webnovel

Mi demonio Nicolás [VOLUMEN 1]

Los hermanos Beryclooth. Su historia comenzó el día que fueron separados. A Arthur, su propia sangre le cortó sus alas; Nicolás conoció la verdadera oscuridad habitable en su alma, olvidándose del cielo para adentrarse en el infierno, renaciendo como un hombre malvado y sin miedo a nada. En el bajo mundo, él es conocido como “El demonio”.

Blond_Masked · LGBT+
Sin suficientes valoraciones
32 Chs

Capítulo 15. Mi sangre

| | J O R D A N | |

Cuando llegamos a la mansión, Nicolás me ordenó atender a su hermano, guiándolo a su habitación y darle ropa a su medida. ¿Qué soy? ¿Un maldito mozo? Pudo habérselo pedido a alguien más, teníamos cientos de sirvientes; eso me hizo enfurecer, le dije claramente que no sería la niñera de ese niño, ni porque fuera su hermano.

A pesar de estar cabreado por dentro, accedí, después de todo era mi jefe.

Hice lo que me dijo y al verlo en el baño, volvió ese mal presentimiento. No pude evitar repasar con los ojos rápidamente lo que alcanzaba a ver de su piel, solo en caso de que tuviera alguna especie de marca.

Afortunadamente, no había nada. Aun así, el chico no terminaba de agradarme, no tenía una razón en particular, razón por la que le lancé la toalla y me fui sin más. No quería que pensara que estaba siendo amable, porque la verdad, no lo soy.

Una vez hecho mi trabajo, regresé junto a mi demandante jefe cuando comenzaba a comer. No pronuncié palabra alguna mientras esperábamos al nuevo huésped.

— Jordan, tengo algo importante de lo que quiero que te encargues.

— ¿Quieres que descubra cómo Anderson supo de su hermano?

— Nada se te escapa.

— Tomará tiempo.

— Sé cómo trabajas, puedes tomarte tu tiempo mientras Arthur y yo nos ponemos al día —y como si lo hubiera invocado, el muchacho apareció para sentarse al otro extremo de la mesa. Ambos intercambiaron palabras y Nicolás le habló de nuestros negocios de manera muy breve, hasta que en un punto, hizo mención del pasado, uno en el que a pesar de que yo formaba parte y estaba profundamente involucrado, no me incluyó en él de la misma forma.

No me importaba en absoluto, de hecho, lo agradecí.

Mientras lo escuchaba hablar, más de una vez me hizo levantar una ceja. Cuando acabó, terminé sorprendido por la cantidad de cosas omitidas y modificadas del relato, el cual conocía al derecho y al revés.

— Nick, yo no tenía idea que...

— Creéme, era mejor así.

— ¿Fue por eso que no te dejaron vernos?

— Así es. El hombre del que te hablé solo me quería a mí, razón por la que terminé desvinculándome de ustedes, pero de todos modos, decidió mantenerlos ocultos para protegerlos porque yo se lo pedí.

— Hermano... 

— No tenía opción. Estaba obligado a hacerlo, pero gracias a eso, conservaste tu vida hasta ahora.

— Una muy miserable. ¡La única razón por la que decidí no morir fue por Adrián... ! —y como si algo serio viniera a su mente, miró a la ventana donde el dorado del cielo indicaba que no era tan temprano como tal vez él pensaba.

Miró el reloj de la pared ubicada a uno de sus costados y se paró de la silla al mirar que eran las cuatro.

— Oh, no... ¡Adrián! —el sonido quebradizo del plato partiéndose resonó en la sala.

Miré de forma despectiva a Nicolás. Había quebrado el plato tras cortar la carne con el cuchillo. Soy de los pocos que conocen los detalles de su fuerza sobrehumana, pero desconocía la razón por la que estaba molesto.

¿Ahora qué?

— ¿Qué pasa con él? —cuestionó increíblemente apacible, torciendo una falsa sonrisa atenta.

— Le dije a la señora Hale que iría a verlo después de la escuela.

— Oh, ya veo...

— ¿Puedes llevarme? —ese mocoso desconocía tanto a su hermano que no se daba cuenta de lo molesto que estaba, algo relativamente fácil de conseguir si se le conocía bien, pero no era el caso del mocoso. Aún no entendía que su hermano no era una persona cualquiera.

No debería de pedirle nada cuando se...

— Claro, te llevaré —¿Acabo de escuchar bien? No podía creerlo.

El descaro de su falsa sonrisa y esa fingida amabilidad que mostraba al aceptar me enfermaba.

— Dame un momento para cambiarme —Nicolás se levantó de la mesa y se dirigió a su dormitorio. Lo seguí escaleras arriba sin decir nada hasta que llegamos al cuarto.

— ¿Por qué le mentiste?

— ¿Mentirle? Por favor, solo le dije lo que necesitaba saber.

— A medias. De verdad pensé que ibas a decirle, comenzando desde el día en que mi padre te trajo, o incluso lo que pasó antes de eso con...

— Jordan, Jordan... ¿De verdad crees que Arthur soportaría escuchar toda la mierda que su hermano ha hecho? Él piensa que sigo siendo el mismo que solía ser cuando éramos niños, necesito que siga teniendo fe ciega en mí como siempre. ¿Qué crees que diría si supiera lo que me pasó estos años?

— Te temería —se retiró la camisa, exponiendo la desnudez de su espalda libre de cicatrices o imperfecciones—. Conozco cada detalle de tus crímenes y los experimentos de su señor padre. Admito que no es algo que cualquiera tenga que saber.

— Tú si me entiendes —se retiró los pantalones y me mantuve mirando hacia otro lado mientras él caminaba desnudo a su guardarropa.

— Cambiando de tema... ¿Quién es ese Adrián que él mencionó?

— Oh, eso... —a partir de entonces, el tono de su voz cambió a una más temible. — Digamos que el tipo que atropellaste es el mismo tipo con el que Arthur sale desde secundaria.

— ¿El que estaba en el callejón? ¿Por qué no me sorprende? Si tanto te molesta, ¿por qué simplemente no lo mataste?

— ¿Bromeas? No sería divertido. Además… —a pesar de no mirarlo a la cara, sabía que fruncía el ceño con desdén—, tengo asuntos pendientes con él.

— No sabía que eras tan sobreprotector. Que molestia —para ese punto, ya tenía los pantalones puestos.

— Oh, pobrecillo. ¿Estás celoso? Amorcito, tú no necesitas mi protección, él sí —agarré la lámpara junto a la mesilla y se la lancé, siendo atrapada por él. Realmente deseaba que se estrellara contra su cabeza.

Nicolás arrojó la lámpara estrellándola contra el piso donde se quebró estridentemente e inmediatamente vino hacia mí, aventándome boca arriba en la cama. Se colocó sobre mi cuerpo y me tomó de la cara, apretujando mis mejillas con el pulgar y el resto de sus dedos en lo que su otra mano se daba a la tarea de sujetar mi muñeca derecha sobre mi cabeza. Ocupé mi mano libre para sostenerme de su cuero cabelludo y jalarlo ligeramente hacia atrás, consiguiendo que dejara salir un gruñido exasperado.

— ¿Por qué de repente te importa lo que piensen de ti? —dije bajo su opresión—. Aunque te tenga miedo, aunque pueda odiarte, sin importar lo que quiera o piense tu hermano de ti, jamás podría escapar de ti; moriría antes de intentarlo. Así que dime, ¿por qué él es tan importante? 

En el tiempo en que me mantuve hablando, su mirar era duro y escalofriante, pero pronto lo cambió por una sonrisa infame a la hora de darme una respuesta a secas.

— Porque él es mi sangre.

| | N I C O L Á S | |

Ese día, mamá y Arthur fueron al supermercado y me quedé solo con Mars. Aborrecía a ese bastardo.

Una noche que me levanté a tomar agua, escuché ruidos provenientes de la habitación de mi madre. Estaban haciendo cosas que entonces no entendía, pero lo odié por ello. 

¿Cómo se atrevía a ponerle las manos encima?

Fue entonces que busque maneras de hacer que se fuera, cualquier cosa estaba bien mientras lo lastimara lo suficiente para hacerlo salir corriendo y que no volviera, pero nada funcionó, ni siquiera hacer que una maceta cayera sobre él funcionó.

¿Por qué seguía aquí? ¿Por qué no se iba? Mientras él estuviera, yo no me detendría.

Esa tarde no estaba de humor para molestarlo. Mars estaba en la cocina; así que lo ignoré y me fui a la sala a ver televisión con intenciones de hablar con él lo menos posible hasta que mamá llegara.

Veía un canal de niños tranquilamente, cuando se sentó a mi lado sin pedirme permiso. Me molesté. 

— Intentemos ser amigos, Nicolás —me dijo.

— No quiero —le subí a la tele y me trasladé a otro sofá o eso pretendía cuando un agarre brusco me tomó de la playera en la zona de la nuca, jalando mi pequeño cuerpo de vuelta al sillón, dejándome boca arriba en este. 

La posición me recordó a la misma que en la que estaban mi mamá y él esa noche, la única diferencia es que ellos no tenían nada de ropa.

— Entonces será por las malas, mocoso del demonio —le di un rápido puñetazo en la cara que sirvió para despistarlo y agarrarse la cara por el dolor, permitiéndome salir por uno de los costados rodando hasta terminar en el suelo y alejarme.

Vino de nuevo hacia mí para agarrarme, pero me dispuse a huir, arrojándole lo primero que encontré para que no me alcanzara. 

Le lancé un florero que terminó quebrado en el suelo, los siguientes fueron algunos de los adornos de porcelana de la sala, inclusive una foto familiar cuyo cristal también terminó destruido. 

Nuestra lucha continuó conmigo escabulléndome y saltando entre muebles con él esquivando objetos y empujando las cosas que se interponían en su camino, hasta que en un punto, la velocidad de mis pasos me hizo entorpecer y caer sobre la alfombra donde no pude volver a levantarme a la hora en que una mano agarró mi cabeza presionándome la cara en la alfombra con moderada fuerza, sin llegar a herir mi rostro, pero lo suficiente para mantenerme inmóvil. 

No era ningún idiota, no podía permitir que mi madre me viera algún golpe o rasguño en la cara.

— Eres el primero que no quiere ser mi amigo, Nick, pero… me has entretenido mucho —lo siguiente que recuerdo es confuso y borroso, pero físicamente, poseo total claridad de tener un intenso dolor y asco apoderándose de mí.

Sentí que se me partió el alma en dos cuando intentó introducir su asqueroso pene dentro mío. Mi cuerpo, mi corazón, mi mente… Todo se rompió en un instante al igual que un cristal.

Por primera vez en mi vida, me paralicé y lloré como un niño indefenso sintiendo la impotencia que recién se presentaba para mí. Repudio e ira mezcladas con miedo causado por esas sensaciones que me destruyeron eran una combinación abominable que dejó algo en mí para siempre, que en vez de que el tiempo lo aliviara, solo lo hizo crecer.

Juré matarlo, lo juré y repetí en mi cabeza cada segundo que transcurrió después. Pensé en mil formas de hacerlo con lo que estuviera a mi alcance, pero antes que nada, tenía que recuperarme. Las horribles hemorragias en mi entrepierna no me dejaban moverme bien y todavía dolían. Dolían como el maldito infierno, tanto, que me desahogaba en silencio por las noches en mi almohada mientras Arthur dormía.

Vidrios rotos, lágrimas, un sonoro llanto, pero lo único que yo veía era rojo y más rojo saliendo de su cabeza, ese bello color que me hizo descubrir el verdadero placer al verlo derramado.

Todo volvió a mí cuando mi hermano gritó desgarrándose la garganta. Escucharlo me hizo descender del trance en el que sin darme cuenta me sumergí, uno del que me hubiera gustado no volver, pero al final, al verlo ileso sin un rasguño o moretón que me recordara a los míos. El alivio que pronto se apoderó de mí, me hizo abrir la mano, soltando lo que quedaba de la botella.

Lo hice, había logrado proteger a mi hermanito, mi posesión más preciada en el mundo entero de ese maldito monstruo.

Me di por satisfecho al ver mi logro. Aun con una parte de mi mente divagando en lo que había hecho, consolé a mi hermano en un abrazo que no sentí diferente de uno normal, exceptuando el detalle de la cubierta de sangre en mi vestimenta y anatomía. 

Mientras él lloraba, no podía apartar la mirada del charco carmesí que se extendía en nuestro piso y también sentía ese mismo líquido cubriéndome casi por completo; concentrarme en esa sensación hacía arder algo en mi interior, era como un fuego salvaje bailando en mis entrañas.

Ese asesinato. Ese mar de nuevas y desconocidas emociones que me devoraban por dentro. Un inocente y asustado Arthur manchado de la sangre ajena mientras lloraba. Las sirenas anunciando la proximidad de la policía. La paz mental, el alivio en mi interior.

En todo momento, mantuve mi mentón sobre el hombro de mi pequeño hermano al abrazarlo. 

Pensar en todo lo anterior junto, me hizo esbozar una sonrisa, una sonrisa que quise mantener para siempre.

 [ . . . ]

El teléfono sonó, despertándome de golpe.

Me senté bruscamente sobre la cama, acalorado y la frente empapada en sudor, tomándome unos momentos para acompasar mi respiración agitada. La luz de la mañana y el canto de los pájaros estaban presentes en mi despertar. 

Me desconcerté al percatarme del espacio vacío a mi lado. Por un momento, olvidé en donde estaba.

Ubiqué una botella de vino sobre mi buró junto a la lámpara y el celular que continuaba sonando. 

Estiré la mano, alcanzando la botella y destapándola con el pulpar para empinarme el contenido en la boca. El líquido se desbordó por mis comisuras, derramándose por mi cuello hasta llegar a mi pecho, área en donde terminé empapado gracias a la ropa.

Tras ese gran trago que me había dejado algo insatisfecho, azoté la botella en su lugar limpiando mi boca con el antebrazo y tomé mi teléfono.

¿Qué quieres, Jordan? —me explicó algunas cosas sobre el traslado de una mercancía que a pesar de haber tenido dificultades en el camino por cuestiones de autoridad, resultó exitosa.

— Bien, gracias. Llámame si pasa algo más —colgué y me dirigí a la cocina encontrando de espaldas a Arthur frente a la estufa; traía una de mis piyamas que le quedaban algo grandes, lo cual me generaba bastante morbo.

El olor a huevo frito hizo que percibiera el ambiente bastante hogareño, un sentimiento extraño y lejano para mí.

Se giró en mi dirección al oírme despertar.

— ¡Nick! Buenos días —su rostro se iluminó al verme recargado en el marco de la cocina. 

La camiseta le quedaba tan grande que el escote de su pecho estaba bastante abierto

— ¿Te gustan los huevos? Los hice estrellado —sonreí conmovido y sin querer me fijé en su trasero. Él lucía… tan apetecible.

Me acerqué por la espalda, abrazándolo de la cintura, cosa que pareció incomodarlo.

— Eso huele bien —dije, mirando la sartén.

— Ya… ya casi está listo… —su tartamudeo de evidente nerviosismo y la aparición del carmín en sus mejillas que creció hasta sus orejas, me hizo darme cuenta que su gusto por "Noé" no se había ido, seguía ahí aunque fueran pequeños rastros.

El sentimiento en mi pecho y su hermoso rostro estaban volviéndome loco y se me ocurrió molestarlo un poco. 

Olfateé su cuello, depositando en él una cariñosa mordida que lo sobresaltó. Respiré profundamente cerca de su oreja adrede para ver su reacción.

— N-Nick… ¿Qué estás…? —instalé una de mis manos en su quijada y lo giré para encontrarme con sus labios que callé con los míos. 

Se removió nervioso entre mis brazos, tratando de hablar pero el beso solo le permitía gimotear.

Giré la manija de la estufa apagando la llama, le di la vuelta a mi hermano y lo enganché de las nalgas para elevar su cuerpo y sentarlo sobre la barra. Le abrí el pijama en un movimiento que sacó volando todos los botones, dejando al desnudo su pecho.

Aproveché para repasar mis manos por cada rastro de piel que encontraba a mi paso provocando que se retorciera excitado mientras torcía sus pezones sacándole gritos de placer.

— ¡Ah, Nick… ! —gimió abriéndose de piernas para darme acceso a sus genitales cubiertos por la delgada tela a los que me pegué, frotando mis testículos contra los suyos.

— ¿Nick? —Arthur me llamó nuevamente mientras me miraba, esperando que le diera una respuesta sobre cómo quería mi desayuno, sacándome de mi fantasía.

Le mostré una sonrisa gentil, apretando mis puños a modo de contención sin que él lo notara.

Me acerqué a él desde atrás y lo abracé, tomándolo por sorpresa.

— Huele bien —dije, depositando un suave beso en su mejilla, muerto de ganas de hacerle algo más, pero aún no… Aún no era el momento.

Mi experiencia horrida de años atrás, la que mancilló mi cuerpo, alma y corazón, despertó algo nuevo en mí, lo que más tarde, me convirtió en un depredador aún más grande.