4 meses después de mi desgracia
Era hora de volver al colegio, un nuevo año escolar, nuevos compañeros y docentes, empezaba una nueva etapa, dejaba atrás la escuela primaria, en la cual me había ido muy bien a pesar de no haber podido asistir los últimos dos meses, ahora empezaba el bachillerato, era más difícil, tenía que adaptarme al nuevo horario, pues antes salía al medio día, ahora salía a la una de la tarde, tenía miedo todavía, sentía que ese hombre en cualquier momento podría regresar, lo que no sabía en ese momento era que mi primo Fernando que había llegado hacía casi tres meses a mi casa y quien yo sabía que no hacia cosas muy buenas que digamos, su trabajo era deshacerse de las personas que se interponían en los negocios de su jefe, él no había ido de visita como decía, había ido a acabar con el maldito bastardo que me arruinó la vida, él se sentó a una distancia prudente de mí y me dijo prima, no te preocupes, yo estoy aquí y nada malo volverá a pasarte lo prometo, no creí mucho en sus palabras pero me sentí más segura. Mi mamá dejo de trabajar fuera de la casa y puso una pequeña tienda y panadería en la casa para estar pendiente de mí y de mi hermando, mi papá casi no pasaba tiempo en la casa, se iba a las siete de la mañana a trabajar y volvía a las cinco de la tarde, era treinta de enero, recuerdo muy bien porque al otro día era el cumpleaños de mi madre, estaba en la sala y mi mamá se fue al baño y me dijo cuida la tienda, asentí sin decir nada y apenas ella se fue yo Sali, quería sentarme en el andén, iba perdida en mis pensamientos cuando alguien con una voz gruesa, muy varonil dijo buenas y hasta ahí recuerdo, según mi madre tuve un ataque de pánico y me desmaye.
Siempre solía ayudar a mi madre con el negocio cuando no había clientes hombres, pero ese día en vez de un hombre había un grupo de hombres, eso causo que mis nervios se alteraran de esa forma tan horrible.
NARRA CARLOS
Hacía unos pocos días había llegado a este pequeño pueblo, odiaba tener que venir, pero amaba mi profesión, héroes de la patria nos llaman, estaba patrullando por una barrio en pequeño, sus calles estaban en piedra, las casas no eran de lo mejor, había una que otra casa bonita, les dije a mis compañeros que fuéramos a comer, éramos un grupo de más o menos veinte hombres, todos entre los veinte a los veinticinco años, yo apenas había cumplido 21 hacia un par de meses, tenía el rango más alto entre todos los que me acompañaban, así que todos debían obedecerme, les dije que fuéramos a comer algo, a mitad de la cuadra se miraba un negocio así que nos dirigimos ahí, al llegar una niña iba saliendo, dije buenas y su reacción me sorprendió y creo que no solo a mí, sino a todos los que estaban conmigo, ella empezó a llorar y a temblar, de un momento a otro cayo inconsciente al suelo, por un momento no supe que hacer, luego me calme y recordé que estaba preparado para actuar en cualquier situación, le entregue mi arma a un compañero y me acerque a ella, no estaba respirando, le estaba practicando RCP cuando salió una señora que supongo será su madre, tienen el mismo color de piel y los mismos ojos, al verla ahí tirada se puso pálida y abrió los ojos como platos, la niña empezó a respirar nuevamente aunque no reaccionaba, la señora la levanto del piso y la acoto en un mueble en la sala, me dijo ella estará bien, yo me quede muy preocupado, se me había quitado el hambre, nunca había asustado a nadie, no me considero guapo, pero tampoco asusto, mis compañeros empezaron a decirme que era tan feo que la pobre niña se había desmayado del susto, pero yo en sus ojos, vi miedo, pánico, horror, compramos pan gaseosa, algunos dulces y nos fuimos, pero en mi mente siempre estaba esa niña con esos ojos tristes que al verme se desmayó, me dije a mi mismo que tenía que volver a esa tienda y averiguar cuál fue la causa de la reacción de ella, en mi mente rondaban varias preguntas ¿miedo a los militares? ¿miedo a las armas? ¿soy tan feo que la asuste? ¿será correcto ir a preguntar?, a mi última pregunta le encontré respuesta con rapidez, pues realmente me quedé preocupado por su salud, y como ser humano, lo más lógico era que después de causarle un desmayo me acercará a preguntar como seguía, realmente quería entender lo sucedido.
NARRA SARA
Cuando desperté me di cuenta de que había sucedido de nueva, había tenido un nuevo ataque de pánico, pero este fue peor que los anteriores, al ver a ese grupo de hombres frente a mí, llegaron todas las imágenes del día que fui abusada, mi cerebro no lo resistió, sabía que ellos eran militares y que son los llamados héroes de la patria, pero eso no les quitaba el hecho de que fueran hombres y ese era mi miedo, recurrí al encierro nuevamente, aún faltaban algunos días para volver al colegió, tenía que prepararme mentalmente para eso, pasaron al menos quince días en los que no salía de mi habitación para nada, empecé a pensar que era parte de la decoración, volví a salir o más bien Dania me saco a rastras, ella había sido muy buena amiga, nunca me dejo sola, algunas veces se quedaba a dormir conmigo, sus padres se lo permitían, pues vivía a unas casas de la mía, esa tarde estábamos sentadas en una de las mesas del negocio cuando lo vi, e inmediatamente lo reconocí, saludo a mi madre y reconocí también su voz, los quince días que estuve encerrada, escuche varias veces esa voz hablando con mi madre, mi mente se nublo y mi primer reacción su salir corriendo de ahí lo más rápido posible, creo que en ese momento parecía que estaba corriendo por mi vida o que un león me iba siguiendo para que yo fuera su apetitosa cena, pero en realidad no era nada de eso, sentía vergüenza y pánico, vergüenza por haberme desmayado y pánico por el hecho de que era hombre. Esta vez el no vestía su uniforme militar, estaba de civil, llevaba una camiseta blanca ajustada a su cuerpo, un jean y unos zapatos deportivos, clásico de los jóvenes vestirse así, no detalle muy bien su rostro por la prisa de correr, sabía que mi madre ya le había contado lo que me había sucedido y el porqué de mi desmayo y eso también me avergonzaba, creía que era estúpido tenerle miedo a todos los hombres, pero aun así no lo podía evitar, cuando llegue a mi habitación mi corazón se quería salir de mi pecho, cerré la puerta y me tire a mi cama, escuche a Dania llamarme, pero le dije que estaba bien, que regresara a su casa y que hablaríamos luego, en realidad no estaba nada bien, empezaron a llegar las imágenes de mi violación en secuencia, ese hombre tapándome la boca con una mano para que no gritara, tocando mis senos y mis piernas, rompiendo mi ropa interior, introduciendo sus sucios dedos dentro de mí y por último y más doloroso, cuando introdujo su miembro, en ese momento sentí que me estaba rasgando todo por dentro, fue un dolor inimaginable, nunca había sentido algo así, hasta ese momento había tratado de defenderme, lo aruñaba, le pegaba, pero en ese instante mis fuerzas se fueron, mi voz se ahogó, el quito su mano de mi boca, pero yo no tenía fuerzas para hablar y el seguía embistiendo con mucha fuerza y muchas veces y cada vez era más doloroso, luego de un rato sentí que algo caliente salía de mí y como lo sospeche era sangre, ese hombre dio un par de embestiduras más y llego al éxtasis y se marchó, y ahí quede yo, tirada en el piso, con más ganas de morir que cualquier otra cosa, todas esas imágenes llegaron a mi cabeza en un instante y lo único que pude hacer fue tomar mi medicina para la ansiedad, acostarme en mi cama, hundir mi cabeza en una almohada y llorar, llorar hasta que mi alma dejará de doler, si es que era posible que dejará de doler, llore hasta quedarme dormida.
Con los años me enteré que justo en el momento en que yo estaba llorando amares por todo eso, en una bodega abandonada a las afueras del pueblo, mi primo estaba torturando a aquel infame que abuso de mí, mi primo era realmente cruel y quería que sufriera lo suficiente antes de morir y también me contaron que cuando le pregunto la razón por la cual abuso de mí, prácticamente dijo que era mi culpa, pues dijo que para tener once años tenía unos senos muy grandes y que era demasiado sexi, que enfermo, realmente tener pensamientos así por mí, una niña que podría haber sido su hija menor, pues calculo que el desgraciado estaba por llegar a los cuarenta años y realmente no era mi culpa tener ese cuerpo a esa edad, era culpa de la genética de la familia de mi papá.