—Lo que has recibido no es una miseria. Eso es mucho dinero para establecerte de por vida. Incluso si no quieres trabajar, puedes gastar el dinero lentamente hasta que mueras —dijo Carlos y cruzó sus piernas.
—Pero eso no parece satisfacerme. Eso no es compensación suficiente por dormir con un hombre viejo como él, no puedo decir cuántas veces me he sentido asqueada con él pero he tenido que soportarlo —dijo Alix con un gran ceño fruncido en su rostro.
Era una gran mentira que ella amaba al señor Suárez. Sus enemigos tenían razón, estaba con él por su riqueza, pero poco sabían que su ambición era mucho mayor que eso.
No solo quería su dinero, sino que también quería algunas de las acciones de su empresa y un puesto en una de las compañías.
—No me has dicho por qué viniste a mi casa, ¿no tienes miedo de que tu esposo se entere? —preguntó Carlos.
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