(Desde la perspectiva de Demetrio)
La sala estaba oscura. Solo había una vela encendida en una mesa. El lugar no me resultaba familiar. Pero tenía un olor que me pareció muy acostumbrado. Estaba sentado en una cama, sin camisa.
—¿Has estado esperando por mucho tiempo?
Al escuchar la dulce voz, me giré. Ahí de pie estaba una hermosa mujer, vistiendo un corto camisón de seda. Miré boquiabierto a la mujer a quien amaba más que a nada o a nadie en el mundo. Ese rostro, esos ojos azules, eran fascinantes.
—¿Por qué me miras así? ¿Es que acaso me veo... mal? —murmuró preocupada, mirando su cuerpo con timidez.
Solté una risita y bajé de la cama. No me importaba dónde estábamos, o cómo habíamos llegado allí. Lo único que importaba era lo que estaba frente a mí. No podía dejar pasar el momento de cuando mi hermosa esposa estaba de pie frente a mí, invitándome a devorarla.
Tomé su brazo y ella tropezó sobre mí. La besé en el cuello mientras acariciaba suavemente su cintura.
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