webnovel

Capítulo 17

Julia le pidió que se calmará pero él no quiso escucharla. Había bebido demasiado y su mal genio se había hecho presente. Empujó a la chica, entro de golpe y se me quedó mirando fijamente. La cena se volvió incómoda.

—¿Qué haces aquí Karol? Afuera hay un hombre que me pagó para pasar la noche contigo. ¡Vete a trabajar!

¿De verdad? ¿¡Ahora mi propio padre me estaba diciendo eso!? ¡Sin vergüenza! Me levanté de mi lugar, yo estaba muy molesta. Román me imitó.

—¡Largó de aquí! —Le grité, su presencia me hizo enojar—. ¡Vete de aquí!

Todos estaban mirando la escena. ¿De nuevo en el pasado? ¿Esto estaba volviendo a ocurrir?

—¡Tú ve afuera! Te están esperando —ordeno él.

Su aliento olía a podrido. Su mente estaba dando vueltas.

—¡Lárgate de aquí! Vete, por la buenas.

Su mirada perdida me hizo sentirme segura de lo que yo iba a hacer.

—¡Tú no me das órdenes!

Papá quiso volver a pegarme. Alzó su mano, cerró su puño y lo intento. Mi movimiento fue más rápido, lo tomé del brazo, puse su peso en su contra y le aplique una llave de defensa personal que Román me había enseñado. ¡Todos parecían sorprendidos, excepto Román! Él me había entrenado para esto y yo no pensaba dejar que mi propio padre me tratara mal.

—Sácalo, ¡por favor! —le pedí.

No le costó trabajo hacer aquel trabajo. Saque mi celular. Agradecí ver qué si tenía señal.

—¿A quién le llamas? —Preguntó mamá.

Su voz irradiaba preocupación.

—¡A la policía!

Ella se asustó. Yo estaba molesta por lo que había pasado y por tanta crueldad en sus palabras. ¡Seguro que se había vuelto muy insensible!

—¡No hija! No llames a la policía. ¡Por favor! Él es un buen hombre. Pobrecito, no puedes hacerle eso. ¡Es tu padre!

¿Qué estaba diciendo? ¿Lo estaba defendiendo? ¿Y dónde quedábamos nosotros al haber venido desde lejos después de tanto tiempo? ¡De verdad no le importábamos!

—¿Te estás escuchando? ¿No te duele? Tú casi mueres por su culpa. Toda la vida ha sido miserable para ti y para mis hermanos por culpa de ese hombre. Quizá es mi padre y llevo su sangre, pero no pienso permitir que me vuelva a hacer miserable la vida. ¿Ahora resulta que lo defiendes? ¿Cuántas veces no has estado a punto de morir? ¿Acaso no te duele lo que él nos hizo? ¡Ten un poco de dignidad!

Mis hermanos me estaban mirando. La cena se había vuelto muy incómoda.

—Sí, pero es tu padre. ¡Obedécelo!

¿Ella también se había vuelto insensible? En ese momento supe que su corazón se había secado, que todas esas bonitas cualidades que florecieron algún día ahora estaban muertas. Seguro que su corazón se había acostumbrado a tanto dolor, que ya no era capaz de sentir nada. ¡De hierro! Seguro que también estuvo de acuerdo en venderme como prostituta, no me defendió completamente ese día.

Ella se puso de pie, quiso acercarse a mí. Su rostro pálido me hizo sentir lastima por ella.

—El que llevemos la misma sangre ya no significa nada para mí.

—Pues debería significar, estás viva por él y por mí. ¿No crees que estás siendo una malagradecida con nosotros?

Recién recuperada de su enfermedad y así me mostraba que yo no le importaba ni en lo más mínimo. ¡Quería llorar! Me obligue a aguantar.

—¿Malagradecida? ¿Tú qué sabes sobre mí? Todos estos años sobreviví por mi propia cuenta, sin el cuidado de una madre. ¿Y dónde estabas tú? ¡Dime!

Me dio una cachetada. Con todas sus fuerzas, mi mejilla ardía de dolor y la sangre me hervía. ¡Me dolió el alma!

—Las mujeres fuimos creadas para sujetarnos al hombre. Y a ti te corresponde hacer lo mismo. ¡No seas una ingrata con tu padre!

—En verdad, no entiendo que hago aquí.

—¡Viniste a verme!

—Y fue un error. No pienses que porque soy mujer seré igual que tú.

Me dio coraje todo lo que ella me acababa de decir. Todas mis emociones estaban prendidas. Salí de la casa y efectivamente había un hombre esperando con una botella de alcohol en la mano. Quiso acercarse a mí.

—¡Tócame y yo misma te corto el pene pedazo de basura!

Lo asusté. Papá se estaba levantando del suelo. Román me estaba mirando, miraba mi rostro lleno de lágrimas. Aclaré mis emociones un poco. ¿Realmente quería ser de hierro?

—Así que ahora te mandas sola. ¡Muchacha ingrata!

—¿Tú que sabes de ingratitud?

Comenzó a reírse.

—Mira. Mejor cállate y ve con él. Tú vales mucho dinero, que bueno que estas aquí. Muchos hombres me pagaron para que estés con ellos. ¡No sabes lo millonario que me siento

De repente, Ángel se acercó a él a toda velocidad y le dio un golpe con todas sus fuerzas. El borracho termino en el suelo.

—¡Vámonos de aquí! —Ordeno Ángel.

Mamá y mis hermanos salieron a ver cómo nos íbamos de aquel lugar. Vi a Víctor intentar venir a mí, mamá lo detuvo.

—Karol. ¡Somos tus padres!

Subí a la camioneta, no le contesté nada a mamá. Román encendió el motor y huimos de aquella terrible noche. Este día di por perdido todo mi tiempo y me dolía todo el sentido emocional de mi alma. ¿Por qué había venido? Tenía un poco de esperanza en que quizá mis padres habían cambiado. ¡Me equivoque!

—¡Lo siento muchachos! —Dije a medio camino—. ¡Lamento que hayan tenido que perder su tiempo en algo que no valía la pena! Si tan solo pudiera compensarlos.

¿Cómo compensas el tiempo perdido? Simplemente no se puede. Solo queda intentar ser mejores el presente.

—Tranquila Karol, no te disculpes. No tienes esa obligación.

—Me siento mal por todo esto. Yo, ojalá...

—Ahora estamos lejos de ellos. No vale la pena que sigamos hablando de ese tipo de personas —Román me sorprendió con sus palabras.

¿Debería intentar olvidar? Haber venido a este lugar hizo que muchas de mis esperanzas sobre mi madre se marchitaran por completo.

—Tienes razón. ¡Muchachos, les invito una cerveza!

Nos detuvimos en una tienda de carretera. No vendían alcohol por las noches, así que solo terminé comprándoles un Sidral Mundet sabor pera a cada quien.

—¿Cómo te sientes? —Román quería saber.

¿Cómo me sentía? Me quedé en silencio pensando en todo.

—Me siento como una revolución. Quiero llorar y matar, desgarrar y ahogar, disparar y reír, festejar y atropellar, e incluso quisiera morir. ¡Suena intenso! Pero es lo que siento en estos momentos. ¡Mis padres nunca me quisieron! ¿Y qué más da? Ellos se han perdido mi cariño. Siento que no tengo padres, nunca los tuve. Fui la esclava que todos querían pero que nadie cuidaba. Hace rato Ángel me dijo que decidiera lo que me hiciera sentir bien. Bueno, pues he decidido olvidar todo eso. Voy a olvidar que tengo padres. Ellos murieron y mis hermanos serán simples desconocidos. ¡No me rompieron el corazón! Me rompieron el alma y ahora siento que soy indestructible. Quizá estoy sangrando por dentro y eso duele, porque duele mucho el no poder sentir cariño del lugar al que algún día tú llamaste familia. Sí, hace tiempo que no lloraba y ahora estoy hecha una inundación por la culpa de un hombre canijo. ¿Si tan solo no fuese así? Si la vida hubiese sido diferente, quizá no estaríamos aquí en este mismo momento. Es probable que ni siquiera nos hubiéramos conocido. Así que, aunque mi alma duele en estos momentos, me siento bien porque ustedes dos están conmigo y al menos no me siento tan sola. ¡Gracias por ayudar a esta mujer desdichada! No se sientan tristes por mí, lo superare. Solo tengo que dejar pasar el tiempo.

***

Olvidar, saber dejar y sobre todo, nunca volver, son cosas necesarias para poder crecer. Un día dejaras de doler y hasta florecerán tus cicatrices. ¡De eso se trata! Lo bueno es que el tiempo no sé detiene, te obliga a avanzar aunque a veces uno se niegue a querer superar las cosas.

Los días siguientes me los pasé escribiendo. Mañana y tardé me encerraba en mi habitación. Comía poco, hablaba poco y realmente había decidido encerrarme en mi escritura. Ángel venía de vez en cuando a verme, platicábamos casi nada. Román me llamaba por teléfono pero yo solo me limitaba a escribirle mensajes. ¡No los estaba evitando! Solo quería que nada me distrajera de mi cometido. ¡Ahora era escritora y en eso yo podía sentirme bien! Necesitaba terminar de escribir ese libro.

¿Cómo se superan las cosas malas? Olvidándose de eso. Había tomado la decisión de olvidarme de mi familia. Dejé de creer que todo mejoraría y comencé a pensar que ahora, el sufrimiento de mamá o de mis hermanos, no eran culpa mía. ¡Era culpa de mi madre por haber tomado una mala decisión!

Mi celular comenzó a sonar. Era Aurora.

—¡Hola!

—Karol. ¡Querida! ¿Cómo estás?

—¡Muy bien! Gracias por preguntar. ¿Y usted cómo está?

—Pues más vieja que ayer, pero feliz como siempre.

—¡Felices ante todo! Eso es lo bueno.

Bromeamos un poco, escuché su risa.

—Por supuesto hija, así tiene que ser. ¡Uno tiene que darse ánimo! —Se quedó callada una brevedad—. Mira, yo te marcaba por qué quiero hacerte una invitación. Le pedí a Ángel que no te dijera nada porque quería decirte personalmente. Este fin de semana es nuestro aniversario de bodas. Samuel y yo cumplimos cuarenta años de casados. ¡Cómo pasa el tiempo! ¿Lo puedes creer?

Sonreí, me sentía emocionada por ella.

—¡Felicidades Aurora! ¡Qué bonito por ustedes! Gracias por invitarme.

—De nada. Para mí es un gusto el que puedas venir, tú sabes que eres de la familia.

Me sentí tan conmovida con escuchar aquella palabra tan simple pero tan intensa: familia.

—¡Ahí estaré!

—Muy bien hija, entonces te veo esté fin de semana.

—Por supuesto, allí estaremos. ¡Cuídese mucho! Le mandó un abrazo.

—Igualmente Karol.

Según el conteo de palabras, llevaba casi cincuenta mil. ¿Cuántas palabras debía escribir?

Tocaron a mi puerta. Al abrirla me sorprendió mucho ver qué en el suelo había una flor. Era un girasol y me emocioné muchísimo que no dude en tomarlo. Amarillo con negro.

—¡Ay, está bien chulo!

—¿Te gustó mi pequeña sorpresa?

Asentí.

—¡Obviamente! Aunque te diré una cosa. Mejor compra flores que no se marchiten. Este girasol es precioso, pero le quitamos la vida antes de tiempo. ¡Se va a secar! Mejor hay que dejar que las flores mueran cuando tengan que morir. ¡No las mates!

—¿Dices que soy un asesino de flores?

—Sí. Bueno técnicamente tú no la mataste porque solo la compraste. ¡Asesinos!

Reí un poco, por supuesto que estaba bromeando. Él me quitó el girasol de las manos, su acción me hizo sorprenderme.

—Entonces dame ese cadáver floral.

Ahora él se divertía conmigo. Comenzó a correr por la casa y yo como tonta persiguiendo a ese muchacho. ¿Cuándo imaginé correr detrás de un hombre? Nunca estuvo en mis planes.

—¡Tú me lo regalaste!

—¡Y tú me rechazaste! Así que no.

—Ángel.

—Karol.

Me detuve en medio de la sala. Cuando se percató de mi ausencia en la carrera, volvió a mí. Me miraba con atención, se estaba acercando.

—¿Te cansaste?

Se paró justo en frente, era el momento de aprovechar su descuido. Le quise arrebatar la flor pero se dio cuenta, así que nuestros movimientos bruscos provocaron que cayéramos sobre la alfombra del piso. El cayó primero y yo sobre de él. Noté un poco de nervios en su cuerpo y eso me gustó. Le quite la flor rápidamente y me senté sobre su cuerpo. Parecía indefenso ante mí, sus ojos me miraban con atención y aunque a sus veinticuatro años él era más alto y fuerte, yo a mis dieciocho comencé a domarlo sin miedo. ¡Me había sentado sobre su abdomen!

—¡Gracias por el girasol!

—De nada.

—Fue divertido perseguirte. Ahora es más divertido verte así.

—¿Verme así? ¿Cómo?

—Te ves tierno. Tus ojos, siempre me han gustado tus ojos. ¡Los tienes bien bonitos! Cómo la miel, un poco dulces y muy claros.

Se ruborizo.

—¿Te gusta mi mirada?

Asentí. Por supuesto que no iba a ocultar lo que me gustaba de él. ¿Y los sentimientos románticos? Esos apenas estaban germinando.

—Si. Me gusta tu mirada y tu forma de ser.

Sonrió. Sus ojos se clavaron en los míos, parecía contento de escucharme hablar así de él.

—¿Cómo sigues?

Hizo referencia a lo que pasó con mi familia.

—¡Estoy bien! Digo, no fue el fin del mundo el que mis papás me hubiesen tratado de esa forma. ¡Yo no puedo obligarlos a qué cambien su forma de pensar!

Asintió. De pronto note que la tela de su suéter era suave y que mi mano izquierda estaba apoyada contra su pecho, justo en medio donde el corazón late. Sonreí. Estar en esta situación me causo curiosidad.

—Si. Aunque ellos te hayan tratado así recuerda que me tienes a mí.

¿Lo tenía a él? ¡Literalmente sí! Estaba debajo de mí.

—¡Gracias!

Mi curiosidad no aguanto. Sin mucho esfuerzo acosté mi cabeza en su pecho. Se sentía agradable.

—Tu corazón late muy rápido.

—Es que tú estás cerca de él.

—Mentira. Late muy rápido porque estuviste corriendo mucho. ¡No digas cosas chistosas!

Reímos.

—Tienes razón.

Me incorporé rápidamente después de algunos minutos. Acomodé mi cabello, Ángel no tardó en ponerse de pie.

—Tu mamá me invitó a su aniversario de bodas.

—Si. Es este fin de semana.

—Estoy algo emocionada.

—¿Te dijo que era de disfraces?

—¿Disfraces?

Se sonrió.

—Ya veo. Bueno si, efectivamente, a mis papás se les ocurrió que este aniversario debería ser diferente. ¡Una fiesta elegante pero con disfraces! Mamá siempre quiso repetir algo así, en uno de sus primeros aniversarios también usaron disfraces.

La idea era muy buena. Supongo que eso haría de su aniversario algo todavía más especial.

—¿Y de que te vas a disfrazar?

Se puso pensativo. Elegir mi disfraz no fue tan complicado, lo supe al instante.

—¡No lo sé aún!

—Pues yo me quiero disfrazar de María Félix.

Lo impacte.

—Buena elección. Quizá yo podría disfrazarme de Agustín Lara.

—¡Mmmmm! ¡Nah! Mejor deberías disfrazarte como el general de la película que vimos ese día. ¿Cómo se llamaba la película?

—¿Enamorada?

—Ándale, esa película.

Su gesto se puso chistoso. Parecía que quería reír y decir algo a la vez.

—¡Esta bien! Compraremos esos disfraces.

La emoción creció en mí. Era lógico que mi parecido con María Félix no era mucho, pero me gustaba su estilo y seguridad. Aun cuando se intentaban sobrepasar con ella, nunca se sintió menospreciada. ¡Sí! Era verdad que ahora yo podría sentirme desanimada y débil pues confirme que no tengo una familia. Pero ¿qué caso tenía llorar o sufrir por algo que ya fue? ¡Exacto! No estaba para perder mis fuerzas intentado cambiar algo que siempre estuvo dañado.

***

Salimos por la tarde al centro comercial. Visitamos una tienda de disfraces.

—¿Cómo me veo?

Él se había probado un disfraz del hombre araña. La tela se ajustaba demasiado a su cuerpo y sus músculos resaltaban muy bastante bien.

—¡Te ves musculoso! Te queda bien.

Se observó en el espejo. Modeló un poco y yo me divertía con su euforia. Después de probarse varios disfraces, fue mi turno. Me probé un disfraz de vaca. Corrí la cortina del probador y me puse en modo sexi.

—¿Qué opinas?

Los dos nos reímos. Realmente era una vaca sexi. Comencé a caminar meneando el trasero.

¿Una vaca lechera? No está nada mal. ¡Causarías mucho impacto!

—Ya lo creó.

Buscamos un rato hasta que al fin pudimos encontrar los disfraces que buscamos.

***

—¿Listo mi general? —Le dije al verlo bajar las escaleras.

—Señorita Peñafiel ¿me estaba esperando?

—¿Usted qué cree? ¡Por supuesto que no! ¿Cómo podría yo esperarlo? ¡Además usted muy feo!

Me reí a carcajadas. Recordé el dialogo de la película.

—No me diga.

—Pues si le digo. ¡Fíjese!

Se veía muy guapo con su traje verde militar. Un rifle colgaba en su costado trasero.

Se paró frente a mí

—Que bien te queda el papel, ¿seguro que no fuiste actriz?

—¿Actriz? Solo actuaba en el cabaret.

Sonreí. Bromear con mi pasado no era algo que me incomodará.

—Te creo. Y bueno, ¿esta lista señorita?

—Eso creo.

—¿Quiere que la escolte hasta el vehículo?

Me ofreció su brazo.

—Mejor me escolta cuando lleguemos a la recepción del evento.

Asintió. Subimos al vehículo.

—¿De qué se iban a disfrazar tus papás?

—Ya lo verás.

La fiesta sería en la casa de los papás de Ángel. Cuando llegamos había algunos invitados y algunos amigos de la familia. ¡Todos disfrazados!

Hubo una sesión fotográfica antes de la comida. Samuel y Aurora sentados en sofás de piel. Ellos se habían disfrazado del novio y la novia recién casados. ¡Qué idea tan más genial! El vestido de ella era precioso, su velo brillaba un poco y el ramo de flores era de vidrio soplado en muchos colores. Claudia y Jacob se habían disfrazado de Dafne y Freddy. El otro hermano de Ángel y su esposa se habían disfrazado de Indiana Johns y Lara Croft. Así que quien quisiera podía tomarse una foto con los novios. ¡Y en esa ocasión fue la primera vez que aparecí en la foto familiar!

—Creo que es nuestro turno —dijo Ángel.

¿Turno? De pronto no entendí, pero después supe que se refería a la fotografía con sus padres. Nos acercamos a ellos.

—¡Que gusto verte! —Me saludo Samuel.

—El gusto es mío. Tenía tiempo que no nos veíamos.

—¡Te ves guapísima! ¿María Félix? —Me preguntó Aurora.

Sonreí.

—Sí, ¿cómo supo?

—Me gustan sus películas. Y además vienes con tu general y siendo sinceras, con esas trenzas y esos ojos hermosos, te ves idéntica a ella.

Me ruborice un poco. ¿Mi general? De pronto me agrado esa idea. Nos acomodamos. Tomaron la foto. Una. Dos. Tres.

—¡Muy bien! Ahora quiero una foto con Karol.

¿Una foto de nosotras dos? ¿Madre e hija? Las dos no sentamos ocupando un sofá cada quien. Sonreí.

—Me gustaría que te tomarás una foto con Ángel. Usa mi ramo.

El ramo era muy bonito.

—Le ofrezco mi brazo señorita.

—Es usted muy cordial. ¡Qué apuesto!

—Una señorita como usted merece un trato cordial.

Mi general se había detenido justo a mi lado. Me miraba y se veía muy apuesto. Tomé su brazo y entonces posamos para esa fotografía. ¡Me sentía como una celebridad! Cuando el flash nos ilumino volvimos a cruzar nuestras miradas, Ángel parecía acercar su rostro al mío. Nos tomaron otra foto y decidí que él no podía acercarse más a mi boca. ¡Sentí cosquillas en la barriga!

—Creo que es hora de la comida —solté su brazo.

La comida estuvo deliciosa. Crema de champiñones, pierna al horno y salsa de ciruela. ¡Riquísimo!

—¿Quiere bailar conmigo, señorita?

Extendió su mano, logró sacarme una sonrisa. Bailar con él comenzaba a ser una costumbre. En la pista de baile me emocioné al sentir su tacto sobre mi cintura.

—Se ve muy bien señorita. ¿Es usted soltera?

—¡Gracias por su halago! A usted le queda muy bien el uniforme de general.

Lo hice sonreír, sus mejillas se pusieron rojitas.

—Creo que usted quiere cambiarme el tema. No respondió mi pregunta.

—Es cierto. No respondí a su pregunta. ¿Le intriga saber la respuesta?

—Por supuesto.

Bajé la mirada por algunos segundos.

—Pues sí. Estoy soltera. ¿Y usted?

—Yo soy soltero desde hace algún tiempo.

—¿Le gusta estar soltero?

Quizá nos estábamos metiendo demasiado en el papel de nuestros disfraces, pero se sentía bien.

—No le miento cuando digo que comienzo a acostumbrarme a la soltería, pero tengo miedo a que me llegue a gustar tanto estar sin compromiso alguno y al final yo termine solo el resto de mi vida. ¡Eso no me gustaría!

—Entonces ¿piensa casarse?

—Sí. He pensado en matrimonio una vez más. No creo casarme pronto, pero si en un futuro no tan lejano.

—Así que está buscando compañera.

—He estado buscando.

—¿Y ha encontrado algo?

—¡La encontré a usted!

En ese momento sus palabras me tocaron el corazón. ¿Me encontró a mí? ¿Qué había encontrado en mí? ¿Una propuesta de matrimonio? ¿Una vida junto a mí? Sonreí de forma tenue, mis emociones comenzaban a florecer y de pronto quería llorar. Baje la mirada porque quería ocultar esa parte de mí. Me quedé en silencio. ¡No podía ocultarme más!

—¿Dije algo malo, señorita?

Apreté los labios, mis pestañas se humedecieron. Solté un suspiro. Le mire.

—¡No mi general! No ha dicho nada malo. Me siento conmovida de repente y eso no sé cómo explicarlo.

Seguimos bailando. Sus manos sobre mí cintura. Mis manos rodeándole el cuello.

—¿Quiere regresar a casa?

Negué.

—No. Estoy bien. Es qué. Ángel. De pronto mi corazón está latiendo de forma rápida y mis emociones son muchas ahora mismo. Haz tocado mi corazón y eso me conmueve porqué no estoy acostumbrada a revelar mis verdaderos sentimientos. He pasado tanto tiempo escondiendo mi parte sensible y tú derrumbaste aquel escondite. ¡Gracias por encontrarme!

La canción continuaba y nos quedamos en silencio. Juntos, bailando, sin decir nada más. De pronto él se quedó inmóvil y eso me sorprendió. Su vista estaba enfocada en ella, aquella mujer del pasado. Sus pasos tenían mucha velocidad, se acercó a Aurora y la tomo en un movimiento muy brusco.

—¿Cómo entró aquí? —Me preguntó Ángel.

¡Cómo si yo supiera la respuesta! Dejamos de bailar, Ángel parecía preocupado así que nos acercamos a ellas. Cuando Daniela vio que yo estaba cerca, me señaló con mucha molestia. ¡Aclaré mis emociones!

—¡Ella es una prostituta! ¡Es una cualquiera! Una mujerzuela que solo nos ha estado engañando. Aurora, ella solo busca tu dinero, te ha estado viendo la cara con sus mentiras. ¡No permitas que siga aquí, ensuciando el nombre de tu familia! Que va a decir la gente. ¡Que Ángel está cayendo muy bajo! ¿Qué van a decir de ti?

Aurora la escucho atención. Ángel intento hablar, yo apreté su mano para que guardara silencio.

—¡Muy bien! ¿Ya terminaste de hablar?

—Sí.

Aurora bebió un poco de vino. Alzó su vista hacia la chica, sonrió y la mojo con el liquido.

—Y a todo esto, ¿tú quién eres?

La chica se sorprendió, su cara hizo un gesto chistoso. Quería limpiarse el vino de la ropa.

—Soy Daniela, hija de...

—¿Daniela? ¿La exnovia de mi hijo?

—Bueno, sí.

—Ahora entiendo. El problema es que no quieres que mi hijo sea feliz. ¿Tienes envidia de la relación de mi hijo?

—¿Envidia? Yo no tengo...

—¡¿Y qué haces aquí entonces?!

La desesperación comenzó a aparecer en el rostro de Daniela. Varios invitados estaban escuchando la conversación.

—¡Karol es una prostituta y te ha...!

—¿Y tú qué eres? ¿Quién te crees para venir a mi casa y decir cosas ajenas a tu vida? ¡Muchacha metiche!

—Pero la gente va a hablar y...

—¡Pero nada! Debería darte pena venir a mi casa y hacer el ridículo en mi fiesta. ¡Querida! La gente siempre va hablar. Tú estás hablando y no eres relevante. ¡Ya vete!

Daniela tuvo que salir a toda velocidad. Ella sola había logrado tener una de las peores humillaciones.

—¡Gracias! —Le dije.

—No agradezcas hija. Las mujeres deberíamos apoyarnos más entre nosotras.

Sonreí.

—Angelito, ¿me puedes hacer un favor?

—Si. ¿Qué puedo hacer por ti?

—Busca a tu padre y dile que lo espero en la pista de baile. ¡Necesitamos mover el esqueleto!

Ángel asintió y se marchó de ahí. Aurora puso su mano sobre mi hombro.

—¡Lamento mucho que hayas tenido que pasar por tanto sufrimiento! No es tu culpa que el mundo no te sepa valorar.

—Descuide. A veces se me olvida lo que fui.

—Yo sé que sí. Debe haber muchas cosas que tú misma te obligas a olvidar y eso es desgastante. Mi abuelita era como tú. Ella fue prostituta durante la revolución y aunque su vida fue difícil, nunca permitió que su pasado definiera su futuro. ¡No permitas que nadie, ni siquiera el hombre que amas, te destruya!

Asentí.

—Ahora voy a la pista, que mi esposo me espera. ¡Disfruta de la fiesta mija!

Aurora era una mujer de carácter y decisión. Ángel venía caminando hacia mí, me miraba con atención.

—¿Estás bien?

—¡Por supuesto! —Le dediqué una sonrisa grande—. ¿Quiere bailar conmigo, general?

Ahora yo lo estaba invitando a bailar.

***

Dos meses después del aniversario. Al fin pude terminar el libro. Más bien, terminé de escribir los libros ¿Escribí tan rápido? Pues sí, me pase varios días y muchas noches trabajando en mi escritura. ¿De que hablaba? Sé que Ángel me había pedido que escribiera sobre él y eso es lo que hice durante algún tiempo. Pero después pensé un poco en todo y resultó que también necesitaba escribir sobre mí. Me era necesario el poder desahogarme abiertamente y sin ningún tapujo. En el papel yo podía sentirme libre y ser sin ninguna pena, la prostituta de la que todos hablaban. Así que me puse a transcribir mi cuaderno. El cuaderno que contaba la historia de una prostituta, un bravucón y un millonario. ¡Quería que la gente leyera mi historia! Que supieran sobre lo difícil que a veces puede ser la vida. Le conté un poco a Román sobre esa idea y me dijo que lo hiciera.

—Si eso te hace sentir bien, pues adelante. ¡No dudes en cumplir con ese sueño!

Imprimí los dos manuscritos. Uno era de Ángel y el otro era mío. Está mañana, antes de que él se fuera al trabajo le pedí hablar unos minutos.

—¿Necesitas algo? —Sus ojos siempre irradiaban preocupación por mí.

—Si. Necesito algo. ¡Terminé de escribir lo que me pediste!

Su mirada se posó en los manuscritos sobre la mesa.

—¡Escribiste mucho!

—Un poco. No fue tanto, solo algunos desvelos y un poco de aislamiento en mi habitación.

Hubo días en los que ni siquiera salía de mi cuarto. ¡Encerrada, desahogaba a mi alma desdichada!

—¿Dos libros?

—Sí. Dos libros. Uno habla sobre ti. Ya pasaron casi doce meses desde que nos conocemos y en ese libro habló de todo lo que hemos vivido hasta ahora. Nuestros viajes, la forma en que me has ayudado, tu familia y sobre todo tu forma de ser.

Una sonrisa apareció en su rostro.

—¿Y el otro libro es la segunda parte?

Reí.

—No. El otro libro habla sobre mí. Son todas esas emociones que a veces no logró expresar. ¡Prácticamente es mi historia!

Ahora él parecía conmovido.

—¿Quieres que lea tu historia?

—Sí. Me gustaría que la leyeras y no solo eso. También me gustaría publicar mi historia.

La sorpresa se hizo visible en su semblante. ¡Siempre quise ser escritora! Desde el momento en que Julia me enseñó a leer, supe que esto era lo mío.

—¿Qué la gente desconocida lea sobre ti?

—¡Exacto! Me gustaría publicar mi primer libro. Siempre he soñado con eso y creo que este libro me ayudaría a cumplir con ese sueño. Además yo se hay muchas mujeres que tal vez están en una situación complicada como en la que estaba hace un año.

Los pensamientos de Ángel comenzaron a acomodarse dentro de su cerebro.

—Está bien. Leeré tu manuscrito y te ayudaré con la publicación.

Sonreí. Él no sonrió.

—¡Gracias Ángel!

Se acercó a mí lentamente y sus labios se abrieron para poder hablar.

—¿Ya no escribirás más para mí?

—Mmmmm. Por supuesto que seguiré escribiendo para ti. A menos que tú me digas que ya no siga.

—Puedes continuar escribiendo sobre mí. ¡Me gusta!

Asentí. Sus manos se acercaron a mi rostro, acomodo un mechón de pelo detrás de mi oreja.

—También quería decirte que pienso mudarme.

—¿Mudarte?

—Sí. Mudarme.

—¿Y adonde? ¿Con Román?

—No. Con Román no. Encontré en internet un mini departamento cerca de aquí.

Esa idea no le agrado mucho a mi Ángel.

—¿No te gusta vivir aquí? ¿Quieres una habitación más grande? Yo...

—No es eso. Creo que es momento de poder empezar a independizarme. Por supuesto, seguiré trabajando para ti con mi escritura y vendré a visitarte de vez en cuando. Pero, es que me gustaría empezar a crear mi propia vida.

No dijo nada. Se acomodó la corbata y enarco las cejas.

—¿Dónde está ese departamento?