Sus labios espasmaron una sonrisa cuando los oyó discutir como niños y como siempre, ella tuvo que intervenir como la pacificadora.
—Mamá, ¿esa es la voz de papá que escucho de fondo? —preguntó Lauren.
—No te preocupes por el viejo que aún se comporta como un niño —dijo Sarah rápidamente.
—¿Puedo hablar con papá? —pidió Lauren.
Sarah pasó el teléfono a su marido de mala gana, pero no sin antes decir:
—La próxima vez si quieres hablar con él, llama a su línea. No quiero que se me descargue la batería.
—Sí, mamá. Pero por ahora prestémos tu teléfono, ¿ok? —persuadió Lauren.
—Buenos días, papá —dijo Lauren en cuanto escuchó la voz de David.
—Buenos días, mi niña. ¿Cómo estás?
—Estoy bien y dormí bien en caso de que estés preocupado por mí —infundió Lauren tanta emoción a su voz que no dejaba duda de su estado actual.
David todavía estaba escéptico pero eligió creerla:
—Me alegra escuchar que estás bien.
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