Rosina salió de la habitación de Draco, dejando atrás a Silvio. Se giró hacia un lado y vio a Draco apoyado contra la pared, esperándolos.
—Su Alteza —dijo Rosina e hizo una reverencia.
—¿Es Silvio tu pareja? —preguntó Draco con los ojos entrecerrados.
—No siento ninguna chispa, Su Alteza —respondió Rosina mientras negaba con la cabeza.
—¿Y qué hay del olor? —Draco avanzó y olfateó el aroma de Rosina y percibió un leve olor a jazmín.
—El aroma del señor Silvio no me atrae, Su Alteza —respondió Rosina suavemente—. Pido disculpas por el malentendido.
—Hmm —murmuró Draco, frotándose la barbilla. Se interesó en la personalidad de fachada de Rosina.
Silvio salió de la habitación después de calmarse. Estaba herido y su lobo estaba deprimido por asumir que finalmente habían encontrado su pareja. Se frotó los ojos para demostrar que no había llorado.
—Su Alteza, debo disculparme —declaró Rosina y estaba a punto de irse, ya que no quería enfrentarlos más, pero Draco la detuvo.
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