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Capítulo IV: El pastelero

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El lugar en donde la dulce educadora tendría que situar a sus críos para las investigaciones rutinarias, se ubica a una hora de Villa-Lima (una localidad hallada a las orillas del poblado, y a escasas hectáreas de un despeñadero) en el cual se encuentra el tan afamado puente de Apurgana; mismo que conecta con el Bosque Azul (nombrado de esta manera, por la predominancia del color azulado en dicho ecosistema).

Esta no es la primera vez en la que la señorita ha estado en aquella algaba, puesto que en su pasado (específicamente; trece años antes) a ella se le impartía la tarea de recoger dos canastas diarias de Arándanos, y Moras Azules para el panadero del condado; quien en su entonces fue el único en brindarles trabajo al trío de hermanos cuando ellos recién llegaban a la villa; fungiendo desde aquel momento, como la figura paterna y de autoridad que jamás tuvieron la dicha de conocer.

De hecho este mismo lazo entre la ahora muchachita y el repostero, sigue conservándose intacto; de tal forma que incluso hasta la fecha, la chica continúa aprovechándose de este afecto antes formado en su pasado, para saciar sus propios beneficios y los de sus alumnos; valiéndose de la gentileza de un humilde hombre, para la "compra y venta" de numerosos bocadillos; con el único fin de entregárselos a sus niños que sufren hambre en sus casas.

Empleando ante esta situación, la siempre esquiva promesa de pagarle la mercancía (con todo y intereses) ni más bien obtuviera ingresos de su trabajo como profesora; aspecto que para infortunio de su palabra, más que ayudarla, la ha llevado a obtener una severa deuda tanto con su antiguo jefe, como con el alquiler de su biblioteca. Ganando con ello, una fuerte desconfianza por los que le exigen la cuota, como por aquel a quien considera el padre que jamás conoció.

No obstante, tras saber esto; no quisiera que pensaran que la muchachita tiene malas intenciones, o que directamente es una cínica. Esto debido a que para ella, el sólo hecho de tener que solicitarle nuevos aperitivos para la ingesta de sus niños, la llena de vergüenza; puesto que sabe el peso de la desfachatez en sus acciones. Unas que aunque parezcan ser buenas, al fin y al cabo, terminan por ocasionar en el panadero, problemas económicos incluso mayores a los de la niña; los cuales ciertamente, le han dejado ahorcado con el alquiler; afectando tanto a su negocio, como a la familia que tiene que mantener; misma que desde hace tiempo, tiene a la jovencita en una mala imagen; tachándola de oportunista y descarada; ignorando que la chica, presenta un desvió en sus emociones; aspecto que por consecuencia, la ha llevado a acarrear deudas por su evidente inmadurez. Defecto que el panadero conoce en su muchachita; por ello de la ayuda que le ofrece.

La verdad es que ante esto, el Sr. Gustavo suele tentarse mucho el corazón con la educadora; puesto que reconoce que sin él, ella seguramente hace tiempo hubiera perdido el rumbo. Pensando en que tal vez, sin la presencia de sus hermanos en casa (por su estancia en un frente de batalla) la niñita a la que algún día vistió con ropa decente, quisiera abandonar su sueño de ayudar a los más necesitados en este pueblo desdichado. Cuestión que ha logrado cumplir a lo largo de todos estos años; viendo crecer con orgullo en el transcurso de los mismos, a quien hoy se postra frente a él con una sonrisa de oreja a oreja (acompañada de sus ocho pupilos) con las no muy gratas intenciones de perdirle otros nuevos pastelillos. Dejándole entre la difícil decision de oponerse por primera vez a la solicitud, o acceder a costa de sus propios bienes e intereses; determinando en esta ocasión, por objetar ante el requerimiento de su aún infante criatura de uno cincuenta metros de altura; quién tras ver la negativa, no dudaría en suplicarle al pastelero la entrega de dichos bocadillos al momento; pareciendo ante la mirada de las personas, como una niñita amante del berrinche:

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- Por favor. Le imploro que no me desatienda de esta manera. - Apeló una nueva oportunidad, casi que con lágrimas en los ojos.

- Le aseguro que estoy a punto de pagarle cada una de mis deudas; pero por amor a April; no me niegue su atención. - Siguió tratando de convencer al Sr. Gustavo. Repitiendo el chantaje las veces que fueran necesarias.

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A esto, el tahonero respondería tajantemente una oposición firme al descuido de sus pagos; mencionando la posible reprenda que recibiría por la justicia del poblado al ella no acatar sus consejos. Unos que aunque renuentes, a palabras suyas, deberían de ser escuchados por la joven educadora. Quién en toda esta situación, saldría perdiendo más de lo que algún día ganó con esfuerzo.

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- Has de escuchar a un sabio como al que tienes al frente tuya. Sólo así renacerás como lo que siempre debiste ser. - Asesoró a la muchachita con ganas de enseñarle una lección.

- Ya eres toda una mujer, lo único que te falta es aprender. ¿Cuánto necesitas para crecer?. - Cuestionó a su pequeña niña; antes de acceder a regañadientes en ayudarle.

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°°°°°°°°°°°°° •𝐿𝑎𝑑𝑦 𝑀𝑎𝑑𝑜𝑛𝑛𝑎• °°°°°°°°°°°°°