Ellen se rió de repente.
—Harás lo que yo quiera, ¿verdad?
Ellen era hermosa. Incluso sin maquillaje, tenía un encanto que robaba el alma. Cuando sonreía, era tan bella como una flor.
Los ojos de Jamie estaban sombríos, y dijo fríamente:
—Lo consideraré.
Por un momento, quiso decir:
—Lo cancelaré siempre y cuando prometas darme un hijo.
Sin embargo, él era orgulloso, y su personalidad contradictoria no revelaría lo que quería decir. Solo comprometería indirectamente.
Quizás, si Ellen decía algo dulce, Jamie rompería su dura cáscara y le daría su corazón a ella.
—Quiero que te mueras, ¿está bien?
—¿Puedes morirte? —preguntó Ellen dos veces, su expresión seria. No estaba bromeando.
La luz brillante que apareció en los ojos de Jamie desapareció, y su guapo rostro volvió a volverse frío.
Jamie miró fijamente a Ellen:
—¿Me odias tanto?
—Sí.
El estómago de Ellen le dolía tanto que casi no podía soportarlo más. Luchó por hablar y solo quería que él se fuera rápido.
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