Alejandro examinó el lugar donde Rosa había estado una vez. Siempre había estado mucho más cerca de lo que se dio cuenta y saber eso le dejó una sensación inquietante. Si hubiera sido más decidido, podría haber encontrado a Rosa cuando regresó. Podrían haberse ido hace mucho tiempo y empezado una nueva vida en otra parte.
—Ella tiene una familia —pensó Alejandro.
¿Cómo era posible que después de tantos años Rosa hubiera encontrado a su familia? ¿Eran buena gente? No podía dejar de pensar esto, ya que Rosa había sido vendida por alguien.
A Alejandro no le interesaba encontrar a su familia. Tenía pocos recuerdos de ellos que no lo abandonarían, ya que a diferencia de Rosa, él recordaba quién lo vendió y por cuánto. No importa cuánto lo intentara, esos recuerdos no desaparecerían.
—Así que, tú eres un viejo amigo. Yo soy más bien un amigo reciente. Mi nombre es Finn —dijo Finn, ofreciendo su mano a Alejandro.
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