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Cap 6 Insomnio

Esa noche un débil brillo de melancolía se reflejó en los ojos de Caín, el hermoso mar de estrellas en el cielo creaba una eternidad frente a él, aunque el tiempo transcurría como siempre, no se sentía igual que en otras noches. Durante un largo rato tuvo la determinación de dormir, pero cada vez que cerraba los ojos, el rostro de Delilah se mostraba en sus recuerdos. ¿Era realmente una chica con una personalidad vaga tan difícil de describir? O simplemente estaba siendo dominado por las sensaciones miserables que despertaban cada que Layla desordenaba sus recuerdos. 

Delilah, por otro lado, tampoco era capaz de encontrar un método que le permitiera dormir. Experimentó un insomnio inesperado, caía inconsciente repetidas veces, pero volvía a despertar, su cuerpo se sentía inquieto, como si estuviese congelándose. No importaba si dejaba de moverse o si sus pies se deslizaban sobre las sábanas. 

Eventualmente la luz entró por las ventanas, el sol aun no brillaba, pero era suficiente para levantarse y tomar un baño como tranquilizante, después de todo, tan solo ha podido cerrar los ojos por un rato. Sería complicado continuar en su habitación con las emociones desequilibradas y se fue directo hacía el jardín. Lo que la alarmaba al punto de la desesperación era volver a sentirse inquiera por la existencia de un solo hombre sobre la faz de la tierra, y que su deseo de verlo fuese tan fuerte como el de no verlo más. Incluso pensó en saltarse el desayuno, pero eso solo despertaría la ira de Lucrecia y al final, se presentó en la entrada del comedor con un rostro indeciso. 

Los candidatos ya habían tomado sus lugares y como una broma del destino acertada o desfavorable, el lugar de Caín estaba vacío. 

Tan solo le tomó un par minutos sentarse y recibir su porción cuando Yara interrumpió a todo aquel que estuviese dentro de ese comedor. Caín la enviaba con una disculpa en su nombre al ser incapaz de atender al desayuno, la dama personal del hijo del conde excusaba a su amo por algún malestar que aseguró, se mejoraría con un descanso. 

—Si está sintiéndose mal deberíamos llamar a un doctor. 

Leroy fue el primero en ponerse de pie para llamar a su mayordomo con el propósito de invitar a un médico, pero Raguel lo detuvo antes de que Yara se negara como le había sido ordenado. 

—Leroy, te aseguro que no es algo grave. 

Raguel estaba sonriendo abiertamente, lucia descarado, pero encantador. Delilah lo habría ignorado de no ser porque estaba mirándola directamente mientras sus palabras se dirigían al rubio. 

—Delilah, deberías visitar a Caín cuando termines. 

Como si esperara una respuesta especifica de esa chica, Raguel finalmente se dirigió a ella. 

—No es necesario, el joven Caín estará ausente un par de días, no tienen por qué preocuparse. 

Yara dejó esas palabras y se retiró para evitar ser cuestionada, pues no tenía nada más que informar. 

El desayuno siguió su curso en silencio, cada uno de los candidatos vivía en su propio mundo a pesar de permanecer en la misma casa y fue gracias a eso que nadie notó lo interesado que lucía Raguel en cuestión de Delilah. Ese deslumbrante hombre no conocía la discreción, su postura distinguida logró que la chica modesta alargara los tragos de su té intencionalmente para pretender que nada extraño sucedía. 

Inevitablemente las clases estaban por comenzar, Lucrecia y Leroy abandonaron la sala primero, el ambiente era tranquilo y solo hasta que Delilah se levantó, Raguel la devoró con sus curiosos ojos verdes. 

—¿No es un poco mayor para ti? 

Una extraña tensión se extendió sobre la piel de la chica, no le gustó ser el centro de aquella mirada firme y lució confundida. 

Raguel estiró su mano derecha invitándola a salir del comedor, ambos se dirigían al mismo sitio y podrían simplemente hacer todo el camino juntos. 

—¿No dices nada? 

Por ahora Delilah no tenía tiempo para preocuparse por sus acciones o sus palabras, era tarde, las clases deberían comenzar en poco tiempo. Ella aceptó su invitación y salió primero. 

—Escuché su conversación en la cocina. 

Delilah apenas tuvo tiempo de reaccionar porque la cara se le paralizó por la vergüenza, tuvo el deseo de detenerse, pero continuó avanzado pretendiendo que no había nada de especial en su declaración. No es como si hubiera cometido un crimen, pero se sentía como si aquello tuviera que ser por la fuerza un secreto o algo de lo que debía olvidarse por completo. 

—Así que no es un hombre tan inalcanzable como decían los rumores. 

Sus miradas se encontraron, finalmente sus pensamientos se sincronizaron en el mismo punto. 

—¿Qué se supone que están haciendo ustedes dos? 

En el pasillo, la figura de Lucrecia pretendió destruir con su tono de voz, la atmósfera que pudo haberse creado entre esos dos. La muñeca de cristal era excesivamente escandalosa y una mujer fácilmente irritable, posiblemente ya estaba pensando demasiado y malinterpretando lo que veía. 

Raguel se hizo a un lado y suspiró completamente decepcionado, el solo tener que dar una explicación era frustrante. Así qué se dirigió hacia la hija de los vizcondes y la tomó del brazo silenciándola en el instante para llevársela consigo hacia la entrada de la sala de estudios. Él era un hombre peligroso y audaz y no le temía al temperamento complicado de esa mujer, por eso, aunque ella se resistía y continuaba ordenándole mientras avanzaban que, le quitara las manos de encima, usó un poco más de su fuerza para contenerla y arrastrarla con él. 

Delilah esperó atrás, se sintió aliviada de quedarse sola, aunque no se explicaba la razón. 

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