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La Obsesión de la Corona

—Tu cama está fría —habló una voz en la habitación que hizo que abriera los ojos de par en par por el miedo. Nerviosa, se giró, tragando suavemente al ver una sombra en su cama como si alguien yaciera allí. El hombre que había estado tumbado se sentó, emergiendo de las sombras donde había estado esperándola. —¿Qué haces aquí? —preguntó ella cuando sus pies tocaron el suelo y él se impulsó hacia arriba para empezar a caminar hacia ella. Sus rasgos guapos se veían más oscuros de lo habitual por la falta de luz en la habitación. —Vine a encontrarte —inclinó la cabeza—, ¿a dónde fuiste? —Salí a caminar —fue la rápida respuesta que hizo que él sonriera, una sonrisa que a ella le daba más miedo. Ella dio un paso atrás cuando él se acercó a ella. Eso no lo detuvo de acorralarla, y su espalda golpeó la pared detrás de ella. Levantó la mano hacia su rostro, y ella cerró los ojos, asustada. Ella tembló cuando sus dedos trazaron un camino desde su sien pasando por su mandíbula y cuello. Su cabello rubio estaba suelto. —¿En medio de la noche? —ella no le respondió sabiendo que él podía descifrar sus mentiras a través de sus palabras. Él se acercó más, lo que hizo que ella girara su rostro lejos de él y sus palabras vibraron en la piel de su cuello—, ¿fuiste a verlo, mi dulce niña?

ash_knight17 · Fantasía
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Ella no está aquí- Parte 2

Traductor: 549690339

Calhoun miró el laberinto de setos que se asomó a la vista. El laberinto estaba construido a lo largo de una vasta tierra que dejaría a uno perdido para siempre a menos que una persona conociera los trucos de cómo funcionaba un laberinto de setos. Los laberintos que no pertenecían a este castillo habían crecido y se habían hecho de manera que tuvieran entradas y salidas, pero no aquí. Calhoun se había asegurado de sellar el otro lado, dejando solo un lugar para entrar y salir.

Había visto cómo los ojos de Madeline se habían dilatado en preocupación cuando había mencionado cómo su lobo, Maddox había captado su aroma. La había advertido después de escuchar su pequeño corazón latiendo en su pecho. Cuando le había pedido que entrara en el laberinto con un trato, nunca tuvo la intención de dejarla ir. Era gracioso cómo ella pensaba que él accedería a darle un carruaje para regresar a casa cuando, justo unos minutos antes de llegar al laberinto, había dicho que no lo haría.

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