—Ven, levántate —ella se puso de pie y lo arrastró consigo—. Tienes un tiempo limitado, y sólo quedan tres minutos. Si no regresas ahora, tu alma quedará atrapada aquí para siempre —explicó e indicó el espacio frente a ellos.
—Allí, tu amigo te está extendiendo la mano. Agárrala y volverás —señaló las manos de Nix, que se extendían con esperanza, y se volvió a mirarlo.
—Te quiero mucho, Valerio. A ti y a Leia —lo atrajo hacia ella en un último abrazo cargado de amor y se aseguró de que durara unos segundos.
—Cuando vuelvas, dile a Leia que la quiero mucho y que un día todos nos encontraremos aquí en el cielo. Los estaré esperando a ambos. Incluso en la muerte estaremos todos juntos —prometió, y Valerio asintió lentamente con la cabeza hacia ella.
—Te quiero mucho, madre —lloró él, la urgencia de no quedarse lo abrumaba, y Hazel le palmeó la espalda.
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