Cuando llegaron al castillo, Elisa bajó del carruaje, sosteniendo la capa que Ian le había dado mientras sus zapatos estaban desgastados. Cuando estaba a punto de dar un solo paso, Ian la agarró de la muñeca. Una sonrisa torció sus labios e Ian sabía que cuando deslizó su pulgar por su muñeca, el corazón de Elisa no podía mantener el ritmo.
—¿Estás pensando en regresar sin zapatos? Afectará tu trabajo —dijo Ian y en un segundo Elisa cerró los ojos para parpadear, se encontró en su habitación. Sus pies se movieron hacia atrás y sus ojos seguían parpadeando como si quisiera asegurarse de si había vuelto a su habitación.
Todo este tiempo Elisa pensó que la magia solo funcionaba si Ian estaba con ella. Hoy aprendió que la magia de teletransportación funciona con tocar al sujeto. Elisa se dirigió hacia la cama. Cuando su trasero tocó el cojín, un ligero sonido de madera crujía bajo su peso. Colocando una mano sobre su rostro, cubrió sus mejillas enrojecidas.
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