Después de una noche larga de dudas y lágrimas, me levanté de la cama para buscar un buen outfit que honrara a mi amiga y la hiciera sentirse orgullosa de mí, me maquille para ocultar a la perfección las ojeras y traté de deshinchar mis párpados después de tanto llorar.
Antes de salir de casa traté de inhalar y exhalar para relajarme y no tener un ataque de ansiedad. En la noche me dije a mi misma que no llamaría a Rafael, ya lo había molestado demasiado llevándolo a la estación de policías solo para hacerlo esperar, eso sin contar que lo había hecho pasar por un momento incomodo cuando me puse a llorar en su pecho en medio de la calle. Lo mejor era ir por mi cuenta a la escuela. Las miradas curiosas y llenas de pena estuvieron de inmediato en mi cuando crucé la entrada del instituto, no culpaba a los dueños de la todas esas miradas, era imposible no mirarme, y no lo decía por mi fabuloso atuendo, sino por ser la mejor amiga de Kathe quien había muerto en circunstancias horribles y en medio de una fiesta en la casa de una de las familias más conocidas en este pequeño pueblo.
Llegué lo más rápido que pude a la primera clase que tenía esa mañana y me enfoque en el tema del que el profesor comenzó a hablar, entre menos prestara atención a la muerte de Kathe y las miradas de los curiosos mejor estaría, por ahora lo único que necesitaba era salir de esta escuela para ir a investigar por cuenta propia quien había sido él o la mal nacida que había terminado con la vida de mi amiga.
—¿Alexis? —alguien reclamaba mi atención desde algún lugar del aula en la que me encontraba inmersa en mi libreta tratando de evitar pensar en Kathe y situarme en la segunda guerra mundial de la que el profesor había estado hablando toda la clase.
Levanté la cabeza y me topé con la mirada del profesor Estrada, quien con una afligida mirada me evaluaba desde su asiento justo al frente del salón.
—Perdón, ¿qué fue lo que me pregunto profesor? —me hicieron falta un par de segundos para darme cuenta de que no había nadie en el aula, y que solo quedábamos el profesor y yo.
—Solo quería que supieras que cuentas con mi apoyo si es que necesitas algo, lo que le sucedió a Kathe es una tragedia y al ser tú la amiga más cercana que tenía me hago una idea de lo mal que lo estás pasando —el profesor Estrada había llegado a la escuela apenas hace un año y cuando puso un pie en la institución hubo un alboroto entre las chicas de toda la escuela, no solo era su belleza y juventud, sino también el atractivo misterio y sensualidad que desprendía.
Ninguna chica o chico al que le gustase el profesor Estrada dejaría pasar una oportunidad de ligarse lo como esta, pero él no era mi tipo, y simplemente sentía que algo en él me desagradaba un montón.
—Muchas gracias profesor, lo tomaré en cuenta —me levanté de mi asiento y salí del aula con mi mochila a cuestas.
***
Mientras caminaba con rumbo a la cafetería pude escuchar la muy familiar voz de Marceline que me llamaba a mis espaldas.
—Alexis, espera —me detuve en medio del pasillo y me di la vuelta para verla caminar hacia mí con paso apresurado.
—Hola, Marceline —siempre la había llamado Marceline gracias a una canción que alguna vez había escuchado, y desde entonces se había convertido en su apodo, a Marceline no le había molestado que la llamase así, incluso podía decir que le gustaba.
—¿Estas yendo a desayunar? —su voz era más baja de lo normal y parecía estar cuidando cada palabra que me decía.
—Si, ¿por qué no me acompañas? —Marceline solo asintió y fuimos juntas a la cafetería.
Después de comprar nuestra comida nos sentamos en la mesa más alejada de las demás, quería hablar con Marceline de mis suposiciones sobre la muerte de Kathe y sabía que ella podría ayudarme, además de ser una de las personas más listas que conocía, también había sido muy buena amiga mía y de Kathe desde que comenzamos a estudiar en esta escuela, en un principio Kathe y yo habíamos notado como los demás se burlaban de Marceline por su apariencia y porque siempre hablaba de cosas extrañas como teorías apocalípticas y maneras de entrar en la Deep Web, cosas que por lo general los demás no entendían y no les interesaba, así que Kathe tomó la iniciativa de sentarse a desayunar con Marceline, y después solo se convirtió en un amistad, de alguna manera, aunque no entendíamos de lo que hablaba Marceline, siempre nos cayó bien su sentido del humor y lo buena persona que era cuando los demás necesitaban de su ayuda.
Marceline era el tipo de chica que no salía a fiestas, ella decía que prefería quedarse en casa a navegar por internet o ver un buen documental, la noche de la muerte de Kathe ella no había estado ahí debido a la anteriormente mencionado, Kathe le había suplicado ir pero Marceline se había negado rotundamente.
—No es por ser chismosa, pero... ¿qué te dijo el profesor Leonardo? —no me había dado cuenta de que me había perdido mirando mi burrito atentamente, hasta que Marceline me habló.
—Solo me dijo que podía contar con él sí necesitaba algo después de lo que le sucedió a Kathe —Marceline retiró su atención de mi cuando la miré directamente después de estar centrada en mi burrito.
—Lo mismo me dijeron varios profesores cuando vine a la escuela después de lo ocurrido con Kathe —parecía triste y algo perdida, después de todo, ella también era amiga de Kathe, nos habíamos conocido hace un par de años, pero sabía que nos consideraba sus amigas mas cercanas.
—Marceline, necesito contarte algo, pero tiene que ser en privado —una mirada curiosa se topó conmigo, al parecer Marceline estaba interesada en lo que tenía que decirle o al menos eso aparentaba.
Marceline asintió, tomó su burrito para morderlo y después tragar, por unos segundos se perdió su mirada, estaba pensando en algo de manera detallada.
—¿Está relacionado con la muerte de Kathe? —su voz se volvió un susurro y parecía estar mirando a todas partes para estar segura de que nadie nos escuchaba.
Hablé con la mirada, le dijo todo a Marceline, por su expresión, ella entendía a la perfección que la respuesta era un gran "Si". Marcela tomó su jugo de guayaba y le dio un gran sorbo como tratando de asimilar lo que conllevaba ese "Si" telepático. Saber que tu amiga había sido asesinada es por una parte aterrador, pero tener detalles de porque fue que sucedió exactamente, era una parte mucho más macabra en la que estábamos a punto de adentrarnos, y por la reacción de Marceline podía darme cuenta de que ella comprendía muy bien ese punto.
No volvimos a decir nada en todo el receso, solo nos mirábamos, las dos entendíamos que no podíamos hablar de eso en la escuela si queríamos tener una conversación clara y profunda.
***
Al terminar las clases busqué a Marceline, estaba afuera de la escuela pateando tranquilamente hojas de árboles marchitas con las manos en los bolsillos de su sudadera desgastada.
—¿A dónde iremos? —su atención fue desviada de las hojas a mí.
—A mi casa —parecía ser que ahí podríamos encontrar un poco que privacidad para hablar de los cabos sueltos que había descubierto acerca de la muerte de Kathe.
Pasamos por un montón de casas de apariencia lujosa y muy bien cuidadas, Marceline vivía en un barrio de gente rica, solo había ido a visitarla un par de veces en su cumpleaños, y eso había sido todo, aun no sabía muy bien qué tipo de familia tenía mi peculiar amiga, pero por mis antiguas experiencias en su casa todo indicaba que siempre estaba sola.
Llegamos a la casa de Marceline en absoluto silencio, mi amiga abrió la puerta principal, caminamos a lo largo de unas largas escaleras hasta un segundo piso y al final de un pasillo, recluida en un rincón estaba su habitación. Marceline nos había contado que ella prefería estar lejos del alboroto que era su familia, por eso había escogido aquella habitación, y al parecer sus padres no habían protestado ante aquella petición, no era una sorpresa ya que Marceline solo tenía un hermano que estaba trabajando en el extranjero, haciéndola casi hija única, por lo que casi siempre se le daba lo que pedía, lo gracioso de esta situación era que Marceline nunca había sido alguien exigente, no desde que Kathe y yo la conocimos.
—Creo que aquí podremos hablar —dije cuando entramos en su habitación, al entrar la primera impresión de la mansión que Marceline llamaba hogar era que no había escuchado ni un solo ruido que me dijera que había alguien en casa, como las veces anteriores que la había visitado, por lo que podríamos hablar sin interrupciones. Era el lugar perfecto.
—No, aquí no —se negó Marceline apenas cerró la puerta, caminó hasta una silla y la arrastró a un rincón de la gran habitación decorada con tonos grises, se subió a la silla y con un selfie stick golpeó el techo.
Una pequeña puerta se abrió y dejo caer unas escaleras como de ático de los que aparecen en las películas. Marceline bajó las escaleras y la puso en su lugar.
—Ahí arriba podremos hablar sin que nadie nos pueda oír —asentí aun asombrada por el pequeño truco de magia que acababa de presenciar.
—Ok —subí las escaleras lentamente, como esperando que un león saltara encima de mi, asomé la cabeza para ver que había en el escondite secreto de mi amiga.
Ni una mota de polvo. El piso del ático estaba tan limpio que podía acostarme y tratar de hacer ángeles, y aun así me levantaría con la ropa totalmente limpia.
Todo el lugar estaba oscuro, solo podía ver un poco por delante de mí gracias a la luz que entraba conmigo.
Después de observar el suelo levante la cabeza y me di cuenta de lo que mi amiga tenía montado ahí arriba. Una computadora en un gran escritorio con una silla que parecía demasiado cómoda, y luego un pizarrón de vidrio con ruedas en las patas. ¿cómo había subido todo eso hasta aquí?.
La luz se había encendido en el ático y por fin pude ver más de lo que había ahí.
Justo enfrente del escritorio había un sillón y una mesita de centro donde había un montón de papeles esparcidos junto a un par de tazas de café vacías, ¿cómo sabía que esas tazas habían contenido café antes?, el lugar entero olía a café.
Cuando las dos estuvimos arriba y con la única puerta cerrada, Marceline caminó hasta el escritorio y se sentó. La chica parecía más cómoda que en cualquier otro lugar.
—Si te sientes muy encerrada podemos abrir la cortina para que entre luz por la ventana —no me había dado cuenta de que había una ventana, justo a la derecha de Marceline había una gran ventana tapada por una cortina negra.
Miré a Marceline con la boca abierta, mi amiga de verdad era una caja de sorpresas.
—Incluso si abres la cortina nadie nos podría ver, es una ventana espejo —me informó prendiendo la computadora en el escritorio.
Aún estaba mirando el lugar detenidamente como para hacerle caso a Marceline y abrir las cortinas, caminé hasta el pizarrón de vidrio para ver lo que había escrito en el. El nombre de Kathe estaba escrito en el centro y arriba con letras grandes.
¿Por qué Marceline tenía un pizarrón con el nombre de Kathe en su ático?
Estaba a punto de girarme para preguntarle cuando miré justo debajo del nombre de Kathe, el nombre de Salvador estaba unido por una línea al de Kathe junto con el de Erick.
—Hace un par de días descubrí un par de cosas de las que me he estado haciendo preguntas acerca del asesinato de Kathe, Salvador era su ex novio y Erick parecía ser el cuerno —compartió conmigo apuntando a su pequeño mapa en el pizarrón, ¿cómo sabía que Salvador ya no era el novio de Kathe y que Erick había estado viéndose con nuestra amiga?
—¿Cómo sabes todo eso?, yo me enteré ayer que Kathe y Salvador habían roto desde hace un tiempo.
Rascándose la cabeza, Marceline se aclaró la garganta y dijo:
—Ella me lo contó antes de morir —¿Kathe le contó a Marceline y a mí no?
—¿Y por qué a mí no me dijo nada? —todo estaba tornándose poco a poco más raro, ¿desde cuándo Kathe guardaba secretos como ese a una de sus mejores amigas?.
De repente la cara de Marceline cambió para mirarme con extrañeza, parecía que algo le estaba causando un conflicto interno.
—No es como que me lo quisiera contar, la vi besándose con Erick por accidente y tuvo que decírmelo, ¿y tú como lo sabes? —me preguntó con el ceño fruncido, ahora que lo recordaba no le había contado nada aun de las fotos que encontré escondidas en el closet de Kathe.
La ruptura de Kathe y Salvador tenía que haber pasado muy desapercibida, en un pueblo tan pequeño como en el que vivíamos, los chismes eran el pan de cada día, era casi imposible terminar con alguien y que nadie se diera cuenta.
Saqué mi teléfono para buscar las fotos que le había sacado a las fotos y la nota que había encontrado. Le pasé mi teléfono a Marceline esperando que lo que le mostraba a mi amiga hablara por sí mismo.
—Encontré esas fotos y la nota escondidas en el closet de Kathe, las llevé hasta la estación de policías y ahí me enteré de que Salvador ya no era su novio —mi amiga miraba con sorpresa las fotos en mi teléfono, yo también debí de lucir así cuando las encontré.
Marceline se movió con mi teléfono hasta el escritorio, y de algún cajón sacó un cable que conectó a mi teléfono y a su computadora.
—¿Estaban escondidas en su closet? —preguntó Marceline mientras hacía clic aquí y allá en la computadora.
—Si, fui a ver a su madre ayer y quise entrar en su cuarto, estando ahí recordé que Kathe siempre escondía cosas en ese rincón de su armario, justo debajo de un azulejo suelto —dije parándome detrás de Marceline para ver qué era lo que estaba haciendo. Marceline copió en su computadora las fotos de Erick y Kathe besándose junto con la nota en su computadora y me regresó el teléfono.
Se levantó de la silla, y caminando de un lado a otro enfrente del pizarrón dijo después de un rato:
—Las evidencias que encontraste en ese armario cambian todo, el asesino no puede ser Erick, ni Salvador según las evidencias —estaba casi segura de que Erick no podía ser el asesino si tomábamos en cuenta que esas fotos y una nota habían sido enviadas amenazantemente por el asesino, pero ¿y Salvador?, el aún era sospechoso si tomábamos en cuenta que había salido con Kathe y aún podría estar enamorado de ella.
—De Erick podría estar segura que no fue él, pero Salvador aún podría ser el culpable, no sé por qué terminaron, pero quizás se volvió loco cuando se dio cuenta de que lo habían terminado para andar con Erick —dije mirando como Marceline movía la cabeza negando.
—Salvador terminó con Kathe, y casi de inmediato empezó a salir con otra chica, Kathe me lo dijo, así que no tiene sentido que enviara esas fotos de advertencia para después asesinarla—confesó mirándome con culpa en los ojos, parecía que quería disculparse conmigo por alguna razón.
—Espera, ¿Erick no estaba saliendo con Sofía? —dije pensando en la fiesta en la hacienda, ellos dos habían estado muy cerca todo el tiempo.
—Las dos sabemos que Erick no es del tipo que solo sale con una chica, probablemente fue por eso que Kathe no habló de su ruptura con Salvador, terminar una relación formal para ir detrás de una relación que probablemente Erick no tomaría en serio debió de hacerla pensar en lo que los demás dirían —eso tenía sentido, pero no podíamos aceptar eso como la realidad, no hasta que Salvador o alguna pista confiable saliera a la luz.
Borrando a Erick de la pizarra transparente con su mano Marceline dijo en un susurro:
—Lamento no haberte contado nada de esto, pero Kathe me pidió que no le dijera a nadie, y cuando murió tú estabas encerrada en tu habitación lidiando con la idea de que Kathe había sido asesinada. No hubo un buen momento para decírtelo —no la culpaba, un secreto es un secreto, y guardarlo bien se vuelve una prioridad cuando es tu amiga de verdad.
—Esta bien, no tienes que disculparte por algo como eso, entiendo el por qué no me lo dijiste, pero ¿por qué Kathe no quería que yo supiera que había terminado con Salvador? —era lo único que no tenía sentido dentro de todo lo que habíamos descubierto.
—Eso es algo que yo tampoco puedo entender, y cual sea la razón puede estar ligada su muerte —dijo Marceline mirando fijamente el pizarrón para luego borrar de la misma manera a Salvador.
—Creo que deberíamos hablar con Salvador, si él no es el asesino podría ayudarnos a encontrar al verdadero asesino —dije sentándome en el sillón junto a la pizarra.
Marceline se sentó junto a mí en el sillón y dijo en voz baja:
—Si, deberíamos hacer eso. Oye creo que tienes que saber que todos en la escuela no se enteraron de que Salvador dejó a Kathe hace 3 meses y decidieron mentir le a todos diciendo que seguían juntos, solo unos cuantos lo sabíamos —changos, ahora sería más difícil investigar acerca de esto cuando casi nadie sabe del pequeño secreto de Kathe.
—Siendo así, creo que deberíamos de mantener en secreto que estamos investigando la muerte de Kathe —un silencio hostigante vino después de que dije eso.
Tal vez el silencio que reinaba entre las dos se debía a que las dos sentíamos miedo e incertidumbre, investigar un asesinato no era algo sencillo y seguro para dos jóvenes inexpertas.
—Esto podría ser peligroso, así que estoy de acuerdo con que no hablemos de ello, tendremos que ingeniárnoslas para conseguir información de los demás sin que sospechen que estamos muy interesadas en esto —Marceline tenía razón, debíamos encontrar maneras seguras de averiguar sobre esto sin que alguien sospeche.
Mi teléfono sonó en mi bolsillo, y cuando mire la pantalla me di cuenta de que era mi madre y probablemente estaría preocupada ya que no había llegado a casa aun, entendía su preocupación, después de todo, a ojos de todo el pueblo aun había un psicópata responsable de la muerte de mi amiga suelto.
—Hola mamá, estoy en la casa de Marceline pasando apuntes de las clases a las que no asistí en toda la semana —mi mentira salió tan fácil apenas contesté el teléfono.
—Estaba preocupada por ti, regresa temprano a casa, es peligroso que andes por las calles tu sola —conteste un par de "si, mamá" por un rato y después colgué.
—Tengo que irme, sino mi madre se volverá loca —le dije a Marceline que tenía la cabeza apoyada en el respaldo del sillón y miraba al techo, parecía estar pensando demasiado en algo de nuevo.
—Esta bien, si algo sucede llámame, no me envíes mensajes de texto hablando del asesinato de Kathe, alguien podría verlos —Marceline era muy rara pero lista. Nunca podría encontrar a una amiga mejor que ella para resolver esto.
Bajamos hasta su habitación, y después me llevó a la entrada de su casa para despedirme.
Caminando hasta casa seguía pensando detenidamente en Salvador y Kathe, ¿por qué ocultar que habían terminado?, ¿qué hayan terminado era lo suficientemente importante y tenía repercusiones tan grandes que no podían decírselo ni siquiera a sus familias?, porque sus familias no lo sabían, ¿verdad?.
Cual fuese la razón del encubrimiento de su ruptura, estaba segura de que nos daría pistas suficientes para encontrar al asesino, ¿oh tal vez no?