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Cap 3. Secreto

El lunes por la tarde justo después de terminar la comida, y cuando las clases habían terminado, Lucrecia se aseguró de acorralar a Caín en cuanto tuvo la oportunidad, Leroy y Raguel retrocedieron; habían escuchado toda la historia y era inevitable el estallido de su ira por ser dejada atrás, aunque en realidad estaba mucho más molesta por haber sido incapaz de ver al joven Neil durante la celebración. 

Caín apenas levantó la mirada cuando la belleza caprichosa le arrebató el libro que sostenía en sus manos para asegurarse de que la escuchara claramente. Su voz era tan fuerte que Delilah podía escucharla desde el comedor, estaba llevando los utensilios de la comida previa sobre sus manos cuando fue interrumpida. 

Ella no tuvo que disculparse personalmente porque Caín le había prometido que tomaría responsabilidad de lo sucedido, aun así, fue incapaz de ignorar la situación y se acercó a la entrada dispuesta a intervenir en su favor si era necesario, pero pronto dio un paso atrás en cuanto escuchó nombrar a una mujer. 

—Invité a la nieta del duque Billeter a cenar esta noche y le aseguré que podría verte. 

La autoridad con la que Lucrecia habló debilitó cualquier intención inmediata de Caín en negarse. El hijo del conde Salieri tomó el libro de regreso sobre sus manos solo para cerrarlo. No estaba sorprendido de lo directa que resultaba Lucrecia y tampoco de que tomara decisiones que lo involucraban sin siquiera consultarle, en realidad, eso era bastante conveniente, cuanto más pronto pagara su deuda con ella, más tranquilo se sentiría. 

—Si esa chica está buscando un hombre para contraer matrimonio, ¿no sería mejor opción el joven Neil de Bathory? 

—No tienes que decir cosas tan absurdas, tampoco te atrevas a hablar sobre Neil como si lo conocieras, además... se perfectamente que no tienes intención de meterte en algún tipo de relación con ninguna mujer. 

—¿Ninguna mujer? dices... 

El rostro del chico mostró un ligero e inusual gesto de incomodidad, pero entendió que hablarle sobre Neil, fue un golpe bajo para ella. 

—No puedes negarte, considera esto una compensación. 

Desde un principio Caín no tenía planeado negarse, además, Lucrecia nunca pediría algo a alguien si no estuviese segura de que obtendría lo que quería. El hijo del conde Salieri aceptó sin siquiera emitir sonido alguno y Lucrecia lo dejó en paz yéndose por las escaleras con una sonrisa que mostraba mejoría con respecto a su mal humor. 

Caín soltó un suave pero profundo suspiro, su posición no era desfavorable aún si, encontraba molesto ser el centro de entretenimiento de mujeres tan complicadas y alguien con la etiqueta de la nieta del duque exigía demasiado cuidado. 

—Puedes salir de ahí. 

El hijo del conde miró hacia la puerta del comedor con la seguridad de que una entrometida Delilah no se había movido de ahí a causa de su conversación. Ella sostenía una pila de platos en las manos cuando se mostró con cierta lentitud. Espiar no era su intención real aun si fue accidental, pero su expresión de vergüenza desapareció cuando Caín se levantó de su lugar para ir directo hacia ella. 

Inicialmente la liberó de la carga que llevaba sobre sus manos, y entonces mostró la eficiencia de su caballerosidad encaminándose hacia la cocina.  

—Dime lo que estás pensando. 

El joven era elegante aun cuando estaba llevando los platos sucios por delante, pero, aunque se dirigió a ella con familiaridad, ¿sobre qué podría una chica ordinaria hablarle?

—¿Está bien dejar a Lucrecia hacer lo que quiera? 

Habían entrado a la cocina cuando él dejó los platos sobre la mesa para poder mirarla de frente. 

—No se puede hacer nada, soy el único que le dio una razón para hacer lo que quiera. 

Delilah retrocedió al sentirse intimidada por sus preciosos ojos oscuros. La débil luz del sol alumbraba su rostro, era difícil saber si realmente estaba siendo forzado a algo que no quería, tenía una extraordinaria facilidad para controlar sus expresiones. 

—Con respecto a la comida con la nieta del duque, seguramente las cosas saldrán, también eres un noble. 

Su mirada lució diferente al escucharla. Una de las razones por las que se vio obligado a huir ese día en medio de la fiesta, fue enfrentarse a la realidad de rechazar a otra mujer más, su lista era bastante larga para ese entonces y siempre resultaba una molestia. 

—¿Qué tipo de mujer es ella cómo para buscar a un hombre como yo? Dime, ¿cómo rechazas a una mujer tan importante sin ofender al duque? 

En la cabeza de esa chica los rumores hicieron eco, aquellos que iban desde que sus preferencias eran "diferentes" o los que afirmaban lo lamentable que era viviendo aún enamorado de la mujer que lo abandonó. Delilah no solía creer lo que escuchaba tan fácilmente, no esperaba que en verdad solo existieran dos posibilidades. 

—Delilah, ¿alguna vez te has enamorado? 

Su pregunta repentina no tenía ningún sentido, ella no fue capaz de responder, todo lo que respectaba al amor en su corta vida se relacionaba con desgracias que le revolvían el estómago, odiaba demasiado ser arrojada al pasado. 

—Es algo que no sucederá de nuevo, nunca, jamás. 

El rostro de la joven chica abandonó aquella expresión de desconfianza, ese hombre estaba siendo demasiado entrometido. 

—Tan solo tienes 20 años, estas mintiendo si dices nunca jamás. 

—Las personas creen que sufres de algún trastorno al rechazar a las jóvenes que se te acercan. El amor puede ser algo tan apasionante para ti, pero para mí, es completamente diferente. 

Caín no esperó escuchar un reproche tan certero, nunca fue su intención ofender a la modesta dama. Dio un paso atrás para respirar un poco y sonrío, ahora sabía la imagen que ella tenía sobre él, de cualquier forma, sus palabras no lo molestaron del todo. 

—¿De qué trastorno hablas? La razón por la que no quiero comprometerme con ninguna mujer es... 

Sus miradas se cruzaron una vez más, pero el chico se arrepintió y no quiso continuar hablando. 

El corazón de Delilah comenzó a latir con fuerza cuando Caín alcanzó su rostro para tocar sus mejillas. Sus ojos oscuros eran tan profundos y el aroma de su fragancia volvía a rebasar todos sus sentidos. Ahora caía en cuenta lo absurdo que debía verse tratando de darle explicaciones a esa chica y decidió terminar esa conversación ahí mismo. 

El aire volvió a llenar los pulmones de Delilah cuando él se separó y se dio la vuelta para abandonar la cocina. No podía negar el efecto que le provocaba un hombre atractivo, era por eso que siempre trató de mantener una imagen que no provocara el interés de nadie, porque sabía que luchar contra esa clase de sentimientos, la arrastrarían a una oscura desesperación. 

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