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Elisa tragó la saliva que llenaba su boca antes de obedecer lentamente a la demanda de Ian. Entreabriendo sus labios, mordió la punta del guante de cuero negro que él llevaba y suavemente tiró su cabeza hacia atrás para quitar el guante y ver su mano nevada que tenía un poco de bronceado.
El carruaje se sacudió con más nieve acumulándose sobre la parte superior de su carruaje. Las ventanas del carruaje habían sido bloqueadas por la cortina roja que impedía que otros pudieran ver desde el exterior, pero en la noche en la carretera había pocas o ninguna persona que caminara por fuera.
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