por siempre, ¿verdad? —mis lágrimas se desbordaron de mis inundados ojos. Lo abracé por detrás, rodeando su pecho con mis brazos y recargando mi cabeza sobre la suya. 

Por supuesto que me quedaría a su lado, sin importar qué, estaría a su lado siempre. 

 [ . . . ]

Al contrario de lo que Arthur pensaba, en sus labios, Nicolás mantenía una amplia sonrisa esbozaba con malicia, contrastando con unos afilados ojos perversos, repletos de oscuridad. Una expresión que mezclaba la maldad y la ironía.