Ayla se quejó al levantarse de la cama; su abultado estómago le dificultaba encontrar una posición cómoda. Se frotó la barriga hinchada, sintiendo el peso del bebé presionando contra sus órganos. Al balancear sus piernas al borde de la cama, no pudo evitar preguntarse cuánto tiempo más tendría que soportar esta incomodidad antes de finalmente conocer a su pequeño.
No había visto a su esposo durante meses y se preguntaba si Alistair aparecería una vez que ella entrara en trabajo de parto. La idea de enfrentarse al parto sola la ponía ansiosa, pero mantenía la esperanza de que él estaría allí para apoyarla.
Fue al baño a lavarse antes de desayunar y frunció el ceño al verse en el espejo. Su tez una vez radiante ahora se veía cansada y desgastada, con ojeras bajo sus ojos. La carga del embarazo era evidente en su rostro. Había ganado mucho peso en las últimas semanas, arruinando la figura que había trabajado tanto por mantener como actriz.
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