Caminaba hacia el ocaso, el desierto era enorme. Posiblemente uno de los más grandes que haya visto antes. Ignoraba si había pasado del estado de Texas al llamado estado de Nevada. Solo sabía que hasta no llegar a los montes boscosos de California entonces no pararía.
El viento seco del desierto golpeaba sobre su enorme saco negro con pequeños hilos blancos que colgaban de sus mangas. Vistiendo una camisa blanca con unos pantalones vaqueros negros y unas botas de color marrón claro. Continuaba caminando sin descanso hacia el ocaso para después sentarse a descansar en algún monte cercano. Era muy peligroso el acampar en llanos o cualquier zona que le convirtiese en un blanco fácil para cualquier forajido o animal carnívoro. Quizás ambos.
Su largo cabello rojo estaba cubierto por un sombrero vaquero ancho de color negro, este tapaba una pequeña cicatriz en el ojo derecho que poseía desde haría muchos años atrás. Viendo con sus ojos azules a la distancia un pequeño monte, decidió ir allí para poder descansar aquella noche.
Trepo el monte hasta llegar a su cima, luego saco de una bolsa de cuero marrón claro que llevaba a todos lados, unas leñas para comenzar a hacer el fuego. Cuando la fogata estaba en su esplendor, vio como el sol se alejaba a la distancia. Sonriendo se sentó en el suelo, las llamas iluminaban su cinturón de cuero marrón claro que llevaba dos Colt del 45 y sus enormes guantes negros. Saco de su bolsillo un poco de tabaco que poseía desde haría unas semanas junto con un papel blanco. Sonriendo puso el tabaco en el papel para después arrollarlo y lamerlo cuando este estaba listo, saco unas cerillas para después prender el cigarrillo.
Sentada en el suelo con la espalda apoyada sobre las rocas del monte, comenzó a fumar su cigarrillo mientras tomaba una guitarra para tocar una bella melodía. Aquella joven mujer sin nombre pasó así su primera noche en las cercanías del pueblo de Miracle.