—Lo hice yo mismo. Nadie me contrató para matarte —dijo sorprendentemente la Araña.
Estaba en un dilema y no sabía qué hacer. Había pensado en todo. «Si expongo a esa bruja ahora, estoy cien por ciento seguro de que no dudaría en echarme la culpa de todo y buscar una forma de salir por sí misma. Entonces, nunca llegaré a saber qué sucedió ese año. Hasta que consiga que ella revele todo lo que sabe, no puedo rendirme pero tengo que perseverar hasta obtener un buen resultado, pero hasta cuándo, es lo que no puedo predecir».
«También es probable que no hagan nada conmigo hasta que obtengan la respuesta que buscan, tengo que ganar tiempo antes de planear mi escape».
—¿Ah, sí? —escribió Kathleen, ajena al tren de pensamientos de la Araña—. Resulta que has recaído repentinamente y necesitas una operación urgente. Pediré al doctor y a las enfermeras que te preparen para una cirugía cerebral de emergencia.
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