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El dedo de Ian se deslizó casualmente alrededor de sus manos, quitándolas de su brazo y sosteniéndolas juntas. Cuando Elisa se dio cuenta, había sido empujada al suelo con sus manos sostenidas con una sola mano por Ian sobre su cabeza.
Un pequeño escalofrío la recorrió al sentir su espalda golpear contra las frías paredes. Se sentía como si estuviera atrapada. El lobo salvaje había sido obediente, pero cuando le quitaron la correa del cuello, no se detuvo para devorar lo que le pertenecía. Los labios de Elisa detuvieron el beso mientras sus ojos miraban la pared detrás de ella —Ian, nosotros-mhm.
Sus palabras no fueron escuchadas ya que Ian la besó de nuevo. Habían pasado días desde que no había tocado a Elisa. Sin olvidar que era un hombre con un alto impulso sexual como todos los otros Demonios. Por los días acumulados en los que no se deleitó con ella, esta noche no sería suficiente tiempo para él.
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