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Los angustiados gritos de Alicia resonaban a través de las paredes de piedra. El dolor grabado en su rostro era insoportable, y Paulina no estaba segura de si encontrar al Príncipe Harold era la opción correcta, ya que el médico estaba en contra de que él se encontrara con ella pronto. Ella no sabía el contenido de la carta que Alicia había leído; sin embargo, sabía que el dolor que estaba sintiendo era muy diferente al padecimiento que cualquier médico podría tratar. Si la presencia del Príncipe Harold podía proporcionar algún consuelo a su señora afligida, entonces no dudaría en buscarlo. Con el corazón pesado, Paulina buscó al príncipe, sus pasos resonando con la urgencia de la situación.
Cuando Harold entró en la habitación, sus ojos se abrieron alarmados ante la vista de su Alicia en tal agonía. Sin dudarlo, se apresuró a su lado y envolvió su temblorosa figura en sus brazos, sosteniéndola cerca de él.
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