—Quédate aquí conmigo, la carta puede esperar —susurró contra su cuello, su aliento haciéndole cosquillas en la nuca.
Mauve soltó una risita mientras se sonrojaba, inclinando su cuello ligeramente hacia un lado dándole acceso a él.
—Siempre puedo venir más tarde —consiguió decir aunque le resultaba difícil concentrarse con Jael burlándose de ella.
—Acabas de llegar, ¿por qué tienes prisa por irte?
—No la tengo, solo no quiero interrumpir algo importante.
—Hmm. Como he dicho, la carta puede esperar —murmuró mientras su nariz fría rozaba su oreja.
Su mano en su estómago lentamente subió y apretó suavemente. Mauve dejó escapar un jadeo ante la sensación inesperada. Intentó devolverle la mano a su estómago, pero él se mantuvo firme.
De repente, Jael se tensó y levantó la cabeza de su cuello. Miró hacia la puerta como esperando que alguien entrara.
—¿Qué pasa? —Mauve preguntó con una expresión de desconcierto. Giró parcialmente su cabeza para poder mirar la cara de Jael.
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