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Hush-hush

Un juramento sagrado. Un ángel caído. Un amor prohibido. autora real. Becca Fitzpatrick SINOPSIS Para Nora Grey, el romance no era parte del plan. Ella nunca se había sentido particularmente atraída hacia los chicos de su escuela, sin importar lo mucho que su mejor amiga, Vee, los empujara hacia ella. No hasta que Patch llegó a su vida. Con su sonrisa fácil y ojos que parecen ver dentro de ella, Nora se siente atraída hacia él, en contra de todos sus instintos. Pero después de una serie de aterradores encuentros, Nora no sabe en quien confiar. Patch parece estar donde quiera que esté ella, y saber más sobre ella que sus amigos más cercanos. Ella no sabe si correr hacia sus brazos o correr y esconderse. Y cuando intenta encontrar algunas respuestas, se acerca a una verdad que es mucho más incomoda que todo lo que Patch la hace sentir. Nora esta justo en medio de una antigua batalla entre los inmortales y aquellos que han caído- y cuando tiene que escoger un bando, la elección equivocada le costará su vida.

Luuh · Integral
Sin suficientes valoraciones
105 Chs

cap. 2

Media hora más tarde, entré en mi estacionamiento. Vivo con mi  mamá en una prototípica granja de Maine, que se completa con pintura blanca, persianas azules, y un manto de constante niebla. En esta época del año, los árboles resplandecían con intensos  matices rojos y dorados, y el aire mantenía el vigorizante aroma a savia de pino, madera quemada, y hojas húmedas. Troté por los escalones del porche, donde cinco corpulentas calabazas me observaban como  centinelas, y entré.

—¡Estoy en casa! —le grité a mi mamá, la luz de la sala de estar delataba su ubicación. Dejé caer mis llaves en el aparador y regresé para encontrarla. 

}Ella dobló la esquina de su página para marcarla, se levantó del sofá, y me apretó en un abrazo. 

—¿Cómo fue tu noche? 

—Estoy oficialmente drenada hasta la última gota de energía. — Señalé hacia arriba—. Si logro llegar a la cama, va a ser solo por puro poder mental. —Mientras estabas, pasó un hombre preguntando por ti. 

Fruncí el ceño. «¿Qué hombre?» 

—No quiso dejar su nombre, y no me dijo de dónde te conocía — continuó mi mamá—. ¿Debería preocuparme? 

—¿Qué aspecto tenía? 

—Rostro redondo, tez rubicunda, cabello rubio. 

Él, entonces. El hombre que tenía un asunto pendiente con Patch. Le dediqué una sonrisa. 

—Oh, verdad. Es un vendedor. Sigue intentando comprometerme para hacer las fotos de los alumnos mayores con su estudio. Lo próximo que sabré es que también querrá venderme anuncios de graduación. ¿Sería totalmente repugnante si me salto el lavado de la cara por esta noche? A estas alturas, permanecer despierta dos minutos extras es demasiado. 

Mamá me besó en la frente. 

—Dulces sueños. 

Subí a mi habitación, cerré la puerta y me tiré despatarrada en la cama. La música del Devil's Handbag aún latía en la parte posterior de mi cabeza, pero estaba demasiado cansada como para que me importara. Cuando me acordé de la ventana mis ojos estaban a medio cerrar. Con un gemido, me tambaleé hacia allí y destrabé el cerrojo. Patch podría entrar, pero le deseaba suerte en intentar mantenerme despierta el tiempo suficiente para obtener una respuesta. 

Estiré las mantas hasta mi barbilla, sentí el suave y maravilloso tirón del sueño acercándome por señas, le permití arrastrarme debajo... 

Y entonces el colchón se hundió con el peso de otro cuerpo. 

—No sé por qué estás tan enamorada de esta cama —dijo Patch—. Es treinta centímetros demasiado corta, un metro demasiado angosta, y las sábanas púrpuras no son lo mío. Mi cama, por otro lado... 

Abrí un ojo y lo encontré estirado a mi lado, con las manos entrelazadas despreocupadamente en la nuca. Sus oscuros ojos observaban los míos, y olía a limpio y sexi. Sobre todo, se sentía cálido pegado a mí. A pesar de mis mejores intenciones, la cercana proximidad hacía que concentrarme en dormir fuera difícil. 

—Ja —le dije—. Sé que no te importa cuán cómoda sea mi cama. Estarías bien en una plataforma de ladrillos. —Una de las desventajas de que Patch fuera un ángel caído era que no podía sentir sensaciones físicas. Ningún dolor, pero tampoco ningún placer. Tenía que estar satisfecha de 

saber que cuando lo besaba, él lo sentía a un nivel emocional solamente. Trataba de fingir que no importaba, pero quería que se sintiera electrificado ante mi tacto. 

Me besó suavemente en la boca. 

—¿De qué quieres hablar? 

No podía recordarlo. Algo sobre Dante. Fuera lo que fuese, no parecía importante. Hablar en general parecía carecer de importancia. Me acurruqué más cerca, y Patch me pasó la mano por el brazo desnudo, haciendo que un cálido hormigueo se disparara hasta mis pies. 

—¿Cuándo lograré ver esos movimientos de baile tuyos? — preguntó—. Nunca hemos ido juntos a bailar al Devil's Handbag. 

—No te estás perdiendo de mucho. Esta noche me dijeron que en la pista de baile parezco un pez fuera del agua. 

—Vee tiene que ser más amable contigo —murmuró, presionando un beso en mi oído. 

—Vee no recibe créditos por esa línea. Eso iría para Dante Matterazzi —confesé distraídamente, con los besos de Patch arrullándome hacia un lugar feliz en el que no se necesitaban muchos razonamientos ni reflexiones. 

—¿Dante? —repitió Patch, con algo desagradable arrastrándose en su tono de voz. 

Dispara. 

—¿Se me olvidó mencionar que Dante estaba allí? —pregunté. 

Patch también había conocido a Dante esta mañana, y por la mayor parte de la tensa reunión, temí que alguno de los dos arrastrara al otro a una pelea de puñetazos. No es necesario decir que no fue amor a primera vista. A Patch no le gustó que Dante se comportara como si fuera mi asesor político y me presionara para entrar en guerra con los ángeles caídos, y Dante... bueno, Dante odiaba a los ángeles caídos por principios. 

Los ojos de Patch se serenaron. 

—¿Qué quería? 

—Ah, ahora me acuerdo de lo que te quería hablar. —Rechiné los nudillos—. Dante está intentando venderme a la raza nephilim. Ahora soy su líder. El problema es que no confían en mí. No me conocen. Y Dante tomó como misión personal cambiar eso. 

—Dime algo que no sepa. 

—Dante piensa que podría ser una buena idea que yo, mmm, saliera con él. ¡No te preocupes! —me apresuré a decir—. Es todo en pos del espectáculo. Mantendrá a los nephilim pensando que su líder está interesada. Vamos a aplastar esos rumores acerca de que estoy saliendo con un ángel caído. Nada muestra más la solidaridad como engancharse con uno de los tuyos, ¿sabes? Logra buena prensa. Puede que incluso nos llamen Norante. O Danta5 ¿Te gusta cómo suena eso? —le pregunté, tratando de mantener el estado de ánimo ligero. 

La boca de Patch se ensombreció. 

—En realidad, no me gusta cómo suena eso. 

—Si te sirve de consuelo, no soporto a Dante. No hay de qué preocuparse. 

—Mi novia quiere salir con otro hombre, no hay de qué preocuparse. 

—Es por las apariencias. Mira el lado bueno... 

Patch se echó a reír, pero carecía de humor. 

—¿Hay un lado bueno? 

—Es solo para pasar el Jeshván. Hank tiene a los nephilim por todas partes, trabajando duramente para este único momento. Les prometió la salvación, y aún creen que la conseguirán. Cuando llegue el Jeshván, y termine siendo como cualquier otro Jeshván del expediente, se darán cuenta de que se trataba de un riesgo, y poco a poco, todo volverá a la normalidad. Entretanto, mientras los ánimos estén caldeados y las esperanzas y los sueños de los nephilim estén colgando de una falsa fe de que puedo liberarlos de los ángeles caídos, tenemos que mantenerlos contentos. 

—¿Se te ha ocurrido pensar que los nephilim podrían culparte cuando no les llegue la salvación? Hank hizo un montón de promesas, y cuando no se cumplan, nadie lo va a apuntar con el dedo. Tú eres la líder ahora. Eres el rostro de esta campaña, Ángel —dijo solemnemente. 

Me quedé mirando el techo. Sí, había pensado en ello. Por más tiempo en el día de hoy de lo que quería contemplar con cordura. 

Una noche que parecía mil años atrás, los arcángeles me habían inducido a un trato de por vida. Me habían dado el poder para matar a Hank... si sofocaba la rebelión de los nephilim. Al principio, no había planeado aceptarlo, pero Hank había forzado mi mano. Había intentado quemar las plumas de Patch y mandarlo al infierno. Así que le disparé. 

Hank estaba muerto, y los arcángeles estaban esperando que evitara que los nephilim fueran a la guerra. 

Era aquí donde las cosas se pusieron difíciles. Apenas unas horas antes de que le disparara a Hank, le había hecho un juramento, prometiendo liderar su ejército nephilim. El incumplimiento tendría por resultado mi muerte y la de mi mamá. 

¿Cómo cumplir con mi promesa a los arcángeles y mi juramento a Hank? Solo veía una opción. Dirigiría el ejército de Hank hacia la paz. Probablemente no era lo que él tenía en mente mientras me obligaba a jurar, pero ahora no estaba cerca para discutir los detalles. Sin embargo, no se me había pasado por la mente que al darle la espalda a la rebelión, también estaba permitiendo que los nephilim siguieran siendo esclavos de los ángeles caídos. No parecía correcto, pero la vida estaba pavimentada con decisiones difíciles. Como bien estaba aprendiendo. En este momento, estaba más preocupada en mantener felices a los arcángeles que a los nephilim. 

—¿Qué sabemos acerca de mi juramento? —le pregunté a Patch—. Dante dijo que entró en vigor cuando Hank murió, pero ¿quién determina si lo sigo al pie de la letra o no? ¿Quién determina lo que puedo o no hacer en términos generales para llevar a cabo mi juramento? En lo que respecta a ti, por ejemplo. Estoy confiando en ti, un ángel caído y el enemigo jurado de los nephilim. ¿No me matará el juramento por traición? 

—El juramento que hiciste fue tan vago como pudiste haberlo hecho. Por suerte —dijo Patch con evidente alivio. 

Oh, había sido vago, bien. Y al grano. Si mueres, Hank, yo lideraré tu ejército. Ni una palabra más. 

—Siempre y cuando permanezcas en el poder y lideres a los nephilim, creo que estás en los términos del juramento —dijo Patch—. Nunca le prometiste a Hank que irías a la guerra. 

—En otras palabras, el plan es permanecer fuera de la guerra y mantener contentos a los arcángeles. 

Patch suspiró, casi para sí mismo. 

—Algunas cosas nunca cambian. 

—Después del Jeshván, después de que los nephilim renuncien a la libertad, y después de que pongamos una gran y gruesa sonrisa de alegría en los rostros de los arcángeles, podremos dejar esto atrás. —Le di un beso—. Seremos solo tú y yo. 

Patch gimió. 

—No puede llegar lo suficientemente rápido. 

—Escucha —le dije, ansiosa por cambiar a cualquier tema que no fuera la guerra—, esta noche se me acercó un hombre. Un hombre que quiere hablar contigo. 

Patch asintió una vez. 

—Pepper Friberg. 

—¿Tiene Pepper un rostro tan redondo como una pelota de baloncesto? 

Otro asentimiento. 

—Él me está persiguiendo porque cree que me retracté de un acuerdo que teníamos. No quiere intercambiar unas palabras conmigo. Quiere encadenarme en el infierno y hacerme polvo con las manos. 

—¿Soy yo, o eso suena como algo serio? 

—Pepper Friberg es un arcángel, pero él tiene su mano en más de una cosa. Está llevando una doble vida, pasando la mitad de su tiempo como arcángel, y la otra mitad como ser humano. Hasta ahora, él ha estado 

viviendo lo mejor de ambos mundos. Tiene el poder de un arcángel, el cual no utiliza siempre para bien, mientras cae en los vicios humanos. 

Así que Pepper era un arcángel. No era extraño que yo no hubiera sido capaz de identificarlo. No había tenido mucha experiencia tratando con los arcángeles. 

Patch continuó. 

—Alguien ha descubierto su juego deshonesto, y hay rumores de que está siendo chantajeado. Si Pepper no paga pronto, su tiempo de vacaciones en la tierra va a ser mucho más permanente. Los arcángeles le quitarán su poder y arrancarán sus alas si se enteran de lo que ha estado haciendo. Él va a estar atrapado aquí para siempre. 

Las piezas juntas hicieron clic. 

—Él piensa que tú lo estás chantajeando. 

—Hace un tiempo me di cuenta de lo que estaba haciendo. Estuve de acuerdo en mantener su secreto, y a cambio accedió a ayudarme a conseguir en mis manos una copia del Libro de Enoch. Él no ha cumplido su promesa, y parece lógico que piense que estoy sacando los trapitos al sol. Pero creo que debe haber sido descuidado y hay otro ángel caído por ahí buscando beneficiarse de sus fechorías. 

—¿Le dijiste a Pepper eso? 

Patch sonrió. 

—Estoy trabajando en ello. Él no se siente con ganas de hablar. 

—Dijo que iba a quemar todo el Delphic si eso es lo que se necesita para sacarte fuera. —Sabía que los arcángeles no se atrevían a poner un pie en el interior de parque de atracciones Delphic temiendo por su seguridad en un lugar construido por una población de ángeles caídos, por lo que la amenaza tenía sentido. 

—Su cuello está en juego y está desesperado. Voy a tener que ponerme fuera de radar. 

—¿Fuera de radar? 

—Mantenerme escondido. Pasar desapercibido. 

Me levanté, apoyándome en un codo y miré a Patch. 

—¿Cómo encajo yo en este cuadro? 

—Él piensa que eres su billete de ida hacia mí. Va a estar pegado a ti como un spandex6. Está aparcado en la calle en estos momentos, con los ojos bien abiertos hacia mi coche. —Patch deslizó su pulgar por mi mejilla—. Es bueno, pero no lo suficiente para que yo no tenga tiempo de calidad con mi chica. 

—Prométeme que siempre vas a estar dos pasos por delante. —El pensamiento de Pepper capturando a Patch y poniéndolo en la vía rápida hacia el infierno no me daba exactamente un sentimiento cálido y difuso. 

Patch enganchó un dedo en mi cuello y tiró de mí en un beso. 

—No te preocupes, Ángel. He sido astuto por demasiado tiempo. 

Cuando me desperté, el espacio junto a mí en la cama estaba frío. Sonreí ante el recuerdo de caer dormida acurrucada en los brazos de Patch, concentrándome en la probabilidad de que Pepper Friberg, alias el Sr. Arcángel con un oscuro secreto, estuviera sentado frente a mi casa toda la noche, jugando al espía. 

Me acordé del otoño pasado. En aquel entonces, no había siquiera besado a un chico. Nunca podría haber imaginado lo que había en la tienda. Patch significaba más para mí de lo que podría expresar con palabras. Su amor y su fe en mí tomaron las heridas de las decisiones difíciles que habían forzado a hacer recientemente. Siempre que la duda y el pesar se arrastraban en mi conciencia, todo lo que tenía que hacer era pensar en Patch. No estaba segura de que había tomado la decisión correcta cada vez, pero sabía una cosa con certeza. Había tomado la decisión correcta con Patch. No podía darme por vencida. Nunca. 

Al mediodía, Vee llamó. 

—¿Qué me dices de ir a correr? —preguntó—. Acabo de recibir un nuevo par de zapatillas, y tengo que acostumbrarme a estas chicas malas. 

—Vee, tengo ampollas por el baile de anoche. Y espera. ¿Desde cuándo te gusta correr? 

—No es ningún secreto que tengo algunos kilos de más —dijo—. Soy de huesos grandes, pero eso no es excusa para dejar que un poco de gordura me detenga. Hay un tipo por ahí llamado Scott Parnell, y si ese peso extra es lo que va a impedir tener el valor de ir tras él, entonces esto es lo que tengo que hacer. Quiero que Scott me mire del modo en que Patch te mira. No hablaba en serio acerca de las dietas y el ejercicio antes, pero estoy dando vuelta a la página. A partir de hoy, me encanta el ejercicio. Es mi nuevo mejor amigo. 

—¿Ah, sí? ¿Y qué hay de mí? 

—Tan pronto como pierda peso, serás mi chica número uno de nuevo. Te recogeré en veinte minutos. No te olvides de llevar una bandana. Tu cabello hace cosas de miedo cuando hay humedad. 

Colgué el teléfono, me puse una camiseta Tank7 por encima de mi cabeza, seguida por una sudadera, y me até los cordones de las zapatillas. 

Justo a tiempo, Vee me recogió. Y de inmediato, se hizo evidente que no se dirigía a la pista de la escuela secundaria. Llevaba el Neón púrpura a la ciudad, en dirección opuesta de la escuela, tarareando para sí misma. 

Le dije: —¿Adónde vamos? 

—Estaba pensando que deberíamos correr en las colinas. Las pendientes son buenas para los glúteos —giró el Neón hacia la calle Deacon, y una luz apareció en mi cabeza. 

—Espera. Scott vive en la calle Deacon. 

—Ahora que lo pienso, es cierto. 

—¿Vamos a correr cerca de la casa de Scott? ¿No es eso un poco... no sé... acosador? 

—Esa es una muy triste manera de ver las cosas, Nora. ¿Por qué no pensar en él como una motivación? Los ojos en el premio. 

—¿Y si nos ve? 

—Eres amiga de Scott. Si nos ve, probablemente va a salir y hablar con nosotras. Y sería grosero no parar y darle un par de minutos de nuestro tiempo. 

—En otras palabras, esto no es acerca correr. Se trata de verlo. 

Vee negó con la cabeza. 

—No eres divertida en lo absoluto. 

Ella cruzó Deacon, un tramo sinuoso de la pintoresca carretera estaba bordeado a ambos lados por árboles densos de hojas perennes. En un par de semanas, estarían escarchados con nieve. 

Scott vivía con su madre, Lynn Parnell, en un complejo de apartamentos que quedó a la vista en la siguiente curva. Durante el verano, Scott se había mudado y escondido allí. Había abandonado el ejército nephilim de Hank Millar, y este lo había buscado sin descanso, con la esperanza de hacer un ejemplo de él. Después de haber matado a Hank, Scott había sido libre de volver a casa. 

Una valla de cemento enjaulaba la propiedad, y aunque yo sabía que buscar cierta privacidad había sido la intención, aquella cosa le daba al lugar la sensación de un recinto. Vee se detuvo en la entrada y tuve un recuerdo de la época en que me había ayudado a fisgonear en la habitación de Scott. Antes, cuando yo pensaba que era una idiota buena para nada. Vaya, las cosas de verdad habían cambiado. Aparcamos cerca de las canchas de tenis. Las redes eran cosa del pasado, y alguien había decorado el césped con un grafiti. 

Salimos y estiramos los músculos por un par de minutos. 

Vee dijo: —No me siento segura dejando el Neón desatendido durante mucho tiempo en este barrio. Tal vez deberíamos hacer vueltas alrededor del complejo. De esa manera puedo mantener los ojos en mi bebé. 

—Ajá. También le dará una mejor oportunidad a Scott para vernos. 

Vee vestía pantalones de chándal color rosa, con DIVA estampado a través de su trasero en un brillante dorado, y una chaqueta de paño grueso y suave, también rosa. Ella, además, tenía el maquillaje completo, diamantes en las orejas, un anillo de rubí, y olía a Pure Poison de Dior. Simplemente su atuendo normal para correr. 

Nos pusimos de pie y comenzamos un trote lento a lo largo de la pista de tierra, rodeando el complejo. El sol había salido, y después de tres vueltas, me quité la sudadera, atándola alrededor de mi cintura. 

Vee se acercaba a todos los bancos del parque y se dejaba caer, aspirando aire. 

—Esos deben haber sido unos cinco kilómetros —dijo. 

Examiné el camino. Claro... más o menos cuatro kilómetros. 

—Tal vez deberíamos observar las ventanas de Scott —sugirió Vee—. Es domingo. Él podría estar durmiendo demasiado y necesitar de un amistoso llamado de atención. 

—Scott vive en el tercer piso. A menos que tengas una escalera de doce metros escondida en el maletero del Neón, escalar hacia la ventana no es una opción. 

—Podríamos intentar algo más directo. Como llamar a su puerta. 

Justo en ese momento, un Plymouth Barracuda naranja, de alrededor de los años 1970, apareció en el estacionamiento. Se detuvo bajo la cochera y Scott salió de él. Como la mayoría de los hombres nephilim, Scott tenía el cuerpo de una persona aparentemente bien informada acerca de una sala de pesas. También es inusualmente alto, llegando casi a los dos metros. Mantenía su cabello corto tanto como el de un recluso, y era guapo de una manera dura. Llevaba pantalones cortos de baloncesto y una camiseta con las mangas rasgadas. 

Vee se abanicó. 

—Vaya. 

Levanté la mano en el aire, con la intención de llamar a Scott y obtener su atención, cuando la puerta de pasajeros del Barracuda se abrió y Dante apareció en escena. 

—Mira eso —dijo Vee—. Es Dante. Haz la cuenta. Dos de ellos, y dos de nosotras. Sabía que me gustaría correr. 

—Estoy sintiendo la repentina urgencia de seguir corriendo — murmuré. Y no me detendría hasta que hubiera puesto mucho terreno entre Dante y yo. No estaba de humor para continuar con la conversación de anoche. Del mismo modo, no estaba de humor para que Vee hiciera de casamentera. Algo que se le daba extremadamente bien. 

—Demasiado tarde. Estamos atrapadas. —Vee azotó el brazo por encima de su cabeza como la hélice de un helicóptero. 

Efectivamente, Scott y Dante se apoyaron contra el Barracuda, agitando las manos y sonriendo hacia nosotras. 

—¿Me estás acechando, Grey? —gritó Scott. 

—Es todo tuyo —le dije a Vee—. Yo voy a terminar de correr. 

dijo. 

—¿Qué pasa con Dante? Se sentirá como el tercero en discordia — 

—Va a ser bueno para él, confía en mí. 

—¿Dónde está el fuego, Grey? —me llamó Scott, y para mi consternación, él y Dante empezaron a caminar hacia donde nos encontrábamos. 

—Estoy entrenando —disparé de nuevo—. Estoy pensando en... tratar de entrar en la maratón. 

—La maratón no se inicia hasta la primavera —me recordó Vee. 

Lo dejé todo. 

—Oh, oh, mi frecuencia cardíaca está cayendo —le grité a Scott. Y sin decir más nada, me eché a correr en la dirección opuesta. 

Oí a Scott en el camino detrás de mí. Un minuto más tarde, enganchó la correa de mi camiseta, tirando de ella juguetonamente. 

—¿Quieres decirme qué está pasando? 

Me volví hacia él. 

—¿Qué te parece? 

—Parece que tú y Vee vinieron a verme bajo el pretexto de correr. 

Le di a su hombro una palmadita de felicitación. 

—Buen trabajo, as. 

—Entonces, ¿por qué estás huyendo? Y, ¿por qué Vee huele como a una fábrica de perfumes? 

Me quedé callada, dejando que lo entendiera. 

—Ah —dijo al fin. 

Extendí mis manos. 

—Mi trabajo aquí está hecho. 

—No te lo tomes a mal, pero no estoy seguro de encontrarme listo para pasar el rato con Vee todo el día. Ella es bastante... intensa. 

Antes de que pudiera darle el consejo sabio de "Finge hasta que lo logres", Dante se detuvo a mi lado. 

—¿Puedo hablar contigo? —preguntó. 

—Oh, chico —dije en voz baja. 

—Esa es mi señal para irme —dijo Scott, y para mi desgracia, se alejó al trote, dejándome a solas con Dante. 

—¿Puedes correr y hablar al mismo tiempo? —le pregunté a Dante, pensando que preferiría no tener que mirarlo a los ojos mientras él continuaba con sus pensamientos sobre nuestra improvisada relación. Además, eso decía mucho acerca de cuán interesada estaba en esa conversación. 

A modo de respuesta, Dante tomó su lugar, corriendo a mi lado. 

—Me alegro de verte saliendo a correr —dijo. 

—¿Y eso por qué? —jadeé, empujando algunos mechones sueltos fuera de mi cara empapada de sudor—. ¿Te encanta verme hecha un completo desastre? 

—Eso, y que es un buen entrenamiento para lo que tengo para ti. 

—¿Tienes algo para mí? ¿Por qué tengo la sensación de que no quiero seguir escuchando? 

—Puede que seas nephilim ahora, Nora, pero estás en desventaja. A diferencia de los nephilim concebidos naturalmente, tú no tienes una altura extrema, y no eres tan físicamente fuerte. 

—Soy mucho más fuerte de lo que crees —argumenté. 

—Más fuerte que tú. Pero no tan fuerte como una nephil hembra. Tienes el mismo cuerpo que cuando eras humana, y aunque era adecuado en ese entonces, no es suficiente para competir ahora. Eres demasiado delgada. En comparación a mí, eres abismalmente corta. Y tu tono muscular es patético. 

—Ahora eso es un elogio. 

—Podría decirte lo que creo que quieres oír, en lugar de lo que necesitas oír, pero ¿realmente sería tu amigo, entonces? 

—¿Por qué piensas que necesitas decirme todo esto? 

—No estás preparada para luchar. No tendrías oportunidad alguna contra un ángel caído. Es tan simple como eso. 

—Estoy confundida. ¿Por qué tengo que luchar? Pensé que había dejado claro en repetidas ocasiones anoche, que no va a haber una guerra. Estoy liderando a los nephilim hacia la paz. —Y manteniendo los arcángeles lejos de mi espalda. Patch y yo habíamos decidido inequívocamente que los nephilim enfurecidos eran un enemigo mejor que todos los poderosos arcángeles. Era evidente que Dante quería ir a la batalla, pero no estábamos de acuerdo nosotros. Y como líder del ejército nephilim, en última instancia, la decisión era mía. Me sentí como si Dante me estuviera socavando, y no me gusta nada. 

Se detuvo, tomándome por la muñeca para poder mirar directamente hacia mí.

 —No puedes controlar todo lo que sucederá de aquí en adelante — dijo en voz baja, y un escalofrío de aprensión se deslizó a través de mí como si me hubiera tragado un cubo de hielo—. Sé que piensas que lo tengo, pero le prometí a Hank que cuidaría de ti. Te diré una cosa. Si estalla la guerra, o incluso un motín, no lo vas a lograr. No en tu estado actual. Si algo te sucede y eres incapaz de dirigir el ejército, entonces habrás roto tu juramento, y sabes lo que eso significa. 

Oh, yo sabía lo que significaba, desde luego. Saltar en mi propia tumba. Y arrastrar a mi madre detrás de mí. 

—Quiero enseñarte las habilidades suficientes para sobrevivir, como medida de precaución —dijo Dante—. Eso es todo lo que estoy sugiriendo. 

Tragué saliva. 

—¿Crees que si me entreno contigo, puedo llegar al punto donde voy a ser lo suficientemente fuerte como para manejarme yo misma? 

Contra ángeles caídos, claro. Pero, ¿qué pasaba con los arcángeles? Les había prometido poner fin a la rebelión. Entrenar para la batalla no estaba en consonancia con ese objetivo. 

—Creo que vale la pena intentarlo. 

La idea de la guerra convirtió a mi estómago en un conjunto de nudos, pero no quería mostrar miedo frente a Dante. Él ya pensaba que no podía manejar. 

—Entonces, ¿qué eres? ¿Mi pseudo-novio o mi entrenador personal? 

Su boca se torció. 

—Ambos.