—Abuelo, sí, ¡aún queda el abuelo! —Amelia Baldwin se aferró al último hilo de esperanza como una persona que se agarra a un salvavidas, su expresión llena de un destello de esperanza—. El abuelo seguramente no me abandonará. Voy a buscar a mi abuelo.
—Señorita Baldwin, cálmese —el Doctor estabilizó los hombros temblorosos de Amelia Baldwin—. No sea insensata, su abuelo no va a ayudarla.
—Estás hablando tonterías.
—¿Sabe? Cuando estaba de parto, salí de la sala de parto para que su abuelo firmara el formulario de consentimiento. ¿Sabe lo que me dijo?
—Si corría peligro durante la cirugía, si solo se podía salvar a usted o al niño, le pedí que eligiera…
—Y entonces…
—¿Y entonces qué? —Amelia Baldwin inclinó la cabeza hacia atrás, interpelando al médico—. ¿Qué dijo él?
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