Entraron al pueblo donde vivían el tío y la tía de Penélope. Ya habiendo causado estragos al romperle los dedos a su tío frente a todos, tanto Damien como Penny eran famosos en el pueblo; las personas que los veían detenían lo que estaban haciendo para verlos pasar, mientras mantenían sus ojos en la pareja que se dirigía hacia una casa en particular.
Penny tomó la delantera para llegar primero y tocar la puerta de la casa de sus parientes.
Cuando se abrió la puerta, Penny vio a su tío, quien le lanzó una mirada agria y disgustada al verla a ella y a Damien, quien estaba detrás de ella y le sonrió.
—Buenas tardes —saludó Damien al hombre que, a cambio, espetó.
—¿Qué hacen aquí? —preguntó su tío con una mirada fulminante en su rostro dirigida hacia ellos.
—Teníamos algunas preguntas —afirmó Penny— y, con el tiempo, su tía salió de dentro de la casa para ver quiénes eran. Su calma y sobria expresión se tornó una similar a la de su esposo.
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