Punto de vista de Yarin:
Azazel había desaparecido, y mi mundo espiritual era como su patio trasero. Podía entrar y salir cuando quisiera, lo que me hacía sentir extremadamente humillado.
La brecha entre él y yo era tan enorme que, aparte de usar mi boca, no encontraba otra forma de darle una lección.
Pero ahora, ya no tengo más escrúpulos.
Un frío infinito penetraba todo mi cuerpo. Me sentía como si estuviera en el hielo sólido del Polo Norte. Mi piel sentía como si diez mil agujas la estuviesen perforando. Mis órganos internos estaban siendo cortados en pedazos por las frías hojas. La médula de mis huesos se congelaba en fragmentos de hielo y perforaba mi carne. Mi sangre se convertía en innumerables clavos atravesando un largo y lento proceso en mi cuerpo.
Dolía. Dolía mucho.
El dolor insoportable me hacía querer gritar, pero mi garganta ya había perdido su función original.
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