Leia asintió con una sonrisa. —Lo siento por marcarte.
—Está bien. No me importa tu olor en mí. Pero la próxima vez, lo haré yo, ¿de acuerdo? Él apretó más su delgada cintura. Ella asintió, aceptando. —Sí. Te dejaré.
El hombre la dejó caer de nuevo en la cama y se movió con más fuerza sobre ella, tanto, que ella arqueó la espalda levantándose de la cama y sus ojos se revirtieron hacia atrás en su cráneo. Era demasiado, el placer.
—D-despacio, por favor. Se sentía demasiado bien, se sentía entumecida, incapaz de comprender nada más. Incluso sus ojos estaban nublados por tantas lágrimas y, por loco que parezca, parecía adorable, haciendo que él gruñera y entrelazara sus dedos con los de ella.
La longitud de él estaba tan bien perfilada sobre su vientre plano, mostrando cuán profundo estaba.
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