—Se siente cálido —dijo Penélope sintiendo la vela cambiar de fría a cálida.
—¿No se sintió el vaso cálido también antes de que cambiara el color? —preguntó Damien para que ella asintiera—. ¿Cómo te sientes ahora mismo? Dímelo.
—No creo que haya ningún cambio. Estaba fría y ahora se está volviendo... se está volviendo más caliente con cada segundo —le informó.
—Déjalo ir —ordenó Damien para que Penélope soltara la vela. Haciendo lo que él dijo, Penélope dejó caer la vela como una papa caliente. Su mano que fue a alcanzar primero la vela alcanzó su mano, tomándola en su agarre donde pasó su pulgar sobre su palma abierta—, Tu mano se siente cálida —murmuró. También se había vuelto roja—. Si no es soportable siempre puedes detenerlo.
—¿Qué? —preguntó Penélope que se había perdido en sus propios pensamientos.
—Tú sabes lo que puedes manejar y lo que no puedes —frunció el ceño mientras continuaba pasando su pulgar.
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