Annie estaba en el pequeño y acogedor baño, peinando suavemente el suave y oscuro cabello de Ryan. El niño se retorcía en sus brazos, su energía ilimitada hacía difícil que se quedara quieto. Él reía mientras ella trabajaba.
—Mamá, ¿qué es eso? —preguntó Ryan, señalando el pequeño frasco de poción en su mano.
Annie sonrió suavemente, su corazón se comprimía tanto por amor como por una punzada de preocupación. —Esto, cariño, es solo algo para ayudarte en la escuela —explicó, tratando de mantener su tono ligero—. Es como un spray especial que te hace oler como todos los demás.
Los ojos de Ryan se abrieron con intriga. —¿Como magia?
—Algo así —dijo Annie con una risa, rociando cuidadosamente la poción sobre su ropa y cabello—. Es para mantenerte seguro, mi amor. ¿Recuerdas cómo hablamos de guardar secretos, verdad?
Ryan asintió solemnemente, su pequeño rostro se volvió serio. —¿Como nuestro escondite secreto?
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