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—¡Un Alto Demonio! —gritó Esther, con miedo extendiéndose por su rostro mientras parecía temer a un demonio aunque ella era uno y quizás la razón tenía raíces en que quienquiera que hubiera venido al terreno del castillo era un Demonio de alto rango.
Cuando Esther intentó moverse, Elisa rompió su mirada que se desplazaba hacia la ventana más cercana y levantó su mano. —No te muevas —advirtió—, no planeo dejarte ir ni moverte.
—¿Esperas que me quede aquí y muera? —Esther respondió con acritud—. Puede que tengas un linaje de un poderoso Demonio pero yo solo soy un demonio menor con un rastro muy tenue de sangre demoníaca y más de un linaje humano.
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