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—¿Pretender estar enferma para saltarte tus clases vale la pena para saltarte también el desayuno? —preguntó Harold, sorprendiéndola.
—¡Beth! ¡Esa perra! Ella fue a verte, ¿verdad? —siseó Alicia con fastidio, levantándose bruscamente de la cama.
Las comisuras de los labios de Harold se torcieron en diversión, pero se aseguró de ocultárselo a ella. Cómo podía cambiar de estar enferma y moribunda a esto en un momento era algo que necesitaba estudiar.
—No has respondido a mi pregunta —le recordó Harold con las manos detrás de él. Cuando Beth le mencionó que su prometida estaba fingiendo su enfermedad, él la creyó parcialmente, pero mantuvo sus dudas porque sabía cuánto le encantaba la comida. Se sorprendió al ver que realmente había renunciado a la comida solo para no tener que asistir a las clases. ¿Odiaba tanto las clases?
—Esas clases son estúpidas, ¡y Beth es aún más molesta! ¡No la soporto! —dijo Alicia, irritada.
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