El camino de regreso a Invernalia siempre era largo, pesado y agotador, mas aun a caballo. Llevaba ya cuatro años vigilando las construcciones en el Foso, siendo también el arquitecto que ordenaba la construcción de las nuevas obras. Al nacer al mismo tiempo que su hermano Robb, su padre ordenó la reconstrucción de Foso Cailin, siendo que algún día alguno de sus dos hijos mayores heredara el milenario y ruinesco castillo. - Se necesitan albañiles, herreros, armeros, pastores, carpinteros y pescadores. Decía su padre, lord Eddard Stark, el manda más del Norte. Alegando que algún día serian quienes den vida a la pequeña ciudad que se estaba formando al norte de la torre de la entrada. - Algún día, cuando no pueda regir el Norte y el Foso este terminado, uno de ustedes me reemplazará y el otro protegerá a su hermano desde el sur. Solía repetir, pero a él no le agradaba escuchar eso.
El único de los dos hijos que siempre viajaba lejos hacia el sur era el. Al principio Artos creía que su padre lo consideraba más apto y maduro que a su hermano Robb, pero ahora pensaba que su padre deseaba alejarlo de él, de su familia y su hogar.
Artos se sentía cada vez más aislado de los que amaba, e imaginar eso todos los dias lo mantenía entristecido...
- ¿Otra vez se pierde en sus malos pensamientos, joven señor?
Artos se espabilo, y observo a su derecha a Ros, su... asistente. Ellos y una comitiva de veinte hombres armados que lo escoltaban habían partido de Invernalia al cuello, y ahora volvían a casa.
- Pronto vislumbraremos el castillo, joven señor- Dijo Ros, sonriendo-. Ya no tendrá que decirme todo el tiempo lo mucho que extraña a su familia. A sus hermanos Robb y Jon...
- Bien...
- A sus pequeñas hermanas Sansa y Arya- interrumpió Ros, mirándolo con malicia-. Los abrazos de su señora madre...
- Bueno, bueno, ya entendí... - exclamo Artos, oyendo risas de los hombres -. No te gusta tu trabajo. Cuando vuelva al Foso te dejare con Sansa y Arya. Quedaras bajo sus órdenes.
Artos vio como Ros palidecia ante lo dicho, y sonrió maliciosamente. A Ros la agotada lo exigente que era Arya y la agobiada lo pesada que era Sansa.
- A Arya le encanta que le enseñes a desollar conejos... - dijo Artos en vos alta y de manera sarcástica.
Ros le chito para que se callara, no queriendo que los hombres escucharan demás.
-... y a Sansa le encanta que le cuentes historias de señores y caballeros que "conociste" en tus viajes al Foso. Y a ella le encantará contarte todos los chismes que oyó durante todo el tiempo que estuviste fuera...
- ¡Muy bien! Estamos llegando. - exclamo Ros, zanjando la conversación-. Castillo a la vista.
A lo lejos se vio Invernalia, pero..
Artos río para sus adentros. -Se como ganarte mujer. Pensó, victorioso.
Su relación no estaba bien vista por su madre, lady Catelyn. - No es apropiado que te dejes tratar así por una mujer de baja cuna. Le dijo innumerables veces. Pero a él no le importaba. Ros era leal y muy útil. Hace cinco años la sacó de una posada y la puso a su servicio, y dio servicios de primer nivel.
Le enseño a leer y escribir, y le enseño a dibujar. Todo lo que el no pueda documentar por su cuenta, Ros debía ayudarlo a terminar.
Cuando Theon Greyjoy comenzó a acosarla y tratar de obligarla a ir a su cama, con su estatus de heredero de una gran casa, Artos le recordó su condición, y uso su estatus para enseñarle a Ros a defenderse. Aprendió a usar cuchillos y dagas, y como disparar con arco y flecha. Todo esto fue gracias a lo insistente que fue con su padre.
Ros era su amigo más cercano y confiaba en ella con su vida. Por mucho que ella insistiera que el debía perder pronto su virginidad. - Asesinaste a un hombre antes de compartir tu cama con una mujer. Ordenaste mal los pasos. Se burlaba Ros con mucha frecuencia estos últimos meses, y descubrió que era su arma contra el, había logrado avergonzarlo y ahora no tenía como defenderse.
- Vamos, mi padre querrá mi informe y mis hermanos saber que es lo que hice en este tiempo.
...
Estar frente a la entrada de Invernalia lo hacía sentir pequeño. Su hogar era enorme, frente a él estaban la murallas dobles de granito y la puerta de roble pesado fajado con planchas de acero.
El castillo era inmenso, tanto que podía permitirse un bosque de los dioses de tres acres rodeado por una muralla propia. - Es una lástima que este en ruinas en gran medida. Pensó. Torres y salones permanecían abandonados hace siglos. Como: la torre rota, la primera fortaleza y los sótanos y mazmorras debajo de las torres.
Al ingresar por pa puerta del este, los hombres que habían venido con el se habían esparcido por el interior del castillo, cada uno tenía cosas que hacer, e informar. Solo Ros quedo a su lado.
Bajaron de sus caballos y los entregaron para que los lleven a los establos. Y ahora en el patio...
- Nadie vino a recibirnos...
... se encontraban solos y siendo ignorados por los trabajadores del castillo. Cada vez que volvía de Foso Cailin era recibido por sus hermanos y su madre, a veces su padre, o Rodrik Cassel. Pero esta vez no había nadie. A nadie de su familia le importo su llegada. El no era un mensajero, el era el hijo de un señor, el gran señor del Norte y de este mismo castillo.
Artos suspiro, un suspiro triste. Pero recibió un doloroso golpe en las pantorrillas. "Auch" fue lo unico que pudo salir de la boca de Artos.
- Basta de pensamientos pesimistas, Artos Stark- dijo Ros, regañándolo molesta-. No llegamos de tan lejos para que te pongas a llorar.
- Y yo no te saque de esa posada para que me golpees todo el tiempo - Artos siseo -. Debes ser la única mujer de poniente qué golpea a su futuro señor.
- Corrijo a mi futuro señor - respondió Ros -. No quiero vivir bajo el yugo de un pobre pesimista. Hago esto por su bien...
- Mentira...
- ... mi joven y casto señor.
Artos quería responder, pero no supo que decirle, la maldita tenía razón. ¡El aun era casto! Quería avergonzarla como ella lo hacía con el, pero no salían palabras.
- Mi joven, casto y tartamudo señor... - arrullo Ros, burlándose. Por última vez.
Artos se acercó, pero Ros se le adelanto y previo la situación, y se echo a correr. -¡Maldita! Pensó Artos, una vez más, humillado y comenzó a perseguirla. Ros tenía un vestido corto, si, pero los pantalones de montar le daban flexibilidad.
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